Cantar es rezar dos veces

Cancionero de la Iglesia Saint Joseph of the Holy FamilyPor Fernando Gorza

NUEVA YORK- Hace unos días regresé de mi viaje a Nueva York, una de las ciudades más fascinantes, cosmopolitas y atrapantes que conocí. La visité por primera vez siendo un niño y como un deseo que se mantuvo en el tiempo me prometí regresar para verla con otros ojos, caminarla distinto, sentirla y vivirla de una forma diferente y propia. Hoy pasados los treinta convertí el deseo en realidad.

Fueron diez días de caminar incansablemente y volverme a sorprender con sus majestuosos edificios, deslumbrarme andando sus avenidas, escuchar cientos de idiomas que se mezclan en cada esquina, recorrer sus parques, divertirme con sus personajes callejeros, visitar museos admirando obras de arte centenarias y como cierre del viaje, asistí a una misa Gospel en el corazón del Harlem, el barrio ubicado al norte de Manhattan que concentra la gran mayoria de las Iglesias que celebran la misa cantada.

Escuchar una Misa Gospel es una experiencia única. Pero vivirla, sentirla y emocionarse con esas maravillosas e impactantes voces que regalan glorias al Señor es superior. Todos aplauden, cantan y alaban. El coro entona oraciones en forma de canción y los tonos de las voces varían, suben, se elevan hasta el cielo y vuelven a bajar.

En medio de una de las canciones y luego de la homilía comencé a llorar de alegría y emoción. Volví a entender el regalo de mi fé y de ese amor infinito que no diferencia nada ni reconoce barreras. Un argentino mezclado entre hombres y mujeres de color, mejicanos, dominicanos, latinos, rusos, croatas; todos sonriendo, celebrando, compartiendo y agradeciendo el mismo regalo.

Este artículo lo escribí en diez minutos sentado en uno de los bancos de la iglesia guiado por una especie de impulso agradeciendo a Dios, como cantaba una de las coristas, “por haber vuelto a llegar a mi vida de esta forma tan particular.”

 

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El Resucitar Cotidiano

Uno, cuando viene al mundo, ya viene ahí “conectado” pero después a medida que va pasando la vida es uno quien elije ir alejándose.

En un momento empecé a sentir mucha angustia. Me miraba a mi mismo y me daba cuenta que me faltaban cosas. No disfrutaba de mi familia como debería. No disfrutaba de mi vida como la tenía que disfrutar. Estaba como en un callejón sin salida. Angustiado. Deprimido. Me faltaba algo y no sabía dónde estaba

 

Hoy soy un padre de 44 años. Yo me metí mucho en el trabajo. Le puse todo. Empecé a trabajar de muy chico. Terminé el colegio, hice el servicio militar, empecé la facultad y en la mitad de la facultad ya empecé a trabajar. Y ahí no paré.

Llegó un momento que estaba muy metido en eso, estaba muy pocas horas en casa. Llegué a irme un mes y medio de mi casa por mi trabajo. En el 2003 por cuestiones laborales había estado durante el fin de semana en Río Gallegos, vuelvo el lunes y me dicen te vas a Santa Fe y volvés entre miércoles o jueves a más tardar … y volví a casa 1 mes y medio después. Una locura. Y eso no pasó una sola vez. Pasó muchas veces.

Y esta vida de nómade hace que con mi mujer, que también trabaja, tengamos la vida organizada con mis viejos y mis suegros.

Y a medida que me acercaba a los 40 años veía que estaba entrando de cabeza a la crisis propia de la edad. La cuestión es que esto me tenía muy triste. No lograba encajar algunas piezas de mi vida; me faltaban cosas.

Buscaba con qué compararme, tratar de ver cómo era mi vida en aquellos días y me imaginaba a mí mismo volando en un avión, me quedaba dormido y al despertar no había nadie. Ni pasajeros, ni tripulación, nadie. Y eso me llevaba a pensar que por más que el avión siguiera andando en piloto automático, eventualmente, en algún momento se iba a quedar sin combustible. Podría llegar a planear un poco más. Pero al final de cuentas, se iba a estrellar. Ese avión era MI vida.

