♦ ¿Qué veredicto dan ustedes? ¿Chasing Amy se mantiene en el 2016 o no tanto? ¡Los invitamos a debatir y a proponer una nueva película noventosa para revisitar el próximo jueves! ♦
Room: Las cosas por su nombre
“My imagination gave me a dual life: I lived in my body, and at the same time lived a life no one could see” – Andre Dubus
*Atención: se revelan algunos detalles del argumento
En su novela Paddy Clarke Ha Ha Ha, el escritor irlandés Roddy Doyle – el mismo detrás de la brutal La mujer que se estrellaba contra las puertas – apela a un recurso narrativo sumamente complejo de llevar a cabo como lo es el stream of consciousness, una suerte de monólogo interior que, además de (re)presentar a un personaje sin filtro alguno, (re)presenta a un personaje en constante ida y vuelta con el mundo que lo rodea. Así, todo aquello que se desprende de una contemplación X no es contado sino más bien escupido, quebrándose así las barreras entre el Ser y su hábitat, impidiendo que las reflexiones se pongan por delante de las primeras impresiones. Asimismo, como para redoblar el desafío, ese personaje que espeta sentencias sin trabas es un niño de diez años, el Paddy Clarke del título, un joven que describe Dublín dependiendo de las mutaciones de su pequeña familia. El “ha ha ha” opera como un gesto sintomático de lo que implica moverse en el mundo con cierta ingenuidad, con esa sensación de eternidad que nos hace atravesar los cambios con la omnipotencia como cualidad básica. Paddy se ríe de todo porque verdaderamente siente que puede controlar su espacio, independientemente de quienes se vayan colando en éste. Paddy se hace preguntas pero su apertura se limita cuando él mismo dictamina las respuestas. Se cree superior porque no hay nada que desmorone su lugar de confort. ¿No recuerdan experimentar algo así siendo niños? ¿El tener la habilidad de inventarse una zona inquebrantable? ¿El guardar todos los sueños “en castillos de cristal”? Ser chico trae aparejado el llamar a las cosas por su nombre. Y no hablo de títulos empíricos. Hablo más bien del nombre que a nosotros nos agrada e identifica. El “ha ha ha” de Paddy también funciona como una alusión onomatopéyica a creer que, en medio de los problemas matrimoniales de sus padres, él puede superar una depresión incipiente. El “ha ha ha” es su manera de aprehender el conflicto. “Sometimes, when you were thinking about something, trying to understand it, it opened up in your head without you expecting it to, like it was a soft spongy light unfolding, and you understood, it made sense forever” nos explica este niño en un pasaje del libro, ubicando al acto de “encontrarle un sentido a las cosas” en un sitio superior. Doyle sortea esa doble complejidad de emplear la espontaneidad del monólogo interior y el vocabulario de un chico de diez años porque realmente lo entiende, entiende cómo le adolece al pequeño el ir corroborando que el crecer está fuera de su dominio. “It was a sign of growing up, when the dark made no more difference to you than the day” es algo así como el equivalente a cambiar de piel y de lenguaje. La noche ya no representa el miedo a la oscuridad sino el hecho práctico de dormir.
Quise abrir el texto sobre Room con la novela de Doyle como referencia porque la película de Lenny Abrahamson – quien venía de dirigir Frank, también un film sobre el “encierro” y sus réplicas psicológicas – está basada en otra obra literaria narrada enteramente desde la perspectiva de un niño. Emma Donoghue – compatriota de Doyle y claramente influenciada por su colega – adaptó su propia novela y lo hizo manteniéndose fiel a ese punto de vista (en su caso, el de Jack, un chico cinco años). Lo que en el papel no termina de resultar tan cautivante (Donoghue está constantemente pisando la fina línea entre la inocencia como algo encantador y la inocencia como algo irritante, trastabillando a la hora de ponerle la voz a Jack), a nivel cinematográfico adquiere otra tesitura. Si pensamos a Room como un exponente de hasta qué punto una madre (Joy, interpretada por Brie Larson con un cierto aire grunge que a veces se sobredimensiona) busca todas las maneras posibles de proteger a su hijo (Jacob Tremblay, el arma secreta de la película) en un contexto asfixiante (esa habitación donde están cautivos), entonces el largometraje conmueve pero sosteniendo un mayor despliegue de inventiva solo en su primera mitad. Abrahamson muestra cómo dos personas intentan sacarle provecho a un espacio tan estrecho y lo hace a través de pequeñas viñetas que revelan (muchas veces fuera de campo) la modalidad de Jack y Joy para abordar la rutina. Así, madre e hijo hacen ejercicio como forma de intentar “estirar” la habitación, leen tanto o más que lo que miran televisión y resguardan las pequeñas provisiones que su captor (“we call him Old Nick”) les lleva a diario. Es así como Room se vuelve más anómala, singular y atractiva cuando se centra en Jack y su propio modo de “estirar” otra cosa: el lenguaje. En relación a ésto, las conversaciones con su madre sobre los objetos de esa habitación están completamente despojadas de pronombres. En consecuencia, como Jack no conoce otro mundo más que ese, cada cosa que lo integra deja, justamente, de cosificarse. Aún derruidos, Lámpara, Planta, Alfombra y Televisor son todos amigos, y cobran vida cuando Jack se comunica con ellos y cuando regresa para decirles adiós. Toda la primera hora de Room – hasta la magistral escena del escape, musicalizada con la efectiva “The Mighty Rio Grande” y con los ojos de Tremblay que se abren a medida que se abre el mundo frente a ellos – es una observación aguda sobre la invención de nuevos códigos, de un nuevo vocabulario, esa fuerte base en la que se desarrolla toda relación madre e hijo, cada una con su propio idioma.
