Oscars 2016: El futuro es nuestro

No abundan las películas sobre personajes que son buenos en sus trabajos. Mucho menos películas sobre personas reales buenas en sus trabajos. Muchos menos películas sobre personas reales cuyo trabajo causó un impacto resonante. Mucho menos películas premiadas con el Oscar que muestren ese mecanismo con la sutileza como bandera. En el mismo año en el que la Academia ignoró a un film enteramente sostenido por todo lo que yace en la superficie (Carol) en simultáneo supo reconocer esos pequeños detalles como el de la captura que les dejo allí arriba, una en la que el papel busca no ser opacado por el nacimiento de lo digital. Lo cierto es que Spotlight está repleta de decisiones de puesta en escena imperceptibles como esa, tan imperceptible como la última palabra que dice Michael Keaton al final del film, a la distancia, escondido, donde cambió el futuro junto a sus colegas, por prepotencia de trabajo.

“It’s not the same to make an important film than to make a film that looks important”

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¡BUEN LUNESPARA TODOS! Como todos los años, los invito a hacer su balance del Oscar y les cuento que nuevamente el concurso quedó vacante (¡por culpa de Stallone!); por otro lado, para quienes quieran escucharme en la radio, a las 9,30hs. voy a estar con Toti Pasman por FM Delta 90.3 y a las 15.00hs. con los muchachos de Dixit Programa por 95.3 Radio; por mi parte, los vuelvo a ver mañana con un post de un crítico invitado sobre Creed; ¡leo sus impresiones del Oscar 2016, gracias por estar un nuevo año haciéndome compañía, fue un placer, hasta mañana!

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Composición: Tema libre (vigesimonovena entrega)

A pedido de Natalia Bello y también para respetar la tradición, les dejo el clásico post abierto de los Oscars para debatir la ceremonia del domingo en tiempo real y para que, a diferencia de sus predicciones, hoy se explayen acerca de quiénes son sus favoritos para ganar (arranco yo con la película que más me gustó de las ocho nominadas: Spotlight). Como siempre, nos reencontramos el lunes post-entrega con un pequeño balance de la ceremonia y el anuncio del ganador del concurso. ¡Mucha suerte para todos, los espero el domingo en este post!

Podcast Cinescalero Volumen XVIII / Revisionando los ’90: TWISTER

♦ ¿Qué veredicto dan ustedes este jueves? ¿Cuánto se mantiene Twister en el 2016? ¡Los invitamos a debatir! Mañana les dejo un Open Post para palpitar los Oscars, nos vemos por allí, muchachada ♦

45 Years: Algo para decirte

“Now laughing friends deride,
tears I cannot hide
So I smile and say
‘When a lovely flame dies, smoke gets in your eyes'”