Ya la salud había presentado algunos problemas. Una época en la que había estado trabajando muchas horas seguidas, de golpe, me estallaron las cuerdas vocales. Me salió un nódulo. Y ningún especialista se animaba a tocar porque me podía llegar a quedar mudo. Y la voz, es mi herramienta de trabajo. Y fue cuando me pusieron la máscara de oxígeno en el quirófano que tuve el primer click, aunque todavía me faltaba algo.

Si bien yo nunca estuve totalmente alejado de Dios y de la Iglesia, es como que iba por un camino distinto. Y en uno de esos caminos me reencontré con un compañero mío del colegio. Lo reencontré en la vida. En esos reencuentros que con el tiempo, después, uno se da cuenta que nada es casualidad. Y hablando de todo un poco me invita a ir a Entretiempo que es una comunidad donde se hace retiros para mayores de 35 años. Primero le digo que no, más de una vez lo que quiere decir que fueron un par de años los que me negué. Hasta que en definitiva le digo que sí y voy al Entretiempo Nº52 (www.retiroentretiempo.com.ar) y eso fue un quiebre muy fuerte porque, en definitiva, lo que logré hacer fue abrir el corazón. Escuchar desde otro lugar. Los que creemos en esto sabemos que es así. Jesús está al lado nuestro siempre. El tema está en abrirle el corazón y dejarlo entrar. Cuando vos le abrís el corazón le estás abriendo la puerta y ahí cambia todo. La cabeza cambia. La vida cambia. Uno ve las cosas de distinta manera.

Tuve una infancia en la que me sentí bastante solo muchas veces pero dentro de todo tuve una vida normal. Y el quiebre llegó ahí. Ese Entretiempo fue como un fuego. Después de haber participado me invitaron a unirme para estar en Equipos. Y a partir de ahí te das cuenta que nada es casualidad.

Y después de haber participado de esto uno baja cambios. Y te das cuenta que la vida misma de cada uno necesita un parate. Necesita de ese tiempo. Uno tiene que frenar para planificar lo que viene. Uno ya vivió una gran parte de su vida, formó su familia. Y hay que encarar el segundo tiempo de cada uno.

El tema es valorar lo que uno tiene constantemente. Por ejemplo hoy tuve mi día libre. Estuve con mis hijos. Con mi mujer. Con mi familia. Pudimos disfrutar juntos. Nos reímos. Compartimos. Y eso no tiene un valor material pero si tiene un valor sentimental, humano y afectivo maravilloso. Y el anterior “yo” hubiera buscado algo para hacer referido a lo laboral y se hubiera perdido de disfrutar de este día con los suyos. Me hubiera enganchado en algo para conseguir un mango más.

Me doy cuenta que mi hijo mayor que ya tiene 16 años es un animal grandote al cual no puedo estar abrazando constantemente como antes pero todavía si puedo jugar con él un picadito y es maravilloso. Al más chico que tiene 11 todavía lo puedo levantar o andar en bicicleta juntos. Justo hoy en el picadito colgamos una pelota y fue toda una aventura intentar recuperarla. Y son cosas irrepetibles. Uno se da cuenta que es necesario esto de abrazar a los hijos. Y la idea es no darse cuenta tarde. El anterior “yo” se hubiera perdido de esto, como te decía, por estar laburando.

Y enseñarles a ellos que hay un camino en la vida para cuando la crisis llega. Porque, inevitablemente, la crisis, llega. El golpe te va a venir. Ya sea un problema de salud, laboral, con tus padres, un problema matrimonial; lo que sea. En algún momento la vida te va a poner un golpe porque son las reglas de juego. Y en ese momento o te tirás debajo de un tren o buscás una alternativa que te ayude a superar ese momento. Y tratar de ver las cosas buenas que van a venir una vez que pase ese bajón. Porque siempre viene algo bueno después. La vida te quita pero también te da. Y ahí es donde te das cuenta que al lado tuyo está este flaco pelilargo que vino hace más de 2000 años. Está y te marca las pautas de cómo son las cosas en la vida. Y yo creo que esto es así. Tengo muy grabada la historia del hombre que iba caminando por la playa y se da vuelta y le dice Padre, porqué en los peores momentos de mi vida me dejaste solo, se ve solo un par de huellas en la arena. Y Dios le contesta, hijo, porque fue en esos momentos de angustia y desazón donde yo te llevaba alzado.

Ahí es donde empezás a darte cuenta. Esa es la cuestión, darte cuenta.

