¿Qué pasa en la cárcel de Rawson?

Denuncian maltrato y pésimas condiciones de detención en el panel de Rawson. FOTO: Procuvin

Dos muertes en menos de dos meses. Numerosas denuncias de varios organismos de Derechos Humanos. Esto es lo que sucede en la cárcel federal de Rawson.

Por este motivo, el juez federal de Rawson, Hugo Ricardo Sastre, requirió la inmediata intervención por parte del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación del Instituto de Seguridad y Resocialización de esa ciudad.

El magistrado advirtió “un progresivo e intolerable deterioro de las condiciones generales de funcionamiento del mencionado establecimiento carcelario y de la prestación del servicio penitenciario, y una escalada de violencia institucional, que en conjunto comprometen seriamente la efectiva vigencia de los derechos humanos de las personas allí alojadas”.

“Frente al grave, intolerable y progresivo panorama apuntado, debo admitir con hondo pesar que las medidas alternativas dispuestas por este órgano jurisdiccional, en ejercicio de sus facultades de control y protección de los derechos fundamentales, han sido infructuosas para revertir la preocupante situación (órdenes judiciales, inspecciones frecuentes, interrelación con los diversos juzgados a cuyo cargo se encuentran los internos alojados, gestiones en orden al cumplimiento de trámites administrativos de los internos, etc.)”, agregó, según cita el Centro de Información Judicial.

“De persistir las deficiencias apuntadas, habré de disponer la correspondiente clausura del establecimiento carcelario señalado, ello en procura de garantizar los derechos humanos fundamentales de las personas allí privadas de su libertad”.

Los hechos 

En febrero pasado, un joven de 22 años que estaba detenido en la Unidad Penitenciaria Federal 6 de Rawson falleció a raíz de graves quemaduras sufridas dentro del penal y se convirtió en el segundo muerto en esa cárcel en menos de dos meses.

El joven se llamaba Juan Carlos Moreno y resultó herido tras prenderle fuego a su celda porque le habrían negado hablar con su madre. Según fuentes de la Procuración Penitenciaria de La Nación(PPN), Moreno había sido condenado a 4 años y 6 meses de prisión por un robo y estaba en condiciones de salir en libertad condicional desde enero de 2013. Además, en cinco meses completaba su condena.

Según relató a LA NACION Ariel Cejas Meliare, Director General de Protección de Derechos Humanos de la PPN, el jueves pasado hubo disturbios en el penal, por lo que los internos fueron sancionados. “Si bien Moreno no habría participado de la gresca, al parecer no lo dejaron hablar con la madre, que estaría enferma, y ante esta situación, el joven prendió fuego a su celda para que lo saquen. Todavía no sabemos cuánto tiempo estuvo encerrado en medio del fuego. Lo cierto es que falleció en el hospital días después a raíz de las quemaduras”, explicó Cejas Meliare.

Una delegación de la PPN ya estuvo en el lugar y están enviando a un equipo especializado en investigación de fallecimientos en cárceles.

“Vamos a constituirnos como querellantes, porque ya son dos muertes en menos de dos meses en el mismo penal”, sostuvo Cejas Meliare.

En tanto, el fiscal federal de Rawson Fernando Gelvez investiga la muerte de Moreno pidió la declaración indagatoria del director del penal, Juan de la Cruz Céspedes, por la posible comisión del delito de violación de los deberes de funcionario público, informó el sitio Fiscales.gob.ar.

DOS MUERTES EN DOS MESES

Tal como había informado LA NACION , el pasado 22 de diciembre murió otro preso en el mismo penal. Se trata de Cristian Pereyra, que tenía 25 años y apareció muerto en una sala de internación del servicio médico de la cárcel.

Si bien el personal penitenciario informó que se trató de un suicidio, su muerte generó la apertura de una investigación.

Es que, días antes de su fallecimiento, Pereyra había sido entrevistado por el coordinador del Área de Encierro de la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin), Roberto Cipriano García, junto a la abogada Ana Laura López durante una inspección al penal.

“Lo vieron en muy mal estado físico y psíquico, muy sucio y con quemaduras”, relató Abel Córdoba, titular de la Procuvin. El día de la entrevista era su cumpleaños y el joven se encontraba solo.

“El día anterior, el cuerpo de requisa de la Unidad lo había encerrado en su celda tras golpearlo fuertemente”, informó Córdoba. “Al ser encerrado creció su temor a volver a ser agredido y reclamó que lo cambien de pabellón, y no tuvo respuesta, siguió reclamando y para tener la atención penitenciaria, prendió fuego en su celda. Ahí reaparecieron los agentes del SPF. Lo sacaron de la celda, lo golpearon y le inyectaron gas pimienta en los ojos y en la boca. En esas condiciones, lo encerraron en un buzón de castigo”, denunció el titular de la Procuvin.

Según los investigadores, Pereyra había presentado tres habeas corpus pero no fue trasladado. La conclusión de la autopsia dice que su muerte se produjo por una asfixia mecánica por comprensión extrínseca a nivel del cuello. Por el hecho se abrió una investigación que está en curso.

Por su parte, Adriana del Carmen Pereyra, madre del joven fallecido, pidió a la Defensoría General de la Nación patrocinio jurídico gratuito para querellar en la causa, que quedó radicada en el Juzgado Federal de Primera Instancia Nº 1 de Rawson. La solicitud fue aceptada dada la situación de vulnerabilidad en que se encuentra la familia y el Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico de la DGN se presentará como querellante en representación de la mujer.

“Los hechos investigados podrían contemplar conductas pluriofensivas que no sólo han violentado el derecho a la vida de su hijo, sino que también revelan un supuesto de violencia institucional que afecta la administración de justicia en general, en tanto no podría descartarse la responsabilidad del personal del Servicio Penitenciario Federal, ya sea por comisión u omisión”, dijo la Defensora General de la Nación, Stella Maris Martínez..

La Unidad Federal N°6 de Rawson es una de las tres de máxima seguridad, junto a la N°9 de Neuquén y a la N°7 de Chaco, y aloja alrededor de 400 personas privadas de su libertad. En el informe anual de 2012 de la Procuración Penitenciaria de la Nación (PPN) se destacó que fue una de las unidades que triplicó en un año la cantidad de casos de torturas y malos tratos.Fuente: Fiscales.gob.ar

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Cómo el narcotráfico aprovecha las “grietas” del sistema

Por Juan Ignacio Bidone*

En artículo anterior (“La delincuencia organizada exige una investigación organizada) se hizo alusión a las “grietas” que facilitaron en extremo el ingreso de grandes cantidades de efedrina y su posterior desvío hacia el narcotráfico en nuestro país, a partir de la “no prohibición” de aquella sustancia hasta diciembre de 2008.

