Un asesor a la derecha

Duhalde hablaba de la unidad nacional, de la importancia de estar todos unidos y tirar para adelante. Por lo que se ve en los afiches detrás suyo, efectivamente tiene un criterio muy amplio:

A veces se me escapa la matemática de los políticos. Suponemos que Duhalde apoya a Rico por conveniencia, no por principios. ¿Quién hizo la cuenta de la conveniencia? ¿Quién comparó los votos adicionales que puede sumar Duhalde en San Miguel por el apoyo de Rico con los que pierde por gente que tiene algún problema con votar a alguien que está aliado a un golpista? ¿Cuándo se ganó una elección presidencial gracias a apoyos locales como estos?

En defensa de Juan Cabandié

Hace un tiempo, el legislador porteño Cabandié propuso prohibir la distribución de juguetes dentro de paquetes de comida no muy saludables. Desde esta página estuvimos a favor. Estamos al borde de estar en contra de casi toda la publicidad (un derroche de recursos que en su mayoría es como la carrera armamentista: todos gastan para no perder posiciones frente a  sus competidores), así que con mucha más razón estamos en contra del marketing dirigido a los niños. No es sólo evitar un derroche: en la medida de lo posible, hay que evitar que los hábitos de los niños estén moldeados por los intereses de empresas, que no necesariamente coinciden con los intereses de largo plazo de los niños.

Y ahora resulta que en Estados Unidos McDonalds decidió bajar a la mitad la cantidad de papas fritas de su menú insignia. (Las papas fritas, como contábamos hace unas semanas, son el alimento más asociado en EE.UU. con la obesidad). A cambio habrá pedazos de manzana; y la parte de las papas fritas que se mantiene podrá ser reemplazada por ensalada. En este caso, McDonald’s reaccionó ante los pedidos de los padres; pero en otros casos –como en San Francisco, según cuenta la nota– la distribución de juguetes con comida chatarra está prohibida.

Todo esto es una excusa para la siguiente reflexión filosófica:

Sería largo ponernos a enumerar ganadores y perdedores de regulaciones de este tipo. Pero lo importante es que ese trabajo (intentar estimar si hay más beneficios que costos de una regulación) hay que hacerlo. Me da la impresión de que en la Argentina la  pereza mental de tirios  y troyanos hace que unos tiendan a estar a favor de casi toda regulación, habitualmente con una alta dosis de naiveté sobre las posibilidades de que su implementación sea eficaz; y que los otros opongan a cualquier regulación el argumento de “derechos conculcados”.

Personalmente –y esto es extremadamente arbitrario– creo en una moral social que postula algunos derechos básicos inalienables; ningún cálculo de costo beneficio puede violarlos. Por eso estaría en contra de que (por ejemplo) el Estado se apropiara de manera forzosa de riñones de personas sanas para dárselos a quienes lo necesitan, aun cuando eso traería más beneficios que costos sociales. El cuerpo, la posibilidad de expresarse públicamente, de transitar, etcétera, no pueden ser objeto de un cálculo de costo beneficio. Pero fuera de ese cono sagrado de inviolabilidad entramos en el mundo de costos y beneficios sociales. Claro que no es fácil comparar la ganancia de los ganadores con la pérdida de los perdedores implícita en una regulación. Pero muchas veces podemos aproximarnos; o podemos ver cómo hacemos para compensar a los perdedores de modo que toda la sociedad se beneficie.

¿Está bien que se bajen libros gratis de internet? Diría que sí, que los beneficios superan con creces a los costos, y no me parece intuitivo que haya tal cosa como un “derecho de autor” que haga inmoral que una persona lea gratis lo que otra persona escribió. ¿Está bien el Fútbol Para Todos? Más difícil, pero parecería que también, que una obligación de gratuidad de la transmisión de fútbol (que podría financiarse de otra manera) trae más beneficiados que perjudicados, entre otras cosas porque evita la fijación de un precio monopólico. ¿Estaría bien cobrar un cargo de congestión a los usuarios de autos particulares en zonas urbanas de alto tráfico? Sí: son muchos más los beneficiados que los perjudicados, y tampoco allí hay un derecho básico violado. ¿Estaría mal que el Estado obligara a los locales con WIFI a que permitieran acceso libre? Creo que sería bueno: creo que todos, incluidos los dueños de esos locales, estaríamos mejor; y que esa regulación no lesiona ningún derecho que no esté violado ya por regulaciones del estilo (por ejemplo, la prohibición de fumar o las condiciones de venta de comida).