Acaba de pasar la Navidad y uno siempre termina pensando en los regalos. Pero qué más le podés pedir a la vida si ya te regalaron todo. Empezando por haberte regalado la vida misma. Si todavía podés disfrutarla, te regalaron salud. Los ojos para ver el mundo maravilloso que nos dieron. Las piernas para correr y disfrutar. Tenés el tacto. Tenés los seres queridos. Tenés tantas cosas que te preguntás qué más te pueden regalar. Ya está todo regalado.

Y después el tema del renacimiento de todos los años. Nace nuevamente. Si Él nace todos los años te demuestra que si Él puede renacer; nosotros tenemos que “renacernos” o “reinventarnos” constantemente. Porque uno, cuando viene al mundo, ya viene ahí “conectado” pero después a medida que va pasando la vida es uno quien elije ir alejándose. Y después viene le camino de reencontrarse.

Tal vez mi quiebre fue recordar el cuando era chico. En el colegio, uno se arrodillaba y rezaba, había un vínculo. Y eso después se cortó. Y en un momento empecé a sentir mucha angustia. Me miraba a mi mismo y me daba cuenta que me faltaban cosas. No disfrutaba de mi familia como debería. No disfrutaba de mi vida como la tenía que disfrutar. Estaba como en un callejón sin salida. Angustiado. Deprimido. Me faltaba algo y no sabía dónde estaba. Y me ayudó mucho Entretiempo. Fue clave. Porque aparte de lo que va pasando en sí, es lo que yo sentía adentro mío. Es algo muy fuerte. Y más allá de todas las cosas que empezamos a compartir a partir de ahí, está bueno esto de tener un ratito diario para hablarle a Él. A veces uno se levanta diciendo “hoy pongo el día en TUS manos”. Y la verdad que arrancarlo así ya es distinto. Vas por la calle, o vas en el subte, o vas manejando y vas hablando con Él. Estaría buenísimo poder pasar por una iglesia todos los días, siempre hay una cerca, pero también es verdad que hay gente que no le dan los tiempos y eso es cierto. Pero ir hablándole cada vez que podés, Él te va a estar escuchando, siempre. Y uno se va acostumbrando y si tenés problemas en el trabajo o en lo que fuera ya sabés que él te escucha y te lo tomás distinto. Ya uno vive la vida de otra manera. Hay gente que al grupo al que pertenezco nos mira como locos. Siempre con una sonrisa. Siempre contentos. Pero la gente de Entretiempo es así. Obviamente están los momentos en los que rezamos y estamos serios. Pero de pronto podemos divertirnos o estar contentos y eso es porque hay alegría. Estar bien espiritualmente está bien. Te sentís bien. Y cuando tenés algún problema de algo, además de la ayuda de Él, está la ayuda y el apoyo de toda la comunidad. Sabés que van a rezar por vos. Que te van a acompañar. A pesar de estar hecho bolsa sabés que tus “hermanos” van a estar. No existe ningún tipo de vergüenza en expresar lo que uno siente y eso es buenísimo. Ahora, por ejemplo que está de moda el chat en los teléfonos, a uno se le ocurrió armar un grupo de oración; y somos 100 flacos que ponemos las intenciones de quien sea constantemente. Y hay uno que todos los días a las 13 pone un resumen de lo que fueron las últimas 24 hs y trata de mantener actualizado los pedidos de cada uno. Y eso está buenísimo. Estamos unidos también ahí. U otro grupo que trata de juntarse los viernes después de los trabajos para poder relajar y desenchufar. Y son todas cosas que suman a que uno esté bien. Y cuando tenés que meterte de lleno en algo serio todos nos metemos de corazón. Y ahí es donde aparece la alegría de dar. De poder darle al otro lo que vos tenés. Aunque eso sea un abrazo, una palmada, un oído. Es simplemente dar. Y te dan ganas de pensar en el otro de distinta manera. Y ayudás distinto. Me pasa en mi trabajo, que hago mucho relacionado con lo social. Y para mí, mi trabajo sirve, cuando ayuda de verdad a alguien. Cuando a partir de algo mío la realidad del otro cambia. Entonces me gusta compartir mucho con la gente. Y a partir del contacto con Dios lo vivo desde otro lado. Porque la gente también necesita hablar. Escuchar. Compartir. Y antes quizás sólo ponía el hombro. Y ahora tal vez, acompaño con algún mensaje de fe. Y te das cuenta que la relación con el otro es distinta. Uno tampoco es cura o catequista, pero simplemente tirarle al otro alguna palabra de fe ayuda enormemente.

