Dame pelota

 

Leyendo las últimas declaraciones del directivo del Inter de Milán, un tal Luis Figo, que ha comparado el juego de Messi con el orgasmo, ayer caí en la cuenta de lo poco que falta para que empiece el próximo período de recesión sexual: Sudáfrica 2010. “En este momento hay 5 o 6 jugadores que pueden ser el mejor, en mi generación había quince o veinte. Ahora son dos o tres y esta es una diferencia muy importante. Pero sin duda para mí ver a Messi jugar al fútbol es un placer, es como tener un orgasmo. Es un placer increíble“, argumentó el tipo con palabras jadeantes.

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¿podemos cambiar de canal?

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No estoy tan segura de que a todos los hombres de este planeta les interese más el fútbol que una sesión de sexo,….

cuestión ésta de relativa hondura pero que se dirime con insistencia en estas épocas de “síndrome pre mundial”. Dicen que este evento deportivo a muchos les distorsiona la líbido, que la canalizan en la cancha, al punto de suspender cualquier contacto carnal directo, salvo el abrazo exaltado con algún amigo fanatizado, y cuando el equipo hace un gol. Durante el mundial pasado algunos científicos intentaron dilucidar las razones fisiológicas de este desorden químico que fundamentalmente ataca a los seres masculinos y, en menor medida, a las mujeres.

Al cabo de dos años estudiando la fluctuación de la testosterona, el biólogo Gerald Lincon, de la Unidad de Ciencias de la Reproducción Humana del Medical Research Council, en Escocia, encontró que “la baja en los niveles de esta hormona a ciertos ejemplares puede volverlos irascibles, sensibles y poco comunicativos en el plano sexual”, algo ya divulgado como Síndrome de Irritabilidad Masculina.

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Tal parece que mientras dura el torneo más gravitante del fútbol internacional, dice el biólogo, todas las hormonas normalmente involucradas en la actividad sexual -la testosterona, la oxitocina, las endorfinas, la prolactina, la dopamina, la serotonina y la noradrenalina – son “consumidas” por las intensas emociones que se desatan mientras el individuo, fuera de sí, permanece sentado en la tribuna o mirando el partido frente al televisor. La liberación repentina de ese cóctel explosivo baja la actividad de la tiroides y causa efectos sedantes y analgésicos, razón por la que luego los caballeros no dan ni pelota, al decir de los científicos.

No quiero imaginar los niveles de abstinencia que soportarán los habitantes de estas pampas si por una bendita vez Messi la emboca con la camiseta argentina puesta