En una frontera de Occidente
Van apenas 19 días de los 70 que tenemos para dar la vuelta al mundo y ya estoy empezando a sufrir por la acumulación de tareas pendientes. Entre ellas, escribir aquí. El chip de la preocupación está prendido.
Off.
Lo haremos de manera desordenada, sin importar el resultado.
Estamos un poco en el borde del mapa: Pescadero, CA. Vine aquí porque pensé que, con ese nombre, en este lugar podría comer un pescado a la plancha o a la romana con papas hervidas, pero no: a los americanos no les gustan mucho los cubiertos. No se puede usar un cuchillo con menos de diez dólares. En un lugar de ruta sobre el Pacífico californiano, como máximo “fish and chips”. Más probable: burgers o sandwiches con ocho mil quinientas opciones, y una diálogo impenetrable para pedir. (With mustard? No; White bread? Ies; Slice or Bum? Ies; Slice? Ies; y el malentendido se prolonga indefinidamente — hay que tratar de sonreír).
Dejamos a Brandon tras veinte días de convivencia 24-7. Lo vamos a extrañar. Cuando pasen unos días. Lo bueno de estar solo es que podés limitarte a Dylan y Calamaro sin que nadie te acuse de aburrido. Lo malo es que interactuar a solas con el GPS mientras uno maneja es más difícil que mi diálogo para pedir un sandwich. Y más peligroso, especialmente con el precipicio del Pacífico a unas pocas yardas.
Ahora rumbo sur a buscar a Thelma y Louise. Brandon se bajó en lo que podría ser para él una parada ideal: un hostal a pasos de una marina. Curiosamente, ubicada adentro de Fort Mason, un fuerte militar frente a Alcatraz que tuvo un rol importante en la (valga el oxímoron) Guerra del Pacífico. Estamos hablando de la hermosa ciudad de San Francisco.
Esto va a sonar mal, pero: qué buen gusto tienen los gays para elegir sus paradas icónicas. Las dos ciudades más bellas que conozco –San Francisco y la Ciudad del Cabo– son también las más gay-friendly. Parecidas, además: un rulo raro en el mar (Frisco) o en la Costa (el Cabo); puertos agradables; viñedos cercanos; declives en las calles.
O quizás la causalidad belleza/gay-friendliness es algo así: San Francisco y el Cabo son dos de las tres ciudades del mundo donde Oriente se encuentra con Occidente; la otra, supongo, es Estambul. Oriente y Occidente se encuentran –o se encontraban, en la Era de los Barcos– en puertos. Los puertos tienen mar. El mar me gusta. Y, como se encontraban Oriente y Occidente, la población es muy variada, cosa que también me gusta. Quizás esa diversidad llevó a una cultura de tolerancia. Como leímos ayer en el lema de uno de los pueblos de por aquí: “Monte Rio — A Hate Free City”.
Se hace tarde. Por estas rutitas que elijo para evitar las autopistas, todo es bastante más lindo y bastante más largo.
For the record, vamos por acá (quizás acá se ve mejor):
¿Argentina? Maradona
Llegamos a la costa oeste. Mucho que contar. Ah, San Francisco, donde se encuentran Oriente y Occidente. La Constantinopla del Nuevo Mundo. Pero lo mejor de todo sigue siendo el iraní Roham, quien nos contrató para trasladar el auto de Rhode Island hasta aquí. Su último mail:
Lucas,
I’m happy it worked out great. I wish I had enough time to hang out or grab a beer with you guys over there. I’m in London now hanging out with bunch of friends (a week long vacation in between jobs), truly an amazing city. I wish you the best, and please let me know if you are in the bay area again, I would love to hang out and talk about my childhood hero: Maradona the Great. Good luck and thanks for driving my old vehicle coast to coast.
