Goethe escribió una vez que un cuarteto de cuerdas era el ideal de cuatro amigos. No debería entenderse, sin embargo, que un cuarteto son cuatro amigos que deciden tocar juntos, sino, más bien, que la amistad transcurriría según Goethe en la esfera ideal de la música. (No olvidemos que el cuarteto de cuerdas constituye el epítome de la música absoluta). Esto implica a veces que el contacto personal se reduzca en honor a la amistad musical. Recuerdo una entrevista al Alban Berg Quartett en el que creo que Günter Pichler, uno de sus violinistas, contaba que, en las giras, elegían incluso asientos separados en los aviones.
Disuelto ya el Alban Berg, elEmerson String Quartetes posiblemente el más activo y consistente cuarteto de cuerdas del mundo, y el ejemplo de ese ideal goetheano de amistad. Mañana, lunes, y el martes tocarán en el Teatro Colón invitados por el Mozarteum Argentino. El programa incluye el Cuarteto en do sostenido menor op. 131, de Beethoven, el Cuarteto para cuerdas n° 6 de Bartók, y el Cuarteto para cuerdas nº 5 en Mi bemol mayor, Op. 44 nº 3, de Mendelssohn. Como en el caso de los cuartetos de Beethoven el Emerson grabó una integral de los de Mendelssohn para Deutsche Grammophon (ahora son artistas de Sony). De allí, el Scherzo de la obra que tocarán en Buenos Aires.
Este no es un blog de cine, pero se me perdonará esta breve digresión. Ayer, durante la presentación de su película Melancholia en el Festival de Cannes, el director Lars von Trier levantó un escándalocuando, en la conferencia de prensa, dijo que “comprendía a Hitler”, lo que ocasionó que lo declararan persona non grata en el festival. Más tarde, se retractó y pidió disculpas por correo electrónico. Esto no volverá atrásla decisión de la distribuidora local de que su film no se circule en Argentina. No se retractó, en cambio, de otras de sus declaraciones: por ejemplo, la voluntad de hacer un film hardcore con Kirsten Dunst (foto de arriba) y Charlotte Gainsbourg, las actrices de su última película.
Viendo el trailer de Melancholia, con su uso de Tristán e Isolda, a uno se le ocurre sin embargo otra cosa. Dado que Wim Wendersno dirigirá finalmente en Bayreuth la producción de El anillo del nibelungo por el bicentenario, en 2013, del nacimiento de Richard Wagner, ¿no habría sido Von Trier, como observó el crítico inglés Gavin Plumley, el director adecuado para hacer semejante puesta? Quizás lo fuera hasta el martes. Sus declaraciones de ayer lo inhabilitaron con justicia para siempre.
En el último número de larevista Jazz Times, Ethan Iverson, pianista del grupo The Bad Plus, entrevista al saxofonista Lee Konitz –héroe del jazz y emblema del estilo llamado cool– que saca un disco en ECMcon Brad Mehldau, Charlie Haden y Paul Motian. Aquí solamente un parte, el fragmento final.
ETHAN IVERSON: ¿Podemos hacer algunas asociaciones de palabras? Digo un nombre y usted reacciona… Frankie Trumbauer
LEE KONITZ: Fue una influencia sobre Lester Young… Él y Bix Beiderbecke deben haber sido los primero músicos del cool.
EI: Bix Beiderbecke.
LK: Bix Beiderbecke era un gran músico, pero lamentablemente tenía malos hábitos y no vivió lo suficiente para desarrollar su talento. Pero tocaba de manera hermosa la trompeta y el piano.
EI: Duke Ellington
LK: Duke Ellington era un gran líder de banda. No sé quién hacía todos esos arreglos. No me imagino a Duke sentado y trabajando en los arreglos. Sé que tenía un equipo de arregladores. Por supuesto, Billy Strayhorn era un gran socio. Supongo que él compuso y arregló mucho.
EI: ¿Qué puede decir del pianismo de Duke?
LK: Me gustaba, pero no era mi pianista favorito.
EI: Lester Young.
