“¡Mirá: un avión!”, y los dedos señalan al cielo, a la mole metálica que desafía la sensatez y levita con 100, 200, 400 u 800 personas en su vientre. No importa cuántas veces seamos testigos de ese espectáculo, lo veamos desde afuera o seamos nosotros los transportados: sigue siendo sorprendente.
Lo es para la infinidad de foros y sitios que intercambian y coleccionan fotos y datos de aviones; para los que, sillita playera a cuestas, se instalan los domingos a ver, no la floreciente naturaleza, sino el movimiento de máquinas voladoras sobre los aeropuertos; para el que no puede evitar el cosquilleo en cada rito de embarcar (chequearse, subir, comida de avión, lucecitas y reclinación, trámites de llegada y cinta de equipaje), y hasta para el que, hastiado de todo eso, no puede evitar quedar hipnotizado al ver por la ventanilla un tapiz de nubes a sus pies o los remaches luminosos de la ciudad sobre la nada negra.
Es por eso que hay gente que cuando alguien llega de un viaje pregunta por el clima y otra que, antes de saber a dónde estuvo, le espeta: “¿En qué volaste?”.
Siempre intuí que el tema aviones era interesante, ya que era el medio de vida de muchas personas, necesidad de otras, un asunto que involucraba tecnología, hábitos sociales, relaciones interculturales, proyectos faraónicos, empresas complejas, grandes inversiones…en fin, un materia en la que era difícil llegar a aburrirse.
Pero después conocí gente y el tema se volvió aún más atractivo. Hace años, en el aeropuerto de Francfort ví instalado en una butaca frente a los ventanales que dan a la pista a un hombre robusto, que rondaría los 60 años, con una chaqueta cubierta de pins con publicidad de aerolíneas, un hoja con los horarios de vuelo en mano y una vianda a sus pies. Lo observé un rato y lo único que hacía era chequear el movimiento de los aviones, revisar la programación y hacer anotaciones. Lamenté no tener una cámara de fotos, pero personajes similares encontré en los foros, sitios, blogs y cientos de revistas especializadas. Como a la mayoría no les conozco la cara, les pongo la fisonomía de este señor, con su anotador y su almuerzo, observando, gracias a Internet, el ventanal hacia todo el mundo.
He encontrado personas que llevan su interés por los aviones hasta niveles obsesivos, pasión que antes pensaba sólo despertaba el fútbol o quizás, en medios de transporte, los autos. En este blog trataré de contagiarte la afición o, al menos, que no puedas resistir la tentación de subirte a un avión.
Nos intercambiaremos información de promociones, historias, experiencias y novedades que surjan alrededor de la aviación comercial. Bienvenidos a bordo.