“Close my eyes,
feel me now
I don’t know how you could not love me now,
you will know, with her feet down to the ground over there
And I want true love to grow
You can’t hide, oh no, from the way I feel”
La persistente búsqueda de originalidad no es aquello que hace original a The Guest. En realidad, se podría argumentar que todo el film está anclado en ideas previamente trabajadas. Por un lado, está el placer que deviene de lo lúdico, de lo atractivo que puede resultarle a un cinéfilo el hecho de rastrear el cúmulo de referencias que concentra el film de Adam Wingard. Por el otro, está el modo en que esos guiños se (con)funden con alusiones retro de corte melómano. Asimismo, hay una cierta elasticidad a la hora de escupir clichés que tampoco resulta una novedad en sí misma y que comienza ya con la premisa narrativa (un hombre misterioso destapa la olla en una apacible dinámica rural). Como ya había hecho previamente en You’re Next, la dupla creativa que Wingard conformó con el guionista Simon Barrett despliega una sucesión de dictámenes sobre el empleo de las influencias, empleo que siempre está a un paso de convertirse en gesto vacío, canchero, sin ningún valor agregado. ¿Cómo distinguir lo cool como cualidad prefabricada de lo cool como resultado de otras cualidades? En You’re Next la respuesta nos llegaba fácil. Barrett escribió un largometraje mumblegore que cruzaba algunas temáticas propias de Luis Buñuel (específicamente las de El discreto encanto de la burguesía) con cierto tono reminiscente a lo más turbio de Sidney Lumet. Una familia se sienta en una larga mesa, se espetan opiniones que enfatizan los estereotipos y a los pocos minutos alguien muere. Así, las influencias cinematográficas saltan a un segundo nivel porque aquello que cobra preponderancia es ni más ni menos que la lucha de una mujer (una perfecta Sharni Vinson) por la supervivencia, lucha que la reconecta con un episodio violento de su pasado. En You’re Next, sin embargo, no hay espacio para traumas y en este aspecto su título es tan unívoco (“next”: sucesión de muertes) como pluridimensional (“next”: definición de su ritmo argumental). Lo cool, entonces, responde a ciertas decisiones temáticas (poner a una mujer en el centro) y estéticas (la veta mumblecore nunca anula la pomposa creatividad de cada asesinato) y no a una postura que se sabe “importante”. Wingard respira cine y quiere que lo sepamos, pero su eterno amor juvenil por obras de género lo lleva a configurar sus propios códigos, demostrando que no es meramente un realizador sino, en un punto, un ensayista.
Con The Guest, el director aplica la misma lógica que en You’re Next pero de manera exponencial, con la hipérbole como bandera. Lejos de velar las referencias, las mismas saltan cual efecto sorpresa, como en la brillante primera placa que nos remite ineludiblemente a The Exorcist. Al igual que en su predecesora, en The Guest hay un notorio rechazo por el letargo y por una construcción excesiva de los sucesos. Así es cómo, sin demasiados preámbulos, el invitado en cuestión golpea la puerta de esa casa con una sonrisa letal y una mirada cristalina que no escatima en persuasión. David (un glorioso Dan Stevens) se presenta como un amigo de Caleb, el fallecido hijo de esa familia, con quien habría compartido servicio en Afganistán. Los Peterson lo reciben como un integrante más del clan, aferrados a la idea de que si se conectan con David podrán reconstruir los últimos meses de vida de Caleb. Así, Barrett escribe otra historia sobre traumas, pero el vértigo de David como personaje lo lleva a salpicarlo todo con el mismo grado de velocidad con el que éste hace y deshace. The Guest es una película maníaca pero cohesiva en su desenfreno, donde conviven una historia de amor y pérdida de la inocencia (con los sintetizadores circundando ese enamoramiento adolescente), la batalla de dos hermanos por salvarse mutuamente, y la (re)construcción de la identidad como principal motor de sus dos protagonistas. De un lado, David como hombre máquina (sí, Terminator es otra referencia) y del otro, Anna (Maika Monroe, una fascinante presencia) como joven en formación, con un universo personalizado que contrasta con el de ese hombre pre-programado. Wingard incluye el detalle de regalar un disco de recomendaciones como una forma más de adoctrinamiento que recibe David, una menos tortuosa y más placentera. Pero la fascinación dura poco y el film avanza firme, escena delirante tras otra, hacia un desenlace sublime.
