Hoy en Cinescalas escribe: Tomás Bieda*
Max Weber nos enseña en El político y el científico que se puede vivir para la política o de la política. Esto es, dedicarle la vida al servicio público en tanto fin superior (para) o utilizar la política como un medio para sobrevivir, una fuente de ingreso (de). Este autor recomienda normativamente la primera opción. Sin embargo, la política contemporánea podría agregar una tercera categoría a esta dicotomía weberiana: vivir gracias a la política. Esto es, utilizar la política como medio para sobrevivir. Esta tercera vía está ilustrada en las series de televisión Boss y House of Cards.
Boss es una serie creada por Fahrad Safinia, transmitida por el canal Starz y producida, entre otros, por el reconocido Gus Van Sant. La misma tuvo dos temporadas y fue “cancelada” debido a su baja audiencia. House of Cards es una adaptación de una serie británica. Es distribuida en streaming por Netflix y cuenta con la actuación protagónica del afamado Kevin Spacey. La misma ya tuvo dos temporadas exitosas y acaba de estrenarse la tercera. Boss (protagonizada por Kelsey Grammer) relata la historia del Alcalde de la ciudad de Chicago, Tom Kane, quien ejerce ese cargo desde hace veinte años. House of Cards muestra el desarrollo de la carrera política de un experimentado Legislador de la Cámara Baja de Estados Unidos en su vertiginoso ascenso hacia la Casa Blanca. Ambas series tienen el “mérito” de mostrar la política tal cual es, sin disfraces ni maquillajes. La política en su expresión más real, hasta por momentos demasiado real. Capítulo tras capítulo, se encargan de exponer las miserias de ese mundo, así como una aparentemente inevitable – y hasta eróticamente deseada – superposición de la vida privada y la función pública. Descubren políticos despiadados, crueles, capaces de delinquir y matar con tal de conseguir el ¿elixir? de la política: el poder.
El mensaje sustantivo que mostrarían estas dos series es que el fin último (y único) de la política es el poder, tanto como verbo y sustantivo. Semana tras semana vemos plasmada en nuestras pantallas la idea de que hacer política en realidad no se trata de servir a la ciudadanía, solucionar problemas de la comunidad o alcanzar fines “superiores” (por ejemplo, en un plano moral) sino permanecer en el cargo y acumular más poder para ascender en la carrera. Y ante estos fines de la “verdadera” política, todos son medios: los hijos, las esposas, los asesores, los amantes, los socios, los compañeros de fórmula, el partido y hasta el Presidente. Y en tanto medios, resultan descartables y prescindibles en comparación con aquel fin ulterior: tener poder y distribuirlo.
Lo interesante al comparar estas dos series es que, a pesar de coincidir respecto de esta caracterización “real” de la política como ambición compulsiva, desmedida y egocéntrica por el poder, parecerían diferenciarse en el tipo de poder que muestran. House of Cards nos define un poder real a partir de narrar las aventuras cuasi dantescas de Frank Underwood en su carrera hacia el Poder Ejecutivo Nacional de los Estados Unidos. De tal modo, lo vemos operar políticamente, incluso transformándonos en cómplices o testigos privilegiados de sus maniobras y confesiones gracias a sus “aperturas a público”. Sin embargo, al analizar detalladamente sus arriesgadas jugadas, vemos que suelen desarrollarse dentro del plano institucional y la dimensión formal de la política. Underwood juega, crece, asciende, pero siempre a partir de utilizar estratégicamente los recursos institucionales a su favor. El poder en tanto comportamiento, como dijimos, estratégico. Así, se favorece a partir de ciertas reglas y recursos procedimentales del Congreso, o de recurrir a atribuciones propias del Vicepresidente de Estados Unidos, o presionar vía lobby. En efecto, en la mayoría de los capítulos lo vemos “hacer política” a partir del uso de las “reglas del juego”. Pero su genialidad y lo laberíntico de sus planes suelen operar desde – y dentro de – los recursos institucionales del Estado y de su cargo.
En contraposición, Boss muestra a un político despiadado dispuesto a hacer todo (¡todo!) para seguir siendo el Alcalde de la principal ciudad del Estado de Illinois. Sin embargo, y a pesar de apelar en repetidas oportunidades a sus recursos institucionales, nos enseña un poder que transita por el plano informal de la política, y que resulta precisamente “poderoso” porque se ejerce primordialmente en esa dimensión. Nos encontramos con un Alcalde que presiona por canales no institucionalizados (y dudosamente legales) para conseguir todo lo que quiere. Su poder es energía pura: intimidación para doblegar y torcer voluntades. Transmitiéndonos la idea -entrelíneas- de que por lo menos en la “cercanía” que implica la política local, los canales formales e institucionales resultarían estériles, lentos o “poco poderosos”. Así, en la oficina del Alcalde el poder se traduce en gritos, golpes, intimidaciones, humillaciones, favores sexuales, drogas, negocios prebendarios, indiferencia y, por sobre todo, temor. Temor que lo convierte a Tom, desde ya, en un hombre temerario y aún más poderoso.
En conclusión, House of Cards invita a sus espectadores a entender al político poderoso como aquel que utiliza estratégicamente (y mejor que los otros) los recursos institucionales del Estado, el Gobierno y las diversas burocracias. Boss, por su parte, sentencia que el político poderoso no es tan solo el que juega bien dentro del sistema (en un sentido calculado), sino principalmente quien obtiene obediencia debido a intimidaciones y presiones, utilizando al Estado (subnacional) como una maquinaria mafiosa.
Por Tomás Bieda – *Tomás es Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Ciencia Política por la Universidad Torcuato Di Tella, donde actualmente realiza su Doctorado. Es profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de San Andrés.-
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► [ESCENA 1] Kevin Spacey como Francis Underwood en la tercera tempora de House of Cards:
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► [ESCENA 2] Kelsey Grammer como Tom Kane en Boss:
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¡BUEN COMIENZO DE SEMANA PARA TODA LA MUCHACHADA! Para este excelente post de Tomás, dos consignas: 1. Explayarse sobre House of Cards (hoy es su oportunidad de debatir la tercera temporada) y sobre Boss quienes la hayan visto 2. ¿Qué otras series y/o películas sobre el mundo de la política recomendarían en este post? Comos siempre, y a pesar de estar lejos estos días, trataré de leerlos y sumarme a los comentarios; nos reencontramos el miércoles con el podcast sobre Better Call Saul; ¡que tengan un gran lunes!
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—> La última vez escribió João Paulo Rodrigues da Silva sobre… IDA
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