Si las cosas son del color del cristal con que se mira se podría decir que Amalia Granata no es nada: no es modelo, no es actriz, no es bailarina, no es periodista ni conductora. Pero, a la vez, es todo: es modelo (la contratan para desfilar, sobre todo en el interior), es actriz (Florencia de la V quería que actúe en su obra), es bailarina (participó de Bailando por un sueño), es periodista (hace preguntas en Un Mundo Perfecto) y es conductora (está por debutar al frente de Zapping de Verano, en Telefé).
¿Por qué Amalia Granata es todo, siendo nada?
Desde el principio, cuando se hizo conocida por su affaire con Robbie Williams, ella decidió usar las únicas -pocas- armas que tenía para el gran objetivo gran: ser famosa. En ese momento, fue el romance con el británico. Después, su dudosa carrera en Chile y, más tarde, su paso por la casa de Gran Hermano. Finalmente, el golpe de gracia: convivencia, embarazo y separación polémica con un futbolista, Christian Fabbiani.
Sin ningún tipo de escrúpulos, Granata exhibió su vida toda, sin filtro, a quien se lo pidió. Se entregó por completo a lo que los medios quisieron de ella. Mostró cuerpo y alma. Peleó por un lugar a costa suya y de su hija.
A diferencia de las otras, Granata se mandó sin medias tintas. No negó, no ocultó, no mintió. Se desgarró en cámara y se mostró orgullosa.
Se jugó y ganó.
Aunque el costo haya sido su propia intimidad. Nada menos.