Recuerdo que al principio me daba un poco de pánico escénico atravesar la puerta roja y subir la escalera. Los farolitos y las pesadas cortinas que cubren el salón entonces le daban al tango un marco solemne y espectacular, al menos es la imagen que guardo de El Beso en los primeros años de la década pasada.

Fue la segunda milonga donde me animé a bailar pública y torpemente (el debut fue en La Glorieta), porque entonces era una de las pistas más exigentes del centro: ahí no bailaba cualquiera y nadie te sacaba si no bailabas bien, decían. Había que laburar para ganarse una tanda y eso podía llevar meses de prolijo planchado. Recuerdo que además en ese tiempo había cierto dress code entre la concurrencia. Ir a bailar al Beso significaba producirse con cierto esmero. No veías shorts, ni calzas, pocos jeans. Como al principio los organizadores me sentaban en la “tribuna”, pasaba gran parte de la velada observando el porte desafiante de las milongueras que ocupaban la primera fila. ¡Qué mujeres! Guardo en mi retina la postal de una línea de espaldas derechas y tersas, sin un solo granito, lacios de peluquería y peinados recogidos, bjjou de marca, miradas delineadas de negro y abanicos que traían hasta mi mesa fragancias de free shop. Esas minas eran mi París. 

un mágico lugar… Foto Gza Daniel Flores

El Beso alberga distintas milongas durante la semana, pero la de “los Osvaldos” (ya no está) y la del domingo, generaban una expectativa mayor. Claro, diez años después, la postal cambió. Hay gente que ya no está. Y nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Pero siguen ahí los farolitos, la barra, el galán que ahora pinta canas, la pista de madera, en la esmerada organización de Susana Molina, y aunque sabemos que la memoria selecciona arbitrariamente lo que quiere conservar, para mi El Beso de los domingos (y todos los días) sigue siendo un lugar mágico.

Objetivamente, quizá lo más importante es destacar que tras haber sorteado vicisitudes varias a lo largo de una década, la milonga sigue. Por eso, y para celebrar como Dios manda, esta noche a las 22 bailan dos grandes bailarines y personas, Pancho Martínez Pey y Lorena Ermocida.

Allá vamos, abanico en mano….