La segunda parte del film, por el contrario, vira hacia el estrés postraumático de Joy, estrés que llega a su pico cuando se ve forzada a dar una entrevista por dinero y es maquillada y convertida en una mujer que dista mucho de su verdadera identidad. En esa secuencia, menos virtuosa pero consecuente con ese enfoque más tradicional del último segmento, Larson abre los ojos como Tremblay lo había hecho momentos atrás, aunque en su caso más horrorizada, reaccionando ante la pregunta de por qué no liberó a su hijo de esa habitación mucho antes. La presión de la periodista empuja a Joy a enfrentarse a los traumas y es aquí dónde Room regresa a Jack y a ese código en común que lo une a su madre para salvarse mutuamente: un mechón de pelo le da tanta fuerza a Joy como un diente de Joy le había dado fuerza a Jack. Tanto en su novela como en su adaptación, Donoghue muestra que el vínculo entre ambos es un reflejo de millones de vínculos más. Así como hay circunstancias en las que una madre le dice a su hijo lo que tiene que hacer (deberes, limpieza, etcétera), hay otras en las que el hijo mira a la madre y la vuelve devota de sus necesidades (abrazos, paseos, etcétera). Por lo tanto, independientemente de su convencionalismo, cuando sobre el final Jack le ruega a Joy volver a Habitación, ella, con pánico ante ese regreso, le concede el pedido. “The world’s always changing brightness, and hotness. And there’s invisible germs floating everywhere. When I was small, I only knew small things. But now I’m five, I know EVERYTHING!” exclama Jack cuando su espacio se ensancha y, en simultáneo, se ensanchan sus palabras, sus frases, sus formas de describir la flamante realidad. Jack cambia, como cambia Alice en Wonderland (el subtexto predominante en Room), como cambia Paddy en Dublín: cuando la noche no es sinónimo de pánico y sonidos indescifrables, cuando la noche pasa a ser el momento más propicio para descansar entre las sábanas. “I wonder if I’ve been changed in the night. Let me think. Was I the same when I got up this morning? I almost think I can remember feeling a little different. But if I’m not the same, the next question is ‘Who in the world am I?’ Ah, that’s the great puzzle!” escribió Lewis Carroll con Alice como vehículo. Rompecabezas. El mismo que tiene armar Jack en Room. Uno que poco tiene que ver con los Legos que recibe de regalo. Uno más amplio e incesante. Ni más ni menos que el mundo. √
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► [TRAILER] Algunas imágenes de Room:
Trailer for the 2015 movie Room from Northernstars.ca on Vimeo on Vimeo.
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► [DE YAPA] Anatomía de una escena, por el New York Times:
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► [GALERÍA] Algunas fotos de ustedes con sus madres:
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¡BUEN MIÉRCOLES, MUCHACHADA! Hoy les dejo dos consignas: 1. ¿Qué opinión tienen de Room, la película de Lenny Abrahamson? 2. Por otro lado, ¿qué fue lo mejor que hicieron sus madres por ustedes? Puede ser una acción concreta o un consejo que les haya servido; como siempre, los leo y nos reencontramos mañana con un podcast y una nueva sección; ¡gracias por las fotos y gracias por leer! ¡que tengan un excelente miércoles!
