Martín Lousteau tiene razón: la Capital es el distrito electoral más especial de la República, y nada de lo que ocurra ahí es indicativo de lo que pueda ocurrir a nivel nacional.
Es un distrito rebelde, el de la ciudad de Buenos Aires, desde tiempos inmemoriales. Nació como ciudad de contrabandistas, puerto prohibido por el monopolio español. Después fue luminaria de patriotas revolucionarios cuando en todo el continente –incluidas algunas provincias de lo que sería Argentina– los españoles lanzaban la contrarrevolución. Único distrito de la actual Argentina (salvo el Tucumán del Ejército Revolucionario del Pueblo) que encabezó una pequeña nación por sí misma (en la década de 1850), la ciudad de Buenos Aires fue más tarde la cuna de alzamientos armados contra las autoridades del país, en 1874, 1880 y 1890. Más tarde, durante los setenta años en los que el peronismo fue la fuerza política más importante del país, la ciudad del puerto fue el distrito menos peronista.
Hoy esa ciudad orgullosa vota de nuevo contra lo que el país dice que va a votar. Macri en 2007 sacó casi tanto como ayer, y Cristina pocos meses después sacó tanto como, dicen, va a sacar en octubre. Tiene razón Martín Lousteu: eso no dice nada sobre la elección nacional.
¿O sí? Con todas las ventajas que ha dado la oposición al kirchnerismo –por errores propios, pero sobre todo por obra de los azares de la macroeconomía y de la medicina– hay un rubro que le juega a favor: el calendario. Rosendo Fraga lo explica bien: contando la primera vuelta porteña, las elecciones de Córdoba y Santa Fe y la segunda vuelta en la ciudad, es concebible que las primarias de agosto lleguen luego de derrotas oficialistas en las cuatro elecciones no nacionales más importantes del año. Da la impresión de que uno de los pocos aciertos de la oposición fue en realidad la obra conjunta de quienes fijaron las fechas electorales, incluidas las primarias de agosto.
Pero, aunque la oposición llegue a agosto con algún empujón del calendario, ¿sirve de algo? ¿Qué importa si algún candidato opositor saca algunos puntos más en agosto, si casi seguro será Cristina quien ocupará el primer lugar? Más aún: ¿no es la elección de agosto, en lugar de una Primaria Abierta Simultánea y Obligatoria, apenas una Encuesta Abierta Simultánea y Obligatoria, siendo que todas las agrupaciones políticas presentarán candidato único? ¿No es, por lo tanto, irrelevante?
De ningún modo. Ahí otra mano de las circunstancias que juega a favor de las endebles esperanzas de la oposición. Las primarias de agosto son en realidad como el torneo español cuando juega el Barcelona de Messi, o como Roland Garros cuando juega Nadal: una competencia a ver quién sale segundo. Pero el premio es mucho más que una medalla de plata. El premio para el segundo, si saca alguna diferencia relevante sobre el tercero, y si no es una figura con un alto porcentaje de rechazos (más Binner o Alfonsín que Duhalde o Carrió, digamos) es que se consagra como Candidato Polarizador. A dos meses de las elecciones, esa Encuesta Abierta Simultánea y Obligatoria va a decirle al electorado, con claridad y todas las letras, a quién tendrá que votar en octubre si quiere que haya un ballotage con el kirchnerismo. La elección presidencial podría ser, en ese caso, más divertida de lo que se cree.