Arte para los discos (nueva entrega)

 

Hace tiempo hablamos del mal arte de tapa de ciertos discos de música clásica (y algunos de jazz). Ahora hay que hablar del bueno. La excusa es la muerte, la semana pasada y a los 94 años, del diseñador Alex Steinweiss, que fue el responsable de la primera tapa de un LP. Lo interesante de Steinweiss es el modo en que cada una de sus tapas, en un estilo continuo y propio, consigue revelar algo –aunque sea evidente– de la música que su diseño envuelve. Acá puede verse una mínima muestra de un arte que parece ya perdido.

Voz y violín

Después de su actuación, se fue la mezzosoprano Angelika Kirchschlager, y llega ahora el violinista Joshua Bell (tocará el concierto de Max Bruch con la Filarmónica de Buenos Aires). La segunda parte del concierto que compartió con la Camerata Bern –dedicada enteramente a Franz Schubert– fue inolvidable tanto por la versión del Cuarteto “La muerte y la doncella” como por los lieder que cantó Kirchschlager.

Aquí se los puede ver a los dos (a ella y a Bell) juntos en “Du bist die Ruh”, uno de los lieder más hermosos de los cientos de ellos que escribió Schubert.

 

 

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¿Escuchar a Pettinato o a Henry Grimes?

El saxofonista y animador televisivo Roberto Pettinato acaba de sacar un nuevo disco. Se llama, larga y significativamente, My Head Is My Only House Unless It Rains, y lo publicó Sony. Son cuatro temas tocados en trío. Además del baterista Tyshawn Sorey, acompaña a Pettinato Henry Grimes. Pettinato nunca ocultó su simpatía por el llamado free jazz (una forma en principio no idiomática que terminó siendo un idioma) y Grimes es posiblemente el contrabajista más emblemático de esa corriente. Con una discografía inmensa, tocó, desde fines de la década de 1950, con casi todos los músicos más relevantes del género, de Benny Goodman a Sonny Rollins pasando por Lee Konitz, y fue el además contrabajista preferido de Cecil Taylor durante un buen tiempo (se lo puede escuchar en los discos Unit Structures y en Conquistador).

Aquí, en My Head Is My Only House Unless It Rains, toca también violín. El disco incluye una versión algo humorística de “Aurora” (el aria de Héctor Panizza convertida luego canción patria), pero “Walking Again Alter All These Years” es más interesante.

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Cecil Taylor: un héroe del jazz

Desde hace unos años, cada temporada trae el mismo rumor: que ahora –sí, finalmente– Cecil Taylor tocará en Argentina. La de 2011 también trajo ese rumor pero con un poco más de certezas: será (sería) en septiembre. Incidentalmente, ojalá su visita aliente la consumación de un viejo proyecto declarado hace ya largo tiempo en ADN y en este blog.

Taylor es un verdadero héroe del jazz que, sin embargo, va más allá del género. Así lo entienden también quienes pretenden recaudar fondos para convertir su casa de Brooklyn en un museo y conservar sus manuscritos (de poesía y de música), su colección de arte y sus numerosos objetos (postres, etc.) vinculados con el jazz. En el video de arriba, parte de un documental en inglés (confío sin embargo, en que podrá entenderse), se ve ese espacio, y se lo oye a Taylor opinando, tocando y, hacia el final, bailando.

 

Un hombre y un hi-hat: ¿hace falta algo más?

Guillermo Bazzola, guitarrista argentino radicado hace tiempo en España y querido amigo, compartió en su Facebook este video de Max Roach, parte de una serie. Creo que el asombro exime de agregar nada más.

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El corsario vuelve al Colón

A partir de esta noche, volverá a subir a escena en el Teatro Colón Simón Boccanegra, después ocho temporadas (si no me equivoco, la última fue en 2003 con dirección de Massimo Biscardi). El resto de las funciones puede consultarse aquí. Ignoramos todavía cómo resultará, escénica y musicalmente, esta nueva versión. Quien no haya visto nunca la ópera, puede darse una idea con este fragmento, la formidable última escena con la muerte del corsario. La versión del video es memorable (tomada en la Scala en 1975); con Piero Cappuccilli (Simon), Mirella Freni (Amelia/Maria), Nikolay Ghiaurov (Fiesco), Veriano Luchetti (Gabrielle Adorno), dirección de Claudio Abbado y régie de Giorgio Strehler.

