En otra vida debo haber sido odalisca o vedette, porque no imaginan cuánto me gusta bailar. Lástima que para la danza tengo menos gracia que un perro con tutú. Mis padres me desalentaron toda vocación artística viendo que en los actos escolares, cuando me tocaba bailar El Gato, era incapaz de coordinar música y movimiento. Mis compañeritos iban para un lado, y yo automáticamente para el otro. Mi madre insitía en que yo tenía problemas espaciales. En fin. Como Elaine, el personaje de la serie Seinfield (y así me decía mi ex) el baile se me da mal.
Con en el tango me desquité. No es que me sale divino, pero me defiendo con dignidá. Quizá porque es una danza que parte del abrazo, y el resto es técnica y comunicación. Es poderoso. Nadie imagina lo que sucede entre una pareja cuando baila con los ojos cerrados, tejiendo pasos con las piernas. Dicen que el tango es un sentimiento que se baila, y un acto sexual figurado.
En Villa Crespo les hice este videíto (abajo) para que se den una idea de lo que digo.
El doctor Peter Lovatt, psicólogo de la Universidad de Herfordshire, dice que determinados formas de baile son el equivalente humano al cortejo de las aves. Es decir, practicamos ciertos movimientos corporales para seducir al otro. Para demostrar su teoría grabó 15 formas de bailar masculinas y se las mostró a 55 mujeres de distintas edades. Los que se bamboleaban testosterónicamente como el finado Sandro en sus años mozos, eran los que mejor encendían la libido femenina.
Quién sabe si tiene sustento las hipótesis de este Lovatt, que sin duda, como yo, tampoco nació para el baile ….