El libro del desasosiego y su ópera

En la entrada anterior, se hablaba de la ópera instantánea que el holandés Michel van der Aa había escrito sobre los mineros chilenos. Pero sería quizás injusto reducir su composición para la escena a ese minuto televisivo. Aquí puede verse el trailer (sí, hay trailers de óperas) de The Book of Disquiet, la pieza de teatro musical que compuso sobre el Libro del desasosiego, del poeta portugués Fernando Pessoa. Más allá de los comentarios que puedan hacerse sobre la música, es interesante el modo en que la puesta despliega en las filmaciones el problema de los heterónomos del poeta, y cómo esto se corresponde asimismo con la condición fragmentaria del libro de Pessoa, además de mostrar las posibilidades del video en la renovación del género. Aquí y aquí hay más información sobre la obra.

The Book of Disquiet - trailer from Michel van der Aa on Vimeo.

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La ópera de un minuto dedicada a los mineros de Chile

En la nota de tapa de ADN de hoy dedicada a la ópera, se menciona una ópera de un minuto escrita (en 24 horas) por el compositor holandés Michel van der Aa y dedicada a los mineros de Chile. Se la puede ver en este video. No hace falta escuchar la entrevista en holandés: empieza en 6:35. La mezzo es Tania Kross.

El método del silencio

Calveyra (picture)“En verdad, decía hacia tiempo mi tema era el silencio. Eso que entra en la composición de una palabra, fábula difusa que llega con cada una de ellas, palabras en conversaciones con un verso.

A tratar de que impregnara lo escrito y lo por escribirse. Que algún día llegará a convertirse en la trama y razón de ser mi tarea.

Es así como fui descubriendo que desde hacía años, hablara de lo que hablara, escribiera lo que escribiera, mi tema no era otro que el silencio.

[…]

Empecé, decía, por trabajar en silencio, acaso por sorprenderlo o, simplemente, para ir en su búsqueda. Un buen día caíe en la cuenta de que había empezado a utilizarlo en mi trabajo, a servirme de él como si se tratara de una palabra más entre las palabras en juego.

[…]

Mi búsqueda de una palabra es ahora función de ese silencio.”

Lo escribe el poeta Arnaldo Calveyra en el libro El caballo blanco de Mozart, recopilación de ensayitos, artículos y reseñas (todos a su modo también poemas) recién publicado por la editorial La Bestia Equilátera.

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Los discos del año

Se anunciaron en estos días los premios Gramophon 2010, los más importantes de la menguante industria del disco clásico. Hay allí varios actos de justicia (el premio especial a la trayectoria concedido al pianista Alfred Brendel, el Viaje de invierno de Paul Lewis y Mark Padmore –que merecería otras consideraciones en algún próximo post– o la elección como artista joven del año de la cellista argentina Sol Gabetta, que tocará dentro de unos días, el 4 de noviembre, en el Teatro Colón), pero acaso ninguno mayor que el premio de disco “instrumental” del año a Volodos in Vienna del pianista ruso Arcadi Volodos.

En marzo de 2009, Volodos ofreció en la gran sala del Musikverein un recital con los Preludios op. 37/1 y op. 11/18, Dance languide, Guirlandes y la Sonata n° 7, de Alexander Scriabin; los Valses nobles y sentimentales, de Maurice Ravel; las Waldszenen, de Robert Schumann, y la Dante Sonata, de Franz Liszt. El programa es un libro de siete sellos que el músico revela con pasmosa sensibilidad, sin violencia. Tal vez nunca resultó tan fúnebre el final de los Valses nobles y sentimentales, de Ravel, despedida, llena de elegantes durezas, a la posibilidad misma del vals. Pero en realidad cada una de las piezas depara un enigma. En la Sonata n° 7, de Scriabin, ese enigma aparece ya en esa indicación en francés (mystérieusement sonore) que puntea toda la partitura, pero también en su rara narración, simple contorno de la forma sonata, y en su laberinto de ecos. No hay nada explícito en las interpretaciones de Volodos. Sólo alguien que conoce como este pianista la intimidad de un secreto puede reflejarlo como misterio. Aquí, una muestra de ese concierto, el principio, con las piezas breves de Scriabin.