Los duros troperos de Nebraska
Montana Slim and the two high-school boys wandered the streets of North Platte with me till I found a whisky store. They chipped in some, and Slim some, and I bought a fifth. Tall, sullen men watched us go by from false-front buildings; the main street was lined with square box-houses. There were immense vistas of the plains beyond every sad street. I felt something different in the air in North Platte, I didn’t know what it was. In five minutes I did. We got back on the truck and roared off. It got dark quickly. We all had a shot, and suddenly I looked, and the verdant farmfields of the Platte began to disappear and in their stead, so far you couldn’t see to the end, appeared long flat wastelands of sand and sagebrush. I was astounded.
“What in the hell is this?” I cried out to Slim.
“This is the beginning of the rangelands, boy. Hand me another drink.”
En algún momento terminan las praderas del ocaso; Kerouac vio ese límite en North Platte, Nebraska (quizás aparezca en la película de Walter Salles que se estrena este año). La diferencia entre la pradera y las “rangelands” –esto es, una región de pastos escasos, que sólo admite una ganadería de baja intensidad) es más o menos la misma que discutían Sarmiento y Mitre. La agricultura es el farmer pionero que se establece, que tiene su pequeña propiedad, pero participa de una comunidad: las distancias entre las personas son menores. La ganadería es el dominio del gaucho o resero, cuya traducción literal, supongo, es cowboy.
No pudimos parar en North Platte, tuvimos que seguir hasta Paxton, pero la idea es la misma. Una posible descripción es que en ese condado de Nebraska John McCain sacó en 2008 el 75% de los votos; y eso en una elección en la que, recordemos, perdió contra Obama.
Pero antes de encontrarnos con esos vaqueros en la cantina de Paxton (614 habitantes) tuvimos un incidente con otros vaqueros del siglo 21: los State Troopers del Estado de Nebraska. Era de día: se manejaba por ruta. En Friend nos habíamos sacado esta foto:
El auto andaba bien, Brandon dormía: lo puse a 80 millas, velocidad normal para una ruta argentina. El patrullero apareció poco después.
A mí me bajaron, me hicieron poner las manos en el capó y luego adentro, al patrullero, Brandon quedó en el Nissan, y el Trooper nos preguntaba por separado para cotejar versiones. Chapurréabamos en nuestro inglés temeroso: “No, el auto no es alquilado, no está a nuestro nombre porque nos contrató un iraní en Rhode Island para que lo llevásemos a California, pero vamos apurados porque nos tenemos que encontrar en Denver con un amigo, hay un festival deportivo de la revista Outside, y después de California vamos para China”.
El Trooper llamó refuerzos, y al poco tiempo los patrulleros eran tres. “¿Llevan armas? ¿Drogas?” Revisaron el auto de arriba a abajo. Al final se convencieron, y hasta pidieron disculpas:
— I’m sorry man, it really sounded like a goofy story.
Brandon lamenta no haberles solicitado gentilmente sacarnos una foto juntos, pero creo que estuvimos bien en no arriesgar. Nos quedaba mucho Nebraska por recorrer, más valía bajar la cabeza y portarse bien.
Tengo un mes para pagar constituirme en una corte de Nebraska o bien, por no ser nativo, pagar online la multa de 280 dólares. Pero ya no estoy en Nebraska. Y en un mes no estaremos en América. Hemos escapado de la ley.
Por la pampa gringa de los gringos
Mirá que nos esforzamos, pero no hubo caso: a la entrada y a la salida de las Great Plains tuvimos incidentes menores con el verdadero monopolio de la violencia, las armas en manos del Tío Sam.
Vengo atrasado con el relato. Ya vamos por acá (se puede navegar por el mapa con unos clicks, y mirar un par de fotos):
View El globo no se mancha in a larger map
Ah, la ruta 6, eso sí que es un camino:
Pero fíjense cómo se llama: Grand Army of the Republic. A su costado, innumerables cementerios, y en cada tumba las barras y las estrellas. Es maravillosa la ruta 6: a veces se sube a la autopista, a veces se baja. En general adivina cuándo te dan ganas de bajarte y cuándo de subirte. La única ventaja de la autopista es el límite de velocidad; en todo lo demás es peor; la política general de nuestro Nissan Altima 98 es andar por rutas estilo argentino de día, autopistas de noche. Los límites de velocidad — tema sobre el que volveremos.
