La historia de la obra es así: Lucas es un muchacho gay de treinta y pico que vive con su madre y trabaja en un local de perfumes y cosmética importada. Está rodeado de situaciones clásicas de la vida cotidiana, situaciones que él viste y transforma en un show para poder transitarlas más livianamente. Espera, sueña y busca… Busca a su amigo, busca en el trabajo, busca en los boliches, busca en el colectivo, busca en el Facebook, busca. Sueña con encontrar eso a lo que el cine le dedica cientos de películas, eso que se vende en las cajas de bombones, eso que se busca siempre en ese lugar donde sabemos que jamás lo vamos a encontrar.
Julio César Noguera es actor, autor y director de “Lucas – Todos Buscamos Lo Mismo”, una obra de teatro que se reestrena el próximo jueves. Habla con Boquitas pintadas sobre la historia de ficción y, también, sobre su inspiración, sus motivaciones, sobre el amor y la soledad. También se refiere a lo gay y el consumo. “Los gays tenemos fama de ser hiper consumidores. Es ahí donde el sistema miente. En el mundo de hoy todos consumen, pero a nosotros nos pusieron al amor en una góndola y compramos según lo que nos alcance. De ahí que en Lucas busco justamente mostrar eso, que estandarizarse no te une ni te hace pertenecer, más bien te aísla”.
– ¿De qué trata la obra y que lo inspiró?
– La obra trata, en general, de cómo la gente sigue patrones de pertenencia que los aíslan y los van dejando solos y de cómo se defiende a rajatablas la teoría de que está bien ese patrón, de que todo está bien y listo.
Lucas es igual a cualquier persona, le suceden cosas clásicas por las que todos pasamos, desde tomar un colectivo hasta que no le funcione el celular; incluso la forma de justificar la forma en la que vive es igual a la de muchas personas. Todos en algún momento intentamos justificar algo que sabemos que no podemos defender, pero lo hacemos igual. Lucas no es la excepción en eso, al punto de quedar enredado en sus propias historias. Él tiene dentro de su vida una búsqueda que es universal, que muchos niegan y que muchos la juegan de superados, pero Lucas los expone y con su vida demuestra que todos a la larga buscamos lo mismo.
Se podría decir que Lucas trata sobre la vida, sobre nosotros y sobre cómo en estas sociedades quedamos atrapados solos en un cuarto dialogando con nosotros mismos, justificando y negando mucho de lo que nos pasa por tratar de ser parte del mundo.
Cuando escribí Lucas quería contar muchas historias a la vez, pero sobre todo, hablar de la vulnerabilidad de las personas ante situaciones clásicas. No intenté dar lecciones de vida ni de formas de vivir; quería mostrar que todos somos iguales, no importa qué condición social tengas, que altura, que color de piel, que sexualidad. Somos iguales en los lugares más humanos, más sensibles… A todos nos duelen las mismas cosas. Pero también quería contar cómo, a la hora de elegir, elegimos pertenecer a cualquier costo. Despersonalizados y casi como un producto en masa, nos transformamos en lo que el sistema de vida actual quiere que seamos. Si no tengo amor, no importa. Tengo celular traído de afuera, o tengo un jean que acá no se vende que me compré cuando viajé… Pero la naturaleza de lo que somos y queremos ser sigue ahí, y nos va a pasar factura en cualquier momento. Quedamos presos de la mirada del otro, y necesitamos que el otro nos vea increíblemente bien, aunque sea por fuera.
– ¿Por qué eligió contarlo en clave de comedia? ¿Qué le permite decir el humor?
– La comedia es un género que conozco y transito desde hace años. Tuve buenos maestros de teatro como Miguel Pittier o María José Gabin, con los que aprendí muchísimo y pude desarrollar mi artística. Con otras obras mías, siempre conseguí transmitir lo que quería decir. Me gusta muchísimo hacer reír y que a la vez la gente se haga preguntas o se movilice. El humor inteligente y bien resuelto en escena puede decir muchísimo y vivimos en un mundo donde, justamente, la gente no quiere escuchar pálidas. Y si las escucha hace lo que haría Lucas: da vuelta la cabeza y las evita.
La comedia para mí es un desafío, porque es fácil caer en lo gracioso por lo gracioso por sí mismo. Por eso intento trabajar al máximo cada escena, cada monologo, cada situación en la obra. El humor es un lenguaje riquísimo, creo que desde chico lo hago, reírme o buscar todo el tiempo lo que me haga reír. Desde una película, una reunión de amigos, un tropezón en la calle… Hasta cuando me separé hace muchos años le dije a mi ex – “Creo que esto es hasta acá, Carlos Alberto” – imitando el acento centroamericano de las novelas. Y junté mis cosas, entre esas cosas doce platos y me fui. Hasta el día de hoy, lo de los doce platos es un chiste privado entre mis amigos. Creo que elijo siempre el humor, desde antes de ser actor o bailarín, porque fue lo que me salvo a mí de muchas cosas. Quizás alguien más pueda zafar de sus cosas si lo contagio.
– ¿Qué tiene de particular la búsqueda del amor para alguien gay?
– No sé si tiene algo particular, creo que la búsqueda se tiñe demasiado de los mandatos externos y ahí se vuelve particular. Hay tantas historias y búsquedas como personas, pero observo mucho y veo cientos de chicos que tienen a su lado al tipo que los haría feliz por siempre, tal cual cuenta Disney, pero… Y ahí viene el pero, lo dejan de lado, lo evitan y hasta inclusive, lo anulan. El mundo gay tiene mucho de libertad, pero también mucho de condicionamiento. No para todos, obvio, pero sí para muchos que lo padecen y eligen transitarlo.
