Ella pidió disculpas públicamente, pero el daño ya estaba hecho. La vida después del engaño no debe ser tan fácil de sostener… ¿cómo seguir? ¿de qué hablar en el desayuno? ¿cómo fingir que está todo bien cuando en el fondo querrías ponerle… una purga en el yogur?
ché, escondéte que nos pescaron!!! via hotwheels via bigfun
De la infidelidad nadie vuelve entero: convengamos que los seres humanos nunca olvidamos lo que perdonamos. Lo que me pregunto es qué parte de todo este escandalete nos escandaliza más, si el embarazo de ella, si es porque es mujer, si el irreverente ex funcionario, o el cornudo. Supongo yo que lo que nos espanta mayormente es que nos muestren “de una” lo que no queremos ver: la mayoría de los ensayos y encuestas contemporáneos sobre sexualidad aseguran que más del 30% de las mujeres que están en pareja son infieles, o lo fueron alguna vez…
Y no es un fenómeno, ni es nuevo. Existió siempre. Ya lo describió Helen Fisher, prestigiosa antropóloga de la Universidad de Rutgers, que ha estudiado a fondo la conducta de la especie: “los hombres quieren pensar que las mujeres no engañan, y las mujeres quieren que los hombres piensen que ellas no engañan, y por lo tanto, los sexos han estado jugando un juego psicológico entre sí”.
..éste no se duerme ¿cómo me escapo? rulesformybornson via bigfun
Yo estoy convencida de que cuando las mujeres engañamos lo hacemos sin culpa, y con extrema pulcritud, pues el engañado nunca (o casi nunca, y no es éste el caso) se entera de la canita al aire o de la relación paralela. Las causas que nos mueven a la trampa son variadas, no se trata sólo de que algunas muchachas son más “flojitas” que otras. Al contrario. Según el consejero sexual del The New York Times, Ian Kerner, mientras que “los hombres que son infieles no pretenden terminar su relación primordial, las mujeres lo son para confirmar que su relación ya terminó, luego de haber intentado solucionar los problemas sin resultado alguno”. Yo sin embargo creo que ésa es una mirada benévola sobre la infidelidad femenina. Igual que los hombres, nosotras caemos en el adulterio o en la doble vida por simple curiosidad, aburrimiento, tentación, falta de incentivos en la pareja y, sobre todo, por una humana necesidad de confirmar que seguimos siendo atractivos sexualmente.
Lamentablemente la opinión pública condena a la mujer. Si el caso que nos ocupa hubiera sido al revés, de seguro el episodio quedaba en la anécdota. Pero más allá de que a nuestra Ema Bovary criolla le gusta jugar con fuego (y echarle la culpa a la prensa si se quema, una pose histérica digna de una persona inmadura) lo que sí me resulta un escándalo mayúsculo es la insensatez del tercero en discordia.
Yo digo, habiendo tantas mujeres libres, o casadas sin hijos, o hasta embarazadas solteras, ¿por qué tenía que ir a meterse en una familia? A ella la juzgará su marido, pero está claro que él ya no merece ni dos párrafos en las páginas de economía…