A María A. le presentaron un chico que ya por teléfono le resultó un encanto. Salieron, y efectivamente el príncipe no destiñó en toda la noche, lo que no es poco a esta altura de la soirée, dar con alguien que de entrada te guste. Después de una velada muy animada en un restaurán de Palermo Viejo, entre riñoncitos al vino blanco y música estimulante, él la acercó en auto hasta su casa. Había señales de que el hechizo era mutuo.
A pocas cuadras de llegar, ella abrió la cartera para sacar las llaves…y él empezó a bostezar. Uff, no le gusté, fue lo primero que pensó. Pero, no.
La volvió a llamar.
Disculpá el desorden… ¿querés un cafecito?
A la segunda salida la reciprocidad era tan obvia que más tarde, ya en la puerta del edificio, como él seguía dándole charla y estaba fresco, la enlujuriada de mi amiga lo invitó a subir. Subieron. Arriba (controlando sus demonios) le mostró el departamento, encendió la cafetera, y mientras buscaba un cidí de Coltrane para poner el clima él se despachó con un “muy linda tu casa, pero disculpame, ya es tarde”.
-¿Para qué aceptó? se pregunta, desflorando todo tipo de teorías
–Y, le digo yo, ¿desde cuándo “querés subir” es sinónimo de “vamos a tener sexo”?…
¿Quién no ha pasado por esto?. La mayoría de los hombres y las mujeres contemporáneas que conozco consideran que en estos casos hay una única lectura: si subís es que vamos a tener sexo. Tuve un candidato insistidor que a la primera cita se autoinvitó, y ante la negativa se puso tan espeso que casi le pego. Estábamos en distintas frecuencias, así que preferí seguir la etiqueta a romperle la autoestima con el florero del living: si propongo continuar el encuentro en mi espacio privado, el otro asumirá que tengo expectativas, y si acepta el convite es que está de acuerdo en satisfacerlas. La confusión puede ser frustrante.
Las lecturas masculinas del episodio de mi amiga son variadas:
-Era gay, dice Walter
-Es que las mujeres están desatadas, opina el primitivo de mi compañerito de trabajo
-Obvio, es un código universal. Si te dicen “querés subir” es que habrá premio, sostiene otro
No todo es tan lineal, sentencia Martín. Es verdad. Uno puede extenderse cómodamente en una charla, y ahí ver hasta dónde nos conduce el lenguaje de los gestos. Las fantasías son muy nutritivas pero, como leí por ahí, hay circunstancias en las que no es sano andarse creyendo todos los escenarios mentales y no ver los que nos presenta la vida real.
Probablemente el tipo estaba cansado, o bien se deserotizó cuando pasó por la cocina y vió al gato de mi amiga durmiendo en la panera.