La Muerte. La Vida

Cada historia va cambiando. Cada crónica va apareciendo. Cada Milagro Personal sigue pasando. Y Parroqui@ Online está ahí para contártelo. Hoy me toca ser YO. Un padre de 37 años que vive la vida como cualquiera. Y recibe estas noticias igual que todos. Debido al lugar en donde estoy, esta semana me llegó muy de cerca y en repetidas oportunidades la información de varias muertes en la Comunidad. Gente mayor. Gente enferma. Gente que se lo veía venir. Gente joven. Repentinas. Súbitas. Pero muertes al fin. Sabemos que son las reglas de juego, pero a veces no nos gustan. Y por más que esté en el reglamento, no podemos quejarnos al juez. Pero sí podemos conversar con Dios y rezarle para que nos de tranquilidad.

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En esta oportunidad quiero compartir con ustedes el poema EL VELERO de William Blake. Nos muestra con unas simples palabras cómo se podría llegar a ver la muerte según desde donde se la mire. Este poema llegó a mí hace unos días, con motivo de la muerte del abuelo de un muy buen amigo.

 

El Velero (William Blake)

Estoy parado en la playa

Un velero pasa, en la brisa de la mañana

Y parte hacia el océano

Es la belleza, es la vida

Lo miro hasta que desaparece en el horizonte

Alguien a mi lado dice ” Se fue”

Se fue. ¿A dónde?

Partió de mi mirada, es todo

Su mástil está todavía bien alto,

Su proa tiene todavía toda su fuerza.

Su desaparición total de mi vista, está en mí,

No en él,

Y justo en el momento que alguien,

Al lado mío dice “Se fue”

Hay otros que lo ven llegar desde el horizonte,

Hacia ellos y con alegría dicen.

“Ahí llega ”

Eso es la muerte, hay vivos en las dos costas.

 

No sería acaso un vivo reflejo de cómo vemos la partida de los seres queridos. Todos tenemos algún familiar, amigo, persona querida que ha fallecido. Pero también, seguramente, tenemos algún familiar, amigo o persona querida que sigue a nuestro lado. Y efectivamente, el día que muera para nosotros se va a ir; pero para quien la esté esperando del otro lado va a “venir”.

Me pareció una forma lindísima de poder representar la muerte. Cómo la ven ustedes?

Nadie te ama como ÉL

 Una vez me dijeron que el amor de Dios era PERFECTO. Sí, PERFECTO porque no busca nada a cambio. Simplemente nos ama: por cómo somos, por nuestro corazón, con nuestras debilidades, con nuestros defectos,  pero nos AMA profundamente. Es quizás por esta razón que los humanos no podemos entender cómo alguien puede amar, sí, AMAR a cada persona: a los que nos quieren, a los que no conocemos, a los que no soportamos, a esos que nos hirieron, a los que no podemos perdonar. Pero… si Cristo nos perdonó a aquellos que más lo lastimaron, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?

Lo sé, es difícil. Muy difícil diría yo. Seguramente es algo que nos cuestionamos, porque si tenemos una vida Cristo céntrica debemos parecernos lo más que podemos a Él y eso significa respetar y amar a cada persona existente. Sin embargo, somos humanos y muchas veces nos equivocamos. Creo que la clave es tratar de pensar qué haría Jesús en nuestro lugar, intentar pensar unos segundos antes de reaccionar, de juzgar, de criticar, de hablar mal, de no ayudar al otro. Es un ejercicio que requiere mucha constancia y vamos a caer MUCHAS VECES en el camino, pero intentar no cuesta nada. Una de las cosas que ayuda mucho es la oración. ¿Alguna vez se preguntaron qué rezar?  o ¿a qué se refieren otros con: mantenete en oración? Yo sí. Y buscando, preguntando y hablando encontré una respuesta: no hay fórmula para la oración. Uno reza a su manera, puede ser el rosario, el ángelus, el Padre Nuestro, el Ave María. Pero también: una charla con Dios, un “Buen día Jesús”. Lo importante es mantener esa relación con Dios diariamente, mi forma de hacerlo es en los momentos que estoy sola y puedo ponerme a rezar. Y como siempre ando buscando frases que me den fuerza, encontré una muy linda: “Calma, paz y paciencia imperturbable. Una respuesta suave aplaca la ira” y hoy la comparto con todos ustedes porque seguramente muchos – por no decir todos – estamos buscando constantemente eso. A mí me ayuda tenerla escrita en un papel y leerla cada vez que la necesito o recitarla en mi mente en los momentos que no sé qué hacer.

