Mis vecinos de blog me van a envidiar: efectivamente tengo una comunidad de lectores atentos y sumamente informados, lo que estimula un nutritivo ida y vuelta. Por un descuido infame olvidé mencionar a Milo Manara en el post del cómics erótico, pero felizmente ahí estaban Polaca80, y Raul P. , que además aportó una cuotilla de erotismo francés a la tertulia virtual con su “no, pas comme ça, tout doucement, tout doucement…” ¡ohlalalá!, Raúl!
Pero el comentario de La Fulana, recién estrenada en el foro, me puso piel de gallina, así que necesitada como estaba yo de abrazos milongueros el fin de semana corrí al reencuentro de mi pasión mayor: el tango. para los que no creen en el poder afrodisíacos del 2 x 4 les cuento que la Unesco declaró Patrimonio de la humanidad a la danza rioplatense y que al fin se ha demostrado científicamente la dimensión erótica de este baile.
Fotos Graciela Calabrese
El hallazgo lo debemos a una bailarina colombiana que se tomó el trabajo de medir por primera vez el efecto narcotizante (neurobiológico, seriamente hablando) del abrazo milonguero. Cynthia Quiroga Murcia, en el marco de su doctorado en psicología por la Universidad Goethe de Francfort, le tomó pruebas de sangre a 22 parejas de bailarines, antes y después de fundirse en la pista: encontró que la música les redujo el nivel de cortisol (la hormona del estrés) y que el movimiento y el contacto físico habían elevado la testosterona. Su investigación fue publicada en la revista “Music and Medicine”, y si bien era hora de que a los fanáticos nos creyeran cuando decimos que esto causa un alboroto químico en el cuerpo, quienes bailamos desde hace tiempo sabemos que hay docentes enseñando ad honorem a pacientes que se recuperan de accidentes cardiovasculares.
Escucho Tigre viejo, Bahía Blanca o esta antiquísima versión en francés de La melodía de nuestro adiós, de Francisco Canaro (una verdadera perlita) y siento que me arrasta un tsunami…
Como dijo La Fulana, cuando el tango te hace un click en tu interior, te das cuenta que muchas letras fueron escritas para vos…
Gracias, La Fulana