Mi madre me ha pedido una computadora nueva porque tiene intención de escribir sus memorias. Caramba, le digo, bueno, gran idea!, todos tenemos experiencias e historias que querríamos compartir con los demás. Pero al rato empecé a temblar pensando en que, con esto de que “a la vejez viruela”, a madre se le dé por ventilar sus trapitos, no sea cosa que amanezca yo como Carla Bruni el día que a su progenitora le dio por confesarle al mundo que no dejó títere con cabeza.
Como ven, cuando repito en alguna sobremesa que las mujeres somos igualmente propensas a la infidelidad, tanto como los hombres, no solo me remito a las estadísticas y a las teorías evolutivas divulgadas por la ciencia, sino también a los accidentes empíricos de la vida cotidiana, esos que le suceden hasta en las mejores familias. Hace pocos días salió al mercado editorial “Mis queridas hijas, os voy a contar” escrito por la madre de la ex modelo y primera dama de Francia, Carla Bruni. El titulo pasaría por un libro más del género biográfico si no fuera que en sus páginas la octogenaria mujer confiesa públicamente haberle sido infiel a su marido, el supuesto padre biológico de la actual esposa de Nicolás Sarkozy. Nada es eso. La dama, que fue chica de armas tomar, revela sin anestesia que al mismo tiempo le era infiel a su amante, y que el padre de Carla es el hijo del amante. Léase, también compartía el lecho con el hijo de su amante.
la carne es débil sunshine
Marisa Bruni-Tedeschi ya estaba casada con Tedeschi, un señor muy fino y 15 años mayor, cuando inició una relación extramatrimonial con el empresario italiano Giorgio Remmert. Al poco tiempo la inquieta señora le echó los perros al hijo de éste, el joven Maurizio Remmert con quien mantuvo encuentros por seis años. Un verdadero cojinche, diría mi amiga Merimún.
Cuestión es que entonces Marisa tenía 35 años y él era un pichón de 19. “Puedo quererte como una persona mayor”, decía él en sus cartas. Carla surgió de ese amor a finales de 1967, pero este cuento tuvo final felíz pues don Bruni-Tedeschi, que era un gentleman, tapó la historia dándole su apellido a la niña y tratándola como si fuera su propia hija.
Vaya a saber cuáles fueron las razones del caso, pues cada caso tiene motivaciones diferentes, aunque presumo que son las mismas que acucian al resto de la especie: aburrimiento, expectativas incumplidas o simplemente una naturaleza “indómita”, por no decir flojita. En síntesis, lo que siempre se supo empezó a tener cada vez más visibilidad en este siglo. Los casos de infidelidad femenina, concluyen sendos estudios, aumentan hoy drásticamente por la “cercanía con los hombres en el lugar de trabajo y el uso de la tecnología”. Según publica el Journal of Couple and Relationship Therapy, por ejemplo, en la actualidad entre el 45 y el 55% de las mujeres casadas son infieles, aunque vale aclarar que ambos géneros tienen distinta percepción de lo que son los cuernos. El 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus compañeros de trabajo y dos de cada tres aseguran que tienen pensamientos sexuales con ellos. Más de la mitad los hace realidad.
En fin, que mi madre seguirá siendo una dama, como Marisa, así tenga kilos de trapitos por lavar!