La última vez que me había confesado había sido en el secundario. Y por obligación. Después nunca más. Pasó una vida. Y cuando fui a este retiro era tanto lo que sentía que tenía para hablar que no me animé a confesarme tampoco. Pero sabía que era una asignatura pendiente. Así fue como a las 2 semanas de haberlo hecho hablé con el mismo cura que estaba ahí y me dijo venite a “charlar un rato”, y estuvimos una mañana entera. Y yo lloraba y él me abrazaba. Y se hablaron todos los temas. Que uno de chico los va guardando y te van comiendo por adentro y nunca los sacás. Y creés que no te pesan pero sí, y cómo. Y está bueno sacarlas. Y olvidar algunos temas. Y dejar de sufrir por cosas que uno ha vivido. Y charlar con él de mis logros y mis errores. Mis aciertos y mis frustraciones. Y hablamos de un montón de cosas a corazón abierto y yo salí de ahí levitando. Y quedé muy conectado con él y a pesar que lo tengo lejos de casa trato de ir con mi familia a su misa de 20 hs de los domingos. Y por ejemplo otra de las cosas que a mí me movilizó mucho fue escucharlo en una misa decirle a le gente que estaban todos invitados a comulgar, y el que no pudiera hacerlo por alguna razón en particular, o los chiquitos que todavía no habían tomado su Primera Comunión; están todos invitados a venir y hacer la fila. Y el que no vaya a comulgar se acerca con sus brazos en cruz y simplemente le voy a hacer una bendición en la frente pero vengan todos. Y ese gesto me pareció algo maravilloso. Y eso me llenó de emoción. Porque quien se acerca a Jesús lo hace porque entiende que lo va a ayudar. Y eso me hizo ir a comulgar emocionado. Llorando. Me pareció algo alucinante. Y es lo que nos lleva otra vez a lo que hablábamos antes al renacer de cada uno.

 

Mi regalo en el mar

Atardecer en el mar. Autora Graciela Bellusci

Por Fernando Gorza

REÑACA.- El mar Pacífico es inmenso. No entra en una solo mirada y para recorrerlo hay que hacer un esfuerzo mayor pasando la vista de un lado al otro.

El Pacífico es magnético. De sus entrañas provienen ruidos, pájaros, peces, algas, gaviotas, lobos marinos, piedras y olas que rompen en su orilla.

Es atrapante ver tanta inmensidad junta en un sólo mar, tanta agua que recorre continentes tan lejanos.

Cuando me encuentro ante estos regalos de la naturaleza pienso en otro regalo, el de mi Fé. Ese tesoro dado gratuitamente, sin miramientos. Un regalo que no reconoce límites y que puede crecer de forma exponencial en la medida que nostros queramos poniendo nuestra confianza, voluntad y esfuerzo al servicio de Dios que siempre nos perdona y nos quiere amar.

El mar siempre me lleva a mi Fé, me traslada en su inmensidad, me recorre en su silencio, me identifica. Pienso en esa mirada inmensa como este mar, en esa palmada fraternal de mi Dios que me alienta y acompaña; que camina por la orilla a la par.

La tarde comienza a caer y yo sigo sentado en la arena agradeciendo uno de los mejores regalos en silencio y en paz.

 

 

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Dialogar con Jesús

A fin de año todas las personas reflexionan. ¿Qué hice? ¿Qué no hice? ¿Qué prometo para el año que viene?. Los cristianos también pensamos ¿cómo fue mi relación con Dios este año?

Encontrarse con Dios es cuestión diaria, habitual. Para algunos un rezo a la mañana o a la noche, para otros estar en gracia siempre, o hacer apostolado. O simplemente tratar de parecerse a Jesús en todo lo que se pueda. Eso, tratar de parecerse a Jesús. En la misa de navidad en la Catedral de San Miguel, el Obispo Sergo Fenoy dijo que tratemos de parecernos a nuestro Señor y  para esta época del año es un lindo mensaje para los fieles. ¡Qué mejor que tratar de imitarlo lo más que podamos!