Podemos citar a John Carpenter (y a Halloween) y también podemos citar a Nicolas Winding Refn (y a Drive), ya que The Guest prioriza el entretenimiento más puro y duro (¿quién podría resistirse a una persecución en un laberinto con “Anthonio” sonando de fondo para resaltar con marcador fluo la ironía romántica?). Pero el film de Wingard – en cierta medida como You’re Next-, es un juego de cajas chinas que se desarma hasta llegar a su núcleo: cómo un microcosmos A se ve alterado por la llegada de un visitante B. De esta manera, David es un símil “The Visitor”, esa criatura tan bien descrita por su gestor, Pier Paolo Pasolini: “extraordinario, ante todo por su belleza: una belleza tan excepcional que hace casi escandaloso el contraste con todos los presentes. Observándolo bien, diría uno que es extranjero, no sólo por su alta estatura y el celeste de sus ojos, sino también porque nada hay en él de mediocre, de reconocible, de vulgar (…) es socialmente misterioso, aunque parece sentirse muy a sus anchas con todos los demás, su presencia allí, en esta fiesta tan normal, es como un escándalo: pero un escándalo aún placentero y cargado de benévola expectativa”. En Teorema, el realizador presentaba el enigma como algo profundamente contradictorio. ¿Pueden la expectativa, la incertidumbre y el misterio estar ligados a una condición benévola? ¿Puede lo benévolo no ser un concepto de significado sellado e imperturbable? En The Guest, ese otro hombre que está a sus anchas con los demás (al menos hasta que un disparador lo haga afilar el cuchillo), también comparte con el visitante su desconocimiento, su entumecimiento: “ya no me conozco más a mí mismo porque lo que me hace igual a los demás ha sido destruido”. Cuando a Pasolini le tocó describir su obra, empleó un adjetivo irrefutable: anfibológica. La misma cualidad podría aplicársele a The Guest, una película que no busca definirse de una sola forma. Puede ser tanto un panal de homenajes que, al sacudirlo, desprende citas, planos y alusiones nostálgicas; pero también puede ser un sólido thriller, un romance que se tiñe de rojo sangre y también un teorema en sí mismo, uno sobre el vacío y la despersonalización, un cuento de nunca acabar. “Sea cual fuere el significado de mi grito, está destinado a perdurar más allá de todo fin posible”. Así se despide The Visitor y así se despide David, nuevamente con esa mirada traslúcida que, aún estando cubierta, resalta en la multitud y que, como el mencionado Terminator, promete tácitamente regresar. ◄
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► [ESCENA] La gran secuencia laberíntica de The Guest:
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► [LISTA DE REPRODUCCIÓN/SINTETIZADORES DE AYER Y HOY] 50 canciones que mencionaron en el post de hoy en homenaje al film de Adam Wingard; ¡que las disfruten!:
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► [GALERÍA] 50 actores jóvenes a los que les tenemos fe:
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¡BUEN MARTES PARA TODOS! En este nuevo post, tengo tres consignas: 1. ¿Vieron The Guest de Adam Wingard? Los invito a dejar sus impresiones 2. Por otro lado, me gustaría que mencionen actores jóvenes que están llamando su atención y a quienes les ven mucho potencial (con sus aportes armaré una galería); 3. Por último, así como Anna le graba un disco ochentoso a David, me gustaría que armemos una playlist con canciones electrónicas, pop, con mucho sintetizador típicas de la época; ¡eso es todo! los veo mañana con otra película protagonizada por Maika Monroe: It Follows; ¡hasta entonces!
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