El buey solo bien se lame

 

Foto epentesis

Cecilia tiene un dildo y otros chiches que le trajo su marido de un viaje. El se la pasa dando vueltas por el mundo y ella está siempre sola, de manera que “mejor tener el de silicona a mano que caer en la tentación con uno de carne y hueso”. Lo dice en voz alta mientras el mozo nos sirve la tortilla de papas y la mira (a Ceci) con ganas de chuparle ese cuello de gatito rubio y abandonado. Mi amiga es así, bella y suelta de lengua. El tema vino a cuento porque hace días entré a una tienda de mi barrio y, entre lámparas de diseño y floreros de vidrio soplado, dí con un estante lleno de juguetes. La cosa es que al fin los accesorios se venden a la luz del día y no en esos locales ocultos en las galerías de Lavalle, prueba de que estamos liberándonos de ataduras medievales. Tan superado está el tema que hasta las tiendas de lujo de París incluyeron una línea bautizada “Intimate” que ofrece toda la parafernalia erótica para divertirse de a dos, o en solitario. Si es así, nunca más oportuno aquello del buey solo bien se lame.