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Brooklyn: Tengo un hogar lejos del hogar
“I happen to think that it’s a very good pop song, with a dreamy langour and a bruised optimism that inmediately distinguishes it from its anemic and stunted peers; the point is that a few months ago it didn’t exist (…) and now here it is, and that, in itself, is a small miracle” / “Creo que es una muy buena canción pop, con una languidez soñadora y un optimismo golpeado que inmediatamente la distingue de otras canciones anémicas y poco desarrolladas; el punto es que hace unos meses no existía (…) y ahora aquí está y eso, en sí mismo, es un pequeño milagro” – Nick Hornby sobre “I’m Like a Bird” de Nelly Furtado
Mientras yo terminaba de ver Brooklyn, mi abuela daba sus últimos suspiros. Ambos hechos, indisolubles, desembocaron en la inevitable conclusión de que la película de John Crowley estará por siempre asociada a ese jueves 17 de diciembre y a esa pérdida. Sin embargo, no fue hasta unas semanas más tarde que me encontré pensando en Brooklyn de una manera mucho más autorreferencial. El plan era ir a la casa de mis padres, revisitar mi viejo cuarto de la adolescencia y básicamente dejarlo impoluto. En esos casos, el acto de limpiar se vuelve más espiritual. Cada movimiento implica, directamente, soltar una parte del pasado. Vaciar una caja de apuntes es volver a esas largas horas en el terciario y detenerse en cuánto de esos conocimientos persistieron hasta la actualidad. Revisar una pila de revistas es presenciar la evolución de uno, desde la primera nota publicada en un semanario local hasta la primera nota publicada en un diario nacional. Abrir el placard es encontrarse con las remeras gastadas de esos recitales más espontáneos. Tomar las agendas es hallar recuerdos de viajes, esas postales que a veces uno olvida que compró, esos tickets de diferentes medios de transporte de diferentes partes del mundo. Y por último, ahí están, juntando polvo, olvidados en un rincón, todos los álbumes de fotos. Es curioso cómo una imagen del pasado puede cambiar la perspectiva actual. Es decir, una foto de la secundaria irremisiblemente me ubica en la mentalidad de esa adolescente que quería “hacer algo con el cine”, no sé bien qué, algo que sintetizara el poner en palabras lo que otra persona puso en imágenes. Deseos había muchos. Una carpeta que recopilaba artículos sobre los ganadores de los Oscars de todos los años me generó entre risa y vergüenza. Un poco porque ahora sigo haciendo lo mismo de otra manera. Un poco porque esas fantasías de pisar la alfombra roja con un micrófono no se concretaron, pero dieron paso a otra clase de sueños cumplidos. “I’d imagined a different life for myself” dice Ellis Lacey en Brooklyn, a lo que alguien le replica: “your life here could be just as good, better even”. Cuando finalicé con la limpieza, pensé que a esa edad, en esa juventud, era una principiante como hoy. Así como entonces no estaba lista para lidiar con muchas cosas, ahora creo que sigo careciendo de la misma capacidad para afrontar la ausencia. A medida que limpiaba, cada caja vacía, cada bolsa llena de viejos VHS, cada pila de libros del sector “de preservación”, fueron acumulándose en la habitación de mi abuela, habitación que por muchos años estuvo al lado de la mía, y a través de la cual por muchos años le pedía que apague el televisor porque me tenía que levantar temprano para ir al colegio. Ahora que su voz no está, ese hogar no se siente tan mío. Ahora, a la fuerza, me tengo que llevar ese hogar hacia otro lado.
Brooklyn, basada en la novela de Colm Tóibín, podría ser definida de la misma manera en la que Nick Hornby (quien se ocupó de adaptarla) describió esa canción de Nelly Furtado, otra pequeña historia (musical) sobre la búsqueda del hogar. Se trata de una película que se hace cargo de su clasicismo, que aborda el género coming of age/relato de una inmigrante, sin la oscuridad de – por mencionar un ejemplo – la también excelente The Immigrant de James Gray. Si hay oscuridad en Brooklyn, la misma se desprende de esos constantes desafíos cotidianos que provienen de soltar los hábitos (una cena con un hermano), desprenderse de las costumbres familiares (las charlas nocturnas sobre qué hizo uno durante el día) y de comenzar desde cero en un contexto símil hoja en blanco. La visión que tiene Tóibín como escritor fue traspolada al personaje de Ellis y a su mudanza de Enniscorthy, Irlanda a Brooklyn, Nueva York. Así como el autor considera a la escritura como un ejercicio que no se planea (“it’s not choosing as much as something occurring to you, so strongly, so severely, so deeply, so graphically”), su obra contiene a esa joven que, casi sin quererlo, va construyendo su hogar en otro lado (“eventually you find you’ve written the first paragraph without meaning to”). Por lo tanto, Crowley no captura momentos de epifanía, instantes reveladores, situaciones melodramáticas. La evolución de Ellis es absolutamente imperceptible. Su aceptación de Brooklyn como el lugar donde podrá emanciparse de la culpa (culpa representada por la figura de una madre que no quiere soltarla y que el film certeramente no demoniza) es algo invisible, fugaz, ciertamente efímero. Como tan bien ilustra Tóibín, el proceso que realiza Ellis es de esos que no se planean, que no precisan de una intencionalidad marcada, que se suscitan de modo inconsciente. Desde la desesperación por la llegada de una carta de su hermana hasta la negación de escribir una propia, desde la aprehensión a entablar vínculos laborales hasta el disfrute del trabajo, desde el encierro en un cuarto hasta una salida en pareja a Coney Island, Ellis cambia sin notarlo. Con esa misma naturalidad, Saoirse Ronan brinda una actuación brillante, ya que en su rostro se replican los cambios internos del personaje. Cuando llora al mirar su viejo cuarto por última vez (el pasado) o cuando contempla junto a su marido Tony – un Emory Cohen de carisma indetenible – un terreno desierto que aguarda ser habitado (el futuro), Ronan representa ese pequeño milagro del que hablaba Hornby. “One day, the sun will come out. You might not even notice straight away, it’ll be that faint. And then you’ll catch yourself thinking about something or someone who has no connection with the past. Someone who’s only yours” asegura Ellis mientras revierte los roles dado que es ella quien está dispuesta a enarbolar una declaración de amor que va más allá del hombre en cuestión. En realidad, esa persona que no tiene conexión con el pasado no es solo Tony: también es ella misma.