Cada uno tiene su manera, pero lo más gratificante es que la oración ayuda a que uno esté bien con uno mismo, con Dios y con los otros. Porque en varias oportunidades Él se muestra a través del prójimo y obviamente a través de cada uno de nosotros también.  Ya que al igual que vemos a Dios en la sonrisa, en la solidaridad, en la humildad en otros, ellos lo ven en nosotros. Por eso, los invito a tratar de ser como Cristo un poquito más cada día. Intentar se lo más comprensivo posible, que los demás se sientan bien a nuestro lado, abrazar, decir más “te quiero”, escuchar, ser  más pacientes, ayudar, explicar y hablar sin elevar la voz, decir “gracias”. No es fácil, pero si confian y tratan de poner todo en las manos de Dios, todo se puede porque para Él nada es imposible.

 Y como me dijo una amiga un día: “Dios es fantabuloso, vos también podés serlo”.

Volver a Dios

Por Fernando Gorza

CARTAGENA DE INDIAS.- Hace dos días llegué a esta hermosa ciudad de balcones de madera desbordantes de flores de colores, calles adoquinadas para caminar sin prisa y plazas arboladas con palmeras bien altas que resguardan el fresco del Mar Caribe.

Tras sus murallas, la ciudad se transforma en miles de experiencias para vivir y recordar. Las caminatas diarias regalan anécdotas de piratas y conquista desde su fundación en 1533, agradables charlas con los vendedores ambulantes que ofrecen miles de recuerdos de esta tierra colombiana, visitas a casas de familia y conventos que hoy son edificios públicos que resguardan parte del pasado cartagenero; la posibilidad de subir a una Chiva, un simpático colectivo abierto de madera, y como parte de la recorrida, la invitación a entrar a varias de las Iglesias que van apareciendo a cada paso.

A la vuelta de una de las esquinas de la ciudad amurallada me encontré con la inmensa puerta color ocre de la Parroquia San Pedro Claver enmarcada en una pared blanca y rugosa, en honor a quien fuera uno de los Misioneros y Sacerdotes Jesuitas nacido en 1580 que se ocupó de aliviar las penas de los esclavos negros. Tanto se dedicó a ellos que se hizo llamar el “esclavo de los negros”.

Lo que más me llamó la atención fue una de las láminas de la cartelera y la capacidad de síntesis y claridad para destacar la importancia de la Cuaresma. Recordé las palabras del Papa Francisco de su mensaje Fortalezcan sus corazones (St 5,8): “La Cuaresma es un tiempo de renovación para la iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un tiempo de gracia (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: “Nosotros amemos a Dios porque el nos amó primero” (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada unos de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede”.

En ese cartel escrito a mano alzada a la salida de la Parroquia entendí la importancia de tantos momentos que como Cristianos elegimos vivir y decidimos transitar para que en nuestro recorrido y luego de dedicarnos a la oración, a la reflexión y siendo protagonistas de nuestra verdadera conversión podamos llegar a ese “Volver a Dios”.

Retorno a Brideshead I

Esta semana estuve leyendo Brideshead Revisited (Retorno a Brideshead), del escritor inglés Evelyn Waugh. Antes que nada quisiera aclarar que voy a contar partes muy importantes del argumento de su novela, así que si alguien está interesado en leerla y no quiere que saber nada de antemano, salga del artículo.

