Cuidado con los mordiscos durante el sexo

 

Definitivamente hay que tener cuidado con los dientes durante el sexo, no solo por el bien de la propia dentadura sino por la integridad ajena. En un rapto de locura feliz cualquiera puede arrancarte un pedazo de un solo mordisco, y bien conozco el caso por un amigo que tras un intensivo de sexo oral acabó en el quirófano de la Suizo Argentina con su parte preciada muy pero muy mal herida. Si uno tiene un umbral de dolor alto quizás ni repare en el momento, pero de todos modos vale protegerse de braquets (por suerte pocos hombres los usan) y controlar los postizos e implantes mal pegados (digo, por si se te afloja el comedor).

Parece un disparate pero entre tantas parafilias que hay en el mundo – tantas como gentes (parafilias, dícese del comportamiento sexual en el que la fuente predominante de placer no se encuentra en la relación sexual en sí misma sino en otra cosa)- ahora han dado con la “odaxelgnia”. Se trata de personas que se excitan mordiendo a su partenaire, o también siendo mordidos por ellos. Una suerte de canibalismo hot, ya que se ha vinculado la práctica a una forma leve de sadismo (en el que se obtiene placer derivado del dolor de otra persona). Estuve releyéndome “La Filosofía del Tocador” y no recuerdo en la literatura erótica nada más perverso que el Marqués éste, que entre otros martirios físicos, gozaba cual poseso cuando le tironeaban el pelo mientras lo hacía.

hay zonas que no deberías morder italianland

En realidad no es maldad premeditada, pues según los estudios del investigador estadounidense Alfred Charles Kinsey (pionero de la investigación sexual humana en EE.UU.), aproximadamente la mitad de las miles de personas encuestadas (fue de los primeros en radiografiar los hábitos privados de los estadounidenses) había experimentado excitación sexual al morder a su compañero o compañera. Aparentemente, el alivio que provocan las endorfinas durante la excitación hace que el dolor pase inadvertido.

Me acuerdo que en las primeras citas temía que alguien dejara una marca en mi cuello. Al día siguiente había que bancarse los chistes en el trabajo y el pañuelito onda azafata disimulando las huellas de una noche intensa.