El Martín Fierro en orden alfabético, ¿un experimento inútil?

El último número de la revista Otra parte incluye un ensayo de César Aira dedicado a examinar el libro El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (IAP) de Pablo Katchadjian. Ya hace un tiempo había salido una entrevista al autor sobre ese mismo libro en La Tercera.

Pocas veces un título fue más literal. El libro no es más que eso: los versos del poema de José Hernández dispuestos en ese orden, o como dice Aira: “Los 2316 versos [de la primera parte] sin cambiarles una palabra, ni una sílaba ni una coma”.

Por ejemplo:

“a andar con los avestruces:

a andar declamando sueldos.

a ayudarles a los piones

A bailar un pericón

a bramar como una loba.

a buscar almas más tiernas

a buscar una tapera,

a cada alma dolorida…” (Sigue aquí)

O leído por el autor:

Claro que cualquiera podría haber armado esto pero, como respondió una vez John Cage sobre alguna de sus piezas, nadie lo hizo antes. Es un gesto estético, una provocación, y como todo gesto estético provocador, algo muy cercano a la tontería, con ciertas derivaciones en el terreno de la estética. ¿Debería interesarnos? Depende. Materiales ajenos e intactos más abandono a un sistema (el alfabeto) resulta, en términos de subjetividad, una suma cero. No hay intenciones en el poema de Katchadjian, y por otro lado se priva de toda intención al original de Hernández. Aira encuentra allí un “formalismo” cercano a la abstracción de la música, o al efecto de colgar un cuadro al revés (“prueba extrema de formalismo”). El orden alfabético desmonta la rima, y el progreso de los versos se vuelve entonces imprevisible. Por eso parece nuevo. Allí se revela alguna originalidad, aunque no la del poeta Katchadjian (la palabra misma poeta es absurda en la medida en que él no hace nada; está lejos de esa función de “operador” que se atribuía Leónidas Lamborghini en sus reescrituras), sino la de Hernández por intermedio de Katchadjian. Quizás Aira se equivoque cuando lo compara con el cuadro al revés: lo primero que pierde aquí el Martín Fierro es justamente la forma. Lo que queda es la ideología del poema; aquella parte de la ideología del poema que se sustrae a la forma.

Katchadjian es autor también de El Aleph engordado. Pero su vínculo con Borges tendría otras derivaciones. Por su Martín Fierro ordenado alfabéticamente ya tiene ganado un merecido y ambiguo lugar al lado de César Paladión, Ramón Bonavena y algún otro.

Los piratas y las leyes

Kagel (exótica)¿Será lícito para las compañías discografías twittear y retwittear links a sitios donde se baja música ilegalmente? ¿Habrá allí alguna figura legal que derive en la punición? Hace algunos años, en 2006, entrevisté a Mauricio Kagel a propósito de su visita a Buenos Aires. En un momento de la charla, se me ocurrió preguntarle cuál era el destino de los registros de sus obras que había publicado Deutsche Grammophon en las décadas de 1960 y 1970, casi todos fuera de circulación, menos Music for Renaissance Instruments, editado en la colección 20/21. “¡Ah!”, me dijo. “Seguro que los van a reeditar cuando me muera”. Kagel murió hace más de un año. Desde entonces, el único gesto de DG fue, no reeditar en CD, sino poner a disposición para download Exotica (la tapa ilustra este post) con el agregado de Tactil, pero no hay noticias del resto. Más allá de las legislaciones, la inacción de las compañías habilita y alienta una circulación paralela. Personalmente, sigue gustándome la consistencia del objeto disco (y también del libro, del que volveremos a ocuparnos), pero en la medida en que los sellos no invirtan en reediciones, no pueden esperar que los oyentes (o lectores) no accedan a aquello que deberían acceder.

Como en tantas otras cosas, los blogs hacen aquello que deberían hacer otros; suelen ocupar vacancias materiales e intelectuales.