No pretendo en estas líneas discutir cada uno de estos ejemplos, sino tan sólo apuntar mi asombro por el hecho de que rara vez tengamos discusiones en estos términos.

Sarlo, una opinión rara

Beatrice dixit:

No se trata de hablar mal de estos votantes, sino, simplemente, de señalar que existen: a ellos la política no los convoca y puede llamarles la atención una novedad recién desembarcada de los medios. Este perfil de votante es el gran desafío de la política no solamente en la Argentina. Hoy favorecieron a Miguel del Sel, agradeciendo simpatía, “cariño”, “sencillez” y lenguaje de llaneza invencible.

Sarlo, partidaria de Binner, atribuye la buena elección de Del Sel a gente a quien no le interesa la política. Las motivaciones del voto son muy complejas, pero es un poco aventurado lanzar esa proposición sin mayores evidencias. Además: ¿está tan claro que, como regla general, los “políticos tradicionales” de la Argentina son preferibles a los no tradicionales? Evidentemente la aparición de Del Sel le quitó votos a Rossi (por una mera cuestión matemática); de modo que gente que habría votado a Rossi eligió a Del Sel. ¿Eso quiere decir que le interesa poco la política? ¿Es tan obvio que el político-cómico es peor que el político tradicional que defiende a un gobierno comprobadamente mentiroso y percibido ampliamente como corrupto?

Más aún: ¿qué diablos quiere decir “la política no los convoca”? ¿A qué proporción de la población la “convoca” la política, y en qué sentido de la palabra? ¿Al más de un tercio de votantes de Binner lo convoca la política? ¿Al 60% que votó a Perón en 1973 lo convocaba la política?

Es complejo. Habría que empezar a hilar más fino. No es obvia la relación entre el origen profesional de un político, su calidad y los votantes que ese político convoca. Hay políticos tradicionales que son literalmente criminales, y a cuyos votantes no les interesa ni los convoca la política; y hay políticos no tradicionales que pueden ser valiosos, y votados por gente a quien la política convoca e interesa.

Mucha gente, por ejemplo, incluso gente a quien le interesa la política, prefiere al mediático Carlos Reutemann antes que al político profesional Néstor Kirchner. Creo que yo también. Con perdón de Beatriz Sarlo.

El monstruo de Noruega y el Fin de la Historia

Escribo estas líneas desde un tren que traspasa el primer aguerito que se abrió en la Cortina de Hierro. Por aquí, por esta frontera de alambre electrificado que el gobierno de Hungría empezó a desmantelar el 2 de mayo de 1989, se escaparon hacia Austria alemanes del este con destino final en Alemania Occidental. En poco tiempo se producía el derrumbe más sorprendente, más inesparado y –para la magnitud de la hecatombe política– más pacífico de nuestra era.

Francis Fukuyama declaraba el Fin de la Historia: el tránsito del Este Europeo y la URSS hacia la democracia y el capitalismo era un paso grande en el camino a su triunfo universal. El combo de capitalismo –con un grado variable de regulación y redistribución estatal– y democracia era estable hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro porque lograba proveer una dosis por lo menos tolerable de bienestar y representación política. Hacia afuera porque las democracias no guerrean entre sí: ¿cuál fue la última guerra entre democracias auténticas? La expansión de la democracia y el capitalismo haría del mundo un lugar políticamente estable: uno sin revoluciones internas ni guerras externas.