Fuente: http://www.clivejames.com/books/shadows/waugh

Retorno a Brideshead es una novela narrada por un agnóstico, Charles Ryder, que se hace amigo de Sebastian Flyte, un alcohólico en ciernes, en la universidad de Oxford, y conoce a su familia. Los Flyte, nobles católicos, son una familia disfuncional: dos hermanos muy practicantes (Cordelia y Brideshead, el heredero) y dos aparentemente libertinos (Sebastian y Julia), una madre muy devota y un padre ausente, que se separó de su mujer y se fue a vivir con su amante a Italia.

Durante la época universitaria, Charles empieza a frecuentar la mansión de la familia, Brideshead, mientras Sebastian va aislándose cada vez más de la familia, escapando y gastando toda su plata en la bebida. Su hermana Julia empieza a salir con Rex Mottram, un hombre de grandes ambiciones políticas y sociales, que busca una esposa como otro paso más en su ascenso social. Mottram quiere primero casarse por la Iglesia católica, y se hace catecúmeno para bautizarse. Al descubrirse que ya estuvo casado anteriormente, y que por lo tanto no puede casarse por la Iglesia, termina volviendo a la Iglesia Anglicana y se terminan casando así.

La madre, ya muy enferma, se muere, Sebastian se escapa a África después de varios intentos de rehabilitación, haciéndose amigo de soldados de la Legión Extranjera, y la familia pierde el contacto con él.

Ante la pérdida de contacto con su amigo, Charles deja de ver a los Flyte. Se casa con una amiga de Julia,  una mujer hermosa pero frívola, que promueve su obra como manera de promoverse a si misma y le es infiel. Cansado de su matrimonio, vuelve a retomar el contacto con Julia en un crucero, e inician una relación.

Ambos planean divorciarse de sus parejas y casarse otra vez. Con el clima internacional enrarecido, Lord Marchmain, el padre de los Flyte, regresa a Inglaterra y cambia su testamento para dejarle la mansión a Julia. Cordelia regresa de España (había sido enfermera durante la Guerra Civil Española) y trae noticias de Sebastian: después de mucho vagabundear apareció en la puerta de un convento en Túnez pidiendo ser ordenado sacerdote. Flaco y envejecido, es rechazado por los religiosos, pero en los lapsos de razón que tiene entre borrachera y borrachera vuelve al convento pidiendo una y otra vez que lo dejen irse a misionar con ellos a algún lugar remoto de África. Finalmente lo dejan ser el portero del convento.

Marchmain enferma gravemente, y busca estar siempre acompañado y con luz en su habitación. El miedo a la muerte lo aterroriza, y echa al sacerdote que le llevan sus hijos más devotos para darle la extremaunción. Charles se opone con fuerza a esa acción, viéndola como un chantaje o una manera de calmar las consciencias de sus hijos. Ambos le explican que el sacramento necesita de la voluntad del que lo recibe, de un acto de arrepentimiento del mal que causó la persona y de un acto de contrición (proponerse no volver a hacerlo), pero Charles sigue sin convencerse.

Cuando Marchmain ya está moribundo, y Charles ve como Julia quiere también que su padre acepte el sacramento, empieza a rezar aunque sea para que los hijos queden consolados. El sacerdote le aplica el crisma al anciano, recita las palabras y todos ven como, aunque al principio parezca que se lleva la mano a la frente para lavarse el crisma, en realidad comenzó a hacerse la señal de la cruz.

Conmovidos por la escena, Julia y Charles deciden no casarse y cometer el mismo error que el padre de ella, y deciden separarse a pesar de amarse profundamente.

Un par de años después, con la Segunda Guerra Mundial ya comenzada, Charles es asignado como oficial a un puesto militar en la campiña inglesa. El lugar resulta ser la mansión de los Brideshead, requisada por el ejército, y la capilla, que había sido clausurada después de la muerte de Lady Marchmain, fue abierta de nuevo para uso de los soldados del regimiento. Charles piensa que el esfuerzo de las personas que construyeron la mansión, si bien por muchos años parecía que había sido en vano, valió la pena.