Momentos, predicciones, crítica y social media

Invariablemente, cada fin de año llega con sus ránkings, agravados esta vez por la coincidencia con el cambio de década. Más interesante que esas taxonomías y jerarquizaciones –de las que sin embargo participé ya en el diario– me pareció lo que hizo el New Yorker. Allí cada colaborador debía elegir simplemente un “momento” de la década pasada y una “predicción” para la que vendrá. Algunas respuestas trataron de ser ocurrentes. Como esta de Philip Gourevitch: “The big moment of the last lousy decade: Bush v. Gore. A prediction for the 2010s: more war. These things have one virtue: they rhyme”. O la de Judith Thurman, cuyo “big moment” fue la posibilidad de googlearse a sí misma.

En los territorios más cercanos a este blog, alguien mencionó la aparición de Napster. Podría agregarse You Tube y en general cualquiera de los dispositivos que permiten la existencia de este mismo blog. Las predicciones, confundidas a veces con los deseos, son otra cosa.

Aunque nadie me invitó a esa cena de fin de año del New Yorker, respondo la predicción (también deseo): el discurso crítico sobrevivirá.

Es nuestra obligación que lo necesario sea también cierto. La cuestión será qué forma adoptará ese discurso entre toda la vertiginosa circulación que puede verse aquí debajo.

(Vía: La propaladora, que lo tomó de Personalizemedia)

La mejor Navidad

Como celebración de las fechas simbólicas, la primera parte (sigue aquí y aquí) del Oratorio de Navidad, BWV 248, de J.S. Bach, con dirección de John Eliot Gardiner, y Bernarda Fink entre los solistas.  Felicidades.

Sin comentarios

Géneros que degeneran

En algunos comentarios al post anterior se mencionó un episodio que habría preferido pasar por alto. Me refiero al concierto del saxofonista Larry Ochs en el festival de Sigüenza (España) en el que un espectador denunció que no se estaba tocando jazz (según lo previsto) sino “música contemporánea” y la guardia civil civil suspendió el espectáculo. El pequeño escándalo (del que existen versiones contradictorias) circuló en varios medios, y el crítico Chema García Martínez siguió discutiéndolo hasta ayer en su blog.

La historia es curiosa y banal. Pero dado que suelo escribir sobre esos dos temas, me interpela. En principio, un fragmento (mínimo) de ese concierto.

Sumariamente: nunca me interesaron los géneros, ni en la literatura ni en la música. Sin embargo, eso no quiere quiere decir que no crea en las restricciones ni en las estratificaciones. En el caso del jazz, esto se tornó crítico casi desde su nacimiento y sobre todo a partir de los años sesenta. (Quedará para otro momento la consideración sobre el detalle, nada menor, de que se entendiera como “música contemporánea” un cierto tipo de jazz más cercano al free). El jazz pretendió ser siempre otra cosa. A propósito de esto mismo, Ethan Iverson, pianista del grupo The Bad Plus, comentó en su blog el libro de George Lewis A Power Stronger Than Itself sobre el AACM (Association for the Advancement of Creative Musicians) y el jazz de Chicago de los años sesenta. Ya el Art Ensemble of Chicago, derivación del AACM, anunaciaba que no hacía jazz sino “great black music: ancient to future”. (Aquí una actuación tardía del grupo, en 1984, con el pianista Cecil Taylor).

Justamente, en uno de los comentarios a la nota de Iverson, otro pianista, Vijay Iyer deja una observación muy aguda: “Se recurre en tu texto a estéticas fundadas en el jazz  (y a la propia palabra ‘jazz’ y las referencias a la ‘tradición del jazz’) para evaluar músicas que intentan, ardiente y declaradamente, soprepasar (o por lo menos complicar) esa designación”. No se trata entonces de que la pérdida del género se realice por la simple confusión con otros géneros (el jazz con el rock, el jazz con la salsa, etc.): es la idea misma de género la que cae. El jazz es, en sus mejores momentos, una de las pocas músicas que, en su evolución, consiguió trascenderse a sí misma.