Pero a los doce años tenía lugar el Fin del Fin de la Historia: otro derrumbe sorprendente, inesperado y para nada pacífico – el de las Torres Gemelas. Y desde entonces todos los mega y micro eventos que conocemos: las guerras norteamericanas en Afganistán e Irak; revoluciones en los países árabes; atentados terroristas en todas partes, Argentina incluida. La última encarnación del sueño fukuyamista hecho trizas: en el país próspero y democrático por excelencia –Noruega– un señor educado pone una bomba, se toma un ferry vestido de policía y en una isla turística reúne a un grupo de adolescentes con la excusa de interrogarlos, pero cuando están en racimo a su alrededor empieza a dispararles.

¿Qué se hizo del Fin de la Historia? Sigue vigente, más que nunca. El Fin de la Historia no es el final de los eventos. En la tesis de Fukuyama, sólo los países democráticos y capitalistas son estables; las autocracias –como las islámicas, o China– son inherentemente inestables. Fukuyama predecía en 1992 que estarían expuestas a revoluciones “desde abajo”, esto es, motivadas por quienes no tienen derechos políticos o económicos. En las democracias, en cambio, la voz de los excluidos puede escucharse en las urnas con giros electorales hacia la izquierda. En cuanto al terrorismo, la mayoría está relacionada a luchas nacionales (como Chechenia o Palestina) cuya definición es una precondición para que allí también triunfe la democracia capitalista.

¿Y el monstruo de Noruega? A riesgo de sonar como un exégeta de quien para muchos intelectuales ni siquiera es uno de ellos: Fukuyama enfatizaba en su libro que, aunque a las democracias capitalistas no las acechaba la amenaza de una revuelta “desde abajo y hacia la izquierda” de quienes querían participar de la prosperidad y del poder, sí corrían el peligro de inestabilidad “desde arriba y hacia la derecha” de quienes ven en esa marea participativa un desafío igualitarista a sus posiciones comparativamente privilegiadas. Hace poco tiempo la New Yorker detallaba las actividades de la English Defence League, un grupo de choque nacionalista en rápido crecimiento en Inglaterra. El ciclo económico del mundo desarrollado –relacionado en parte a problemas estructurales como la deuda y la evolución demográfica– no ayuda a apaciguar esta violencia de derechas.

Con todo, parece probable que las grandes mayorías de los países ricos prefieran, antes que cualquier inestabilidad, la defensa de un nivel de confort que, estancado o incluso decadente, sigue siendo apacible.

Mi candidato a mayor artista de la historia

Seguimos de viaje, New York – New York en dirección oeste. Vamos por acá (se puede apretar en los alfileres para ver algunas fotos) y mañana arrancamos con destino a Budapest:


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De a poco, llegando a la vieja Europa, la vida de viajero (cruzar en auto Estados Unidos, o Siberia en tren) se va convirtiendo en vida de turista. Sé lo mal que suena, pero créanme que caminar ciudades en verano con obligaciones turísticas puede llegar a ser un duro trabajo. La solución es sencilla y no muy cara: bicicletas. San Petersburgo fue tanto más amable en bici que caminando.

Otro dilema del turista es el de los museos: ¿hay que ir a los museos? Por momentos, el museo se me hace la cosa más aburrida del mundo: me abruman la cantidad de objetos, mi incapacidad para apreciarlos y procesarlos. Me siento tan perdido y asediado como en la Feria del Libro. En Moscú estuve en el de “Historia Contemporánea” y comprobé lo que uno comprueba en todos los museos políticos del mundo: los museólogos son más nacionalistas que ideológicos. Se hablaba de las purgas de Stalin, pero no demasiado. No era el genocida que fue, ni mucho menos. Era un líder de los rusos que cometió algunos errores.

Mi excusa para evitar todo museo ya la sabía, pero le encontré legitimidad en la última película de Woody Allen. La mayor obra de arte posible no es una pintura o una escultura, y ni siquiera un edificio: la mayor obra de arte posible es una ciudad. Una ciudad tiene todo para ser una obra de arte revolucionaria: el artista es colectivo; la obra está viva; los contextos históricos y geográficos van dejando su marca. Voilá.