Quería en esta oportunidad referirme a un caso muy similar ocurrido en Rusia al menos hasta junio de 2010, fecha en la que se decidió la prohibición de la codeína.

Usos médicos. La codeína se utiliza, por lo normal, para tratar el dolor leve a moderado, como alivio para la tos, y para el tratamiento de la diarrea. Se vende tanto como una droga de un solo ingrediente como en preparaciones de combinación con paracetamol o ibuprofeno.

Uso indebido. Pero también es utilizada para producir desomorfina (un análogo del opiáceo diez veces más potente que la morfina, inventada en 19332 en los EE.UU). Esa sustancia –a través de una síntesis casera- se convierte en el Krokodil. Se suele señalar que el nombre de esta droga de síntesis deriva del nombre clorocodida (un compuesto que se produce durante el proceso) y el aspecto de piel escamosa que produce en sus usuarios.

Foto: Agencia de noticias Xinhua

En el país euroasiático aquella sustancia fue, hasta 2010, de venta libre, facilitando así la producción de este sustituto de la heroína, muy tóxico pero 20 veces más barato que aquella, y que ha ganado una terrible popularidad en Rusia al ser responsable de la producción de gravísimos daños en los tejidos, flebitis y gangrena, reduciendo en muchos casos la expectativa de vida de los adictos a tan sólo dos o tres años a partir de su primer consumo.

El éxito del Krokodil se debió a su fácil elaboración, alta potencia, pero principalmente a su bajo costo.

Lo que se intenta remarcar aquí es la existencia, dentro del fenómeno global del narcotráfico, de las denominadas NSP.[1] y la dificultad que existe para combatirlas, desde que su composición química varía adaptándose a las zonas grises de la legislación.

Así lo ha entendido la ONU a través de los distintos informes de la UNODC. (Oficina de las Nac. Unidas contra la Droga y el Delito), mostrando su preocupación por ser las “nuevas sustancias psicoactivas” las drogas cuyo consumo global más ha crecido en los últimos tiempos frente a  una cierta “estabilización” de las llamadas drogas tradicionales (marihuana, cocaína, heroína, LSD., etc.).

El aprovechamiento de las grietas legales generalmente va acompañado, como ocurrió en el caso que nos ocupa, de un crecimiento del negocio legal de las farmacias. En Rusia, el margen de ganancia subió en una media del 25% hasta su definitiva prohibición, y no necesariamente por que hubiera aumentado la cantidad de personas con dolores de cabeza o tos.

Según la UNODC., las “nuevas sustancias psicoactivas” -a diferencia de las drogas tradicionales- no se encuentran bajo control internacional, y muchos países han establecido medidas de control permamentes para algunas sustancias o emitido prohibiciones temporales.

Las autoridades rusas en la materia han anunciado que a partir de la prohibición de la codeína, el número de adictos al krokodil ha bajado en un 30%.

Una muestra más de cómo un pequeño ajuste en los sistemas de control puede aportar mucho en la lucha contra el narcotráfico[2].

 

*Fiscal. Profesor de la Universidad de Morón -licenciatura en seguridad-.



[1]                        [1] Nuevas sustancias psicoactivas, definidas como “sustancias de abuso, ya sea en forma pura o en preparado, que  no son controladas por la Convención Unica de 1961 sobre Estupefacientes ni porel Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas de 1971, pero que pueden suponer una amenaza para la salud pública”.

[2]    En nuestro país, la codeína es considerada una sustancia estupefacinente de acuerdo al decreto 299/10, lo que exige su venta únicamente bajo prescripción médica.

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Se cumplen ocho años del asesinato de Paulina Lebbos

Paulina Lebbos tenía 22 años cuando salió a bailar con amigos al boliche Gitana, cerca del centro de la capital tucumana el sábado 25 de febrero de 2006. La joven se retiró de la disco con una amiga cerca de las 6:30 de la madrugada del domingo 26. Ambas tomaron un remis. Su amiga se bajó a las pocas cuadras. Esa fue la última vez que fue vista con vida.

Su cuerpo apareció el 11 de marzo de 2006 al costado de la ruta 341, que cerca de Raco, a pocos kilómetros de la capital de la provincia.

La causa pasó por manos de tres fiscales. En el medio hubo varias denuncias por la presunta participación de “hijos del poder”. También se sospechó de Victor Soto, novio de la víctima, con quien tuvieron una hija, Victoria, que tenía 5 años al momento del crimen.

El expediente estuvo bajo secreto de sumario durante más de siete años. Recién en diciembre del año pasado se dieron las primeras detenciones en el marco de la investigación del crimen.

Alberto Lebbos, padre de Paulina, pasó todos estos años denunciando encubrimiento por parte de policías y funcionarios. Él y su familia han recibido varias amenazas.

El fiscal que hoy está a cargo de la investigación es Diego López Ávila. Fue él quien solicitó las detenciones en diciembre y pidió varias medidas para avanzar en la causa. Hace unas semanas se conoció que algunos de los peritos que participaban de la investigación fueron trasladados para cumplir tareas en otras provincias. Además, varios carteles que convocaban a una marcha para pedir justicia por Paulina, que habían sido pegados en las calles tucumanas, aparecieron tapados con pintura negra. Ocho años sin paz para la familia Lebbos.

La marcha se llevará a cabo hoy a las 20 horas en La Plaza Independencia, en el centro tucumano.

[HMTL1]

El caso Lebbos forma parte de los ocho relatos sobre mujeres jóvenes víctimas de la violencia que forman parte del libro Ángeles (Ed. Del Empedrado), disponible en librerías.

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Germán Fliess Maurer, el chico rico que se metió en problemas por vender droga

El autor de la nota es Manuel Ruiz Bravo. El artículo fue publicado en la Revista Brando.

¿Dónde están mis anteojos Armani?

Foto: Brando / Ignacio Sánchez

La mañana del lunes 4 de noviembre de 2002, Germán Fliess Maurer, de 29 años, se levantó temprano, se puso su campera negra de cuero, se subió a la moto Honda y se fue directo para la cárcel de Ezeiza. Ingresó al penal con la tranquilidad con la que entra un empresario que está a punto de firmar un contrato por $42.000. Caminaba contento porque su empresa de saneamiento cloacal había ganado la licitación para trabajar en ese establecimiento penitenciario. Pero toda esa plenitud con la que andaba el joven por los pasillos de la prisión se habría ido por el caño si hubiera sabido que en ese momento el juez federal Carlos Ferreiro Pella había ordenado su detención. Unas horas más tarde volvió al penal de Ezeiza acusado de narcotráfico.

