Vive en la montaña, en una casa de madera con huerta orgánica, a 80 kilómetros del Mar Caribe y a 50 del Océano Pacífico, en un paraíso centroamericano llamado Boquete, en la zona Oeste de Panamá. Emiko Yamamoto pudo escapar de la “jaula de oro” (como ella le dice) en la que vivía con Rolando Hanglin. Y rehizo su vida.
Seguro recuerdan que el día que ella lo dejó, en 2006, él la acusó de haberle robado 23 mil dólares de su caja fuerte, con denuncia policial y todo. Armó un revuelo mediático que la dejó muy mal parada y todo terminó en la Justicia. Después de dos años de litigio, Hanglin tuvo que pedirle disculpas públicamente en su programa de Radio 10. Por suerte, Emiko ya estaba en otra historia. Al poco tiempo de separarse, conoció al italiano Paolo Zanaboni en una playa nudista de Chapadmalal.
Ella daba allí clases de yoga. El estaba recorriendo Sudamérica a bordo de una camioneta. Se enamoraron y Emiko dejó todo y se fue con él a vivir a Buenos Aires. Reciclaron un departamento, se casaron y se compraron un perro. Cuando se sintieron ahogados en la ciudad, se subieron los tres nuevamente a la camioneta y se fueron a recorrer el mundo, durante dos años.
En 2010 llegaron a Panamá y decidieron instalarse ahí. Ella podría dar clases de yoga y él, diseñar páginas web. Ellos mismos refaccionaron la casa donde viven. ¡Hasta tienen un campo con bananero y todo!
Emiko se enteró hace poco, por un ex alumno de yoga, que Hanglin se había casado con Martita nuevamente. Ella misma me lo contó mientras me relataba su vida en el chat de Facebook. “Qué genio, el tipo se recicla todo el tiempo, ¡chapeau!”, me dijo. “El tiempo lo cura todo y yo ya curé mi corazón de todo lo que pasó, que en su momento me hizo mucho daño.”
¡Se nota!
