Contigo en la distancia

 

La luna iba trepando por las terrazas de mi barrio, redonda y anaranjada como una pastilla de Redoxón, mientras yo ponía la mesa y calentaba un arroz primavera para mi amigo Gustavo, que tiene 42 años y le encantan las arvejas. Pero el paisaje lunar me puso sentimental y, en consecuencia, la cena se pegoteó. En fin. Cuesta caro extrañar a alguien, más si esa persona está lejos. O peor, si nunca estuvo cerca.

De todos modos prefiero añorar al individuo a tener que experimentar con la tecnología amorosa para calmar su ausencia física. Me sentiría bastante patética sentada frente a una Webcam y mirando en la pantalla a mi amante desnudo haciendo movimientos epilépticos, porque en casa la banda ancha anda bastante mal y se corta a cada rato. Pero entiendo que esa virtualidad es muy útil para las parejas que por causas ajenas a su voluntad deben vivir separadas, así que celebro el avance del erotismo informático. Parece que la calidad de los orgasmos a distancia puede mejorar si prospera el Mutsugoto, un invento del artista contemporáneo Tomoko Hayashi, y que se presentará en sociedad en el próximo mes de agosto en el Festival de Edimburgo. Hagan click aquí.

Por si no vieron el video les cuento que la pareja debe acostarse en camas separadas y colocarse unos anillos que son detectados por una cámara que sigue los movimientos de la mano. Estos movimientos se transmiten y proyectan en forma de rayos lumínicos sobre el cuerpo del ser amado, asi esté uno en Tokio, y el otro en Merlo. Esos rayos aparentemente despiertan cosquillas, o cosas así. Como dije antes, soy chica de consuelos más bien discretos. Por el momento prefiero (entre otras cosas) escuchar a Luis Salinas en este bolero que chorrea de pasión. ¿Qué me dicen?