Mientras mi abuela fallecía, yo escuchaba las palabras finales de Brooklyn. Mientras mi abuela se iba hacia no sé bien dónde, yo pisaba su cuarto vacío (como ese terreno que pisa Ellis) y pensaba que el pasado y el futuro están todo el tiempo dialogando en simultáneo. Que lo que ya no está físicamente a mi lado, tiene que empezar a convivir conmigo de otra forma. Ya lo había escrito Tóibín en su otra novela, The South: “plans and fantasies take up most of my waking time. I have all day to think about the future, to plot it out, to dream it, to imagine everything”. El plano final de Brooklyn, con Ellis apoyada sobre una pared aguardando el futuro, es una de las imágenes más poéticas para graficar el único hogar que nunca se limpia, que nunca se deshabita, que nunca se vacía: el que llevamos dentro.
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► [TRAILER] Algunas imágenes de Brooklyn:
Brooklyn - UK Trailer from Item 7 on Vimeo.
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► [DE YAPA] Anatomía de una escena, por el New York Times:
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¡BUEN MARTES PARA TODOS! Hoy les dejo dos consignas: 1. Explayarse sobre Brooklyn de John Crowley: ¿la vieron? ¿qué les pareció? 2. Me gustaría que compartan cuál es su lugar de origen y si han tenido que alejarse de él y mudarse a otro sitio (si es así, ¿cómo recuerdan dicha experiencia?); por otro lado, les hago un pedido: que me envíen durante el día de hoy, por mail o por FB, una foto de sus madres ya que mañana habrá un post sobre Room y quisiera homenajear a sus progenitorias; ¡gracias desde ya, los leo!
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Hacer de la fama una acción positiva para cambiar el mundo
Hoy en Cinescalas escribe: Tais Gadea Lara, periodista especializada en medioambiente
“Mi carrera se debe adaptar a mí;
la fama es como un pase vip a donde sea que quieras ir”
¿Qué es la fama? ¿Alguna vez nos preguntamos de qué se trata aquello a lo cual muchos desean aspirar? ¿Aquello a partir de lo cual parecería que toda la vida de uno estaría resuelta y se alcanzaría la plena felicidad? Según el diccionario de la Real Academia Española, la fama es “la opinión que la gente tiene de alguien o de algo”. Lejos de ser sinónimo de éxito o de felicidad, se acerca más a los conceptos de reputación, prestigio, popularidad. El término pareciera tener en verdad menor importancia de la que, en la práctica, se le suele atribuir. Pero, al mismo tiempo, esconde detrás una inmensa oportunidad para aquellos que gozan de su acompañamiento.
“Mi carrera se debe adaptar a mí. La fama es como un pase vip a donde sea que quieras ir”. Las palabras de Leonardo DiCaprio marcan un punto de quiebre a la hora de considerar este concepto tan extraño. Y justo él eligió esos términos para referirse a aquella condición que lo acompaña en una curva de ascenso durante los últimos años. ¿A dónde quiso ir DiCaprio con la fama? ¿A dónde quiere ir DiCaprio con la fama? Para muchos de ustedes, él es un excelente actor, actualmente nominado a los Premios Oscar por su dedicada actuación en The Revenant. Para quienes trabajamos en el ámbito de la protección del ambiente, el cambio climático y la sustentabilidad, DiCaprio es uno de los activistas ambientales más comprometidos. Luego de la realización de su primer documental ambiental, The 11th Hour, y en plena producción de una segunda producción cinematográfica sobre el cambio climático (que incluye entrevistas a científicos argentinos en su paso por Ushuaia para rodar las últimas escenas de la película con más nominaciones a los próximos premios de la Academia), el actor norteamericano dio vida a una fundación homónima para promover la conservación y el cuidado de la biodiversidad, y asumió la lucha frente al cambio climático como un mensaje que llevar a sus distintos ámbitos de trabajo. DiCaprio pasó desde vivir ese cambio en carne propia durante el rodaje de The Revenant – donde la nieve desapareció de un día para otro en el año recientemente considerado de manera oficial como el más caluroso jamás registrado en la historia – hasta hacerlo protagonista en la apertura del World Economic Forum en Davos la semana pasada, a incluso mencionarlo en las últimas palabras de su discurso de agradecimiento en los Premios Globo de Oro.