Para esta entrada dejo al final esta frase para reflexionar. La frase pertenece originalmente a un cuento de Chesterton del Padre Brown, pero Waugh lo aplica a la gracia, el regalo de Dios de la fe:

“”I caught him, with an unseen hook and an invisible line which is long enough to let him wander to the ends of the world, and still to bring him back with a twitch upon the thread”.

“Lo tengo agarrado con un gancho y un hilo invisibles, tan largos que puede irse hasta el fin del mundo, y de todas maneras traerlo de vuelta con un pequeño tirón.”

 

Nadie es una isla

“No man is an island, entire of itself; every man is a piece of the continent, a part of the main. If a clod be washed away by the sea, Europe is the less, as well as if a promontory were, as well as if a manor of thy friend’s or of thine own were: any man’s death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bell tolls; it tolls for thee.” John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions, “Meditation XVII”.

Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte del todo. Si una porción de tierra es borrada por el mar, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, como si fuera la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque formo parte de la humanidad; por lo tanto nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.” John Donne, Devociones para ocasiones emergentes, “Meditación XVII”.

Fuente: http://barry-overstreet.com/sometimes-leadership-leaves-you-on-an-island/

Esta reflexión de John Donne, poeta inglés del siglo XVII, me dejó pensando últimamente. La humanidad es un todo por todas las partes que lo forman: por pequeña que sea el aporte o el impacto de la vida de una persona, si no estuviera todo el conjunto sería distinto, no como una mayoría donde sólo importa lo que predomina, sino como un cuerpo humano, donde existen materiales que lo componen en porcentajes minúsculos (en el cual 0,05 es la mitad de la tabla, chequeénlo) y que sin embargo son absolutamente necesarios para que seamos lo que somos.

Hasta la persona más humilde e insignificante existe por una razón. Este hecho, que se nos revela por la fe (Dios pensó, creó y ama a cada persona), nos pasa tan de costado muchas veces. Esas personas que nos caen mal, a los que no soportamos, y peor todavía, aquellas que no llaman nuestra atención, que parecen invisibles y a las cuales no vemos, o no prestamos atención, nunca los invitaríamos a una fiesta o juntarnos con ellos. Y si embargo, los necesitamos.

También me hicieron pensar acerca del individualismo de nuestra cultura. A pesar de que cada vez más vivimos en ciudades más grandes, en las cuales dependemos físicamente de los demás en mayor medida (o imaginate tener que plantar vos mismo todas las frutas y verduras y manejar el ganado necesario para comer todos los días), cada vez nos creemos más autosuficientes, como si viviéramos en una burbuja y los demás no nos afectaran ni importaran.

Una pequeña parte de tierra disminuye a un continente entero. Imaginen unos granos de arena frente a todo un continente. Es una imagen muy poderosa, nos llama y nos sobrecoge: cada partecita achica al conjunto.

Pero el texto habla también de la muerte, las campanas se refieren a la costumbre de tocar las campanas de las iglesias cuando se celebraban funerales. Si cada partecita de hombre, cada pérdida me afecta, no debo preguntar por quién se llora, se llora también por mí, porque yo quedé reducido, porque perdí algo irreparable, alguien que nunca va estar de la misma manera en este mundo, y que de una manera imperceptible estaba relacionado conmigo. Cada pérdida de uno es una pérdida de todos.

Si yo estoy mal, afectaré a los que están alrededor mío también. Cómo nos cuesta ver las consecuencias de nuestros actos, incluso las que podemos llegar a ver. Y la muerte es la suma final de todos nuestros actos.

Por último, traigo una cita del Génesis (4, 8-10) para reflexionar:

Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera». Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo mató.Entonces el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?».Pero el Señor le replicó: «¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo.Dios le preguntó a Caín dónde estaba su hermano. Caín le respondió: “No lo sé, ¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?”