¿Quién es el artista de una ciudad? En general es difícil identificarlo. Salvo en esta ciudad. Si hubo un Creador, nada se le parece más en esta tierra que Pedro el Grande, creador de Petrogrado, aka Leningrado, aka San Petersburgo. Vio un pantano y dijo: voy a construir aquí mi capital. Está todavía, en alguna parte de la ciudad, la cabaña en la que vivió cuando dirigió los primeros trabajos. Como Brasilia, como Washington DC, como nuestra La Plata, ciudades que nacieron de la cabeza de alguien. Como muchas de las grandes obras de la humanidad, la construcción de San Petersburgo fue de lo más cruel.

La obra de arte de Pedro se ve muy bonita, seguramente mucho más que los 2.8 millones de obras de arte que están dentro del Hermitage, y que no tuve la suerte de contemplar. Y no sólo le salió muy bonita: además abrió la puerta de Rusia hacia Europa. En el siglo XVIII el transporte terrestre era mucho más lento que por agua, y San Petersburgo quedaba a un par de charcos de los puertos alemanes y dos o tres más de los ingleses y franceses: mucho más cerca que Moscú de la modernidad. Una pena que junto a la modernidad también llegara aquí, en ese tren de Finlandia, un grupo de hombres demasiado convencidos de ideas demasiado equivocadas. Pero esa es otra historia.

Que me manden a Siberia

Vamos por acá, ahora en Irkutstk tomando el tren a Tomsk:


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Debo fotos, esos pinchecitos amarillos.

El hall superior de la estación de tren de Irkutsk parece Versalles, pero con WiFi. Y gratis. Nos quedamos en lo de una señora llamada Lida Sclocchini. Me preguntaba yo que hacía un pariente de Colocha en Siberia. La historia es apasionante, está contada acá y se resume así: Lida era profesora de inglés en Moscú. Un militar americano, Silvio Sclocchini, la conoció de visita por Moscú en la época del detenté. Después de las citas más caras del mundo (él iba a visitarla a Moscú) se instalaron aquí en Siberia. Silvio alias Scotty era el único americano viviendo en Siberia, y para hacer buenas migas se afilió a la sede local de los ex-combatientes de la Segunda Guerra.

Puse el mapa porque quería comentar algo. Tres infiernos son en realidad tres paraísos. En Estados Unidos pasamos por el campo de concentración en el que, después de Pearl Harbor, Tío Sam confinó a los japoneses étnicos, un hecho que ahora consideran una gran mancha en su historia. El paisaje era maravilloso, casi sobre la ladera este de la Sierra Nevada, California, donde está la montaña más alta de los 48 estados contiguos. Otro infierno bien conocido, Alcatraz, queda en medio de la Bahía de San Francisco, con vista al Golden Gate. En cuanto a Siberia, imagino que en invierno será terrible, pero en verano el Lago Baikal es lo más parecido que conozco al paraíso. El programa consiste esencialmente en volver al paleolítico: tirarse en una playa de piedras a comer unos salmones que se llaman “omul” y que venden a unos 7 pesos argentinos, ya ahumados, acompañados por frutas y verduras de la región. No se necesita mucho más para ser feliz.

Sobra el griego

En la zona del euro, quiero decir. La noticia del día es Italia, pero otra no menor es:

A deeper-than-expected recession caused Greece’s central government deficit to widen by almost one third in the first half of the year, widely missing an interim budget target under the country’s bailout plan, the finance ministry said on Monday.

Bastante parecido, por no decir igualito, al fracaso del blindaje argentino: las cuentas no daban porque la recesión hacía caer los ingresos. Miro el gráfico del (de)crecimiento griego y es terrible: -2 en 2009, -4,5 en 2010, -3,9 proyectado para 2011. Me pregunto por qué volví a los bonos.

Ah, ya sé: “es una apuesta a largo plazo sobre el futuro de la Argentina”. Excusa de loser.