DiCaprio es apenas uno de los ejemplos de lo que la fama ha significado para muchas celebridades: encontrar la oportunidad de hacer algo más por y para esa misma gente que tiene una opinión de sí. Lo que ha sucedido en los últimos años ha sido verdaderamente notable. Cada vez son más las celebridades que se sirven de esa visibilidad que tienen ante sus públicos para expresar un mensaje de conciencia; sea por una causa social, sea por una causa ambiental, sea por una causa económica. Ellos saben que esa atribución que alcanzaron de “ser famosos” tienen la magnífica oportunidad de llegar a sus públicos para generar conciencia y promover un cambio de acción. Nada es casual en esa definición teórica de diccionario: la gente, ese público al que se dirigen, es el principal destinatario de un mensaje que puede hacer de este mundo un lugar mejor.
No se trata de participar en un evento, sacarse una selfie, compartirla en redes y listo, uno “es activista”. No se trata de sacarse una foto para la campaña con un cartel de “salvemos al planeta” y luego en el día a día, seguir tirando residuos por la ventana. No se trata de decir que uno es vegano “porque está de moda” y luego hacer portadas de revistas con tapados de piel porque la falta de conocimiento o simple ignorancia hizo creer que sólo se trataba de una elección alimenticia en lugar de un verdadero estilo de vida. Si bien mucho de ello podría significar un aporte, lo que ha ocurrido en los últimos años es una participación totalmente activa de ciertos famosos por determinadas causas que, lejos de ser impuestas (de manera gratuita o paga) para campañas, surgen de valores propios, de creencias personales, de ser activistas, además de (y en conjunto con) ser actores.
Mark Ruffalo no sólo es un superhéroe fuera de control como Hulk. La “cuestión verde” lo ha movilizado desde antes en su vida más personal para convertirse en un verdadero defensor de la lucha frente al cambio climático, el fin de la era de los combustibles fósiles, la promoción de las energías renovables y la necesidad de cuidar aquel recurso más preciado que tenemos: el agua. Emma Watson no sólo sabe los mejores hechizos de magia. Supo asumir un rol destacado en los eventos internacionales más importantes con un mensaje social claro y de urgente incorporación: igualdad entre hombres y mujeres a través de la campaña “HeForShe”. Adrian Grenier además de ser el novio perfecto en The Devil Wears Prada, trabaja a diario por la protección de uno de los ecosistemas más afectados en el mundo, producto de la emisión de dióxido de carbono y el consecuente proceso de acidificación: los océanos. Asimismo, la incansable Angelina Jolie ha logrado algo más que interesante: su labor por causas humanitarias es tal que ha dejado de ser noticia y ya se ha naturalizado en su accionar diario, tanto como su profesión misma.
Unos y otros han visto en la fama la posibilidad, pero por sobre todo, la oportunidad de “adaptarla a sus vidas”, de utilizarla para sus causas, “de tomar ese pase vip” hacia las acciones que desean promover en el mundo, ante una Tierra rodeada de problemas, pero también rica en soluciones posibles. Las formas de este activismo en los famosos han sido múltiples: desde una Emma Thompson caminando por las calles de Londres en reclamo de un acuerdo ambicioso; pasando por Brad Pitt asumiendo el cargo de productor ejecutivo en Big Men, un documental sobre los riesgos de la industria de combustibles fósiles y que sin ese aporte financiero no hubiera sido posible de darse a conocer; hasta el eterno y vegetariano Paul McCartney impulsando la iniciativa “Lunes Sin Carne” para incentivar la reducción de consumo de una carne (cuya industria es la segunda principal causa de emisiones de gases de efecto).
En diciembre pasado, por mi trabajo, tuve la oportunidad de cubrir la 21° edición de la Conferencia de las Partes (COP21) en París, Francia. Era el evento político-ambiental más importante de los últimos años, pues allí 195 líderes mundiales acordaron un nuevo documento para hacer frente al cambio climático. En esas dos semanas intensas de trabajo, hubo famosos que se hicieron presentes, no para la foto, no por oportunismo. Estuvieron allí para expresar un mensaje, para contar lo que hacen por mejorar el mundo e, incluso, para tener reuniones con representantes de alto nivel y realizar los aportes desde sus fundaciones y respectivos trabajos. Estuvieron presentes desde el ahora polémico y controversial Sean Penn, quien relató el trabajo que realiza su fundación, J/P Hro, en Haití, luego del terremoto que marcó un antes y un después para el país más pobre en la historia de la humanidad; hasta Arnold Schwarzenegger, que en su función de ex gobernador de California, hizo un pedido a la gente a que dejen de comer carne una o dos veces por semana.