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¿Qué estás esperando?

Mientras te levantabas esta mañana, yo te observaba. Esperaba que me hablaras, aunque fuesen unas cuantas palabras, preguntando mi opinión acerca de algún tema o agradeciéndome por algo bueno que te hubiese sucedido el día de ayer. Pero noté que estabas muy ocupado... buscando la ropa adecuada que te ibas a poner para ir al trabajo. Seguía esperando mientras corrías por la casa arreglándote, creí que encontrarías unos cuantos minutos para detenerte y decirme “HOLA”, pero estabas demasiado ocupado.

Para ver si por fin me percibías, encendí el cielo para ti, lo llené de colores y dulces cantos de pájaros, pero ni siquiera te diste cuenta de ello. Te miré mientras ibas rumbo al trabajo y esperé pacientemente todo el día. Con tantas actividades supongo que… estabas muy ocupado para decirme algo.

De regreso, ví tu cansancio, quise rociarte para que el agua se llevara tu estrés. Pensé que agradándote, te acordarías de mí. Sin embargo, enfurecido ofendiste mi nombre. Deseaba tanto que me hablaras… aún quedaba bastante tiempo.

Después encendiste el televisor. Esperé pacientemente mientras veías tu programa favorito, luego cenaste y nuevamente te olvidaste de hablar conmigo.

Te noté cansado, entendí tu silencio y apagué el resplandor del cielo, pero no te dejé a oscuras. Lo cambié por un lucero…en verdad fue hermoso, pero no estuviste interesado en verlo.

A la hora de dormir creo que ya estabas agotado. Dijiste buenas noches a tu familia, caminaste hacia tu cama y casi de inmediato te dormiste. Acompañé con música tus sueños, mis animales nocturnos se lucieron. No hay problema… porque quizás no te dés cuenta que siempre estoy ahí para ti.

Tengo más paciencia de la que te imaginas. Quisiera enseñártela para que puedas tenerla con los demás.

TE AMO TANTO que espero todos los días una oración y el paisaje que diseño cada amanecer es para ti.

Bueno… te estás levantando de nuevo y no me queda otra cosa que entregarte todo el amor que siento por ti y continuar esperando que al menos el día de hoy me dediques sólo… un poco de tiempo.

Que tengas un buen día…

Dios.

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Cuando uno está perdido y siente que se desvía el camino tarde o temprano se vuelve al sendero. Sí, quizás pensás que NO: que a vos no te sucede, que estás perfecto con Dios. Bueno, la perfección humana no existe y creo que esa es una de las cosas por las cuales Dios nos ama más que nada en el mundo. Lo bueno es que de alguna forma, nos damos cuenta cuándo estamos perdidos y Él siempre nos tiene algo preparado. No pienses en tus tiempos, porque no es cuando vos querés sino cuando tenga que ser. Dejalo a Dios que sabe perfectamente cuándo. Lo que Sí podés hacer, es revertir la situación de la carta de más arriba porque nosotros sabemos que una relación se construye de a dos y aunque al lado de Dios seamos pequeños,Él nos necesita, nos quiere y busca nuestro amor todo el tiempo. Esta carta llegó a mí en un momento necesario, me hizo reaccionar y hoy la compartoa ustedes porque sé y espero que a alguien le sirva. A través de otros, Él nos habla.

Pascua 2015

Feliz Pascua de Resurrección para todos:

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Viernes Santo 2015

Un Viernes con mucho dolor y respeto para la Iglesia. Un Viernes que no pierde la Fe en la resurrección,

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Jueves Santo 2015

Mañana comienzan tres días muy importantes para la Iglesia:

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Atravesar mi desierto

Cada historia va cambiando. Cada crónica va apareciendo. Cada Milagro Personal sigue pasando. Y Parroqui@ Online está ahí para contártelo. Hoy me toca ser un padre de 41 años …

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Soy nacido y criado en un matrimonio con padres católicos. En casa siempre se habló de religión, mi papá era catequista. De hecho se hizo catequista de grande, con su familia ya formada. O sea que por casa pasó mucha gente católica incluidos varios sacerdotes. Cuando era chico, esa fuerte presencia católica fue bien internalizada, pero al crecer tal vez me sentía un poco “saturado” y si bien entendía que la relación con Dios tenía que ser buena, otras prioridades se abrieron paso también.