LK: Lester Young fue siempre uno de mis improvisadores preferidos. A veces, cuando estudia y tocaba con grabaciones de él, tenía ganas de tocar más el saxo tenor. Justamente estaba escuchando hoy unas grabaciones que hizo con Nat King Cole y Buddy Rich y son liadísimas. Diría que es mi favorite
[…]
EI: Charlie Parker.
LK: Charlie Parker fue el maestro del saxo alto en los años cuarenta. Lo afectaban las sustancias que consumía, y creo que esto excitaba su música hasta el punto de la exasperación, pero era tan brillante que resultaba siempre musical. Terminó siendo un estilista. Cuando se dio cuenta de que todo el mundo tocaba y escribía como él, se sintió obligado a reinventarse a sí mismo. Eso lo enfermó. was the master of the alto saxophone in the ’40s. He was affected by the substances he used. I think that it kind of excited his music to
[…]
EI: Lennie Tristano.
LK: Era un intérprete y un teórico brillante. Y un brillante maestro además, trataba a cada estudiante individualmente y no sólo con material teórico común, para alentarlos a improvisar. Tengo una profunda deuda con esa influencia.
[…]
EI: Paul Bley.
LK: Hace tiempo que no escucho. Era muy divertido tocar con él, a veces un poco difícil, pero intentaba que todo sonora como si fuera nuevo.
EI: Me habría gustado escuchar más grabaciones de Paul Bley con Sonny Rollins.
LK: Creo que a todos. Fui a escucharlos, una tarde, a una session en un club de San Francisco, cuando yo todavía vivía allá. Sonny no había aparecido. Paul tocó un par de temas. Por alguna razón, yo llevaba el saxo encima (en egenral no lo llevo). Toqué un par de temas con él. Después llegó Sonny e hizo explotar el local. Completamente free.
EI: Me habría gustado estar ahí esa tarde.
LK: No creo que nadie lo haya grabado.
EI: Como dijo Eric Dolphy, lo mejor suele perderse en el aire.
Para quienes no lo hayan escuchado nunca, en este video se lo puede ver acompañado por Bill Evans.
No voy cansarme derecomendar estos tres nuevos discos de Daniel Barenboim; dos, en condición de pianista, para Deutsche Grammophon, y otro, como director de la West-Eastern Divan Orchestra, para Decca (los dos sellos integran el grupo Universal). Para justificar el último, alcanza la versión de las Variaciones op. 31 de Schönberg. Los dos primeros, dedicados enteramente a Chopin, son una verdadera revelación. A pesar de su reiterada frecuentación, la música de Chopin sigue teniendo algo de esfinge, reticente revelar su secreto. En uno de sus libros, Charles Rosen había observado que Chopin personificaba la paradoja de ser el compositor más conservador y a la vez más radical de su generación. Ese doble rostro chopiniano es el que se escucha en estos discos de Barenboim, y es posible que su lectura, tan inteligente, se condense en el último movimiento de la Sonata en si bemol menor.
En la nota de tapa de ADNde hoy, dedicada al centenario de la muerte de Gustav Mahler, se habla del compositor en términos de miniaturas: Mahler, que escribió algunas de las sinfonías más colosales (por la cantidad de fuerzas que movilizan) sería, más íntimamente, un miniaturista. Quien no esté del todo convencido, puede prestar atención al video de arriba, con Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Viena. Es el principio del segundo movimiento (“Nachtmusik”) de la Sinfonía n° 7. Hay que prestar atención al pasaje que va de 0.39” a 1’15”.
El anuncio de la Konzerthaus de Berlín según el cual se presentará en el Teatro Colón una versión acotada, a cargo de Cord Garben, de El anillo del nibelungo, el ciclo de Richard Wagner, vuelve a poner el foco en el problema de las reducciones. A principios de este año, se vio El gran macabrode György Ligeti sin orquesta. Es cierto que en esa oportunidad el problema fue de orden gremial. Ahora, sin embargo, es la propia bisnieta del compositor, Katharina Wagner, directora además del Festival de Bayreuth, quien aprueba esta “versión compacta” que reduce la duración total de los cuatro dramas musicales (El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses) de alrededor de 14 horas a 7. Tal vez esta versión Reader’s Digest sea eficaz. No podemos saberlo todavía. Pero debería discutirse si es lícita estéticamente, más allá de la aprobación legal de la bisnieta.
