La muñeca del Führer

 

Por estos días ha vuelto a circular una leyenda tan improbable como estrambótica, pero que quienes escriben sobre temas eróticos se ven en la obligación de mencionar, cosa de no parecer desinformados: dicen que Adolf Hitler mandó a fabricar una muñeca inflable para que los soldados del Tercer Reich pudieran liberar las tensiones sexuales sin pegarse virus ni ladillas ni esas cosas.

De acuerdo con las distintas versiones, el juguete hasta tenía nombre: Borghild, en honor a un personaje de la mitología nórdica. Las autoridades militares le habían pedido permiso a la actriz Käthe Von Nagy para copiar sus facciones, pero parece que la mujer se habría negado de plano a que los regimientos germanos se masturbaran con su imagen. Aseguran que se llegaron a elaborar tres prototipos, y que el proyecto quedó en la nada cuando los aliados bombardearon Dresde, destruyendo la fábrica donde planeaban moldearlas.

Verdad o mito puro, este videíto un tanto poético y perversón nos permite inferir hasta dónde puede llegar la industria del esparcimiento para adultos, que empezó a fabricar féminas artificiales en las primeras décadas del siglo XX, para compañía de muchos hombres que estaban en el frente de batalla o embarcados en altamar….

Entonces las hacían de trapo – pequeños mostruos y, me imagino, un tanto infantiles, lo que enfatiza su bizarrez. Pero la tecnología del siglo XXI ha evolucionado al punto de concebir a las criaturas en materiales impresionantes como el real skin o piel real, con capacidad para reproducir todo el repertorio de contorsiones amatorias, y con movilidad pélvica, efectos térmicos y rostro similar al de las mujeres más deseadas del mundo. Los mayores consumidores son los japoneses, que pueden pagar por ellas entre 6000 y 35 mil dólares.

En fin.