Hace 12 años Carlos Stassi y José Garófalo, apoyados por Carlos Castelnuovo, propietario del local, se juntaban para fundar Porteño y Bailarín, una milonga que nació en plena crisis de 2000 y que, pese al pronóstico reservado, se afianzó casi al ritmo de los primeros cacerolazos. Miro para atrás y parece mentira que hayan pasado tantos años. Aquellos eran tiempos de corralito, helicóptero, cuatro presidentes al hilo y calles que por las noches se poblaban de cartoneros y carritos.
Ni el diputado Brandoni se quiso perder el concierto (foto gza Tio Cliff/FB)
Con ese panorama, ni los mismos emprendedores esperaban mucho del proyecto: “El primer día fue un éxito total: vinieron 400 personas, personajes de la cultura etc. En la segunda noche había 40. Y eso duró meses. Después, en 2001, cuando el país se iba a pique, mientras yo iba a tirar piedras a la calle y a bailar con “Tango protesta”, volvía en bermudas a la milonga pensando “ésto se quema, no va a venir nadie”…- recordaba hace poco en una entrevista el mismo José, ahora dedicado a la producción del Festival Cambalache. “Pero las cuatro fiestas que organizamos en esos meses se llenaron. Para nosotros siempre eran fiestas de despedida. Había un nivel de bailarines de la puta madre. Elegimos los martes porque no había nada, después abrió El Beso, y se armó un pasillo, porque cuando cerraba, la gente cruzaba a Porteño. Empezó a funcionar bien a partir de 2001, gracias a la idea de la entrada libre y la consumición mínima de 3,50. Fue una respuesta a la crisis” contaba.