La excusa es que de esta manera se podrá ver el Anillo en lugares que no podrían afrontar los costos de la producción completa. Lo cierto es que no se verá el Anillo y sí, en cambio, su versión compactada, que reduce no solamente los costos sino también la probable impaciencia del que escucha. Posiblemente, más adelante decidan hacer lo mismo con Parsifal; o incluso, como observó Martín Liut en el Facebook de este blog, algún día podremos quizá disfrutar de Tristán e Isolda en su totalidad gracias a su más concentrada y lograda síntesis: el acorde inicial.
(En la foto superior, puede verse la puesta de Katharina Wagner para Los maestros cantores).
Acabo de abrir Rojotango, el disco del barítono uruguayo Erwin Schrott (casado con Anna Netrebko) con arreglos del argentino Pablo Ziegler recién editado por Sony, y veo que las notas (una parte de ellas, por lo menos) fueron escritas por Mario Vargas Llosa. Es un testimonio más bien escueto que, entre otras cosas, dice lo siguiente: “No es fácil para un gran cantante de ópera salir de las salas más prestigiosas del mundo –salas en las que fascinó al público y la crítica en papeles de Mozart, Gounod o Berlioz– al tipo de lugares donde la gente va tocar y escuchar tango y milonga: locales del suburbio o pequeños e íntimos cabarets. Y sin embargo, el maravilloso barítono uruguayo Erwin Schrott hizo ese viaje, y lo hizo con estilo”.
Podemos dudar un poco del respeto al estilo. En cambio, resulta más interesante lo que dice el propio Schrott: “El tango es como una ópera; una ópera del Río de la Plata. En la ópera, la trama se desarrolla a lo largo de dos o tres horas. El tenor sale a escena y se enamora de la soprano; la soprano se enferma y muere; el barítono mata al tenor y se queda solo para sufrir su amor no correspondido… Todo esto pasa también en el tango, ¡pero entre tres minutos en lugar de en tres horas!” Pero no todo el repertorio de Rojotango está dedicado al tango; está también “Gracias a la vida” de Violeta Parra, y “Agua y vino” de Egberto Gismonti. En cualquier caso, Schrott pertenece se inscribe ahora en esa línea de cantantes líricos que cantan tango que inauguró quizás Tito Schipa con su versión de “La cumparsita”.
¿Que cómo suena? Aquí, la piazzolliana “Milonga del viento”, escrita por Ziegler.
Este post podría haberse llamado también “Impromptu, d’apres Tauriello.” La muerte del compositor argentino Antonio Tauriello, el miércoles pasado, es una pérdida no sólo en términos musicales (quedan siempre sus obras) sino incluso simbólicos: su figura, aun públicamente poco visible en el último tiempo, seguía gravitando. Como muchos, conocí la música de Tauriello por su Toccata para piano, y sus ideas, más adelante, por una entrevista publicada en el número 1 de la revista Lulú que tenía un título desconcertante: “Cuando vi la carta que Lulú le dicta al Dr. Schön sentí escalofríos”. Hablaba de la ópera Lulu, de Alban Berg, quizás su músico preferido. En esa misma entrevista, y a propósito justamente de Berg, Tauriello dejó esa definición que vale más que nadie para sí mismo: “La complejidad no excluye la poesía”.
La cercanía de la Feria del Libro nos autoriza a pensar, una vez más en el libro, tal como allí se presenta: como objeto. Dentro de unos años (o quizás hoy mismo), este video de 1947 podría pasarse en las escuelas para mostrar cómo se hacían los libros en el siglo XX, es decir, un gran número de los libros que todavía leemos. Las imágenes son un documento completísimo para mostrar el camino que lleva, literalmente, del autor al lector. (vía Twitter: @matiasfernandez)
Un ejemplo de cómo la obertura de Elverhøj del compositor danés (aunque nacido en alemania) Friedrich Kuhlau alcanza para cometer un robo. También, una muestra de la manera en la que la música concreta puede ser puesta al servicio del delito.