Hay un chiste recurrente en el mockumentary 7 Days in Hell en alusión a lo eterno que se vuelve un partido de tenis entre dos jugadores que no parecen dispuestos a ceder ante las presiones de su adversario. “Please, end it” imploran los comentaristas mientras ellos mismos también se ven forzados a sobrevivir a esos siete días en el infierno deportivo. Algo de eso me sucedió viendo Serena, la nueva película de Susanne Bier con la dupla Jennifer Lawrence – Bradley Cooper, película a la que es imposible no rogarle un final precipitado que acabe con semejante hastío. La historia se desarrolla en la Carolina del Norte de 1920, contexto en el que se cruzan George Pemberton (un distraído Cooper) y Serena (Lawrence), quienes, tras un breve y descorazonado cortejo (la película llega al paroxismo de la sensación de amor a primera vista), deciden casarse y construir un imperio maderero. Sin embargo, como el título homónimo de la novela de Ron Rash lo anuncia, Serena no es una historia sobre gestar un proyecto de a dos sino sobre las ambiciones unilaterales de esa mujer que se mueve en un entorno estrictamente masculino. En cuanto a esto, la elección de Lawrence vuelve a resultar acertada a pesar de su edad. Como ya había demostrado en Silver Linings Playbook, la actriz aborda el personaje de Serena como si lo estuviera sujetando firmemente, como si nos quisiera convencer de que, independientemente de su juventud, hay algo de madurez en sus gestos que vuelven verosímil el hecho de interpretar a una mujer que atraviesa un enorme y conflictivo espectro emocional. Desde lo más literal (el modo en el que se adentra en el salvajismo), Serena acentúa cómo una figura femenina puede no solo despuntar una veta empresarial inusitada para la época sino también desatar un efecto dominó entre los hombres que la rodean con tan solo una mirada. En consecuencia, es George quien se encuentra supeditado a sus pedidos (lógicos primero, irracionales después) y quien descarta opiniones ajenas porque, como él mismo asegura, no piensa a Serena como una esposa que lo acompaña sino como su par en los negocios. El quiebre (de la novela y del film) se produce cuando ella pierde un embarazo riesgoso que le impedirá tener hijos a futuro, lo que ocasiona que su temperamento se redireccione hacia lo extremo.
Por lo tanto, lo que originalmente era una película feminista con una puesta en escena reminiscente al old hollywood – aunque sin lo ampuloso de Australia de Baz Luhrmann -, termina siendo un drama televisivo anclado en la fórmula de mujer que busca venganza. Contrariamente a lo que se pueda inferir, quien menos falla en este desacierto es el guionista Christopher Kyle, quien adapta la novela de Rash alterando ciertos giros con el fin de atomizar el relato, poniendo el foco tanto en la psicosis de Serena y el hachazo que genera en su matrimonio, como en la subtrama ecologista de la tala indiscriminada de árboles, a su vez hermanada con el crecimiento y declive del imperio Pemberton. Su decisión de abarcarlo todo finalmente atenta contra la película, pero no al mismo nivel que la anodina dirección de Bier, quien pretende hacer una película de corte clásico, sobria y contenida, pero yéndose al extremo al no concebir una sola secuencia que se distinga del resto. De este modo, Serena parece una película que se dirigió sola, carente de una voz autoral que sepa determinar cuándo ya tuvimos suficientes planos de bosques al atardecer. Porque si bien los problemas de edición – el film cuenta con tres montajistas – se terminaron haciendo públicos, no precisamos indagar en lo extracinematográfico para advertir que estamos ante una película aletargada que no puede emular a su protagonista y volverse más impulsiva, menos calculada, más pasional y menos desangelada. Para el caso, veamos lo que hizo Paul Thomas Anderson con There Will Be Blood, otro film sobre la ambición que todo lo dinamita que sabe cuándo es momento de ceñirse a lo intimista (las charlas de Daniel Plainview con su hijo) y cuándo de rendirse a lo grandilocuente (la imagen de Plainview mirando su obra en movimiento). Bier condena a su película desde el momento en el que una acción mundana como andar a caballo está registrada con el mismo tono que una muerte inevitable. Por tratarse de una historia comandada por una mujer que atraviesa varios días en el infierno – en el suyo propio y en el que ocasiona en los demás -, el film pone a dormir esa sucesión de tragedias en busca de una austeridad mal entendida. ♦
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► [TRAILER] Algunas imágenes de ZZZerena:
Serena - Official Trailer from Magnolia Pictures & Magnet on Vimeo.
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► [GALERÍA] 50 películas que los durmieron:
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¡BUEN MARTES PARA TODOS! Hoy tenemos una única consigna: mencionar las películas que los aburrieron al extremo y/o aquellas que tuvieron que dejar de ver por lo tediosas que les resultaron; ¡como siempre, los leo! Nos reencontramos mañana con el post de Straight Outta Compton; ¡que tengan un excelente día, muchachada! ¡espero sus aportes para armar una galería!
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¿QUÉ PELÍCULAS MIRARON ASÍ?:
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