Ya les he contado unas cuantas veces que cuando era chica y me preguntaban qué quería ser de grande, yo respondía: “vedette”. Mi madre se encargó progresivamente de pinchar ese globo, pero nunca dejaron de fascinarme las plumas, las lentejuelas, los concheros y la imagen de esos cuerpos tensos bajo las luces de esos fabulosos cabarets de los ochenta. El viernes pasado fui gentilmente invitada a ver la obra de Reina Reech, Sobre Hombres y Mujeres, en el Teatro Maipo, y que sin ser un espectáculo de revista recurre a sus fuentes: buenas coreos, vestuario escaso, ningún argumento y bailarines esculturales. No hace falta más para erotizar a la platea de un viernes. Pero esa noche la cuota de gracia estuvo a cargo del público.
En un momento del show la anfitriona recorre las mesas con el micrófono y se detiene frente a una señora septuagenaria. Ante la pregunta de qué la “calentaba”, la dama, sin dudar, contestó: “hacerlo con un empresario”. Tan lasciva sonó su voz que la sala entera la aplaudió.
Hacerlo frente a la ventana, seeeee! Size masters via thisisnthappiness
Hemos escrito bastante acerca de cómo las fantasías resultan imprescindibles para condimentar las relaciones carnales, pero quizá nos faltó decir que a las fantasías también hay que actualizarlas. Yo por lo pronto ya no podré bajar las escalinatas del Maipo envuelta en plumas y pezoneras porque no me dan la edad ni el body, pero en cambio los ratones han redireccionado sabiamente mi cabeza hacia sueños más asequibles, como los de la señora: tener un amante.
Quiero aclarar que cuando digo “amante” me refiero a alguien soltero, hetero y disponible exclusivamente para el sexo. La literatura erótica contemporánea sostiene que a cierta altura de la vida todos deberíamos experimentar una relación con un extraño-conocido con el que explorar posiciones, lugares y horarios, aventuras y demás ocurrencias que vayan surgiendo en el devenir del vínculo, cuya regla básica deberá ser la lujuria desenfrenada, y el mejor profiláctico del mercado.
Que más dá. Ya somos grandes. El siglo XX por suerte barrió con el mito de que el sexo es mejor con amor, y viceversa. Claro, la confianza suele ser el mejor afrodisíaco, pero si no hay ni eso…La inteligencia emocional nos han demostrado a muchos que disociados ambos ejercicios pueden ser redituables para crecer como individuos y realimentar relaciones dormidas. Me pregunto si no habrá sido esa la fórmula de la señora septuagenaria, que según dijo acababa de cumplir 40 años de casada….