“Aunque tengas un cuerpo de 20, en las milongas de pendejos, si no sos del palo, planchás…
La frase me quedó colgada y como venía de un día largo decidí que la noche debía terminar ahí mismo, en la puerta del boliche. Así fue que caminé por Riobamba, derecho hasta casa, pateando tachitos. En el trayecto me crucé con un par de pibes que andaban pegando en las paradas de bondis esos mini avisos de chicas ardientes que cambian sexo por plata. Despegué uno, de puro aburrida: “Somos dos nenas malas, llamános que te hacemos de goma”….
Inmediatamente recordé el breve diálogo a ésas dos con cara de nenas malas (que despellejaban a una tercera, que no fumaba o se había quedado en la pista, tratando de bailar). En el fondo, tenían algo de razón: a veces, el objeto de deseo de la milonga tiene 20 añitos y baila solo con chicas de su edad. Lo lógico. Encima son tan educados, los menores, que apenas te cuentan dos arrugas ya te dicen señora y te tratan de usted, por eso creo que efectivamente hay una generación de mujeres (los hombres caen siempre de pie) que no goza de ningún privilegio en la milonga, donde la edad suele ser un valor solo si sos una joven promesa o si pintás canas y sos una milonguera consagrada.Las que están en el medio… Tengo una amiga optimista que dice que en el tango pasa al revés: que las maduras son un imán para los nenes. Si, pero cuando se trata de sexo. No de bailar. Y, claro, no hablo de las profesionales, que bailan cuando quieren y con quién quieren, sino de cierta concurrencia común y silvestre que termina tuneándose mal para asimilarse a la masa con braquets y short.
Bailar mejor podría ser la solución. Tomárselo con humor, también. Yo voy a empezar por lo segundo…