El músico del mes

Además del inicio del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín, el mes de octubre tendrá otra singularidad musical: será un poco el “mes Tauriello”. Nacido en 1931, Antonio Tauriello es uno de los compositores argentinos más originales pero, a la vez, e inversamente, un compositor muy poco escuchado y programado, por lo menos últimamente. Este mes, dos conciertos empezaran a reparar ese olvido. Primero, mañana mismo a las 17 hs. en la Biblioteca Nacional, se realizará un concierto monográfico auspiciado por Melos Ediciones con producción del también compositor Antonio Zimmerman. La interpretación estará a cargo del Ad Limitum Ensamble, que integran Guillermo Irusta (flauta), Elena Buchbinder (violín), Marisa Hurtado (contrabajo) y Alejandro Labastía y Tomás Nine. El programa incluye obras de muy distintas épocas: Memoria para piano solo, Diferencias, para flauta y piano, Cuatro piezas d’après Alban Berg, para violín y piano, y Al menor ruido los pájaros se callan, para violín, piano, contrabajo y cinta.

En el otro extremo del mes, el 30 de octubre, la orquesta estable del Teatro Argentino de La Plata presentará, con dirección de Alejo Pérez, la primera audición de Culebra de nubes. La historia de esta obra es particular y, a la vez, emblemática (emblemática del modo espasmódico de circulación de la música contemporánea argentina): un ballet encargado por el Teatro Colón en 1975 que, sin embargo, nunca llegó a estrenarse

Aquí se puede escuchar Impromptus en homenaje a A. Schoenberg, en una versión de la Sinfonietta de la Fundación Omega dirigida por Gerardo Gandini y tomada del CD Panorama de la música argentina. 1928-1931 (Cosentino). En esta pieza, como en casi todas las suyas, la divisa de Tauriello podría ser una frase que él mismo dijo en una entrevista publicada en la revista Lulú: “La complejidad no excluye la poesía”.

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Cuando la música clásica quiere ser sexy

Una vez le preguntaron a Daniel Barenboim si veía mentalmente alguna imagen mientras tocaba el piano o mientras dirigía. Contestó que no, que nunca se imaginaba, por ejemplo, una montaña de la región de Baviera, pero que, en cambio, cuando veía una montaña de la región de Baviera podía imaginar (o recordar) una música. Desde siempre, el arte de tapa de los discos pretendió instalar un cierto protocolo de audición. Pero aquello que antes quedaba confinado sobre todo a los paisajes fue mutando hacia la glorificación estelar del intérprete. La industria menguante del disco quiere que sus artistas circulen en el mercado como artistas pop y produce videos de cantantes líricas que parecen el reverso prestigioso de un clip de Britney Spears.

Pero el cruce entre el arte de tapa del disco clásico y el sexo es bastante anterior. (Después de todo, Glenn Gould decía que la música Brahms era sexy). En la galería, pueden verse varias tapas de distintas épocas (algunas tomadas del sitio NPR). Aun así, hay tal vez una diferencia: antes se buscaban imágenes sexy; ahora se busca que los músicos lo sean. La última tapa, de un disco de Marlene Dietrich, no pertenece estrictamente a la serie, pero habría sido una pena no incluirla porque es la única que no se resigna al kitsch.

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Dos nuevas obras

El domingo pasado, en el ciclo de música contemporánea que se realiza en el Centro Nacional de la Música (en la calle México, donde funcionaba la vieja Biblioteca Nacional), la pianista Susana Kasakoff estrenó dos nuevas obras para piano de los compositores argentinos Juan Ortiz de Zárate y Luis Mucillo. Tocó también piezas para piano y cinta de Mario Davidovsky y Jonathan Harvey, dos de los Estudios para piano de Ligeti (“Arco Iris” y “Otoño en Varsovia”) –una verdadera especialidad de Kasakoff– y los 7 Preludios de Gandini. Pero lo más interesante fueron las primeras audiciones.

