Hoy no, querida

 

Quién te ha visto y quién te ve. De pasar una temporadita curando la adicción al sexo (ésa que le vino por creerse el papel en Bajos Instintos), a decir abiertamente en un reportaje que sin la pepa de Viagra, no llega a la meta. Pero al actor Michael Douglas, y a cualquier otro ser masculino, esa confesión lo enaltece.

Además de bajarse del mito del homo erectus, al hacer públicas sus necesidades desacraliza un asunto que hoy abochorna a más de un caballero, cosa que no debería suceder, porque sabido es que hasta los de 30 consumen la pastillita (a veces, peligrosamente combinada con alcohol y drogas) para aumentar el vigor o no fallar al momento de la performance.

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Los sexólogos dicen que la ingesta de 25 mg de Sildenafil al día es inofensiva y altamente rendidora, pero en casos de necesidad real y no para desafiar récords. Aunque, por supuesto, la pilule no actúa automáticamente. No es: la tomo y pum, aquí estoy.  Sin voluntad la cosa no arranca, y hete aquí el meollo del problema:  a muchos hombres , como también a las mujeres, les faltan ganas.

Investigando para un libro (del que ya les contaré más adelante) entrevisté hace unos meses a Adrián Helien, que lleva 27 años tratando pacientes en su consultorio privado y en el Servicio de Urología del Hospital Durand, además participar en numerosas investigaciones académicas sobre sexualidad.

Según su experiencia clínica y la muchos otros colegas, hoy se ha vuelto un trastorno común.  “Más allá de las diferencias individuales, la impresión es que se disfruta poco y que hay un avance de los problemas vinculados a la falta de deseo. Tampoco parece ser un tema aislado: en los países centrales la falta de deseo es la disfunción sexual con más crecimiento. Hay una tendencia a tener menos relaciones sexuales, y a sentir menos deseo. Parece ser que las relaciones ya no estimulan tanto, y algo se está modificando en el deseo” contó.

Ay, el panorama es alarmante. Será por eso que, en respuesta a ese posible y acuciante provenir asexuado, las industrias del entretenimiento y la moda se han hecho a la causa y no paran de bombardearnos con imágenes y mensajes cargados de un erotismo, a veces sobredimensionado, como tratando ilusamente de contagiar a la humanidad de un entusiasmo mustio y en picada…

¿Porqué llegamos a esto cuándo, en rigor, la evolución debería habernos traído hasta acá con los trastornos resueltos?

Como sea, que no decaiga. La preciosa realidad del vínculo carnal merece un esfuerzo más, ¿o no?