Altschul, un baterista en Buenos Aires

Altschul (ii)El baterista Barry Altschul está en Buenos Aires y, como en su visita anterior, va a tocar con el pianista Ernesto Jodos, en un cuarteto que completan Rodrigo Domínguez en saxo tenor y Jerónimo Carmona en contrabajo (el viernes 27, a las diez de la noche, en Thelonious). Seguramente, muchos se acoradrán de Altschul por el grupo Circle que formó en la década de 1970 con Chick Corea, Anthony Braxton y Dave Holland, y que dejó en disco un famoso concierto en París editado por ECM. O por sus aventuras musicales con el pianista Paul Bley.

En un número de 2005 de la revista de jazz Cadence (vo. 31, número 2), se publicó una larga entrevista a Altschul de la que entresaco algunas de las respuestas, tan reveladoras como su música.

Sobre las diferencias en el uso de la batería entre el bebop y después: “Gente como Kenny Clarke y Max Roach cambiaron la función de la batería. Pero era principalmente un papel de acompañante, como quien maneja el colectivo para que viajen los solistas. La tarea fundamental consistía en lograr que lo que tocaban ellos sonara bien. Lo que yo y otros más empezamos a hacer luego fue convertirnos en pares de la conversación, de la improvisación, sin dejar de acompañar […] Creo que los bateristas ayudan a que se manifiesten las innovaciones del innovador.”

Sobre el océano, las drogas y Annette Peacock: “Fue durante uno de mis períodos de adicción a las drogas que imaginé la manera de tocar esa música [la de Peacock]. Durante un viaje con ácido, fui al mar, me senté y me dediqué a escuchar el ruido de las olas contra las rocas. Realmente pude escuchar cómo tocar [play] el mar. Eso era lo que necesitaba rítmicamente para la música de Annette.”

Sobre el disco Circle: “Creo que es uno de los peores conciertos que tocamos. Empezamos cuarenta y cinco minutos tarde y no nos dejaron entrar en la sala. No sabían que éramos el grupo programado. Así que no no sentíamos demasiado bien cuando salimos a tocar […] Estabamos en esa época tan metidos en la música que, después de cada concierto, seguíamos ensayando hasta las 3 o 4 de la mañana.”

In Memoriam Abbey Lincoln (1930-2010)

Cuando me disponía escribir un post sobre la visita del pianista András Schiff y sobre la coincidencia desaprovechada (desaprovechada para un concierto a dos pianos, ¿o habrá tiempo todavía?) de que esté en Buenos Aires los mismos días que Daniel Barenboim, vi que el pianista de jazz Vijay Iyer acababa de twitear la noticia de la muerte de Abbey Lincoln, quizás la más hermosa, en todo sentido, cantante de jazz (y compositora de canciones) de la historia, y mi preferida, en la solitaria compañía de Sheila Jordan. De sus discos no pueden no escucharse Abbey Is Blue (1959) y Straight Ahead (1961). Aquí un video con el baterista Max Roach, que fue además su marido durante algún tiempo, de esa primera época, la mejor, de su carrera.  

El regreso de la mujer fatal

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En los últimos días, hubo varias noticias relacionadas con la ópera. Por un lado, la temporada del Festival de Bayreuth con la dirección de Katharina Wagner y Eva Wagner y su discutida puesta de Lohengrin; por el otro, en el plano local, la puesta, según varios testimonios radical, de Giulio Cesare de Händel en el Teatro Argentino de La Plata. Pero también en el Festival de Salzburgo se presentó una nueva producción de Lulu de Alban Berg, con dirección musical de Marc Albrecht. Lo interesante fue que el papel de la protagonista estuvo a cargo de la soprano francesa Patricia Petibon. En el New York Times, Anthony Tomasini la calificó de “alegremente amoral”. Lo cierto es que, desde Christine Schäfer, Petibon es posiblemente la Lulu de mayor persuasión escénica. Lamentablemente, no hay todavía filmaciones de esa puesta. Para quienes no hayan escuchado ni visto a la soprano, una breve muestra en la que canta Chabrier.