Si bien algunas veces se nos torna un poco difícil hallar el momento para dialogar con Jesús, todos tenemos un momento especial para él. Una señora me contó que ella visitaba el santuario de la  Virgen de Schoenstatt que se encuentra en San Isidro. El mismo es una réplica del  Vallendar, Alemania. Es un espacio que genera paz y en el que se puede reflexionar. María Rosa no va todos los días, pero sí cuando lo considera necesario ya sea para agredecer como para pedir. Por eso digo, todos tenemos nuestro encuentro con Dios, porque ella a través de la Virgen se conecta con su hijo Jesús.

Hay miles de maneras de encontrarnos con él y si pensás que no lo estás haciendo como querés acordate que siempre vas a encontrar la manera. Lo más lindo es tratar y seguir intenándolo. Muchas veces creemos que  lo que hacemos es poco y como dijo un sacerdote una vez “cada uno dá lo que puede y eso ya es mucho”. No hay que olvidarse que  encontrarse con Dios es fundamental para seguir en el camino de la fe, pero puede ser en las pequeñas cosas como saludar a otros con una sonrisa. Cuanto más diario se nos hace encontrarnos con Él, más fácil es.Propongo que reflexionemos todos acerca de cuál es nuestro momento que reservamos a Dios, para seguir cómo lo estamos haciendo o quizás mejorarlo. Acordemosnos que Jesús está a nuestro lado siempre.

 Les dejo una oración para la mañana que seguramente les sirva:

Señor, en el silencio de este día que nace,
vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza.

Hoy quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor.
Ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno.

Ver a tus hijos detrás de las apariencias,
como los ves tu mismo,
para así poder apreciar la bondad de cada uno.

Cierra mis oídos a toda murmuración.
Guarda mi lengua de toda maledicencia.
Que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mi.

Quiero ser tan bienintencionado y bueno
que todos los que se acerquen a mi sientan tu presencia.

Revísteme de tu bondad señor
y haz que en este día yo te refleje.

Amén.

El Club de Jesús

Ph. Martín F. Gómez Álzaga

Sentí como que Dios me había mandado la enfermedad de papá para acercarme.

Y con todo eso me estaba haciendo socio al Club de Jesús.

Hoy soy un padre de 45 años.

Vengo de una familia en donde se respira el catolicismo desde chico. Fui bautizado. Y en primaria fui a un colegio laico con lo cual tenía que ir a catequesis después de hora y me mandaban al Pilar. Hasta 6to grado que me cambian de colegio.

Lo que yo recuerdo de esa época es ir a misa con mi abuela materna que también me llevaba al Pilar. Me llevaba a rezar de vez en cuando con ella al cementerio. Pero no recuerdo haber vivido la religión con mis padres.

En el cambio de colegio voy a parar al La Salle y pasa lo que le pasaba a muchas familias de esa época; como que los padres se relajaban y que el colegio diera la religión. No iba a misa los domingos salvo cuando iba con mi abuela. Y no recuerdo haber ido a misa con mis padres.

Y así pasó la infancia. Y Llegó la adolescencia en la que uno a misa iba a la salida a ver a las chicas. Sí me acuerdo muy vagamente de entrar una que otra vez a rezar cuando algún familiar se enfermaba. A pedir por algo. O sea, el bichito de la intriga estaba pero no le daba mucha bolilla al asunto.

Mi mujer también tenía lo mismo que yo en cuanto a la educación religiosa, tal vez un poquito más. Y cuando estábamos de novios, a punto de casarnos, como que le habíamos enganchado la onda a un cura que nos gustaba como hablaba.

Después vinieron el casamiento y los hijos. Y con mi hija mayor nos mirábamos con mi mujer y nos empezábamos a plantear que estábamos haciendo lo mismo que nos había pasado a nosotros de chicos. Estábamos repitiendo la historia. Llegó la Primera Comunión de mi hija mayor y nos dimos cuenta que hasta ese momento estábamos viviendo todo como si fuera un mero presentismo. Y al poquísimo tiempo se enferma mi madre con un cáncer. Y pasa a ser relevante en la historia porque ni siquiera eso alcanzó para hacerme recapacitar. Y a los años se enferma mi padre. Y ahí hubo algo. Él era una persona fuerte que nunca había tenido nada. Y de pronto pasé de compartir todos los días con él, porque trabajábamos juntos, a estar visitándolo en un hospital. Lo operan antes de las vacaciones, sacan lo que tenían que sacar, y listo. Ya estaba curado. Con lo cual, yo en febrero me voy de vacaciones con mi familia. Y resulta que allá nos encontramos con unos amigos. Y en la playa conozco a otro amigo en común con mis amigos y empezamos a charlar y él nos contaba por lo que estaba pasando y unos estudios que le estaban haciendo. Nadie decía nada y cuando esta persona se va me quedo charlando con mi amigo y nos mirábamos como diciendo que había algo raro. Y esto queda como anecdótico.