The Platters

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

En Sous le sable/Bajo la arena de François Ozon, Marie Drillon mantiene vivo el recuerdo de su esposo Jean mediante un único mecanismo de defensa: la negación. Esa desaparición abrupta que la dejó sola en la arena no puede ser racionalizada por ella. En consecuencia, la ilusión, la inventiva, pasan a convertirse en requisitos que le hacen contrapeso a lo factual. En una escena donde se pone de manifiesto hasta qué punto la mente invade con su hormigueo, Marie cita la carta que dejó Virginia Woolf antes de suicidarse. “Lo que estoy haciendo es lo mejor, me has dado la mayor felicidad posible, has sido todo lo que alguien puede llegar a ser, pero yo no puedo seguir arruinando tu vida por mucho tiempo más”. La aseveración funciona para ambos polos. Por un lado, saca a la luz la batalla de Marie contra su propia cabeza (el deseo es más poderoso que la evidencia) y, por el otro, explicita el modo en el que la ausencia de Jean la ha detenido. Así, parece ser el hombre quien se adueña de la frase “no puedo seguir arruinando tu vida”. Así, el ausente se vuelve presente en un ciclo interminable. En Sous le sable Charlotte Rampling se apoya en lo no-dicho para transmitir el conflicto interno de Marie. Nada de gritos ni de desesperación avasallante. Solo un tímido llamado en la mitad de la noche (“¿Jean…?”), solo una tímida imagen de unas manos que la tocan. La interpretación de la actriz es un milagro desde el momento en el que Ozon no debe apelar a primerísimos planos para captar el amplio espectro de gestos. Desde la distancia, Rampling también nos roza. En 45 Years – considerada por su director Andrew Haigh como una secuela atípica a su brillante Weekend -, vemos a la actriz en un proceso similar a su memorable trabajo con Ozon, dado que la sutileza es lo más resonante. Asimismo, 45 Years lo encuentra a su realizador quebrando nuevamente los estereotipos como en la mencionada Weekend (una historia de amor gay sin los clichés que ocasionalmente contaminan a esta clase de relatos) ya que pone en el centro a una pareja de septuagenarios sin el regodeo en el costado negativo del envejecimiento. Por el contrario, Kate (Rampling) y Geoff (Tom Courtenay) conservan una rutina vital dentro de su esquematismo – desde el disfrute de lo sexual hasta las salidas con amigos – porque todo aquello que yace bajo la superficie es lo que representa lo hermético, lo asfixiante, lo confinado. Haigh – quien basó su película en el cuento de David Constantine In Another Country, modificando el punto de vista excluyente al atribuírselo a la mujer – divide la historia en viñetas que señalan los seis días previos al festejo de aniversario de esa pareja. 45 años juntos. “¿Por qué no festejaron los 40?” le preguntan a Kate. “Porque mi marido estaba enfermo en esa fecha” responde. La salvedad no pasa inadvertida. Es el puntapié de lo que acontecerá luego y de lo que aconteció antes de esa jornada (o de esa semana) celebratoria. Kate orbita en torno a Geoff y a su peculiar forma de decir las cosas: a medias y de a ratos.

Con la llegada de una carta que desnuda una etapa formativa de la vida de Geoff, Kate comienza a contemplar a su esposo como un extraño que súbitamente apareció en su cama (suerte de reverso de Sous le sable), un extraño que, cincuenta años atrás, estuvo a punto de casarse con una novia que falleció en un accidente en los Alpes suizos. La revelación epistolar en 45 Years (el cuerpo de la joven fue encontrado en la nieve) lo reubica a Geoff de cara su primer amor, a la única persona con la que visualizó tener una familia, activando en su esposa actual una serie de interrogantes que la van configurando como una mujer diferente a la que se creía. Es decir, no solo redescubrimos a Geoff en el film sino también a Kate, como si al mover una pieza de su sólido vínculo estuviéramos erigiendo otra relación enteramente. Por lo tanto, cuando ella le pregunta a su marido si se hubiese casado con esa joven de no haber sido por el fatal episodio, él le retruca con otra frase reveladora: “creí que no te gustaban las preguntas hipotéticas”. Todo en 45 Years es un quiebre de los “creí que…”. Todo en 45 Years es un alteración de las perspectivas. “El silencio, como la oscuridad, puede ser también un lenguaje” escribió Hanif Kureishi. Haigh filma esos instantes de ebullición contenida desde ventanas, con rostros frente al espejo, con caminatas reflexivas, logrando de manera extraordinaria que el espectador pueda inferir con exactitud el razonamiento de Kate. En una de las secuencias que mejor reflejan su estado anímico, la observamos observando (otra constante en Haigh: el captar la mirada de quien mira) unas fotos escondidas de Geoff y proyectándolas en esa silenciosa oscuridad a la que alude Kureishi. Las imágenes revelan el embarazo de la fallecida novia de su esposo y, con esa verdad que reluce, se resignifica la decisión de su marido de no tener hijos, decisión que ahora le corresponde a ese pasado, decisión que la excluye a Kate de la ecuación, decisión que la emancipa de quien fue su compañero por más de cuatro décadas. El golpe es brutal pero no tanto como el contraste cuando de repente suena el teléfono y el DJ de la fiesta de aniversario le pide a Kate la lista de canciones románticas que le gustaría escuchar en su noche. El rostro de Rampling se transforma de manera sublime, mostrando cómo esa mujer debe, en medio de su desconcierto, enumerar una serie de himnos románticos. “‘Happy Together’ de The Turtles” es lo primero que sale de su boca, canción que Haigh retoma en la fiesta misma, con Kate agitada en el baño, pensando (intuyo) en cómo la vida con su esposo, con cada pequeño hecho, estuvo digitada por una tercera figura de la que ella no tenía noción alguna. Así como en Weekend la presencia de los objetos eran fundamentales para marcar el ritmo de la relación entre Glen y Russell (una grabadora que registraba ese efímero fin de semana, unas zapatillas estrenadas para una noche distinta a cualquier otra noche), en 45 Years carecen de valor cuando a Kate la invade el vacío. Una partitura es tocada con melancolía, un reloj visto a través de una vidriera opera como metáfora de lo que es vivir detenido (reloj que Kate siempre está a punto de comprar como regalo) y la casa de los protagonistas está despojada de fotos de la relación por razones que exceden la reticencia a la vanidad.

