Los infieles también van al cielo

 

A veces me siento el eslabón perdido: no me gusta el dulce de leche y jamás piso una peluquería (eso se nota, les aseguro). Pero, hete aquí que evolutivamente hablando, todavía no salí de la caverna, es decir, soy una chica de molde: la traición sentimental puede dolerme más que una canita al aire.

Me refiero a que quizá, analizando bien el caso, podría tolerar un desliz de mi media naranja. Lo decididamente inaceptable es que tenga otra mujer en su cabeza, que le dedique pensamientos y alimente un “affaire emocional”, como le llaman ahora a las relaciones no consumadas, o al popularmente conocido histeriqueo.

ellas en tu cabeza cufford coffin

ellas en tu cabeza Cufford Coffin via codicebinario

Convengamos que para algunos no es fácil sostener la monogamia, y más ahora que habemus chat, mail, Facebook, Twitter y mensajitos de texto y otras herramientas 2.0. El impacto de una traición no tiene atenuantes. Sin embargo, las teorías evolucionistas dicen que hombres y mujeres vivimos distinto la infidelidad: nosotras sufrimos más el engaño emocional, mientras que ellos no soportan la infidelidad sexual.

Las mujeres, según el argumento biológicco, nos sentimos “amenazadas” ante la aparición de otra porque tememos que nuestra pareja desvíe recursos al mantenimiento de “crías” ajenas. Para los hombres, en cambio, el cuerno es como una herida de muerte ya que nunca – o al menos, hasta el descubrimiento del ADN – estuvieron seguros de no estar alimentando a los hijos de otro.

Pero una investigación de la Universidad Estatal de Pennsylvania, y que publicó la revista Psychological Science semanas atrás, sostiene que ese mandato genético ha sido superado por el proceso de sociabilización. Léase, con el modelo del proveedor en franca extinción y la creciente independencia material de las féminas, la raza humana ha modificado progresivamente esa visión prosaica de la fidelidad. Hoy, según este estudio, lo que importa son las individualidades, como cada quién construye un vínculo, y lo que espera de él.

fashion series for Edelwiess copyright Anoush Abrar &Aimée Hoving 2009 via codice binarioi

estás pensando en otra, lo estoy viendo…

Fashion series for “Edelweiss” Copyright Anoush Abrar &Aimée Hoving via codicebinario

Tal vez sea por eso, pienso, porque primó la “sociabilización” y no el instinto, es que Hillary pudo perdonarle a Bill Clinton lo del Salón Oval, piedad que también tuvo para con su mujer el Sr. Robinson, primer ministro nor-irlandés y públicamente cornudo. Hay ejemplos más cercanos, claro. Quién no conoce alguno…

A estas alturas, ya no sé qué es peor. Por momentos creo que la “sociabilización” no se nos fué de las manos, porque romper un pacto siempre ha sido, y será, cosa seria. Pero es cierto también, ya lo escribió Zygmunt Bauman en “Amor Líquido”, que los vínculos contemporáneos tienden a ser cada vez más livianos, vienen con fecha de vencimiento, y quizá al aceptar inconscientemente que nada es para siempre, de algún modo se ha legitimado la infidelidad de la que ahora tanto nos quejamos.

En fin. De carne somos.