Me fue muy bien tanto en el colegio como en la universidad. Y me había ido muy bien a nivel laboral. Lo asociaba solamente al desarrollo profesional en una empresa multinacional. Realmente me gustaba lo que hacía ya que podía poner en marcha proyectos de envergadura que me llenaban de orgullo por los desafíos que representaban.

Me casé y tuve dos hijos. Iba a misa los domingos, algunos sí y otros no. Pero si iba “volaba” y esperaba la bendición final para poder irme. Tenía la mente en otro lado. Cuando no concurría, pensaba para mis adentros “Hoy estoy cansado, Dios me va a entender”. Más tarde aparecieron otras excusas como que “los chicos son chicos y se van a aburrir”. En fin… si iba era un simple acto religioso y si no lo hacía me sentía más que justificado. Pero eso sí, en mi mente yo no tenía ningún pecado, entonces no veía motivo para confesarme. Típico razonamiento “no maté, no robé, no le fui infiel a mi mujer. Soy el hombre perfecto, tengo ganado el cielo”. Y esto es grave porque es un velo que nos impide ver la verdad.

Al principio la relación de Dios con uno mismo es muy linda, directa y transparente y que en mi caso tuvo un momento cúlmine en la Primera Comunión con el amor de Cristo entregándose a mí con todo amor y cariño. Pero a medida que los años pasan se van interponiendo diferentes tipos de vidrio en la relación con el Señor. Primero es un vidrio finito y transparente que deja ver todo. Pero a medida que pasa el tiempo, si no lo limpiamos se va ensuciando y engrosando. Entonces la imagen que se ve del otro lado comienza a tornarse difusa. Y si seguimos sin limpiarlo empieza a esmerilarse y a engrosarse cada vez más hasta que al final de esa bella relación queda solo una pálida imagen difusa… Había que quitar ese vidrio translúcido y para ello tenemos un sacramento que es “la confesión”.

Hace unos 2 años empezó a haber algún “ruido” en mi vida. Primero empezó en el ambiente laboral. Sentía que lo que yo creía que estaba perfecto e increíble empezaba a desgastarme. Me pedían algo en la oficina y al día siguiente me cambiaban las órdenes con directivas exactamente contrarias. Resulta cansador vivir en ese equilibrio inestable. Para peor, abundan los contraejemplos, ves que aquel que no se esfuerza progresa en base al amiguismo. Aparece entonces un “algo” en el interior que se exteriorizaba de maneras diferentes. Creía que dejaba los problemas laborales en la oficina, sin embargo mi mujer me manifestaba que vivía permanentemente cansado. Mi madre me decía que estaba ausente, que estaba raro. Desde mi perspectiva, lo negaba todo, lo atribuía a un exceso laboral. Y terminó detonando un día en el que me despidieron de ese trabajo por el que yo daba todo. Esto es imposible. ¿Cómo me pasa esto a mí? Y lo primero que me vino a la mente fue enojarme con Él. ¿Dios, porqué me abandonaste?. Para colmo me entero que me echan con calumnias. Que dicen de mí cosas totalmente falsas siendo aquellas las mentiras que más me dolían, decían que maltrataba a mi gente… Gracias a Dios, el tiempo demostró lo contrario, se disolvió mi equipo entero y con muchos de ellos mantengo una excelente relación (extralaboral ahora).

En ese momento, o me peleaba con Dios o me acercaba. Y por suerte opté por la segunda opción en la que me encontré pidiéndole ayuda. “¿Qué hago ahora?”. Tenía que seguir manteniendo a mi familia. Y empecé a pensar qué era lo que había hecho mal para estar en esa situación mas no encontraba nada.