Hoy, casi once años después, Fliess ya no tiene la empresa de saneamiento ambiental, ni la campera de cuero ni su moto Honda. Ahora tiene 40 años y un estudio jurídico en Lavalle y Maipú. Está sentado en su escritorio y planea los últimos detalles de la demanda que le iniciará al Estado por $20 millones. El abogado está decidido a cobrar en billetes cada día de los siete años que estuvo preso y condenado por una causa que el 7 de diciembre de 2010 la Corte Suprema de Justicia declaró nula.

“Nunca fui un nene santo. Pero en esta situación me la comí sin hacer nada. Yo tenía una buena facturación y dos empresas. La primera noche que pasé en Ezeiza me pregunté qué mierda hacía ahí”, dice Fliess.

Según el máximo tribunal, las únicas pruebas que conectaban a Fliess con la banda que comercializaba droga fueron obtenidas de manera irregular, a través de escuchas ilegales; por lo tanto, la investigación policial no tenía validez. Para la Justicia no había ningún elemento en esa investigación que hubiese requerido la violación de una garantía constitucional como la privacidad. Enrique Petracchi, Juan Carlos Maqueda, Raúl Zaffaroni y Carlos Fayt, con sus votos, le dieron a Fliess una de las alegrías más grandes de su vida. Ricardo Lorenzetti, Carmen Argibay y Elena Highton consideraron que el accionar de la policía estuvo justificado.

Durante los años de detención, Fliess se quedó pelado de tanto pedir el traslado de Ezeiza a Devoto. Se lo rechazaron tres veces, pero finalmente lo consiguió. Ahí pudo estudiar y, en dos años y medio, se recibió de abogado en el Centro Universitario de Devoto (CUD).Presidió el centro de estudiantes, lideró la huelga de 2006 y redactó la ley 26.695, de estímulo educativo en unidades penitenciarias, sancionada el 27 de julio de 2011.

Cristina Caamaño, que en diciembre de 2013 renunció a su cargo de directora de la Secretaría de Cooperación con los Poderes Judiciales, Ministerios Públicos y Legislaturas del Ministerio de Seguridad de la Nación, no solo fue su profesora favoritaen el centro universitario, sino también la encargada de darle el diploma de abogado. “Durante quince años como docente en el CUD vi cómo muchos alumnos, una vez en libertad, volvían a caer presos. Puedo contar con los dedos de una mano a mis alumnos que hoy se dedican a la abogacía como medio de vida”, comenta Caamaño. Fliess es uno de esos dedos y por eso ella está orgullosa. Según la experta en Seguridad, desde el primer día se notó que el actual abogado no tenía ninguna intención de vivir un segundo más de lo estipulado ahí adentro. “Aportó ideas, traía documentos y planteaba recomendaciones para hacerles a los jueces en distintas causas”,dice.

Fliess se levantaba a las ocho y se acostaba a las tres de la mañana. Todos los días. Navidad, Año Nuevo y cumpleaños. Nunca paró. Metió siete materias por cuatrimestre y lo logró. “Fue mi forma de abstraerme y protegerme del lugar”, recuerda. Una vez en libertad, se unió con el abogado Marcelo Llambías, otro ex preso, y fundaron el primer estudio de letrados del país conformado por ex convictos.

Ahora, un Fliess bien trajeado se cruza con su ex profesora en los pasillos de los Tribunales de Comodoro Py y comentan en qué anda cada uno. También se llaman para navidades y cumpleaños. La confianza de Caamaño en Fliess es tan grande que cuando él necesitó un secretario para su estudio, ella le propuso a su hijo. Fue así como el hijo de la ex funcionaria hizo sus primeros pasos de derecho en el estudio del ex convicto.

La oficina está ordenada hasta que el abogado empieza a hablar de su detención en el año 2002. El tema penal lo apasiona. Saca cartas documento, expedientes, fallos, sentencias, fotos, folios, carpetas y más carpetas. El escritorio se inunda de pruebas. Su robusto cuerpo de un metro sesenta y cinco se pierde en una maraña de papeles con sellos que reflejan el caos de sus últimos diez años de vida.

El lunes 4 de noviembre de 2002, la ciudad de Quito estuvo paralizada. El volcán Reventador entró en erupción y una enorme masa de cenizas cubrió toda la zona. Los vuelos se suspendieron y el aeropuerto estuvo cerrado por una semana. La novedad recorrió el mundo. Fliess tendría que haberse enterado. La noticia era importante para él ya que, además de la empresa de saneamiento, manejaba una de turismo. Quito era un destino estrella. Pero no tuvo tiempo. Luego de firmar el contrato en Ezeiza, llegó al Microcentro al mediodía, y apenas estacionó su moto en el garaje del edificio de Lavalle -donde hoy es el estudio-, se le acercaron dos gendarmes. Le pidieron identificación y enseguida uno de ellos dijo por radio las palabras clave:

– Tenemos a Maurer. 

En dos segundos, el garaje se llenó de uniformados. Más de cien personas, en un operativo que buscaba cazar al cabecilla de una banda de narcotraficantes que llevaba droga a Estados Unidos.“Me sentí Al Capone”, dice el abogado antes de largar una risa que suena más por la nariz que por la boca. Fliess era el protagonista y el objetivo de un operativo que incluía fusiles, cascos, escudos y perros antidrogas.

– Vas a tener mucho frío cuando te extraditemos a Estados Unidos. Ahora hace frío en Nueva York – le dijo un gendarme para darle miedo.

– Mejor, porque no me gusta el verano y voy a aprender un idioma nuevo – contestó.

Subieron al tercer piso, donde está la oficina. Fliess estaba tranquilo. Los oficiales revolvieron todo, pero no encontraron nada. Ni una bala ni un gramo de droga. Y, en el medio del desorden, mientras su destino se hundía, preguntó:

– ¿Dónde están mis anteojos Armani? 

Había visto cómo un gendarme se metía los costosos lentes en el bolsillo. El uniformado, agobiado por la incómoda pregunta del acusado, se tiró al piso a buscarlos y finalmente los “encontró” detrás de un sillón. Enojado por toda la mímica que había hecho el oficial para no admitir el robo, Fliess se fue hasta el penal de Ezeiza con los anteojos puestos. Allí se los quitaron y nunca más los volvió a ver.