El mismo DiCaprio se hizo presente en París donde, entre reuniones con el Secretario General de Estados Unidos, John Kerry, y el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-Moon, se mostró contundente al hablarle a más de 1.000 dirigentes de las ciudades más importantes del mundo: “El cambio climático es la amenaza más grande y existencial para nuestra especie”. Un simpático y comprometido Alec Baldwin eligió al país latinoamericano de Perú para hacer sentir la voz de las comunidades indígenas, principales afectadas en sus territorios por la expansión de grandes corporaciones que no conocen del respeto por la tierra y sus comunidades originarias: “El cambio climático es un tema que afecta a todos por igual, incluyendo a las comunidades locales de las tierras. Hoy las industrias influencias en los gobiernos para sus intereses. Así, los gobiernos siguen construyendo sobre los territorios, sin cuidar del agua y la gente que hace mucho por la naturaleza. No se trata sólo de hablar de las emisiones, sino también de proteger a los bosques y a las personas que allí habitan”.
Los problemas que hoy afectan al mundo, y del cual el hombre es el principal responsable, necesitan de la participación de todos los actores involucrados, incluyendo a los que por oficio y profesión son considerados “actores”. Ellos tienen en sus manos la posibilidad de expandir un mensaje de cambio. Pero ojo, porque la gente es consciente y advierte cuando un mensaje es sólo publicitario. Ese mensaje, esas palabras que los actores evocan deben ir acompañadas de verdaderas acciones, de compromisos fieles por un mundo mejor. Cuando apenas empezaba este 2016, la conductora Ellen DeGeneres era reconocida en los People’s Choice Awards con el galardón “Favorite Humanitarian” (“Humanitaria Favorita”). Estas fueron sus palabras al agradecer el premio: “es un poco extraño recibir un premio por ser agradable, generosa y amable; que es lo que se supone que todos debemos ser con el otro”. En la carrera histórica por querer ser la mejor especie del mundo, el ser humano se ha vuelto su propio enemigo. Es el impulsor de guerras, el creador de bombas nucleares y de hidrógeno, el (mal) administrador de una riqueza en manos de 62 personas mientras un niño muere cada veinte segundos en el mundo por problemas relacionados con la falta de acceso a agua potable… Incluso en lo ambiental, en París el por entonces director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo (hoy ese cargo por primera vez en la historia de la organización será ocupado por dos mujeres) me dijo: “muchas veces como ambientalistas decimos que tenemos que salvar al planeta. En verdad, el planeta no necesita que lo salvemos. El planeta va a continuar, va a reencontrar su equilibrio y a salir adelante. Nosotros vamos a ser los que nos vamos a ir. No se trata de salvar al planeta sino de proteger a nuestros hijos y a las futuras generaciones”.
Muchas veces se dice que la “realidad supera a la ficción” ante ciertos eventos noticiosos. Espero sinceramente que sea la misma realidad la que supere a la ficción, no con los espectaculares desastres naturales, ni las violentas guerras o las más dramáticas escenas sociales; sino que sea la misma realidad la que supere a la ficción con formas heroicas de poder hacer de éste un mundo mejor, para todos. Y espero que cada uno de nosotros, yo aquí escribiendo y ustedes ahí leyendo, sean partícipes de “esa película” no sólo como espectadores sino también como actores protagónicos. En definitiva, incluso aquello que consideren que es pequeño puede, a la larga y en conjunto con otras “pequeñas” acciones, tener un impacto increíble. Y cuando crean que es insuficiente, que las autoridades políticas no toman las decisiones que deberían asumir, que las empresas sólo siguen pensando en agrandar sus billeteras sin importar la calidad de sus productos o servicios, o de los impactos negativos que realizan; recuerden esta frase que leí en el People’s History Museum en Manchester, Inglaterra: “Siempre ha habido ideas por las cuales vale la pena luchar”. Lo importante es no olvidarse de esas ideas. Lo necesario es convertir esas ideas en acción.
Por Tais Gadea Lara
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“My career must adapt to me;
fame is like a VIP pass wherever you want to go “
What is fame? Have we ever wonder what is that to which many want to aspire? That from which it appears that one life would be resolved and will reach full happiness? According to the dictionary of the Royal Spanish Academy, fame is “the perception that people have of someone or something”. Far from being synonymous of success or happiness, it is closer to the concept of reputation, prestige, popularity. The term seems to have really minor importance, in practice, than is often credited. At the same time, behind it there is a huge opportunity for those who enjoy their support.