Es difícil… nosotros los católicos tenemos una barrera a romper y es cómo mantener una relación con un Dios que no nos habla, o por lo menos no lo hace como a nosotros nos gustaría. Ya está, Dios rompió ese vidrio grueso, sucio y traslucido, ¿y ahora qué…?. Fue entonces que volví a mis raíces dándole gracias a mis padres por haberme educado en la Fe. Comencé a rezar mucho. Primero por tener trabajo que gracias a Dios conseguí realmente muy rápido. No tendría el mismo grado de desarrollo profesional que tenía antes o que me hubiera gustado pero era un trabajo digno y honrado. Y a veces las ansiedades son lo que más tenemos que controlar. Es allí donde aparece el golpe al orgullo y la soberbia donde te das cuenta que no lo sabés todo ni lo podés todo. Y puse a Dios en su lugar, el primero de todos, amarás a Dios sobre todas las cosas; confié en él y me dejé llevar. Saqué los “peros” de todo. No había vuelta atrás. Pude reconocer mis pecados que no veía. Aparecieron, como decía antes, el orgullo y la soberbia. Pude bajar la cabeza. Fui a confesarme, experimenté el perdón y la misericordia de Dios. Volví a estar en estado de Gracia. Desde entonces es algo cotidiano sin dejar pasar oportunidad cuando siento que estoy en pecado. Lo bien que te sentís cada vez que salís de la confesión. Y ves que empiezan a pasar cosas buenas.

Empecé a humanizarme más, a estar más conectado con mi familia, con mi mamá, con mi hermana.

Empecé a ir a misa “viviéndola, rezándola, alabando al Señor”. Como trabajo en el centro puedo dejar a los chicos en el colegio y llegar a misa en la Catedral. Mi mujer que estaba un poco alejada, con el ejemplo, vio que también era bueno y empezó a imitar en eso y a rezar un poco más. Mi hijo más grande está por tomar su Primera Comunión. Me encontraba con una disyuntiva interna de si tenía que llevarlo y obligarlo a ir más a misa o no. Terminé conversando con un cura para que me diera su opinión. No quería obligarlo para no saturarlo, pero también era consciente de que si no lo educamos nosotros en la Fe nadie lo hace por nosotros (por más colegio católico al que vaya). Entonces un domingo en casa les digo a los chicos, “vamos a misa”. El más chico no quería saber nada y lo primero que hace es decirme como respuesta “no quiero, me quedo con mamá”. Y ahí mi mujer entendió cómo venía la mano y a pesar que pensaba quedarse en casa, al ver la reacción del enano, lo miró y le dijo “vestite porque yo también voy a ir”. Así se empezó a dar de a poco y a vivir esto. Pero una cosa trajo a la otra y al final del día, en casa, se vive más PAZ. Por que descansamos en Dios. No hay paz en este mundo que no sea dada por Dios.

Tenemos que atravesar nuestros desiertos. Y mi desierto fue el trabajo. De un día para el otro me habían echado y estaba en la calle. De alguna manera te hace reflexionar y cambiar la manera de vivir.

Hoy, para mí, no es una carga ir a misa. Aprendí muchísimo al escuchar las diferentes homilías, aquellas en las que antes me encontraba en la luna.

Yo digo que todo empezó con haberme quedado sin trabajo. Ahora, del otro lado, también me pongo a pensar que en realidad el haberme quedado afuera fue el golpe para hacerme ver que en realidad tal vez hubieron señales que no veía para cambiar. Que estaba obnubilado y no podía ver que había algo un poco más allá. Por eso Dios siempre está, actúa a su debido tiempo. Estas situaciones son para que sintamos el amor de Dios que como en la parábola del hijo pródigo el Padre se encuentra siempre esperando y clamando “Vuelve a tu casa, vuelve a Mí”.

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