El joven empresario era nieto de un decano de la Facultad de Ingeniería e hijo de un rector de la Universidad de Luján. En el colegio La Salle había crecido rodeado de compañeros “hijos de”, desde el nieto de José Alfredo Martínez de Hoz hasta el hijo de la actriz Lolita Torres (Diego Torres). Era socio del Club Náutico de San Isidro y había hecho buen dinero a fines de los noventa con sus empresas de turismo y saneamiento.

Todavía hoy está pidiéndole explicaciones a la policía por su reloj Armani de US$2.800.Ese reloj era el más importante de su colección, que también desapareció por completo. Había sido el regalo de su tía, Gloria Maurer, una ex modelo venezolana.

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Lectura recomendada: Ángeles, mujeres jóvenes víctimas de la violencia

Seis periodistas jóvenes reconstruyeron ocho casos de crímenes cuyas víctimas fueron mujeres jóvenes. El resultado fue el libro Ángeles, mujeres jóvenes víctimas de la violencia. Los autores: Javier Sinay, Claudio Marazzita, María Helena Ripetta, Cecilia Di Lodovico, Federico Fahsbender y Sol Amaya.

El libro reúne casos que tuvieron un fuerte impacto en la sociedad y en su mayoría no fueron resueltos. Los crímenes que forman parte de este libro son el de Ángeles Rawson, Solange Grabenheimer, Paulina Lebbos, María Soledad Morales, Natalia Melmann, Marianela Rago, Candela Sol Rodríguez y Lucila Yaconis.

¿Qué paso con estas jóvenes mujeres? ¿En qué estado están las investigaciones? ¿Se pudo hacer justicia? ¿Cómo sobrellevan las familias estas trágicas pérdidas?

Las respuestas a estos interrogantes fueron plasmadas en este libro, que estará disponible en librerías la semana próxima. El próximo sábado 22 de febrero se presentará en Espacio Clarín en Mar del Plata, a las 19 horas. 

Aquí, un fragmento del caso Ángeles Rawson:

(Autor: Federico Fahsbender)

Ángeles Rawson fue la adolescente más tristemente célebre de 2013: ningún noticiero habló de otra cosa en las semanas que siguieron a su muerte. El 10 de junio de ese año, su familia, encabezada por su abuela, María Inés Castelli, había enfrentado a las cámaras para pedir ayuda tras su desaparición. Su foto, un perfil sonriente, empezaba a multiplicarse a través de las redes sociales. Era una cara atractiva, fácil de recordar. (…) La chica -el mejor promedio en el cuarto año del Instituto Virgen del Valle, un colegio católico de Belgrano- había ido ese lunes por la mañana a su clase de gimnasia en el campo de deportes de su escuela, junto a la planta procesadora del CEAMSE en Colegiales. Tras esa clase, Ángeles no volvió a entrar a su departamento en la planta baja de la calle Ravignani 2360, en el barrio de Palermo. Alguien se interpuso en el camino.
Hija de padres divorciados, convivía con una familia ensamblada: su madre, María Elena Aduriz, empleada administrativa en la empresa de fumigaciones de su hermano; su hermano mayor, Juan Cruz Rawson, estudiante; su padrastro, Sergio Opatowski, un pescador profesional que había sido despedido de su trabajo el año anterior y vivía de rentas de dos departamentos y Axel, hijo de Sergio de un matrimonio anterior, de 17 años. Jerónimo Villafañe, hijo de una relación previa de María Elena, cajero del Banco Galicia, había dejado la casa dos años antes. Franklin, su padre, ingeniero, había vuelto a formar pareja. En la tarde de ese día, la ausencia de Ángeles -que no respondía a llamados en su celular, que no había sido vista por nadie se había vuelto evidente.

(…) El Virgen del Valle -un colegio chico, tradicional de la clase media de Belgrano y Palermo- cerró dos días por duelo. Ángeles tenía el mejor promedio en toda la institución, un nueve, pero no era su rendimiento académico lo que la destacaba. “Tenía una voz muy suave, delicada. Cantó en varios actos”, recuerda una directiva del lugar. Juan Cruz, en un momento, mostró a un periodista una cartuchera de CDs de su hermana, con bandas como Linkin Park y Evanescence, sus preferidas. “¿Vos tenés forma de llegar a los grupos? Quiero grabar un video homenaje con la música de ellos, ella los amaba, estudiaba canto con una profesora acá cerca. Mumi quería ser cantante y soñaba con eso”, dijo.

(…) Las declaraciones testimoniales de Juan Cruz y Jerónimo ante la fiscal Asaro fueron quizás el mejor retrato de la joven. Jerónimo, tras dejar la casa familiar, volvía de visita una vez por semana.

Describió a su hermanastra como “una persona bastante introvertida fuera de su familia y sus amigos, aunque dentro de su entorno era muy contenedora, divina, divertida, despierta, responsable.  Si Ángeles tenía que ponerse firme en su postura alguna diferencia o conflicto, lo hacía, no era sumisa”. Dijo que jamás la vio confrontar con Opatowski, y que si discutía con su mamá, no la contradecía ni intentaba imponerse: apenas se ponía a llorar.

Juan Cruz, según Jerónimo, era mucho más temperamental, capaz de golpear con el puño la pared de su casa tras discutir con su madre, aunque jamás fue violento con su familia. Y el hermano mayor también era un pilar en su casa: se vistió más de una vez con saco y corbata para oficiar de promotor en el lanzamiento de un microemprendimiento de Maria Elena que no prosperó. También hacía su propia historieta al estilo japonés en su notebook. El día del funeral de Ángeles, usó un saco negro de poliéster con una remera de dos dragones rodeando el símbolo del ying-yang. Y fue él quien introdujoa Ángeles y Axel en el cosplay, en el juego de disfrazarse como héroes de los dibujos animados de Oriente, la mayor afición de la chica. “Team Saint Seiya”, se hacían llamar con Ángeles y Axel junto a otros amigos, en honor a Los Caballeros del Zodíaco, su serie favorita, para llenar de amigos el living del departamento en Ravignani los fines de semana. Ahí, confeccionaban trajes elaborados y armaduras, pelucas, un juego infantil e inofensivo. No era una rareza lo que hacían: el cosplay y el animé están entre los cultos adolescentes más visibles en Buenos Aires, con convenciones masivas frecuentes y reuniones en el Jardín Japonés. En esa escena, Ángeles era una suerte de celebridad.