La national 6 se acerca a la orilla de esos oceános interiores que son los Grandes Lagos. Primero el Erie, pasando por Cleveland, una ciudad con poca gracia salvo el maravilloso atardecer de junio, un sol que no termina de caerse nunca, y más allá del lago Canadá, y más allá el techo del mundo, que se percibe en esos atardeceres a la diez de la noche. Cleveland, The Mistake of The Lake: una ciudad cuyo río se incendió dos veces de tan contaminado.
Seguimos camino rápido hacia un festival de motoqueros en Sandusky, a orillas del mismo lago, siempre por la 6. Amigos amables, salvo un Navy guy que había estado en la base de Malvinas y a quien osé preguntarle si los barcos más grandes podían llegar hasta allí gracias al sistema de canales. Me dijo que el Erie Canal no existía hace cien años (cosa que Wikipedia desmiente) y a partir de ahí se las agarró con el pobre Brandon: “¿Periodista? ¿Y qué pensás escribir?”; “Watch out, I could lock you in for that”; “You’re Catholics? So you’re planning to bomb us, like, I dunno, in the name of John Paul?”.
Suerte que no le contamos que quien nos contrató para transportar el auto es iraní.
Las praderas del Midwest empiezan en algún momento, y no terminan nunca. El boom de las commodities no parece haber levantado demasiado los pueblos del camino. Amboy, en Illinois (2500 habitantes) parece un pueblo congelado en el tiempo, muchos otros se le parecen. Nos recibió con un plato bien pampa gringa: el matrimonio de la carne y de la harina:
Créanme que entre el tomate y el fideo hay una milanesa con queso, y el plato se llama “Veal with Spaguetti”: carne con espagueti, y no al revés. La última vez que comí algo parecido fue en Achiras, provincia de Córdoba.
Salimos de Amboy ya anocheciendo, un calor tropical y ese viento caliente que anuncia la lluvia. Más adelante Des Moines, en Iowa, el Pergamino de un país rico; pero entre nosotros y Des Moines todavía más autopista. Y para el día siguiente todavía un poco más: en un solo tirón había que cruzar medio Iowa, todo Nebraska y el principio de Colorado. Esa llanura ondulada no terminaba nunca.
Piqué, Ginobili, Chela y un servidor
Con un poco de acomodo entramos en la selección de Twitter. Como lateral izquierdo –con mucha proyección– cerca de Piqué y Ginóbili. Acá.
Navegar en la tierra
La nueva modalidad de viaje en países civilizados es muy eficiente. Instrumental necesario: GPS, computadora con Google Maps. (O un “smartphone” con ambas). Cuando vas llegando a la ciudad, primero te acercás con maps.google.com, ahí te fijás los hoteles que aparecen en el mapita. Posás el mouse sobre el segundo más barato (el *más* barato en general no conviene) y llamás. La dirección la anotás en el GPS y te va indicando. Alternativa refinada: te metés a hotwire.com en la tarde del día que necesitás hotel. Es un sitio en el que los hoteles ponen a precio de remate los cuartos que les quedan.
Más o menos así es como terminás en esta hedionda pocilga de Des Moines, IA.
Personal Argentina me maltrata
A ver señores de Personal Argentina si logran resolver el siguiente problema. Llamé ocho veces, escribí tres. Va de nuevo:
Evidentemente no leyeron el mail que les envié, que es el siguiente, porque me explican cómo hacer lo del SMS, cosa que –como expliqué– no puedo, y me dicen que llame a *CLAVE, cosa que, como también expliqué, tampoco puedo. Les ruego lo lean con atención porque no están respondiendo mi inquietud, ni por este medio ni por teléfono. Va de nuevo mi mensaje.
