El mundo celebrada hoy, con inusitado énfasis, el 150 aniversario del nacimiento de Gustav Klimt. La influencia de movimiento secessionista, al que él perteneció, y de su filosofía pueden medirse por el alcance de su influencia y por la manera en la que, sin proponérselo acaso, armaban sistema con otras fuerzas de la cultura vienesa de la época. de Schnitzler a Freud, de Bahr a Schönberg. Es difícil a esta altura decir algo nuevo sobre Klimt, y sería absurdo pretender que eso nuevo –en caso de descubrirse– circulara por un blog. Sin embargo, me parece interesante, como modesto homenaje, traducir un pasaje clave para comprender la técnica de Klimt del libro The Age of Insight. The Quest to Understand the Unconscious in Art, Mind, and Brain, publicado en inglés este año e inédito todavía en español, de Eric R. Kandel, Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Las líneas se refieren al período más decisivo del artista:
“La evolución del estilo de Klimt entre los años 1898 y 1909 refleja su preocupación por ir debajo de las apariencias… Como primer paso para adentrarse en la profundidad de la conciencia, Klimt comprendió que debía superar las limitaciones inherentes a la pintura sobre lienzo. Freud podía usar metáforas para explicar cómo las fuerzas inconscientes dar forma a la conducta humana, y Schnitzler podía recurrir al monólogo interior para revelar las fuezas que actúan en sus personajes, pero para retratar la hondura de la psiquis humana en una superficie plana, de dos dimensiones, Klimt necesitaba nuevas estrategias artísticas. Para imaginarlas, buscó inspiración en un estilo pictórico mucho más antiguo, el arte bizantino. Como señaló Gombrich, la historia del arte occidental se caracteriza por un progreso sistemático hacia el realismo, la representación de un mundo creíble y tridimensional en una superficie plana y bidimensional. Klimt abandonó la realidad tridimensional por una versión moderna de la representación en dos dimensiones que caracteriza al arte bizantino. Combinó en sus pinturas zonas de figuración tridimensional con grandes áreas de ornamentación plana y dorada lo que creaba un efecto sorprendente y pictóricamente agitado que acrecienta el aura sensual y radiante de la obra.”
[La imagen superior es la sección central del Friso de Beethoven, de 1902, que acompañaba la escultura realizada por Max Klinger ]