Las aproximaciones al piano de Ortiz de Zárate y de Mucillo no podrían ser más diferentes. A true lover’s knot, de Mucillo, parte de la balada escocesa Barbara Allen, pero es en realidad un auténtico homenaje a la música de Estados Unidos, con alusiones a Charles Ives y George Gershwin (puede escucharse incluso una cita de “Summertime”. Pero por otro lado, la operación remite más bien a la pasión del australiano Percy Grainger, parejamente original y extravagante, por trabajar con canciones folklóricas. La pieza de Mucillo es eminentemente pianística, pero quien preste atención se dará cuenta de que admite una proyección orquestal. Pianissimo de Ortiz de Zárate, en cambio, parece irreductible, y de hecho podría escucharse como un estudio de las posibilidades dinámicas del piano. Acá pueden verse las dos obras en el orden en que se tocarosn, primero la de Mucillo y después de la Ortiz de Zárate.

Máquina lírica

El grupo Buenos Aires Sonora presentó en el Teatro Argentino de La Plata 120 Máquina lírica de Martín Liut. La obra, que se despliega por todo el teatro –menos, significativamente, en la sala principal, la Alberto Ginastera– parece combinar dos mundos: el de la intervención sonora de espacios públicos y el del teatro musical. Pero supone también una historia condensada del Argentino (de ahí que la pieza no pueda realizarse en otros espacios, o bien que, de hacerse, tal vez no tenga sentido) y una revisión del género lírico y de sus restos. El compositor explicó en una entrevista el procedimiento, y aquí se puede leer una comentario crítico del resultado. El video, más bien casero, muestra la última escena, final del recorrido, en el espacio del TACEC (el centro de experimentación del Argentino), debajo de la sala Ginastera. En palabras de Liut, “los cantantes están arriba ‘ensayando’ una música que escribí para la situación. Lo primero no tiene texto, lo segundo, una especie de proto madrigal, tiene un texto que no se entiende por la extensión y la polifonía. Pero dice, simplemente: ‘Cantar y actuar, solo queremos’.”

Vida de afinador

Todo aquel que haya tocado alguna vez el piano, siga tocándolo, o incluso posea simplemente un piano y quiera mantenerlo en condiciones aceptables habrá conocido y tratado a algún afinador. Cualquiera de ellos sabrá que los afinadores de piano son, por decirlo delicadamente, personas singulares. Ningún afinador se parece a otro, pero todos participan de un mismo aire de familia, una misma extravagancia. Tal vez sea el efecto de saber que atienden a un paciente (el piano) que casi siempre, mal o bien, los sobrevivirá. Yo recuerdo al “señor B.” (pasemos por alto los nombres), que parecía conocer todos los pianos de la ciudad y a sus episódicos propietarios; a un audaz que venía en bicicleta de Banfield a Belgrano; y al actual, el ruso Maxim, calladísimo y eficiente. Werner Herzog fimó ya The piano Tuner, que no pudo verse todavía. Claro que nada de esto puede compararse con la tarea de Stefan Knüpfer, el afinador de las estrellas del piano, de aquél que afina los pianos de Alfred Brendel (antes del retiro), Pierre-Laurent Aimard o Lang Lang. De eso se ocupa la película Pianomania, de Lilian Franck y Robert Cibis. Aquí pueden verse los trailers en inglés y en alemán (no son exactamente iguales).

Otra (nueva) Lulu

Después de las noticias anteriores sobre la ópera Lulu de Alban Berg con la cantante Patricia Petibon, me entero ahora de que se editó en DVD una puesta del año pasado en el Covent Garden, con dirección de Antonio Pappano y la soprano Agneta Eichenholz en el papel principal. Según parece, la puesta ascética de Christof Loy mereció algunas discusiones. Aun así, me atrevería a decir que vale la pena verla. En el primero de los videos, un adelanto de la puesta en el Covent Garden. Después, un fragmento del DVD, que seguramente no llegará nunca a Buenos Aires, ni siquieta tal vez como importado. (No querría asegurar nada: hace una semanas predije que el disco Ten del pianista Jason Moran no llegaría, y tres días después EMI lo editó localmente).

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