Hola, mi nombre es Lucas Llach, escribo desde USA. Hace poco compré un Blackberry de Personal, línea 1540959096. Necesito consultar mis consumos por “autogestión” via Internet, y necesito avisar que me envíen la factura electrónicamente, porque de otro modo no podré pagarla. Para ambas cosas necesito la clave personal, que no tengo. Supuestamente, si no la tengo, voy a una pantalla que dice que me envían un código de seguridad por teléfono, pero ese código SMS no me llega, por algún motivo que desconozco. De modo que no puedo tener mi clave personal, con lo cual no puedo ver mis consumos, cosa que en este momento es muy importante, ni tampoco podré pagar la factura, lo cual llevará a problemas ulteriores. Si llamo al *111, no sólo me cobran larga distancia, sino que tampoco me resuelven el problema. Y desde aquí no puedo llamar a *CLAVE.
Mi pedido es el siguiente: ¿no podrían enviarme al teléfono, o a esta dirección, una clave personal, o un código de seguridad para obtenerla? Les ruego me ayuden a encontrar una solución a este problema. Gracias,
Cualquier cosa me envían un mail a lacienciamaldita@gmail.com.
La persona más poderosa del mundo
La conocí hace dos días, personalmente.
No era Barack Obama.
No olvidemos: la democracia es el gobierno del pueblo. Obama, el señor que puede apretar un botón y destruirnos a todos, es apenas un representante temporario de ese pueblo. El soberano es el pueblo.
Y ayer vi al soberano. Hacía cola en la caja del equivalente midwestern de un Tiger Shop de estación de servicio.
El estado de Ohio es, acaso, el swing state por excelencia de los Estados Unidos. Quien gana Ohio, gana la elección. Creo que es así desde 1962, según estos mapas. El estado de Ohio no es una persona. Pero hay una persona en Ohio que es la que define la elección, y por lo tanto la elección presidencial. Se llama Median Voter: el votante que, en sus preferencias políticas, está en la mitad de la distribución: a su derecha está la mitad de la población, a su izquierda la otra mitad. Si vota demócrata, los demócratas ganan Ohio, y quien gana Ohio gana la elección.
¿Quién es el median voter de Ohio? El 83% de los habitantes de Ohio son blancos. El 51,3%, mujeres. Entre los votantes, la edad promedio está cerca de los 45 años.
Ayer vi a la persona más poderosa del mundo. No tenía la máquina de fotos a mano ni le pedí un autógrafo, pero créanme que la vi. Quise preguntarle qué opinaba del tratado de Kyoto, de Bin Laden, del proteccionismo agrícola, de los remedios para la crisis financiera. No pude: me quedé pensando en ese sistema raro y bello que se llama democracia. Ella, la Persona Más Poderosa del Mundo, esperaba para pagar un enorme tacho de jugo de manzana y una hamburguesa todavía más enorme. Era una señora obesa, de mediana edad, que se bajó de un auto proporcional a su tamaño, el de su tacho de jugo de manzana y el de su hamburguesa.
Créanme: she rules.
El globo no se mancha
Cuarto día de viaje de la vuelta al mundo en 70 ídem, tras disfrutar cinco en la hermosísima capital de nuestro planeta, Nueva York. Ahora en plena pampa gringa americana, en un oloroso motel de Des Moines. (Éste, para mayores datos). Sólo quedaba un hediondo cuarto con Smoking Allowed, lo que quiere decir que hay olor a gato muerto, con pis y todo. O eso creo recordar: el olfato es un sentido muy humano — recuerda mucho, pero se acostumbra a todo. La cosa se ve más o menos así:
View El globo no se mancha in a larger map
Y mañana, ¿descanso? No, maratón por las praderas de Nebraska rumbo a Denver. Omaha, North Platte, los condados heroicos que hizo Kerouac en la caja de un camión conducido por dos hermanos de Montana. El Nissan Altima 98 de Roham se las está bancando todas. Más detalles en el próximo boletín.