Más música en la biblioteca

Dedicados enteramente a un compositor, los conciertos monográficos suelen deparar una especie de golpe de vista, de instantánea, y también un despliegue cronológico, como si en el lapso escaso de dos horas pudieran convivir sincronía y diacronía, continuidades y rupturas.

Una de las marcas de la gestión musical de la Biblioteca Nacional (antes a cargo de Ezequiel Grimson y ahora de Miguel Galperin) es justamente la realización de conciertos monográficos. En temporadas anteriores, hubo fechas dedicadas, entre otros, a Marta Lambertini, Julio Viera y Francisco Kröpfl. Este año, habrá otras dedicadas a Antonio Tauriello, Luis Mucillo y Manolo Juárez.

Pero el año empezará el miércoles 11 de agosto a las 19 hs. con el monográfico de Carmelo Saitta. Allí tocarán Juliana Moreno (flauta), Martín Moore (clarinete bajo), Henry R. Bay (trombón), Ana Foutel (piano), Elena Buchbinder (violín), Mariano Malamud (viola), Lucrecia Basaldúa (violoncello), Martín Devoto (violoncello), Carlos Triola (vibrafón), Gerardo Cavanna (marimba). La obra más reciente será Fantasía recurrente (2008), para flauta y trío de arcos. La más antigua, Regulaciones circunstanciales (1978), para violín, viola y violoncello. También está programada la pieza mixta D’apres Pliegues (2002), para piano y sonidos electrónicos. Para quienes no conozcan la música de Saitta, aquí justamente una grabación de esta última obra en versión de Foutel.

d’aprés

Jessye Norman: el recuerdo de un presente

NormanDescubrí a la cantante Jessye Norman, debe hacer más de veinte años, en una grabación del director Riccardo Muti con la Orquesta de Filadelfia que incluía la Sinfonía n° 3 de Brahms, y la Rapsodia para contralto coro masculino y orquesta, también de Brahms. Casi inmediatamente conocí su versión de Der Wein de Alban Berg, con Pierre Boulez. De ahí en más seguí sus discos con moderada devoción. El último, doble, que acaba de publicar Sony, está muy lejos de aquel repertorio. Se llama Roots, My Life, My Song y va de África a Estados Unidos, de spirituals a standards de jazz (“Stormy Weather”, “Mack the Knife”, varios temas de Duke Ellington). En las notas, Norman aclara que el disco consta de “música que forma parte de mi universo personal”.

Todo está cantado fuera de estilo, hay que decirlo. Sin embargo, “Blue Monk” depara un inesperado asombro. Allí, Norman no canta ninguna letra, canturrea distraídamente el tema de Thelonious Monk con un acompañamiento mínimo (el contrabajista es Ira Coleman) que vuelve a la versión digna de escucharse.

 06 Blue Monk [Live]

Una voz en el teléfono

Dado que muchos descubrieron al pianista con el post anterior, me permito insistir una vez más con Jason Moran, aunque ya no con Ten, su último disco, sino con el tema “Ringing Muy Phone”, del disco Presents the Bandwagon (2003).

Hace un tiempo, escribí que el procedimiento es bastante parecido al de la obra Voices and Piano, para piano y CD, del austríaco Peter Ablinger, una serie en curso sobre las voces de personajes célebres tomadas de registros diversos. Ablinger somete las voces a una especie de radiografía espectral, de tal modo que la voz grabada parece determinar las alturas e incluso la dinámica del piano. Según el compositor, “la parte para piano es el análisis de la voz”. Moran usa más bien la voz para improvisar sobre ella, aunque no habría que desdeñar la posibilidad de que conociera la serie de Ablinger. Pero, como escribí también hace un tiempo, es posible que Moran y Ablinger coincidan en la idea que en el fondo de cada voz habita una música secreta.

Las limitaciones musicales de las vuvuzelas

Hace un mes, nadie conocía la palabra. Desde entonces, se repitió hasta la náusea en todas partes. Lo que es peor, se oyó de manera incesante el instrumento que nombra. Pero, ¿qué posibilidades musicales tiene la vuvuzela? ¿Cómo sonarían Brahms y Ravel en vuvuzelas? Esa fue la pregunta que intentó responder Die Zeit por intermedio de tres instrumentistas de la Berlin Konzerthaus Orchestra. El resultado es el video que puede verse debajo y que ya circuló en varios blogs de música. Confiemos en que, con el final del mundial, nos olvidemos de la palabra y, especialmente, de su sonido.

