Si Cristina o cualquier otra funcionaria poderosa hubiera sido soltera durante su mandato, muchas mujeres le hubieran tenido envidia: con solo encargarle el trámite a su edecán, podría haber tenido a mano al mejor candidato. Pero era una señora, y parece que el único masculino que le ha movido el piso de verdad ha sido el poder.
Muy distinta (y avanzada para su tiempo) fue Wu, que además de mandar se hacía espacio para divertirse con sus amantes, y a su manera. Así, con la boca fruncida y el bigotito sin depilar, la dama fue la única emperatriz que gobernó China en toda la historia de aquel orientalísimo país. Dicen que apenas asumió, a mitad de la década del año 600 y luego de turbias maniobras para entronarse en el sillón principal, la mujer dictó su “decreto” más arbitrario: todos los hombres que visitaran el palacio para pedirle algún favor, primero debían practicarle un cunilingus.
Tomá! Si fue así, Wu recibió grandes dosis de sexo oral a lo largo de su vida, pues gobernó hasta los 80 años! Mucho cunilingus, pero miren la cara de mala onda que tenía la tirana. Como fuere, hoy aquello sería considerado acoso sexual en cualquier tribunal del mundo, pero… quién le quitó a Wu lo bailado, claro!