“Es gracioso cómo a veces nos olvidamos de cuáles son las cosas que nos hacen felices en la vida” le dice Kate a su marido en una caminata previa al cataclismo. La aseveración es dolorosa en sí misma y Haigh lo sabe. Por ende, no hay llantos ni primeros planos, tan solo vemos desde la lejanía a esa pareja que, al contraer matrimonio 45 años atrás, eligió como canción de boda a “Smoke Get in Your Eyes” (our true love was true?). La resignificación recobra fuerza sobre el final, cuando un amigo cuenta ese dato antes de que el tema vuelva a sonar, 45 años después. Ese círculo que traza Haigh es magistral, tan magistral como los movimientos de Rampling en ese baile desolador, uno en el que Kate lucha por olvidar la omnipresencia de las omisiones intentando poner sus brazos alrededor del cuerpo de su esposo, para luego bajarlos abruptamente, como si esa canción que lo unía a Geoff ahora la aterrase. En su ensayo Filming Intimacy, Kureishi narró la experiencia de cuando se adaptó su novela homónima al cine remarcando lo siguiente: “quiero creer que el espectador mira a través de la actuación, a través de la dirección, a través de la historia y de los dilemas de los personajes; pero para poder ver a través de se requiere de una verdad humana, de algo genuino que nos obligue a examinarnos a nosotros mismos”. 45 Years representa precisamente eso. No miramos a Kate, miramos a través de ella. Por lo tanto, cada mínima verdad que la quiebra se escucha como solo se puede escuchar el pasado: con la violencia disruptiva de una onda expansiva. ◄ 

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► [TRAILER] El adelanto de 45 Years de Andrew Haigh:

45 Years / Trailer from Intermission Film on Vimeo.

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¡BUEN MIÉRCOLES! Hoy dejo las siguientes consignas: 1. ¿Vieron 45 Years? ¿Qué opinión tienen sobre el film de Andrew Haigh? 2. Por otra parte, quisiera saber qué películas románticas los han dejado emocionalmente devastados; ¡los leo, muchachada! Nos reencontramos mañana con un nuevo podcast en el que revisionamos Twister; ¡que tengan un excelente miércoles!

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Lightning in a Bottle: Un mapa para el alma

Hoy en Cinescalas escribe: Tony Vardé

Si el blues fuese una persona, ¿a quién elegiría para organizar su cumpleaños número 100? Martin Scorsese suena como una buena opción. En el 2003 el director se puso el traje de productor y convocó al cineasta Antoine Fuqua para registrar un concierto memorable que reuniría a las más grandes estrellas vivas del género: B.B. King, Buddy Guy, Dr. John, Ruth Brown, Hubert Sumlin, sólo para empezar. Fuqua y Scorsese se encargaron de que el concierto realizado en Nueva York el 7 de febrero se convierta en una película y la llamaron Lightning in a Bottle. El resultado es mucho más que la simple filmación de un recital: es una biografía audiovisual en vivo de la tradición blusera americana.