Vuelvo de las vacaciones y en marzo mi padre va a hacerse un control de rutina y le encuentran que tiene otro cáncer y esta vez era complicado. Hoy te puedo decir que era del cual no iba a salir. De ser una persona sana, se enferma y en menos de un año se nos fue.

Y la verdad que fue un golpe muy fuerte. Tengo un amigo que me invita a hacer un retiro especial que él estaba organizando y al cual yo ya me había negado un par de veces y resulta que en ese año cae en mi cumpleaños. Pero yo sentía que a pesar de ser en esa fecha tenía algo que me decía que no me lo podía perder. Y fue ahí en ese retiro donde a mí me termina de caer la ficha de lo que estaba pasando con papá Yo estaba alejado, no iba misa, participaba poco y nada. Y sentí como que Dios me había mandado la enfermedad de papá para hacerme dar cuenta de todo esto. Para acercarme. Yo el retiro lo hago en noviembre y papá se muere en febrero. Ya se veía cuál iba a ser el desenlace. Y a mi edad uno tiene que prepararse para empezar a recibir golpes. Yo tenía que estar agradecido a la vida por tener a mis padres sanos y conmigo. Y eso no lo veía. Y ahora que se presentaba este panorama la cabeza empezaba a dar vueltas de otra manera.

Y a partir de ese momento empecé a vivir la fe y de alguna manera yo arrastré a mi familia. Ahí empecé a ir a misa con mis hijos. Con todo lo difícil que eso puede ser, sobretodo porque que ya eran adolescentes y de pronto estábamos yendo a misa todos juntos. A compartir ese momento. Para lo cual conté con el apoyo incondicional de mi mujer quien me acompañó un montón. Soy una persona muy amiguera. Soy socio del club. Voy a hacer deportes. Salgo con mis amigos. Pero con todo esto me estaba haciendo socio al Club de Jesús. Yo, hasta ese momento no era socio del Club de Cristo. Y me hice socio. Pero en realidad ya todos somos socios sin darnos cuenta. Todos tenemos el carnet en casa y lo que no nos damos cuenta es que hasta tenemos la cuota al día. Solamente hay que hacerse el tiempo para ir, EMPEZAR a ir. Y el hacerlo te ayuda a crecer desde otro lado. A relacionarte con las personas de forma diferente. La perseverancia es complicada pero la ayuda de los Amigos en Cristo es más que importante.

Yo tengo mucho trato, laboral, con gente. Y a los pacientes puedo atenderlos de diferente manera. Yo hoy TENGO una pausa que antes no tenía. El paciente entraba y salía y completaba la ficha médica. Hoy, con la gran mayoría de ellos, según los tiempos, lógico, termina la consulta y podemos charlar del “cómo estás”. Y esos datos ya son parte de la historia clínica del paciente. Ya no es más la parte técnica sino que la historia clínica tiene la parte emocional y humana. Quién es cada uno. Sé quién es cada paciente. Y eso nos ayuda muchísimo a los dos. Y de a poco se va sumando gente a este Club que es fantástico. Y no me dejo de sorprender con lo que sigo viendo.

Navidad 2014

Que esta noche no sea sólo una noche más y repetitiva como si fuese una pura tradición sistemática. Disfrutemos de la Navidad.

Parroqui@ Online les desea FELIZ NAVIDAD a ustedes y a su familia. Ojala que nazca Jesús en el corazón de cada uno de ustedes. Que nazca en sus esperanzas.