“My career must adapt to me. Fame is like a VIP pass wherever you want to go”. The words of Leonardo DiCaprio mark a turning point when considering this so strange concept. And he chose these terms to refer to that condition accompanying an upward curve in recent years. Where does DiCaprio want to go with fame? Where will DiCaprio want to go with fame? For many of you DiCaprio is an excellent actor, now nominated for Oscars for his commited performance in The Revenant. For those who work in the field of environmental protection, climate change and sustainability, DiCaprio is one of the most committed environmental activists. After conducting his first environmental documentary The 11th Hour, and now in production of the second film production on climate change (which includes interviews with Argentine scientists on their way through Ushuaia to shoot the last scenes of the movie with more nominations for the next Academy Awards), the American actor gave life to a promever eponymous foundation for conservation and protection of biodiversity, and took up the fight against climate change as a message that lead to the different areas of work : from experience it firsthand during the filming of The Revenant where snow disappeared overnight in the year recently considered officially as the warmest ever recorded in history, to make it protagonist in the opening of the World Economic Forum in Davos last week, to even mention it in the last words of his acceptance speech at the Golden Globe Awards.
Dicaprio is just one example of what fame has meant for many celebrities: find the opportunity to do more for and by the same people who have an opinion of them. What has happened in recent years has been truly remarkable. More and more celebrities who use the vision they have to their public to express a message of conscience; either by a social cause, either by an environmental cause, either by an economic reason. They know that with that attribution that they reached of “being famous”, they have the wonderful opportunity to reach their audiences to raise awareness and promote a change of action. Nothing is casual in this theoretical dictionary definition: the people, the audience they are targeting, is the main recipient of a message than can make this world a better place.
This is not about participate in an event, take a selfie, share on Social Media and ready: you are an “activist”. This is not about a photo opportunity for the campaign with a poster of “save the planet” and then in the day by day, you keep throwing waste out the window. This is not about saying you are vegan “because it is fashionable” and then make magazine covers with fur coats because the lack of knowledge or simple ignorance that led to believe it was just a food choice rather than a truly style life. While much of it could mean a contribution, what has happened in recent years is a fully active participation of certain famous by certain causes that, far from being imposed (free or paid) for campaigns, arising from own values, personal beliefs, of being activists in addition to and in conjunction with, being actors.
Mark Ruffalo is not just a superhero out of control as The Incredible Hulk. The “green issue” has mobilized him before to become a true champion of the fight against climate change, the end of the era of fossil fuels, the promotion of renewable energy and the need to care that most precious resource we have: water. Emma Watson not only knows the best magic spells. She learned to take a leading role in the most important international events with a clear and urgent message incorporating social role: equality between men and women through the “HeForShe” campaign. Adrian Grenier as well as being the perfect boyfriend in The Devil Wears Prada, works daily for the protection of one of the most affected ecosystems in the world, due to the emission of carbon dioxide and the resulting acidification process: the oceans. Or the tireless Angelina Jolie has accomplished something very interesting: her work for humanitarian causes is such that it is no longer news and it has become naturalized in their daily actions as well as her profession itself.
All of them have seen the possibility of fame, but above all, an opportunity to “adapt to their lives”, to use for their causes, “to take that VIP pass” to the shares they wish to promote in the world, to an Earth surrounded by problems, but also rich in potential solutions. The forms of this activism celebrities have been multiple: from an Emma Thompson walking the streets of London to demand an ambitious agreement; through Brad Pitt through taking over as executive producer on Big Men, a documentary about the risks of the fossil fuel industry and which without that financial support it would have been impossible to get noticed; to the eternal and vegetarian Paul McCartney driving “Meat Free Monday” initiative to encourage reduced consumption of meat (whose industry is the second leading cause of greenhouse gas emissions).
Last December, for my work, I was able to cover the 21 th edition of the Conference of the Parties (cop21) in Paris, France. It was the most important political and environmental events of recent years, because there 195 world leaders agreed to a new document to address climate change. In these two intense weeks of work, there were celebrities who were present, not for the photo, not for opportunism. They were there to express a message, to tell what they do to improve the world and even to have meetings with high-level representatives and make the contributions from foundations and their respective jobs. There were present from the now contentious and controversial, Sean Penn who recounted the work of his foundation, J/P Hro in Haiti following the earthquake that marked a before and after for the poorest country in the history of mankind; to Arnold Schwarzenegger, who in his role as former governor of California, made an order to people to stop eating meat once or twice a week.