Comentario sobre los comentarios

Estaba deprimido por la falta de repercusión de mi esforzado ensayo fotográfico en defensa de las bicisendas. Más tarde me di cuenta de que los comentarios están en modo “pre-moderados”: tengo que aceptarlos para que aparezcan. Censura previa, bah. Intentaremos volver al modo “libertad”.

Para Filmus que lo mira por TV

(La Anchísima Bicisenda del Sol, la Armonía y la Felicidad del Universo)

Ensayo Fotográfico, Beijing, 2011


 

 

 

 

 

 


 

La relevancia de la irrelevante Capital

Martín Lousteau tiene razón: la Capital es el distrito electoral más especial de la República, y nada de lo que ocurra ahí es indicativo de lo que pueda ocurrir a nivel nacional.

Es un distrito rebelde, el de la ciudad de Buenos Aires, desde tiempos inmemoriales. Nació como ciudad de contrabandistas, puerto prohibido por el monopolio español. Después fue luminaria de patriotas revolucionarios cuando en todo el continente –incluidas algunas provincias de lo que sería Argentina– los españoles lanzaban la contrarrevolución. Único distrito de la actual Argentina (salvo el Tucumán del Ejército Revolucionario del Pueblo) que encabezó una pequeña nación por sí misma (en la década de 1850), la ciudad de Buenos Aires fue más tarde la cuna de alzamientos armados contra las autoridades del país, en 1874, 1880 y 1890. Más tarde, durante los setenta años en los que el peronismo fue la fuerza política más importante del país, la ciudad del puerto fue el distrito menos peronista.

Hoy esa ciudad orgullosa vota de nuevo contra lo que el país dice que va a votar. Macri en 2007 sacó casi tanto como ayer, y Cristina pocos meses después sacó tanto como, dicen, va a sacar en octubre. Tiene razón Martín Lousteu: eso no dice nada sobre la elección nacional.

¿O sí? Con todas las ventajas que ha dado la oposición al kirchnerismo –por errores propios, pero sobre todo por obra de los azares de la macroeconomía y de la medicina– hay un rubro que le juega a favor: el calendario. Rosendo Fraga lo explica bien: contando la primera vuelta porteña, las elecciones de Córdoba y Santa Fe y la segunda vuelta en la ciudad, es concebible que las primarias de agosto lleguen luego de derrotas oficialistas en las cuatro elecciones no nacionales más importantes del año. Da la impresión de que uno de los pocos aciertos de la oposición fue en realidad la obra conjunta de quienes fijaron las fechas electorales, incluidas las primarias de agosto.

Pero, aunque la oposición llegue a agosto con algún empujón del calendario,  ¿sirve de algo? ¿Qué importa si algún candidato opositor saca algunos puntos más en agosto, si casi seguro será Cristina quien ocupará el primer lugar? Más aún: ¿no es la elección de agosto, en lugar de una Primaria Abierta Simultánea y Obligatoria, apenas una Encuesta Abierta Simultánea y Obligatoria, siendo que todas las agrupaciones políticas presentarán candidato único? ¿No es, por lo tanto, irrelevante?

De ningún modo. Ahí otra mano de las circunstancias que juega a favor de las endebles esperanzas de la oposición. Las primarias de agosto son en realidad como el torneo español cuando juega el Barcelona de Messi, o como Roland Garros cuando juega Nadal: una competencia a ver quién sale segundo. Pero el premio es mucho más que una medalla de plata. El premio para el segundo, si saca alguna diferencia relevante sobre el tercero, y si no es una figura con un alto porcentaje de rechazos (más Binner o Alfonsín que Duhalde o Carrió, digamos) es que se consagra como Candidato Polarizador. A dos meses de las elecciones, esa Encuesta Abierta Simultánea y Obligatoria va a decirle al electorado, con claridad y todas las letras, a quién tendrá que votar en octubre si quiere que haya un ballotage con el kirchnerismo. La elección presidencial podría ser, en ese caso, más divertida de lo que se cree.