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Mi encuentro con Dios

Ser cristiano no es solo cuestión de creer y ya. No basta con solo decir “yo creo en Dios”, sino que implica mantener esa relación con nuestro Señor diariamente para que nuestra fe crezca y permanezca. No por obligación, sino porque nosotros queremos y nos sentimos a gusto con nuestra elección de seguir el camino cristiano. Tu Encuentro con Dios puede ser una oración matutina, rezar un rosario, una novena o a un Santo querido y apreciado. O simplemente un “Buen día Jesús”, tener un apostolado, realizar alguna actividad solidaria.No hay reglas para mantener vivo a Dios en nosotros. Por eso, en esta sección lo que vamos a hacer es contar historias de personas como vos o yo que se encuentran con Dios como lo hicieron los discípulos en el camino a Emaús.

Y vos, ¿cuál es Tu Encuentro con Dios? ¡Contanos!

Pilar Otaegui

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Papa Francisco permitame unas palabras

Era muy temprano pero en la recepción del hotel ya había una actividad febril. Un camarógrafo japonés esperaba un transporte, una señora argentina, como yo, vestida de negro, como yo, pedía, como nosotros,  un taxi para ir a la Plaza San Pedro. Allí ya había gente que, como nosotros, tenia una entrada especial para asistir a la Audiencia Pública de ese miércoles. Gente que había llegado en micros, en tours, con niños pequeños, en sillas de ruedas, una cola apretada multifacética, multirracial, una torre de babel de idiomas, pero todos con un mismo objetivo: escuchar las palabras del santo padre lo más cerca posible. Pasamos el control del scanner, la guardia Suiza  y nos acomodamos en nuestras ubicaciones. Comenzó la audiencia, interpretes en cinco idiomas seguían un protocolo riguroso, una juventud entusiasta gritaba y coreaba el nombre del Papa Francisco como una estrella de rock. Una plaza llena lo aclamaba, lo veneraba lo había estado esperando. Un espectáculo exuberante, casi abrumante para mí que las multitudes me acobardan. Comenzó a Hablar “ÉL” y solo me concentré en su sabio pero simple discurso, en sus ejemplos cotidianos, en sus palabras profundas que llegan directo al corazón, todo alrededor se esfumó y comencé a sentir que estaba en una pequeña parroquia de Buenos Aires. Tan así que cuando terminó la audiencia, todavía bajo esa ilusión quise acercarme como lo haría en una pequeña iglesia a hablar con el sacerdote y decirle: disculpe  Papa Francisco, tiene un minuto permita me una palabras. Pero volví a la realidad y me di cuenta que había una multitud de seres que esperaban por ese minuto  y como ÉL lo sabe elige a los que mas lo necesitan y le dedica ese momento personal a los niños y los enfermos a quien bajó a darle su palabra de aliento. Luego cuando volvía, subiendo la escalera rodeado de guardias y con una sonrisa, me pareció que no caminaba si no que volaba, que se dirigía hacia un lugar muy alto, a un lugar reservado ya no para los grandes, si no para los inmensos de la humanidad, sentí que estaba ante un líder, casi podía verle las alas. Pero repentinamente bajé la mirada y vi sus zapatos, que me remontaron nuevamente a la pequeña capilla de la Argentina y me di cuenta que también estaba ante un hombre con los pies en la tierra, ante el mismo cura de siempre y quise otra vez, casi compulsivamente hablar un minuto para decirle GRACIAS POR SU GRANDEZA, GRACIAS POR SU SENCILEZ, GRACIAS POR DEVOLVERME EL ORGULLO DE SER ARGENTINA.

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 Desde que Jorge Bergoglio fue elegido Papa se sabe lo que genera en las personas. No solo en cristianos fervientes sino también en aquellos alejados de la vida espiritual o quienes nunca tuvieron contacto con la religión. Franciso es sinónimo de paz, alegría y sencillez. María Andrea Costantino tuvo la gran oportunidad de asistir a la Audiencia Pública que realiza el Sumo Pontífice todos los miércoles a las 10 de la mañana en la Plaza San Pedro y quiso contar su experiencia.

Sentí que me moría

Hoy soy un padre de 43 años.

Estaba en mi casa solo. Venía de 3 o 4 días de gira. Tomando cocaína. Hasta que me empecé a sentir muy mal y sentí que me moría. Nunca había experimentado esa sensación. Sentís que el alma se te está saliendo del cuerpo. Sentís que no tenés aire. Que no podés respirar.