(…) Lucas Eliel Sosa, un ex novio de Ángeles de 26 años, no estuvo en la mira de la Justicia. Había salido con él por pocas semanas en noviembre de 2012, “para probar”, como declararon sus hermanos.

María Elena no se había espantado tampoco de que su hija adolescente saliese con un hombre diez años mayor. Empleado en la fumigadora familiar, Lucas era un atleta eximio. La madre de la chica, ávida nadadora, charlaba sobre deporte con él con frecuencia.
Ángeles misma terminó la relación, no estaba convencida. Tiempo después, comenzó a salir con un chico del Virgen del Valle, Nahuel, dos años mayor. Los dos corrieron a Ravignani tras enterarse de la desaparición.
Hubo otro chico, el último amor de Ángeles, un chico de catorce años llamado Magno, que apenas había comenzado a conocer. Magno tampoco estuvo bajo sospecha.

(…) Los hermanos Rawson crecieron bajo un régimen judicial, el esquema de visitas acordado tras la separación de sus padres, una ruptura que fue en buenos términos. (…) Y lo que rodea a Franklin Justo Rawson y su impronta indican una vida y un pensamiento típicos de la clase patricia porteña: ingeniero con credenciales educativas como la Universidad Católica Argentina según su currículum online, tuvo cargos jerárquicos en empresas como Roche y Techint. Aficionado al rugby –fue capitán en el equipo de veteranos del exclusivo club La Salle- y a los desfiles militares; hasta tuvo un sitio de venta de vinos de pequeñas bodegas por Internet. Algunos lo describen como una figura seca, severa y a la vez tranquila en la vida de sus hijos. Antes de separarse, la familia había vivido en un departamento de Belgrano, cerca del ex Instituto Geográfico Militar.

(…) Detenido automáticamente tras su declaración testimonial el 14 de junio, su aparición marcó un giro dramático en la causa. Mangeri había visto desde la vereda, con gesto casual, cómo la Policía irrumpía dentro del departamento de los Rawson para allanarlo la misma noche del funeral. Nunca se había llevado mal con la familia, realmente. En su declaración, Juan Cruz lo describió como alguien “macanudo”, siempre servicial, que hasta tuvo una llave del departamento de la familia antes de que cambiaran la cerradura en 2012. (…) En su cuadra de la calle Ravignani, nadie tenía nada excepcional que decir sobre él tampoco.

Todos describían a un portero que lavaba obsesivamente su Renault Megane los fines de semana, que hacía trabajos de albañilería para sus vecinos y piropeaba chicas desde la vereda de vez en cuando. Pero el viernes 14 mismo, Diana Saettone recibió un llamado desconcertante.
Jorge García -un portero amigo de su marido, a cargo de un edificio en Barrio Norte- le comentó que Mangeri lo había visitado “hecho una piltrafa”, llorando sin parar. Algo no estaba bien.

(…) Al portero Mangeri, lo mejor que le pasó en su vida fue ser portero. Había llegado a Ravignani doce años atrás, a través de un familiar lejano de su mujer que administraba el edificio. Nunca fue parte de la vida política del SUTERH, del poderoso sindicato de porteros al que pertenecía, de sus elecciones internas, pero le gustaba disfrutar de sus beneficios. Nunca faltaba a la cena masiva que ofrecía el gremio a sus afiliados para fin de año. El sindicato le proveyó casa, una cobertura de salud, y hasta la chance de viajar a los centros vacacionales del sindicato en provincias como San Luis. Era un cambio: hasta ese entonces, Mangeri jamás había ido más allá de la provincia de Buenos Aires. Venía del barrio Muñiz en San Miguel; ahí se crió en una casa con pasillo al fondo junto a dos hermanos, hijo de Antonio, un albañil y Norma, ama de casa.

(…) Nunca terminó la secundaria. Toda su vida se dedicó a trabajar: de adolescente, como asistente en una panadería; más tarde, en una tornería. Su padre, Antonio, albañil, murió por problemas cardíacos luego de una vida de cigarrillos y esfuerzo físico. “Le explotó el corazón”, relatan en San Miguel. Sus padres se separaron cuando tenía 25 años. El portero le recriminó durante años a su mamá el hecho de que dejase morir a Antonio sin compañía, en una relación que se volvió fría con los años. Al morir Ángeles Rawson, Norma seguía ahí, en la casa al fondo del pasillo.

(…) Diana recuerda la relación de su marido con su sobrino Lorenzo, una suerte de hijo para ellos, que compartía fines de semana enteros y hasta dormía entre ella y Mangeri.
Lorenzo era celíaco: frente a él, el portero nunca se atrevió a comer una factura o un pan. Y el chico resumía todas las esperanzas de la pareja, en cierta forma: nunca pudieron tener hijos, debido a un problema congénito en Diana, que fue diagnosticada hace cinco años de un cáncer de tiroides, algo que eliminó cualquier chance de quedar embarazada. Intentaron con tratamientos, que no funcionaron.

Al momento del crimen, Diana y el portero no habían resignado el deseo de ser padres: ya habían comenzado a informarse para el largo trámite de adoptar un hijo. “Hay una burocracia terrible. No es que vas y listo. Pero sí, estábamos con eso, teníamos esa ilusión”, dice Saettone.

(…) Mangeri se había instalado en Los Troncos poco después de la separación de sus padres para trabajar con un tío diariero como canillita. Diana ya tenía un kiosco-almacén. Mangeri la visitaba ahí, intentando cortejarla. Cuando llegaba y veía que ella no estaba, compraba un sobrecito de champú para disimular. No le servía de mucho; ya en ese entonces se había quedado calvo. El cortejo resultó: ya portero en Ravignani, se casó en el 2003 con Diana en la parroquia Purísima Concepción de Pacheco. Carlos y la madre de Diana, Salvadora, fueron los padrinos. Norma, la madre de Mangeri, no estuvo en la ceremonia. Hasta el momento del crimen, los padres de Diana no la habían conocido. La distancia se mantenía. Y con su mujer, era protector al extremo, algo que se volvió más notorio tras el diagnóstico de cáncer. Salvadora cuenta: “A veces no la deja ir sola a hacer los mandados por miedo a que se caiga o le pase algo”. Para Diana, eso es un ejemplo de la caballerosidad de su marido: “Todavía en la cárcel me corre la silla cuando me siento”.

