La mente humana es una Caja de Pandora de la que no paran de brotar mañas y ñanas, sapos y culebras.
Ya teníamos para entretenernos con los fetichismos y las parafilias de siempre, hasta que en el horizonte de las rarezas apareció el misófilo, un individuo de sexo masculino al que lo excitan los hedores fuertes, en particular, los que emanan la ropa interior usada.
zapatitos eróticos fotografíados por Bruno Dayan
Viendo que del morbo siempre se puede sacar un negocio, en Japón surgió una cadena de tiendas llamadas Burusera donde las chicas jóvenes van a vender sus bombachas, corpiños, trajes de baño y otras prendas que, en vez de ir al lavarropas, son envadasas al vacío para que conserven intactos los aromas del cuerpo.
La bolsita va con foto de la propietaria del calzón, para que el señor que lo compre se ratonee con sólo abrir el paquete e imaginar a su dueña con la prenda. Incluso hubo máquinas expendedoras de bombachas y slips usados.
Los ponjas, tan limpitos y educaditos ellos.
El colmo sucedió días atrás cuando la policía de Tokio detuvo a Ichiro Irie, de 45 años, sospechoso de haber robado dos zapatos izquierdos de pacientes y enfermeras del hospital público donde trabaja.
Los uniformados empezaron a investigar la insólita denuncia, hasta que allanaron el domicilio del fetichista y dieron que en su armario había 440 sandalias, stilettos y chancletas femeninas. Cuando le preguntaron el propósito del hurto, Ichiro dijo que muere por el pie de las mujeres.
No explicó porque su afición por el izquierdo.