Necesidad del estado crítico

DaumierCriticCon una diferencia de unas pocas horas, Norman Lebrecht –escritor, crítico, divulgador sobre temas musicales y editor del London Evening Standard– publicó dos artículos, entre apocalípticos y optimistas, acerca del futuro de la crítica y de los críticos en los diarios (no en otro tipo de publicaciones, académicas o especializadas). Sobre todo, de la manera en que los críticos deberán en el futuro ejercer su oficio con distintos vehículos tecnológicos (blogs, twitter, y otros). El primero de ellos (hay que leer también los comentarios a su nota) es un punteo de consideraciones disparadas por un debate en un programa de la BBC Radio4. El segundo, “How to prolong a critical condition”, es un texto más articulado que deriva de la muerte de dos críticos: Alexander Walker y Harold Schonberg. Me voy a limitar a transcribir aquí el punteo y algunas partes de la nota, sin juicios propios, que quedarán para otro post  con, espero,  los comentarios que provoquen los dos textos. Seguir leyendo

El piano fluido, un instrumento que no existía

La última entrada de este blog tocaba el problema (tal vez incluso los efectos ) de ciertas tecnologías y su relación con el arte, y más específicamente, con la literatura y la música. El compositor Oscar Strasnoy (ignoro si a propósito de ese post o por simple casualidad) me pasó el link a una noticia publicada hace unos días en el diario The Guardian. Lo que se informa allí es que el compositor Geoff Smith inventó un nuevo piano, llamado fluid piano; realmente no se trata de la mera modificación del instrumento existente (aunque algo de eso sucede) sino de la invención de un nuevo instrumento de teclado que realiza algunas de las intenciones de otros compositores (Ferruccio Busoni, Charles Ives y Alois Hába, entre ellos) en torno del uso de la microtonalidad y de los intervalos menores al del semitono, y que es necesario aprender a tocar como cualquier otro instrumento. La primera y obvia consecuencia, como se puede escuchar y ver en el video, es la aparición de escalas inusuales en la tradición occidental. Smith llama a su invento, que permite cambios en la afinación durante la ejecución, “el primer piano acústico multicultural”. En más de un sentido, este cambio parece deparar no solamente una nueva manera de organización de los materiales sino una isla de materiales nuevos.

Novelas digitales versus novelas analógicas

kindle-dx-and-a-traditional-book_maxwidthMe acuerdo que hace unos cuantos años, a principios de los años noventa, un profesor de la facultad (la de Filosofía y Letras) dijo en una clase que una novela como El Péndulo de Foucault, de Umberto Eco, sólo podría haber sido escrita con una computadora. No explicó exactamente por qué. Probablemente, se refería a que el trabajo en la compleja trama del libro había sido facilitado por el procesador de textos (algo muy discutible si se considera que la historia de la literatura está llena de textos sumamente complejos sin intervención de computadora alguna). O también, lo que sería un poco más interesante, a que la sintaxis misma fuera modificada por la tecnología. Seguir leyendo

La música y su circulación

El sitio NPR Music publicó un cuestionario a Anne Midgette, crítica del Washington Post, sobre la situación de la música clásica en la actualidad. Algunas preguntas son muy banales (por ejemplo, si la muerte de Pavarotti afectó, y cuánto, el mundo de la ópera). Otras en cambio tienen más interés. Sobre el futuro de los sellos discográficos, observa que los ellos grandes -cuyo epítome es Universal con la concentración de Decca y Deutsche Grammophon- están peor preparados que los sellos relativamente chicos, como Harmonia Mundi, libres de la expectativa de vender cien mil unidades de cada CD. Seguir leyendo

Tres visitantes del Teatro Colón 2010

Desde que se anunció anteayer, la temporada 2010 del Teatro Colón fue pormenorizadamente comentada y discutida en distintos medios. Una de las cosas en que se coincidió con alguna unanimidad (aunque casi nada resultó unánime) fue sin embargo en el nivel de los solistas, sobre todo en el piano. Nelson Freire y Sergio Tiempo suelen tocar bastante seguido en Buenos Aires. Los otros son Ivo Pogorelich, András Schiff y Rudolf Buchbinder. Va a continuación un video de cada uno de ellos, en ese orden (el de Pogorelich tomado del concurso Chopin de 1980).