(…) El portero panzón de camisa y pantalones Ombú, calvo y buenote, el mismo que abrazaba a sus sobrinos en fotos íntimas y videos extraídos de Facebook y reproducidos en cada revista y noticiero, ya no existe: Mangeri perdió veinte kilos en sus primeros seis meses de cárcel. Bajo un régimen de resguardo impuesto judicialmente, no puede transitar solo los pasillos cuando va a sus tratamientos bisemanales de contención con una psicóloga -jamás había hecho terapia antes en su vida-, o cuando va a las salas de visitas para encontrarse con su mujer y llorarle en el hombro. (…) Comparte su encierro con presos famosos como José Ángel Pedraza, alojado en Ezeiza por la muerte del militante socialista Mariano Ferreyra, y Eduardo Vázquez, ex baterista de Callejeros, condenado por la muerte de 194 personas en la masacre de Cromañón y por incendiar a su propia esposa, Wanda Taddei. Pedraza y Vázquez lo apoyan, lo animan, lo tratan con afecto, le piden que coma, que le va a hacer bien, lo alientan para que no pierda el ánimo. En el pabellón, el portero les retribuye cocinando pizza de vez en cuando.

(…) En octubre del 2013, Diana todavía vivía en el departamento del octavo piso en el edificio de Ravignani, reservado al portero. Las aberturas fueron renovadas por Mangeri poco antes del crimen, las paredes repintadas, los escalones rotos reparados con cemento. Diana, acompañada de su hermana Susana, casi idéntica a ella, pasaba tardes encendiéndole velas a la Virgen de San Nicolás, jugando con sus sobrinos que la visitaban. La temperatura mediática del caso había bajado; ya no era invitada con tanta frecuencia a defender a su marido en los programas de televisión. Ya no trabajaba en ese entonces, gozaba de una licencia: Diana limpiaba pisos en el Instituto de Menores Manuel Rocca. Dice que los chicos detenidos siempre la trataron con respeto, que el miedo que experimentó al comenzar a trabajar ahí no le duró demasiado. Durante los últimos 5 años, mantuvo a raya a su cáncer de tiroides, del cual no está completamente curada. La medicación del tratamiento le provocó una arritmia cardíaca. Su fragilidad física fue siempre la debilidad de su marido.

Mangeri, en sus pocas entrevistas a la prensa, negó una y otra vez que fuese culpable, aún con las pruebas apiladas en su contra. Hay voces ligadas al expediente que dicen que, si es en verdad culpable, solo confesará el día que muera su mujer.

(…) (Ricardo) Canaletti reconoce: “Una noche a la salida del canal me suena el celular y escucho: ‘Soy Berni, quiero hablar con vos.

Dijiste en Telenoche una cosa que no es así. Diste a entender que nosotros tenemos una inclinación para ocultar a la familia’.Yo le digo: ‘Pagaste el entierro’. Él responde: Sí, pero se lo hacemos a mucha gente. Me dijo que le pagó un alojamiento porque les había allanado la casa. Y me pregunta: “Che, ¿qué onda esta mujer que apareció?” Ese, para mí, era el verdadero sentido de la llamada”.
Esa mujer a la que refiere Canaletti, que llamaba desde del sur del país, fue el centro de una polémica que terminó en un fiasco judicial.

La mujer contactó a los estudios de TN, luego a una productora de Canaletti, para revelar que habría visto a Opatowski teniendo una sugestiva y airada discusión con Ángeles en el edificio. Desde el canal, no quisieron arriesgarse a lanzar el testimonio al aire. Enviárselo al abogado Lanusse fue el paso siguiente. Este testimonio motivó que, en plena noche, todos los ocupantes del edificio de Ravignani, ancianos incluidos, fuesen cargados en combi en plena noche para declarar en Tribunales. Tampoco sirvió de nada. Nadie reconoció haber visto una discusión así. La mujer fue imputada por falso testimonio, el equivalente procesal de una torta en la cara.

(ver publicación original en diario Perfil)

 

“Ahora que está muerto, no le van a poder hacer más nada”

Por Abel Córdoba *

El caso sobre el que escribo permite una enunciación clara: el día en que Cristian Pereyra cumplió 25 años, esto fue 4 días antes de su muerte, la Procuraduría contra la violencia institucional (PROCUVIN) que inspeccionaba la Unidad 6 de Rawson abrió su celda.

Estaba a miles de kilómetros de su casa. Confinado. En el destierro. Afrontando una pena no contemplada en el código penal. Sin embargo, estaba encerrado en una institución pública (cárcel), a cargo de funcionarios públicos (penitenciarios y médicos) y también por orden y a disposición de autoridades públicas (fiscales y jueces). La muerte, para mayor paradoja, fue en el “Área de Sanidad” que, por definición, es el dispositivo creado para proteger la salud de las personas.

Tan solo con verlo se constaba en él toda la gama de padecimientos que se pueden descargar sobre una persona: tenía hambre, la piel quemada, estaba sediento, golpeado, angustiado, solo, desatendido, cortado, asustado, sufriendo el dolor del cuerpo violentado y la conciencia insoportable de estar sentenciado a la muerte.

Sólo escuchar de quienes lo extrañan el relato de las vivencias que las instituciones violentas trazaron en su vida, es ser arrastrado por el espanto.

Los años de su vida encerrada fue el tiempo que tardó en morir por determinación de los actos violentos y las omisiones que signaron sus días de encierro y castigo.  Esta y otras muertes violentas remiten a lo que señala AGAMBEN en “Profanaciones”: hay personas que, habiendo sido excluidas de la sociedad, pueden ser matadas impunemente.

Esa violencia letal que arrastra a la muerte se motiva en la consideración de que, aún bajo el tormento, el cuerpo delincuente es un cuerpo peligroso, oscuro, pobre, residual. El tratamiento es similar al que se la da a la basura. Los levantan de veredas flagrantes, los tiran en algún rincón perdido, Los clasifican y aislan para que no contaminen. Los queman y destruyen.

El repaso de los elementos iniciales de la investigación da cuenta de indudables responsabilidades judiciales, penitenciarias, y médicas en la muerte de Cristian Pereyra. Todo ello no podría configurar una situación impune por equivalencia con una muerte natural.

Lo horroroso en el alivio.

Durante 6 años lo escuché de víctimas de la dictadura: en la tortura, el sufrimiento es tal que aparece en la muerte algo del orden del alivio, que vendría dado por la inminencia del fin del dolor. Morir no tanto para despojarse de la vida, sino para sustraer el cuerpo de la crueldad.

En el último año, lo volví a escuchar de familiares de detenidos que mueren encerrados en estos días. Una madre, hundida en el dolor, dice y me resuena: “ahora que está muerto, no le van a poder hacer más nada”.

