Cené muy picante, pero no es por eso que son las tres de la mañana y sigo sin pegar un ojo. Es el verano, el calor infernal y el vecino del 9° A que, para desgracia del consorcio, se nos ha puesto de novio.
Kristina Fender via bigfun
Los viejitos de mi edificio, un Cocoon anclado en el corazón de San Telmo, le han declarado la guerra por joven, soltero y “pecador”. Yo no comparto del todo las acusaciones (uno nunca sabe las vueltas de la vida) pero esto le pasa por tacaño. En este enero soporífero, en lugar de prender el aire acondicionado del dormitorio y cerrar las ventanas, el tipo las abre de par en par y así el vecindario tiene que asistir gratis al concierto erótico de su muy expresiva chica, que estando a punto de ver la luz pega unos aullidos de primate Carayá que te despiertan brutalmente, así tengas dos Alplax encima, se los juro.
La gritona en cuestión no se guarda ni un sonido, pero el fogoso del 9° se las verá negras porque los abuelos andan buscando firmas para demandarlo por ruidos molestos. Esto sí que es un problema de orden internacional. En todos los consorcios del planeta la gente se queja si una pareja irrumpe en la quietud de la noche entregándose a lo suyo sin controlar los decibelios del orgasmo.
la novia gritona
En diciembre pasado un tribunal británico condenó a un matrimonio chillón por “quebrar por segunda vez la paz nocturna” del vecindario de Londres en el que viven. Steve y Caroline Cartwright gritaban de una manera tal que causaba estupor porque, según atestiguó una vecina que mandó a poner audífonos en las paredes para grabarlos y probar su acusación, “parecía que ambos sufrían un dolor considerable” que se traducía en gritos insoportables entre la medianoche y las 3 de la mañana. Los acusados tuvieron que pagar una multa, pero por más que se taparon la boca con la almohada y cambiaron los horarios de la gimasia, volvieron a gemir cual cerdos degollados. La justicia no hizo lugar a su defensa basada en el “derecho a la intimidad familiar”.
Le sugerí a los abuelos ir por las buenas y mandarle por debajo de la puerta una cartita pidiendo solidaridad para con los que madrugan, y para los que no están invitados a la fiestita …
Creo que seré la próxima expulsada de Cocoon.