–Hola chuchú…
dijo la rubia, estampándole un chupón ruidoso. Así fue como esa noche nos enteramos los amigos que a nuestro querido Fredi, abogado y hombre de pocas palabras, la nueva mujer lo llama… “chuchú”.
La revelación puso al pobre “chuchú” al borde del colapso. Obviamente, mientras pudo soportó estoico la risita capciosa y las maldades masculinas de rigor, que empezaron apenas la rubia tomó sus bolsas y se subió a un taxi. Piadosa yo, viendo que Fredi no podía remontar, propuse que todos los que estábamos en la mesa confesáramos cómo nos llaman en la intimidad, porque ¿quién no ha padecido un sobrenombre juguetón, esos que brotan cuando estamos enfoguecidos, y que solemos cargar con asombrosa resignación?
podés decirme mami, si querés...Steven Klein via big fun
Gordi, pichi, osi, chanchi…los apodos de la pareja suelen ser bien cursis, y casi nunca tienen relación alguna con la identidad del portador. Por ejemplo “chuchú” no es ni siquiera una cosa. Sin embargo, para la rubia significa mucho: es nada menos que el nom de guerre de su abochornado fiscal…
Se supone que revelarlo es casi como romper un código secreto, porque los motes íntimos son una muestra de cariño, pero también son parte del juego privado en el que, además, valen los diminutivos y las metáforas espontáneas que casi siempre usamos para encubrir gustos y preferencias sexuales tabuizadas, y que no nos atrevemos a llamar por su nombre vulgar. A veces están tan encriptados que es imposible adivinar en qué se inspiran, y por cierto, uno ni se anima a preguntar: usti (así le dice una amiga a su marido, supongo que es un “usted” abreviado), otra le puso panyi (por la panza planetaria de él), escuché por ahí un cari (cariño), toto (éste es más común) y así una lista de sobrenombres con significación erótica para cada quien.
Otros apodos, igual de amorosos, no suenann bien a los oídos. Hace muchos años entrevisté a un actor famoso que en ese momento estaba en pareja con una cantante de tangos y también actriz, a la que doblaba en edad. La pose de galán maduro y prócer de la escena se me cayó en pedacitos cuando apareció ella y él, tomándola por la cintura y guiñándole un ojo, se mandó un…
-….después te atiendo, mami, vos estáte lista…
hola cucuruchito Kate Orne via erótica curiosa via codice binario
Que me perdonen los felinos, pero ese apodo no es precisamente “sutil”, igual que el clásico “bebé”.
Y a veces, cuando no hemos entrado en confianza con el otro y la cosa se precipita, un simple acto fallido puede enfriarte la intención. Mi amiga Marilú salía con un chico que usaba bastón y ella sin querer en un momento de calentura le dijo “ay, mi renguito”. Otra amiga lo pasó peor en la segunda cita con un cirujano que sabía desnudarla delicadamente. Mientras le desabrochaba la falda dejó escapar un “venga, culigordi” …
La composición de la palabra no cayó bien. Encima, para arreglar el incidente inventó un argumento que lo hundió del todo: “bueno, fue sin querer, no te enojes, si es divino así, gordito”.
Yo digo, si uno no tiene un nombre feo ni difícil ni muy largo… ¿por qué semejante crimen a la identidad personal?
PD: para los que se quedan en Buenos Aires el finde largo, acá les propongo una salida romántica para despabilar las hormonas y recibir como Dios manda el invierno. Va con mapita, videos, horarios y todo (la de ver las estrellas no crero que funcione, pues se anuncian lluvias….¡miren qué bonito me salió!!
Ver Una salida romántica en un mapa ampliado