Cuando el río corre es porque agua trae, y si el tema llega al cine o a la tele es porque hay una realidad que lo sustenta. Dicho el refrán, voy al ejemplo: Full Monty fue la primera comedia en mostrarnos que ante una situación límite algunos hombres son capaces de vender su cuerpo. Hacia fines de la década del 90 la industria del acero cerraba fábricas en Inglaterra, y en un pueblito perdido seis tipos desahuciados hacían streptease en un club nocturno como último recurso para salir de la pobreza.
En Francia, Josiane Balasko describe en la película Cliente el mismo fenómeno, pero desde la vereda opuesta. A falta de candidatos disponibles, una alta ejecutiva de 50 años usa los servicios de un joven que se vuelve escort para poder mantener a su familia. Acá hubo un intento fallidísimo de hacer una serie sobre los acompañantes masculinos. El guión no estuvo a la altura de la idea, pero al menos intentó acercarnos a una realidad que estoy segura saldrá del placard dentro de unos años: las mujeres también pagan por sexo.
Cuánta tela habrá para cortar que en los Estados Unidos el tema ya tiene pantalla. Después de Sex and The City y Los Sopranos, la cadena HBO sacó unos meses una sitcom que describe la tragedia de Drecker, un cuarentón que lo perdió todo y al que le queda un solo talento: su miembro. Para sacarle provecho a la “dote” decide hacer un curso para emprendedores, y así es como Hung (bien dotado, en argot) se convierte en escort. Y al pobre le toca de todo, como supongo ha de pasarle a una mujer que por desesperación debe dedicarse al mismo oficio. Como no tengo cable, no sé a qué hora la pasan, pero averiguo y les cuento.