Crece la industria del turismo sexual femenino

 

“No hay hombres”. Esa trágica frase que solíamos escuchar repetidamente hace unos años vuelve a circular con frecuencia en las tertulias femeninas, pese a que en la era de las citas online abundan los heterosexuales dispuestos a hacerte feliz, o al menos intentarlo. La tecnología podría acabar convenciéndonos de que nunca hubo tanta posibilidad de encontrar “pareja” como hoy en día. Sin embargo la demanda de sexo real supera la oferta, y alienta un fenómeno que nos veíamos venir: la prostitución masculina. 

El tema no es nuevo para nadie, pero sí lo es que finalmente se admita que las mujeres también pagan por sexo. La triste noticia es que son cada vez más jóvenes las usuarias de estos servicios sanitarios. “Las mujeres están encontrando más dificultades para conseguir una pareja estable. Por eso van a lo seguro; porque este tipo de servicios, para ellas, no está necesariamente desligado del concepto emocional” explica la psicóloga y especialista en sexología Marta Arasanz en una nota muy interesante de la revista francesa Marie Claire. Aclaro que años atrás publiqué algo en este espacio, a propósito de una bella película francesa sobre la vida de una ejecutiva que contrata para esos fines ecológicos a un joven desempleado.

sos mi terapeuta preferido...Mario Testino Vogue Paris

¡Y quién no quiere un geisho en la cama!.. qué daría yo por uno que además sepa cocinar! A diferencia de las mujeres que ejercen el oficio por elección, los hombres que deciden vender su cuerpo no son tan obvios (podrías decir que es tu sobrino) ni sufren presión social y mucho menos andan ofreciéndose en los bosques de Palermo o en los hoteles de lujo.  Al contrario, hasta se esconden bajo términos cool, ejemplo, gigoló y taxi boy. Por eso quizá, según leo, el turismo sexual femenino es cada vez más notable en países como Kenia, donde hoy es común ver a una dama paseando de la mano de un efebo loqueado cual celebritie de la NBA. Sin dudas los keniatas son espléndidos, objeto de fantasías habidas y por haber. 

Supongo que el motor de esta industria creciente, como el caso de la femenina, es la pobreza y la falta de proyectos. Miles de jóvenes africanos recorren los balnearios buscando señoras con dinero y con ganas de divertirse. Una de cada cinco, dice el artículo, termina comprando la mercadería. Lo mismo sucede en Cuzco (Perú) con los “bricheros” (así les dicen). En el Caribe se estima que son más de 600.000 las mujeres que viajan anualmente a las islas en busca de carne fresca, lo que en Barbados llaman el “síndrome de la secretaria canadiense” porque las clientas llegan de Europa, Estados Unidos y  Canadá, principalmente. 

Para saciar el consumo interno (y fomentar el “turismo local”) en España funcionan burdeles para chicas, el más famoso es Charming Bárbara, fundado por una venezolana. En EEUU la famosa proxeneta Heidi Fleiss o Madame Hollywood intentó abrir una agencia lujosa en Las Vegas, sin suerte. Cuestión es que al ser una salida laboral “rápida”, sin riesgos (pocas veces deben someterse a pedidos estrambóticos) y bien remunerada (arriba de 300 euros la hora, 1200 si querés cenar y pasear) hay cada vez más “asistentes terapéuticos.” Y más mujeres preguntándose ¿y por qué no? …