Actualización: Aquí, la Filarmónica de Berlín con más de lo mismo, pero peor.

Otro disco que nunca llegará

41oM-oKZWzL__SL500_AA300_Hace cuatro días, el sello Blue Note editó Ten, el nuevo disco de Jason Moran, que probablemente no será nunca distribuido en Buenos Aires. A los 35 años, Moran, de quien ya nos ocupamos en este blog, es posiblemente uno de los dos o tres pianistas más apasionantes y originales de esa generación. En este registro, Moran está en trío con el contrabajista Tarus Mateen y el baterista Nasheet Waits (estuvo el año pasado en Buenos Aires con otro pianista, Fred Hersch). Del repertorio, que incluye piezas y temas de Leonard Bernstein y Thelonious Monk, uno propio, dos temas: “Blue Blocks”, y una curiosa versión de “Study 6”, originalmente para pianola, del compositor norteamericano Conlon Nancarrow.

Swing: más novedades sobre un post

Después del post anterior, cuyo tema era en el fondo la voluntad de que algo sea lo que nunca estuvo destinado a ser –el deseo infantil de tener lo que tienen otros–, el sitio de la Filarmónica de Berlín subió un video en el que puede verse (luego de un fragmento de Petrushka de Stravinsky) una parte mínima de la Swing Symphony del trompetista Wynton Marsalis. Aquí el link. Lo que se esccucha allí confirma algunos de los comentarios al primer post. En cuanto a la Third Stream (esa tercera corriente entre el jazz y la música clásica que, sin embargo, no era una ni la otra) fue desde el principio más ambiciosa que esta mera superposición de lenguajes. Y aun así, como dijo hace unos días Sonny Rollins, “el jazz es una música que puede absorber muchísimas cosas y seguir siendo jazz”.

Un matrimonio difícil

Marsalis-Rattle

Ayer, en la Berlin Philharmonie, el trompetista Wynton Marsalis estrenó su Swing Symphony, nombre de su tercera sinfonía. Del estreno, que se transmitió en vivo por el canal digital de la Filarmónica de Berlín en Internet, participaron, además de Marsalis, Simon Rattle, al frente de la Berliner Philarmoniker, y la Jazz at Lincoln Center Orchestra. La noticia apareció en varios medios (por ejemplo en JazzTimes) y en Die Welt se publicó una entrevista, relativamente extensa, a Marsalis.

A la pregunta de si cree estar rompiendo las fronteras entre el jazz y la música clásica, responde allí el trompetista: “Trabajo en eso. Antes que nada, veo que nuestros conciertos son bien recibidos y que al público le encanta nuestra música. Los críticos me respetan, y eso me complace mucho […] Cuando estaba en Londres, Rattle vino una vez a escucharnos con su esposa y bailó con ella nuestra música”. Un poco más adelante tienta también uns definición del jazz: “Jazz significa la creación de melodías basadas en el blues en una cierta forma armónica sobre la que se improvisa; significa swing y diálogo grupal”. Las entrevistas a Marsalis siempre son apasionates, como esa que se publicó el año pasdado en España en la que decía que Cecil Taylor no era un músico de jazz (mientras Marsalis estaba de gira tocando flamenco).

Por otro lado, queda irresuelto el problema de qué precio pagan tanto el jazz como la música clásica por esa confluencia propiciada, sobre todo luego del fracaso (es cierto que glorioso) de la llamada Third Stream (Tercera Corriente), que imaginó en los años cincuenta Gunther Schuller.  (La foto de arriba, la del saludo con los ramos de flores, tiene una solemnidad algo fúnebre).

Marsalis-Quasthoff

(Se ve además que el estreno resultó atractivo para muchos. En la foto de abajo se puede ver también al barítono alemán Thomas Quasthoff bromeando con el trompetista).