Cada historia va cambiando. Cada crónica va apareciendo. Cada Milagro Personal sigue pasando. Y Parroquia Online está ahí para contártelo. Hoy me toca ser un padre de 48 años …
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Yo nunca me había operado de nada. Nunca me había enfermado. Gracias a Dios. Nunca me había dolido la cabeza. Nunca me había pasado nada.
De chico estaba en una familia que creía en Dios. No mucho más que cualquier chico normal. Iba a misa los domingos y a veces no. Y lo que nunca dejé de hacer, incluso hoy, es rezar todas las noches. De adolescente es posible que me diera hasta fiaca ir a misa. Y cuando me casé, mi mujer sí era de ir religiosamente. No faltaba nunca. Incluso misa diaria. Mis hijas van a un colegio religioso con lo cual también tienen una vida religiosa. Pero yo estaba justo ahí, en el límite. Siempre dando gracias a Dios de ser sano, pero si no iba a misa un domingo no me producía nada.
A mí me gusta mucho hacer deportes. Una tarde vuelvo de entrenar y me voy a dormir medio extraño. Al día siguiente me levanto con un dolor de panza muy fuerte. Algo rarísimo porque soy una especie de pac man para comer, nunca algo me había caído mal. Pero bueno, ahí estaba, me voy a la oficina y al rato la tengo que llamar a mi mujer para decirle que de tanto que me dolía la panza me estaba volviendo a casa. La verdad es que no podía más del dolor y esto prendía un par de alarmas. Al llegar a casa voy al baño y “hago con sangre”. Ahí me pegué un cagazo de novela. Como yo nunca había ido al médico le pedí a mi mujer que por favor me acompañara porque además del cuadro extraño que tenía, me ganaba el miedo.
Llego a la guardia y la doctora que me atiende me dice que esperara un poquito porque cuando un varón llega a la guardia con los síntomas que yo presentaba automáticamente se llama también a un cirujano porque puede ser hemorroides, apendicitis o alguna de esas cosas menores que si ya las ve el clínico aprovechan al cirujano y lo resuelven en el momento. Viene entonces también el cirujano y cuando me están revisando me dice que espere un poquito más porque ya que estaban me iban a hacer una ecografía. Y con la ecografía que lo confirmaba, viene el médico y me dice que tenía un tumor del tamaño de una naranja. Lo habían palpado al revisarme y fueron a la ecografía para confirmarlo porque era bastante raro palparlo de lo grande que era. A esta altura mi mujer estaba blanca como un papel. Me dice que a pesar del cuadro que se presentaba me veían bien y con buena presión. Que me fuera a mi casa a descansar, porque no había cama para internarme, y que al día siguiente volviera para una colonoscopía que iba a confirmar o no todo lo que habían visto hasta el momento.
Volvimos a casa. Mi mujer estaba histérica, pobre. Yo como que no tomaba dimensión de lo que estaba pasando. Llamé a mi médico de cabecera, le conté lo que estaba pasando y me dijo que al día siguiente, con los resultados en la mano, lo llamara. Comí. Vi tele. Y me fui a dormir como cualquier otra noche.
La verdad que cuando pasan cosas así uno es el último en caer porque siempre está pensando que esas cosas no le van a tocar. Entro al quirófano para este último estudio, que pensaba que iba a dar bien porque a mí no me iba a tocar. Y cuando me despierto de la anestesia la veo a mi mujer llorando y uno de mis hermanos se acerca y de lo nervioso que estaba sólo atinó a preguntarme “quién tenía mi seguro de vida”. Ahí fue donde terminé de caer. Las cosas no podían estar tan mal. Y ahí es cuando viene mi médico y me dice que la colonoscopía no solo había confirmado lo que habían palpado y la ecografía sino que las cosas estaban peor. Nos empezaron a explicar dónde estaba el tumor. Porqué era maligno. Y cada cosa que decían como que no la podía asimilar. Hasta que en un momento me dijo, “si vos estás de acuerdo, hacemos ya una cirugía de salvataje”. Me iban a abrir. Inspeccionar. Sacar lo que estuviera malo y tratar de salvar lo que se pudiera salvar. Después de la cirugía vas a estar un tiempo con sondas y según cómo reacciones veremos tu evolución. Quedate tranquilo porque en estos casos hay sobrevida. Y tenés suerte que te tocó de tal lado porque del otro eran más complicaciones. Ya no sabía que pensar. Hablando con mi mujer y mi hermano yo solo pensaba en pasarles las claves de los bancos. Decirles las cosas que faltaban pagar. Estaba en otro mundo.
Vienen las enfermeras. Me vuelven a preparar y dejar listo para entrar al quirófano. Y cuando me dejan solo en el cuarto voy al baño ya en lo último que iba a poder hacer solo. Y cuando me miro al espejo lo único que me salió fue rezar un Padre Nuestro y un Ave María y me acuerdo perfecto haberle dicho “Estoy en TUS manos”. Y me fui para el quirófano. Según mi mujer, dice que entré al quirófano riéndome. Tranquilo.
Me acuerdo empezar a contar regresivamente mientras que me anestesiaban y me quedé dormido. Fue una cirugía que duró poco más de cuatro horas. Y con tanta anestesia cuando uno quiere volver está medio tosco. Le cuesta reaccionar. Y cuando logro empezar a despertarme empiezo a mover los brazos y tocarme primero que nada la nariz, porque no sentía la sonda. Ni los cables que debería tener. Entonces no sabía si preocuparme más o qué.
Logro enfocar un poco y lo veo a mi médico parado al lado mío a quien le pregunto qué fue lo que pasó y él me dice, “todo lo que vimos no lo tenías, te abrí al pedo. A veces pasa, olvidate y disfrutalo”. Y disfrutalo. Eso me quedó grabado. Era como una nueva oportunidad. Al día de hoy esos estudios los tengo guardados y cualquiera que los lea va a concluir en que son de una persona que se está por morir.
Recién ahí, cuando todo eso pasó, tomé conciencia. Porque me aflojé. Y me di cuenta de lo cerca que había estado.
Y ahí me empezó a venir todo encima. Mi padre se murió cuando yo era chico y ahí empecé a pensar en mis hijas. Mi madre había muerto 3 años antes. Y también pensé en mis amigos. Y se me empezó a cruzar por la cabeza mi velorio y mi entierro. Mi epitafio. Quiénes van a ir. Qué van a decir de mí. Quiénes me van a llorar. Cómo me van a recordar. Qué le van a decir a mis hijas de mí.
Me iba a quedar una semana internado y a los 4 días de la operación que me hicieron análisis me mandaron a casa porque tenía una recuperación perfecta. Tenía unos estudios perfectos.
Es en esos momentos donde uno se da cuenta que hay que ocuparse de cosas más importantes. De disfrutar otras cosas. Porque el “día de mañana” como todos le dicen, puede ser mañana.
Y desde aquel momento mi vida dio un giro. Hoy por hoy, no me pregunten como, pasé de tener fiaca de ir a misa a ser Ministro de la Eucaristía. Ya pasaron alrededor de 7 años y desde aquel momento que no falto un solo domingo a misa. Incluso cuando estoy de viaje o lejos de casa, busco el momento para ir a misa. Hoy estoy esperando que llegue el domingo para ir a misa.