Lo que esas palabras dicen, no admite metáfora, ni rodeos semánticos. Dicen de la desesperación para encontrar el modo de que el hijo preso no siga siendo despedazado. Comprender la tortura a la que está sujeto el hijo, su incesante dolor, y suponer alivio de la mano de la muerte, de la muerte de un hijo que ya no estará en manos de sus  verdugos. La muerte de un hijo como una fuga del encierro tortuoso. Todas dimensiones que se encuentran más allá del límite imaginable.

La muerte es lo que una madre jamás pediría para un hijo. Un encerrado ahorca su vida antes de pasar un solo día más sujeto a la realidad carcelaria, a la sanidad penitenciaria y al sistema judicial. La realidad del encierro arroja a esas figuraciones horrorosas del alivio.

Sobre la muerte, y el lenguaje, precisaba Hegel: todo animal tiene en la muerte violenta una voz. Los encerrados ante la muerte violenta, están muriendo sin palabra.

* Titular de la Procuraduría Contra la Violencia Institucional (Procuvin)

 

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Se cumplen 20 años de la “Masacre de Flores”

El 17 de febrero de 1994 Fructuoso Alvarez González incendió una casa ubicada en Baldomero Fernández Moreno al 1900, en el barrio de Flores, para vengarse de una deuda que mantenía con la familia que vivía allí. En el incendio murieron cuatro miembros de la familia: José Bagnato, de 42 años, su esposa Alicia Plaza, de 40 y sus hijos Fernando, de 14, y Alejandro, de 9. El fuego también se cobró otra vida, la de Nicolás Borda, de 11, quien se había quedado a dormir la noche anterior en la casa.

El único sobreviviente de lo que se conoció como la “Masacre de Flores” fue Matías Bagnato, otro de los hijos del matrimonio. Alvarez González, quien era pareja de una prima de Plaza, fue condenado a perpetua en noviembre de 1995.

En 2004 fue extraditado a España para completar la pena. Regresó a la Argentina en 2008, luego de que un juez le otorgara la libertad plena. Luego de eso, Matías Bagnato comenzó a recibir amenazas e intimidaciones por parte del asesino de su familia. En 2011, Álvarez González volvió a ser detenido.

Hoy, a 20 años del trágico incendio, Matías invita a todos a participar de una misa para recordar s u familia y al pequeño Nicolás.

“Se cumplen 20 años del homicidio de mi familia y Nico, invito a todos a recordarlos en la Misa del próximo lunes 17 de febrero a las 19.30 en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en Avenida Díaz Vélez 4860. Siempre estarán en mi corazón”, es el mensaje enviado por el único sobreviviente de la Masacre de Flores.

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A dos años del crimen de Alan Tapia: un caso de gatillo fácil que quedó impune

Mañana se cumplen dos años del día en el que Alan Tapia murió a raíz de un disparo de un policía del Grupo Especial de Operaciones Federales  (Geof) de la Federal.

Alan Stefano Tapia tenía 19 años y vivía en el Barrio Mitre. Esa madrugada se llevó a cabo un allanamiento en el barrio, a cargo del grupo especial de la PFA. Los efectivos buscaban por orden del fiscal a Vittorio Tapia, hermano de Alan, por una causa de tentativa de homicidio. Ingresaron a la vivienda a la fuerza.

Uno de los efectivos que participaba del operativo, Rodrigo Valente, disparó contra Alan. Según contaron los testigos, Alan estaba desarmado, acostado en su habitación. Agonizó 40 minutos mientras su familia era retenida en la vivienda. Luego de eso fue llevado al Hospital Pirovano, donde falleció esa misma mañana.

La causa fue caratulada como “homicidio”. El juicio se llevó a cabo en 2013. Allí, Valente declaró que disparó porque Alan tenía un arma tumbera. En la casa se hallaron dos hierros pegados, pero la familia aseguró que eso había sido plantado por la policía.

El fiscal Eduardo Marazzi pidió la absolución de Valente por considerar que el operativo se realizó en un “barrio peligroso”. “Tapia no vivía en Puerto Madero, ni en islas Seychelles. Vivía en Villa Mitre”, dijo el fiscal ante los jueces. (cabe aclarar que es Barrio Mitre, y no Villa). Finalmente, el policía fue absuelto.

Hoy a las 19 horas habrá una concentración en Plaza Central (Naón y Correa) en memoria de Alan Tapia.

 

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Las campañas de “relaciones públicas” de los narcos

Por Andrés Carrizosa

No es nuevo. Con el auge narco en el país se comienzan a vislumbrar las tácticas que las bandas dedicadas al narcotráfico usan para comprar el silencio de las personas que viven en los territorios donde operan.

No siempre son acciones violentas y, con el tiempo, la compra de silencio se convierte en respeto, luego en admiración, en algunos casos en cariño, y finalmente los jefes narco terminan convirtiéndose en ídolos.

Como ejemplo nacional, podemos citar lo ocurrido en Rosario hace menos de un mes, cuando periodistas del canal 5 de esa ciudad fueron amenazados y obligados a dejar el lugar por vecinos del barrio La Granada cuando se disponían a realizar una nota sobre un mural dedicado al asesinado líder de la banda “Los Monos”, Claudio Ariel “Pájaro” Cantero.

Diferentes versiones indican que el asesinado líder de la banda narco mandó a construir la cancha en ese barrio del sur de Rosario para que los niños y jóvenes pudieran jugar al fútbol. En retribución, los habitantes de La Granada pintaron un mural en una de las paredes al fondo de la cancha para recordar su contribución: “Yo te extrañaré, tenlo por seguro. Que Dios te ha llamado para estar a su lado. Así él lo quiso, pero yo nunca pensé que doliera tanto”, dice el texto al lado de la figura de su rostro. Las palabras demuestran que el barrio era su territorio, y aún después de muerto la gente lo siente lo suficiente como para expulsar a los periodistas con amenazas, balazos y pedradas al móvil en el que se movilizaban.

Y es que lo que el Estado no provee, lo hace el narco en zonas deprimidas de la ciudad, donde ven la oportunidad de crear un imperio basado en el tráfico de drogas y su consecuente violencia, mientras aprovecha la oportunidad de realizar acciones como la de Cantero, construyendo canchas u otros escenarios para “la mejora social”.

