¿Se acuerdan de Carlos Burgos? Es el pibe que había sido señalado, en principio, como el autor del disparo que mató al bebé de Carolina Píparo. Estuvo tres años preso. En la cárcel, me contó, la pasó muy mal. Bueno, nadie la pasa “bien” en la cárcel, pero alguien acusado de matar a un bebé es blanco de constantes malos tratos.
Se le impuso una prisión preventiva -esa excepción que en la Argentina se usa como regla- que duró tres años. En el juicio, Carolina se dio cuenta de que él no había sido el que disparó. Lo absolvieron.
Nadie hizo nada para reponerle esos tres años de vida perdidos, que vivió encerrado y acosado, insistiendo en su inocencia.
Esta semana, Burgos fue detenido por un asalto a mano armada. Nada justifica que se cometa un delito, pero hay situaciones tan evidentes en la que el Estado debería estar presente, que hay que admitir que se lleva una parte de la responsabilidad.
Ese día, yo conté algo de lo que había hablado con Burgos cuando lo absolvieron, y algo de lo que hablé con su abogado.
Esa nota la pueden leer haciendo click acá.
Por otra parte, mi amigo y colega Laureano Barrera reconstruyó la historia de Burgos, la publicó en Infojus Noticias. Aquí, parte de la nota.
La historia de Carlos Burgos: las oportunidades y el destino
El comisario Fabián Domski, jefe de la policía Departamental de La Plata, confirmó a la televisión los pormenores de un robo: dos ladrones armados, uno de 21 años y el otro de 16, llegaron en moto a un maxikiosco céntrico. Apuntaron con sus armas -una 9mm y una Bersa- al empleado y tres clientes, se llevaron la recaudación y los celulares. Hubo un llamado al 911. Policías de la comisaría primera los persiguieron y los capturaron. Los siguieron ocho cuadras hasta que la moto se quedó sin nafta. El mayor se entregó luego de intentar subirse a un colectivo.
El mayor de los detenidos era Carlos Gabriel Burgos. Es uno de los dos absueltos por el ataque contra Carolina Píparo. Burgos había purgado tres años de prisión preventiva, y había pedido que se limpie su nombre y honor. “Este era un final anunciado”, dijo su abogado Rubén Carrazzone en diálogo con Infojus Noticias. “Desde que salió hasta ahora, nadie hizo nada por Burgos”.
Burgos es uno de esos pibes de los barrios marginados que de adolescente empiezan a recalar en las comisarías. Varios miembros de su familia habían caído presos: el padre, un tío materno, el novio de la hermana. Una noche, cuando era menor de edad, asaltó a mano armada una pizzería con otro chico. Quedó filmado en las cámaras de seguridad del comercio, empuñando un arma, una filmación que los canales de televisión reflotaron ayer y también cuando estaba detenido por el ataque a Píparo.
En ese juicio le dieron una pena de tres años y seis meses. El defensor oficial apeló la sentencia y la Cámara la disminuyó a tres años. Esa quita de seis meses, y ciertas condiciones que reunía Burgos para las leyes juveniles vigentes, le permitían salir excarcelado cumpliendo ocho meses de pena. Había pasado más de ese lapso encerrado en el instituto de menores El Nuevo Dique, y quedó libre.
Una semana después, con la mayoría de edad recién estrenada, Burgos despertó con dos policías de civil en el living de su casa. Le pedían que se presentara en la comisaría. Burgos supuso que tenía que ver con la causa anterior, y hasta llamó para preguntárselo al defensor oficial. Ante la negativa del funcionario se presentó por las suyas: una muestra sólida de credulidad.
El día anterior, en una salidera bancaria, habían herido de muerte a Píparo, embarazada. La madre, María Ema Cometta, lo había señalado en el álbum fotográfico de la seccional, un cuaderno de sospechosos que está prohibido por una medida cautelar en todo el territorio provincial. Allí, sin aviso al fiscal ni al juez, sin un defensor oficial ni las llamadas telefónicas de rigor, Burgos declaró en la sede policial. Tiempo después el fiscal Marcelo Romero y el juez César Melazzo lo procesaron como el autor material del balazo contra Carolina Píparo, que incluyó la agonía de la embarazada y la muerte de su bebé, a una semana de nacer. “Nadie que hubiera cometido semejante acto se presentaría así en la comisaría”, razonó un funcionario judicial que conoció la causa. Era un perejil casi tallado a medida: un pibe con varias entradas a la comisaría, blanco frecuente del verdugueo de la seccional, con un padre preso por otra salidera.
Los tres años en prisión, dijo el propio Burgos en las escaleras de Tribunales la tarde que se decretó su inocencia, fueron un “infierno”. Aunque pasó un tiempo corto en la cárcel de Melchor Romero, la mayor parte estuvo en la Unidad 9, a treinta cuadras del palacio municipal. “Él entró con una etiqueta difícil, parecida a una violación”, explicó Carrazzone. Ser “matabebé”, como le gritaban en los pasillos de la penitenciaría, es un estigma difícil de revertir en el código de convivencia tumbero. Al principio, fue destinado a un pabellón especial y con custodia, pero eso era –en algún punto- aceptar la culpabilidad.
Para leer el artículo completo, podés entrar a la web de Infojus Noticias.