Esta no es una buena noticia para los hombres bajitos: unos científicos de la Universidad de Utah (EEUU) comprobaron que las mujeres se sienten más atraídas por los hombres altos.
El hallazgo, que no es nuevo, vendría a confirmar la teoría de porqué nuestro pariente el mono un día comenzó a caminar erguido. Parecería que las mujeres prefieren armar pareja con tipos que superen el 1,80 porque la altura es indicador de “una mayor capacidad para pelear por ellas, defender sus recursos y proteger a sus hijos” argumenta el estudio publicado hace poco en la Public Library of Science (PLoS ONE).
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“Los resultados son consistentes con la hipótesis de que nuestros antepasados adoptaron la postura bípeda para que los machos pudieran ser mejores en pegarse y matarse unos a los otros mientras competían por las hembras», dice el biólogo David Carrier, autor del estudio, y agrega que “de pie sobre dos patas tenían más facilidad para luchar, haciendo los golpes mucho más peligrosos”.
Personalmente no creo que las mujeres de este siglo hilemos tan fino a la hora de elegir compañero, muchos menos en estos tiempos de hambruna afectiva….
Al contrario, diría yo que la altura es lo de menos, que el petiso tiene lo suyo, y que existen parejas desparejas justamente porque nadie se cuestiona diferencias de ningún tipo, menos de tamaño. Sin embargo, los que saben sostienen que esta preferencia, aún vigente en nuestra sociedad, se funda en cuestiones prosaicas tales como la creencia de que, a mayor altura, mejores genes para la descendencia. “La explicación alternativa es que los varones altos eran más capaces de defender sus recursos y a sus hijos. Si los machos golpean más fuerte de arriba a abajo que de abajo a arriba, los altos tienen ventaja en una pelea, porque pueden alcanzar los blancos más vulnerables de su oponente”.
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Altos o bajos, gordos o flacos, de lo que estoy segura es que a la mayoría de mis contemporáneas ya no les va el modelo “custodio de discoteca”, aunque quiza sí tenga cierto éxito el protomacho de gimnasio, ese muchacho de tobillos delgados con el pecho inflado como una papa, pero nunca un tipo capaz de andar a las piñas por la vida. Prefiero creer que la evolución no ha sido en vano, que el sentido común o la inteligencia emocional, cualquiera sea, ha podido superar los mandatos primitivos de la raza. No obstante los científicos insisten en que las mujeres de esta época, instintivamente, siguen buscando al ejemplar alto y forzudo. “En un mundo de armas automáticas y misiles guiados, la fuerza física masculina tiene poca relevancia en la mayoría de los conflictos humanos. Las pistolas han sido las armas comunes solo por menos de quince generaciones, así que quizás no debería sorprendernos que las mujeres modernas sigan sintiéndose atraídas por los rasgos físicos que predicen cómo a sus compañeros les iría en una pelea”.
En fin, que la ciencia diga lo que quiera, pero vos, Juancho, no te me desanimes por tu metro y medio: muchas seguimos creyendo que no es mito aquel slogan de “poderoso, el chiquitín”…