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El Schubert de Paul Lewis

La integral de sonatas de Beethoven que registró el pianista inglés Paul Lewis fue posiblemente la mejor noticia que tuvo ese repertorio desde las versiones de András Schiff. No menos renovadoras fueron sus grabaciones de los ciclos de canciones de Franz Schubert, que acaban de completarse con Schwanengesang. Falta el resto de la música para piano de Schubert, que Lewis grabó fragmentariamente: algunas sonatas, y el disco con Steven Osborne de dúos, que incluía la Fantasía en fa menor, para piano a 4 manos. Sin embargo, hay también otra versión de la Fantasía, menos conocida quizás, la que puede verse en el video (por desgracia, la calidad de la imagen no es la mejor), en compañía de la también inglesa Imogen Cooper.

Músico peso mediano

Fue el crítico Leonard Feather quien llamó al saxofonista tenor Hank Mobley “el peso mediano del tenor”. La ocurrencia fue exitosa y resulta difícil resistir la tentación de citarla cuando se habla de Mobley. Feather no pretendía disminuir al músico sino señalar su exacta ubicación en la época: entre Sonny Rollins (peso pesado) y Lester Young (peso ligero). Al mismo tiempo, sin embargo, la definición podría extenderse a su situación en el género y a su estilo: a pesar de ser uno de los héroes del instrumento, un verdadero estilista, quedó un poco a media luz, y en una época de planes veloces, él optó por cierta morosidad.

Fue un típico artista del sello Blue Note, y lo mismo que ese sello, no grabó nunca un disco malo. Hay cierto acuerdo en que el más logrado fue Soul Station, de 1960. Si me preguntaran, diría que prefiero No Room for Squares, pero es indudable que Soul Station (con Wynton Kelly en piano, Paul Chambers en contrabajo y Art Blakey en batería) es el más representativo del arte de Mobley. EMI acaba de publicar ahora ese disco en Argentina, en la versión remasterizada por el ingeniero de sonido Rudy van Gelder. Son casi cuarenta minutos en los que todo transcurre con felicidad: los dos standards y los cuatro originales, uno de los cuales es “Dig Dis”.

 

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Un pianista para Liszt

El jueves, va a actuar el italiano Michele Campanella en el Teatro Coliseo. Es probable que ese nombre no revele demasiado, pero hay que decir que este pianista quizás sea, en la actualidad, uno de los intérpretes más consistentes de la obra de Franz Liszt. Invitado por Nuova Harmonia –será una conmemoración por el 200 aniversario de su nacimiento– tocará un programa dedicado enteramente a Liszt. Campanella grabó para Phillips varias de las transcripciones lisztianas y las Rapsodias húngaras. Pero no son esos los discos que yo prefiero de él. Siempre me gustó otro un poco más secreto y titulado sencillamente Wagner-Liszt, publicado por el sello alemán Acanta y grabado –no sin fetichismo– en el piano del propio Wagner en Wahnfried (un Steinway de 1876 que se ve en la tapa del disco).

Están allí, por supuesto, las transcripciones (“Walhall”, “Elsas Brautzug zum Münster”, “Spinnerlied”), Am Grabe Richard Wagners, R. W.-Venezia, pero también otras conectadas de manera más sinuosa con Wagner; entre ellas, Die Trauergondel I y II (casi como un presagio, Liszt escribió estas “góndolas lúgubres” poco antes de que Wagner viajara a Venecia, donde murió), la Bagatela sin tonalidad y sobre todo la misteriosa Sancta Dorothea, de 1877, muy poco grabada, que revela a la obra y al pianista.

“La flauta mágica”, reducida por Peter Brook

Después de otros dos episodios recientes de “reducción” de óperas, llega ahora un tercero, aunque no en Argentina. Para la puesta de La flauta mágica de Mozart que se verá hasta el 17 de julio en el Lincoln Center Festival, el director Peter Brook, de 86 años, decidió realizar una destilación radical de sus elementos: habrá solamente una cañas de bambú en escena, siete cantantes y un piano.

Explica Brook: “Vimos que algunos personajes ya no eran necesarios. Y al prescindir de esos personajes y de algunas decoraciones de la música y la trama de la época, descubrimos que Schikaneder [libretista de la ópera] había escrito una historia hermosamente pura”. Y más adelante: Schikanader era un hombre práctico con un teatro muy popular. No se trataba de una grand opera. Así que Mozart dijo: ‘Trabajemos juntos, pero llamemos ópera a lo que hagamos; llamémoslo singspiel‘. Así liberó a la obra de la tradición de la grand opera y de las grandes salas”.

Tal vez después del 17 haya imágenes para constatar si las ideas de Brook mantienen cierta fidelidad a ese espíritu mozartiano, o, en el caso de que no, dónde reside su novedad.

 

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