The same DiCaprio was present in Paris where he was forceful, between meetings with the General Secretary of the United States, John Kerry, and the General Secretary of the United Nations (UN), Ban Ki-Moon, to talk to more 1,000 leaders of the most important cities in the world: “Climate change is the biggest and existential threat to our species.” A friendly and committed Alec Baldwin elected the Latin American country of Peru to make hear the voice of indigenous communities, affected in their territories by the expansion of large corporations who do not know about respect for the land and its original communities: “Climate change is an issue that affects everyone, including local communities from land. Today industries influences governments for their interests. Those governments continue to build on the territories without taking care of the water and the people who long for nature. It’s not just talking about the emissions, but also to protect the forests and the people who live there”.
The problems affecting the world today, and which man is primarily responsible, need the participation of all actors, including craft and profession that are considered “actors”. They have in their hands the possibility to extend a message of change. But beware, because people are aware and warns when a message is just advertising. That message, those words evoke the actors must be accompanied by real action, faithful commitments for a better world. When just beginning this 2016, host Ellen DeGeneres was recognized at the People’s Choice Awards with the award for “Favorite Humanitarian”. Her words to thank the award: “It’s a little strange to receive an award for being friendly, generous and kind; that is what we’re all supposed to be with each other”. In the historic race for wanting to be the best species in the world, man has become his own enemy. He/She is the driving force behind wars, the creator of nuclear and hydrogen bombs, the (mis) manager of wealth in the hands of 62 people while a child dies every twenty seconds in the world for problems related to lack of access to drinking water… Even environmentally, in Paris the then executive director of Greenpeace International, Kumi Naidoo (now that position for the first time in the history of the organization will be occupied by two women) said: “As environmentalists, many times we say that we have to save the planet. Indeed, the planet does not need that we save it. The planet will continue, it will find its balance and move forward. We will be the ones we’re going. It’s not about saving the planet but to protect our children and future generations”.
It is often said that “reality surpasses fiction” about certain news events. I sincerely hope it is the same reality that surpasses fiction, not with the spectacular natural disasters, violent wars or the most dramatic social scenes; it is the same reality that surpasses fiction with heroic ways to make this a better world, for all. And I hope that each of us, here me writing and there you reading, may participate in “that movie” not only as spectators but also as leading actors. In short, even what you think it is small act can, in the long run and in conjunction with other “small” actions, have an incredible impact. And when you believe is insufficient, that political authorities do not make decisions that should assume, that companies just keep thinking in enlarge their wallets no matter the quality of their products or services, or performing negative impacts; remember this phrase I read in the People’s History Museum in Manchester, England: “There have always been ideas worth fighting for.” The important thing is not to forget these ideas. What is necessary is to turn those ideas into action.
By Tais Gadea Lara
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► [VIDEO 1] Emma Watson en el lanzamiento de la campaña “HeForShe” para promover la igualdad de género:
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► [VIDEO 2] Leonardo DiCaprio en la inauguración del Climate Summit de 2014:
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¡BUEN LUNES PARA TODOS! ¡ESTAMOS DE VUELTA! Tais les deja dos consignas para su nota: 1. Así como tuve la oportunidad de ver a algunos actores participando activamente de un evento de magnitud e impacto internacional, ¿Qué famosos consideran que están haciendo cosas por causas sociales, ambientales, políticas? ¿Les ha llamado la acción puntual de alguno? ¿Por qué? 2. Mi especialización en ambiente no fue algo casual, responde a una voluntad personal de querer cambiar el mundo en el que vivimos y a una pasión por el trabajo que hago; por ello, soy de las que creen que con cada una de las líneas de mis artículos puedo generar al menos un poco de conciencia en quienes lo leen y promover un cambio de acción; levo tatuada en mi muñeca la frase “Be the change” (“sé el cambio”) en honor a la reconocida expresión de Mahatma Gandhi: “Be the change you want to see in the world” (“Sé el cambio que quieres ver en el mundo”) ¿Qué hacen ustedes por cambiar aquello que no les gusta del mundo, desde lo más próximo en sus vidas hasta lo que pueda ser más global? 3. Por mi parte, yo los invito a compartir videos o charlas que los hayan inspirado; nos reencontramos mañana con el post de Brooklyn 😉 [OFF TOPIC] Les cuento que durante el 2016 el blog se va actualizar de lunes a miércoles con algunos podcasts los jueves revisionando ciertas películas, quise retomar la actualización de lunes a viernes pero tengo un mayor caudal de trabajo este año que lamentablemente me lo impide, sobre todo porque planeo editar mi segundo libro en unos meses; por otro lado, les comparto que el jueves 11 haremos salida cinescalera para ver Zoolander 2, los interesados en sumarse pueden mandarme mail; ahora sí, ¡bienvenidos al sexto año del blog!
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—> La última vez escribió Ezequiel Saul sobre… STAR WARS: THE FORCE AWAKENS
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