Fui a un colegio católico y tuve formación cristiana importante. Pero también fue el haber ido a ese colegio lo que me generó los anticuerpos de odio. Porque ahí sufrí la violencia de los 70 en la educación. Hoy a los chicos problemáticos los medican o van al psicopedagogo. Antes se arreglaba con violencia. Y es esa violencia la que a la larga te lleva a la rebelión. Y terminé el secundario y me rebelé. Mi primer contacto con la sociedad fue ir a buscar cuáles eran los límites de la vida. Encontrarlos. Y traspasarlos. A partir de la falta de límites de mis padres. A partir de la independencia que había ganado. A partir de ahí, lo primero que busqué fue la joda.

Después estaba cansado y empecé a buscar anestésico. Pasé por casi todas las drogas. E hice base en la cocaína. Que era la que me estimulaba de tal manera como para seguir el ritmo que me imponían el trabajo y la vida cotidiana.

Al día de hoy, mi ex mujer, dice que nunca se dio cuenta. Y eso es porque a pesar de todo yo era muy prolijo. Me autodestruía en soledad. Pero las personas no me veían haciendo papelones. Y si me veían cansado, lo atribuían a lo laboral.

Mi mejor amigo se estaba muriendo. Tardó 1 año en morirse. Le detectaron un cáncer de páncreas. Y eso, en su momento, tampoco me había hecho reaccionar.

Cuando uno está sumergido en el mundo de las drogas, no está “pasado” las 24 horas. Hay momentos de conciencia, y sobre todo, de mucho dolor.

En un momento en el cual estaba mal. Muy mal. No atiné ni a llamar un médico ni a nadie. Tuve una profunda necesidad de decir basta.

Tenía una imagen de San Benito con una cruz y en el medio de la sensación de muerte la miré y dije “basta, esto así no va más, me entrego a VOS y hacé lo que quieras”. Ahí sentí cierto click. Llamé a un médico para que viniera. Tardó. De repente me encontré rodeado de médicos que me movían. Y en un momento de lucidez vi toda mi vida, todos mis demonios juntos, y mis hijos me miraban. En ese momento empecé a replantearme mi vida. ¿Era tarde?. Una vida llena de fracasos. Ausencias. Sin sabores. Traiciones. Autodestrucción.

A partir de todo esto me di cuenta que tenía q hacer un cambio radical en mi vida. Volver a lo espiritual, haciendo base en Cristo.

Mi vida fue un torbellino de golpes que solamente los pudo salvar el click de Dios. Solamente me despertó Dios hace escasos años. Y recién ahí entendí que Dios siempre estuvo a mi lado. Que nunca me abandonó. Él me estaba esperando nada más. Esperando a que yo lo viera y me sometiera a su voluntad. Dios me pidió fidelidad.

Ese momento del que hablaba antes me hizo abrir los ojos y sentir realmente la presencia de Dios en mi corazón y a partir de ahí empecé a interiorizarme, a buscar un sacerdote. A poder charlar con él y con Él. Sentí paz, por primera vez en mi vida. Una paz y alegría gigante, e inexplicable.

Esto no significa que uno encuentre la paz eterna.

Hoy viéndolo en perspectiva me siento un enamorado de Dios que sigue viviendo las tentaciones del mundo diariamente. La soledad, como todos los que estamos separados. El no ver a mis hijos tanto como quisiera. A partir de decisiones de mi vida.

Pero también encuentro paz. Una paz que no se puede explicar muy bien. Siempre me preguntan cómo alguien que vivió de la forma que viví yo puede encontrar paz un viernes a la noche, solo. Y la respuesta es muy fácil. La respuesta es DIOS.

Yo le pedí que me ayudara porque no encontraba la vuelta, y Él me ayudó. Están los que dicen, también, que no hay una lógica por medio de la cual yo pude haber abandonado el duro infierno de las drogas de un día para el otro

Generalmente se necesita una fuerte ayuda externa. Y en mi caso la ayuda externa fue vital para rescatarme de una muerte segura. Cristo curó mi enfermedad.

Hoy, 4 años después, tengo plena conciencia del daño que causé. Todos los días recuerdo el error, y la constricción de mis errores pasados.

Hoy lo elijo a Dios todos los días.

 

Adviento 2014

“Dios, en la persona de Jesús, siempre está viniendo”