Según la Sociedad de Relaciones Públicas de América (PRSA por sus siglas en inglés), “las campañas de relaciones públicas consisten en el proceso estratégico de comunicación que construye relaciones mutuamente beneficiosas entre las organizaciones y sus públicos”. De acuerdo a esta definición, el concepto puede ser aplicado a las acciones realizadas por los narcos en Rosario.

Pero ya lo han hecho décadas atrás organizaciones narcotraficantes como el “Cartel de Medellín”, liderado por el asesinado Pablo Escobar en Colombia, o el “Cartel del Golfo” en México. Bien sea a favor de la organización completa, sin un líder visible, o a favor de la imagen de los líderes de estas bandas criminales, sus campañas de relaciones públicas son efectivas.

En la ciudad de Medellín, Colombia, Pablo Escobar aún tiene su legado. Existe en esta ciudad un barrio que lleva su nombre luego de 20 años de su muerte.

El barrio, cuyo nombre oficial es “Medellín sin Tugurios”-nombre asignado luego de la muerte de Escobar-, está impregnado del “buen recuerdo” del Capo de Capos.

Sus habitantes más viejos, cuyas viviendas fueron regaladas por Escobar, defienden hasta el final al hombre que escribió una gran parte de la sangrienta historia de Colombia. Y no podía ser de otra forma, ya que en efecto, Pablo Escobar fundó este y otros barrios en otras ciudades para gente que vivía en la calle, con dinero del narcotráfico en medio de su campaña para ser elegido como representante en el Congreso de la República en 1982.

Sucede que a la entrada del barrio “Pablo Escobar” en Medellín, la gente también pintó un mural con su imagen y un sugerente mensaje: “Bienvenidos al barrio Pablo Escobar, aquí se respira paz”.

Otro éxito de las narco-relaciones públicas es el implementado por el Cartel del Golfo, en México. Recientemente se conoció un video difundido por la propia organización,  en el que se ve a miembros del cartel repartiendo comida y regalos en las calles de Tampico, una ciudad que se encuentra a 400 kilómetros de la frontera con los Estados Unidos, en el estado de Tamaulipas.

Allí, medios locales le temen a la organización, pero la gente se siente agradecida con estas acciones, que con fuertes gritos de “¡Viva el Cartel del Golfo!” lo confirman.

Tampoco es una estrategia nueva del cartel. Hace décadas llevan implementándola y han celebrado más que navidad.

Diferentes medios difundieron en su momento las campañas de relaciones públicas narco en el año 2005 y 2006, cuando celebraron el 30 de abril el Día del Niño en México entregando trailers llenos de juguetes que venían con tarjetas, que contenían el siguiente mensaje: “La constancia, disciplina y esfuerzo son las bases del Éxito. Sigue estudiando para que seas un gran ejemplo. Feliz Día del Niño, con todo mi afecto para el triunfador del mañana te desea tu amigo Osiel Cárdenas Guillén”.

Cárdenas Guillén, ex líder del Cartel del Golfo se encuentra hoy cumpliendo una condena en una prisión de los Estados Unidos. Pero más allá del violento y sanguinario recuerdo que dejó en el país mexicano, muchos recordarán la “buena acción” que el cartel realizó, no sólo la navidad pasada, sino en ocasiones anteriores.

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Estados Unidos debate volver a la silla eléctrica o la cámara de gas

Cómo funciona la silla eléctrica, Infografía del a Revista Muy Interesante

Un polémico debate se da hoy en varios estados de los Estados Unidos: ante la falta de la droga para la inyección letal, proponen volver a la silla eléctrica, el pelotón de fusilamiento o la cámara de gas para los condenados a muerte.

En Virginia (noreste), Wyoming (oeste) y Misuri (centro) un grupo de congresistas ha propuesto retomar antiguas prácticas mientras sigan escaseando algunas sustancias que componen la inyección letal, método de ejecución generalizado a partir de 1982.

Desde que los fabricantes europeos rechazan abastecerlos, los 32 estados que aplican la pena de muerte en Estados Unidos buscan por todos los medios encontrar nuevos proveedores de las sustancias, al tiempo que se enfrentan a múltiples demandas por el origen de los nuevos productos y el sufrimiento que pueden infligir a los reos.

“Esto no es un intento de retroceder a 1850 o al salvaje oeste o algo por el estilo “, dijo el representante del estado de Missouri Rick Brattin, quien propuso que los pelotones de fusilamiento sean una opción para las ejecuciones, según cita Telemundo Chicago. “Yo preveo un problema y estoy tratando de llegar a una solución que sea la más humana y más económica para nuestro estado”, agregó.
El fiscal general de Missouri y un legislador estatal plantearon la idea de la reconstrucción de la cámara de gas en el estado. Por su parte, un legislador de Virginia propone la silla eléctrica como una opción si los medicamentos para la inyección letal no están disponibles. La última vez que se usó la silla eléctrica en Virigina fue en enero de 2013.
La cantidad de ejecuciones en Estados Unidos, según el Daily Mail, ha disminuido en los años recientes: de 98 en 1999 se pasó a 39 en 2013. Algunos estados incluso dejaron de aplicarla. Muchos casos de condenas a muerte están atascados en cuestiones judiciales.
El debate más reciente se dio el pasado mes de enero, cuando Dennis McGuire, un hombre condenado a muerte en Ohio, jadeó y resopló sonoramente durante más de diez minutos, después de recibir una inyección letal con una combinación de fármacos nunca antes utilizada, antes de morir.
La excusa para volver a métodos como la cámara de gas, la silla o los pelotones, es, entonces, que la droga estaría provocando más sufrimiento al condenado. Además de que Europa dejó de vender estas drogas a los Estados Unidos.
Algunos estados ya proveen alternativas a la inyección letal: en Alabama, Arkansas, Florida, Kentucky, Oklahoma, South Carolina, Tennessee y Virginia, los prisioneros condenados a muerte pueden optar por la silla eléctrica.
Los reclusos pueden escoger la cámara de gas en Misuri, Wyoming y Arizona, estado que lo aplicó por última vez en 1999.
Richard Dieter,  director ejectuvo del Centro de Información sobre la pena de muerte en Washington, advirtió de que este debate podría generar una reacción violenta.
“Estas ideas podrían poner en juego la pena de muerte porque, creo, la reacción del público sería de repulsión, al menos en algunos sectores”, sostuvo Dieter.
Lo irónico de todo esto es que algunos aseguran que lo que plantean son métodos “más humanos” de ejecución…¿Existe una forma “más humana” de matar?
(Fuentes: AFP, Telemundo Chicago, El País, ABC, Daily News)
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