“En el viaje de estos artistas durante el concierto, podés ver la música como lo que realmente es: un mapa hacia el alma humana” dicen los productores. El resultado es una de las más dinámicas, emocionantes y entretenidas películas de conciertos jamás hechas. “Tocás una nota y estás atrapado. Eso es el blues” dice Steve Jordan, baterista y director musical del proyecto. El evento se desarrolla contando la vida del blues en forma cronológica, desde su prehistoria en África, y tocando muchos de los pilares fundamentales en su evolución. El film ilustra claramente cómo una simple forma musical de doce compases y tres acordes ha podido evolucionar tanto. A medida que se mueve la cronología, el blues se fusiona con jazz, funk, rock, soul, incluso hip-hop, con Chuck D convirtiendo “Boom Boom” de John Lee Hooker en un himno pacifista. Ligthning in a Bottle es la prueba fehaciente de que el espíritu del blues puede ser encontrado en cualquier lugar. Incluso, en el corazón de Nueva York. La banda estable del show es un verdadero All Stars con varios años de experiencia. El grupo está dirigido por el mencionado baterista y productor Steve Jordan y Levon Helm (ex The Band) también toca la batería en algunos temas. Los teclados están a cargo de Ivan Neville y la leyenda de New Orleans Dr. John; Kim Wilson de los Fabulous Thunderbirds en armónica, Danny Kortchmar, Willie Weeks, Keb’ Mo’ en guitarras y Larry Taylor en contrabajo. También está la sección de vientos The Beale Street Horns (Andrew Love, Ben Cauley, Jack Hale y Jim Horn), con las voces de Vanisse Thomas, Curtis King y Babi Floyd en los coros.

“¡Mejor tarde que nunca!” exclama Ruth Brown cuando llega al ensayo luego de un infarto reciente. Solo por ésta y algunas otras perlitas que suceden backstage vale la pena ver el film. Fuqua se las arregla para presentar casi todas las canciones con un contexto histórico dramático. Ésto les da a las letras y a la música una resonancia mas profunda. “La mayoría de los films de conciertos son brillantes y sobreiluminados ” dice el director. “Yo no podía permitir que Ligthning in a Bottle luciera de esa forma, ¡es un concierto de blues! Para eso necesitás un clima. Yo busqué convertir el Radio City Music Hall en un lugar oscuro, sombrío, que te te hiciera sentir que estabas en un juke joint del Sur. Al blues tenés que sentirlo y verlo, no solo escucharlo” justifica Fuqua. En una de las charlas detrás de escena, B.B. King habla de una época en la que el blues no era tan popular como lo es hoy: “Ser negro y tocar blues… era como ser dos veces negro” recuerda con tristeza. El tema “Jim Crow Blues” interpretado por Odetta es uno de los primeros números del show y posee una emotividad difícil de superar. Buddy Guy y Vernon Reid nos muestran la conexión entre Muddy Waters y Jimi Hendrix. Hubert Sumlin homenajea a Howlin’ Wolf y obtiene el reconocimiento que merece haciendo “Killing Floor”. Solomon Burke nos acerca al soul y al gospel, mientras que Steven Tyler y Joe Perry de Aerosmith nos llevan hacia el rock con su versión de “I’m a King Bee” de Slim Harpo. Por últiimo, B.B. King se pone al hombro el final de la fiesta haciendo “Sweet Sixteen” y “Paying The Cost to Be The Boss”, zapando con Robert Cray y Bonnie Raitt. Luego de la serie de documentales The Blues, Scorsese sigue con su epopeya para difundir esta músican que tanto ama y preservar su legado.

Por Tony Vardé

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[DE YAPA] Lightning in a Bottle, película completa:

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[LISTA DE REPRODUCCIÓN/OUR MELANCHOLY BLUES] 40 canciones bluseras mencionadas en el post de hoy; ¡gracias por los aportes!

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¡BUEN LUNES PARA TODA LA MUCHACHADA! Arrancamos una nueva semana del blog con esta excelente nota de Tony y tres consignas musicales: 1. ¿Cuáles son sus documentales y/o recitales capturados en cámara favoritos? 2. Este post también sirve como homenaje al blues, así que los invito a sumar canciones del género para incluir en una playlist; 3. Por último, ¿vieron Vinyl, la nueva serie de Scorsese?  Pueden dejar sus impresiones acá mismo; los leo y los espero el miércoles en el post de 45 Years; ¡hasta entonces!

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—> La última vez escribió Verónica Stewart sobre… LA SAGA DE THE HUNGER GAMES

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