El amor es universal, eso todos lo sabemos, pero también es universal el miedo que da estar enamorado, más cuando te enamoras de alguien que no cumple con tu fantasía de hombre ideal. Yo las veces que me enamoré no tuve condicionamientos, ni tampoco me privé de nada. Amo sentir, pero vivimos en un mundo material cantaban por ahí y los gays tenemos fama de ser hiper-consumidores. Es ahí donde el sistema miente. En el mundo de hoy todos consumen, pero a nosotros nos pusieron al amor en una góndola y compramos según lo que nos alcance. De ahí que en Lucas busco justamente mostrar eso, que estandarizarse no te une ni te hace pertenecer, más bien te aísla.
– ¿Creés que se vive una soledad más profunda en alguien gay? ¿Esto sucede sólo para quienes no pueden salir del clóset o es algo más general?
– No creo que el ser gay haga que uno sienta una soledad más profunda, eso lo elegimos como seres humanos y no como gays. Lo que sí creo es que ser gay, a pesar de tanto avance en la sociedad, sigue siendo algo que todavía no está aceptado en un 100%, incluso por los mismos gays. Y esa aceptación casi a medias te deja un poco solo, pero solo de vos, de lo que sos en un 100% en realidad.
Las personas que se aceptan, sea lo que sea que acepten de sí mismas, te das cuenta de que siempre están un poco mejor que las que no; menos violentas, con más sonrisas en la cara… Escucho cientos de veces a chicos decir que van a la marcha gay y que no les importa poner en un perfil su foto de cara, pero mariconeas un poco en un bar o en la calle y te hacen callar o te dicen: “¿Es necesario?”. Esas cosas me hacen ruido.
Yo nací Julio César: hombre, morocho, gay, laburador, etc… Mi libertad de elegir es mía y la soledad es algo que se elige. Amo mi soledad, pero tengo un entorno increíble del cual también disfruto muchísimo. No miro la vida desde una ventana, sino que salgo y la vivo.
Lo más curioso es que para venderte algún producto o inclusive las publicidades de boliches gays son de cientos de chicos gays lindos bailando como si fueran los más felices del mundo. Los que no pueden salir del clóset viven la misma soledad que los que no estamos o nunca estuvimos adentro. Elegir ser quien sos es hacerse cargo y saber que podes perder un montón de cosas que te van a dejar más solo. A nadie le gusta la soledad dolorosa; no la elegida para estar con uno, sino la otra, la más dolorosa. Sabés que cuando elegís mostrarte como sos, hasta podes perder la relación con tus viejos, con amigos, con los afectos… Pero nada es más sano y liberador que hacerlo. Y en ese momento es donde de verdad la vida que elegís aparece y no se va más.
La soledad es general, un mundo que te aísla en una computadora, que te hace vivir la vida de otros o te pone de novio con alguien que no sabes quién es, casi holográficamente… Es raro. El mundo vive en soledad creo, más allá de ser gay o no.
– ¿Por qué creés que el protagonista de la obra se crea ese mundo de fantasía?
– Lucas, al igual que el mundo en general, prefiere no ver las cosas; esa ilógica versión del cerebro de que si no la veo, no existe. A Lucas le vendieron esas fantasías y las compró, y desde ahí las transita. Se las puso encima, se las tatuó. A ese chico que lo va a hacer feliz lo ve como un Príncipe de Disney, pero no sólo por lo bello (que por supuesto para muchos gays eso pesa más que su prontuario policial), sino por cómo lo va a conocer y por cómo se va a ir a vivir a un castillo con él. El mundo de fantasía en el que vive lo aleja de lo que sea que esté pasando, lo protege. Pinta de otro color lo que le sucede y por sobre todo, creo que es una reacción natural para que no le duela esa realidad.
Formas de hacerlo le sobran: a los gays nos venden divas pop a las que hay que venerar aunque ya estén devenidas a menos, películas, playas, abdominales y la loca idea de que merecemos el amor también porque somos gays. Yo creo que merecemos el amor porque somos personas, porque somos hombres que a diferencia de otros, nos acostamos con hombres. El amor lo merece todo el mundo, es algo que sucede cuando estamos en libertad, cuando el formato de vida tiene que ver con nuestra esencia y no con lo que un sistema te vende para poder pertenecer. Si no perteneces a tu vida, aceptándote y en libertad, menos vas a pertenecer a la vida de otros.
Lucas crea un mundo de fantasía donde busca que todo lo que le pase le duela menos, lo menos posible. Pero a veces esa fantasía puede lastimarte más que la misma realidad. Es una película que, por más que no quieras, en algún momento termina.
– ¿Cómo fue la temporada pasada de Lucas y qué puede esperar el público de esta segunda temporada?
– La temporada anterior fue muy buena, una previa de lo que es Lucas este año. Sabíamos que no podíamos hacer muchas funciones por obligaciones que tenía tanto yo como parte del elenco. Hacia fin del año pasado tuve intención de reponerla, pero me fui a Mar del Plata la temporada de verano con la obra Pato a la Naranja que producía Aldo Funes como parte del equipo de Javier Peloni y como coreógrafo para hacer la puesta coreográfica de la obra. Entonces, venía buscando la oportunidad de re estrenar durante el 2014.
Este año Lucas vuelve igual de divertido, pero muy arriba, muy a full. Sin dudas la incorporación de Bruno Lazzaro como coreógrafo le dio a la obra un nuevo giro. Lucas explota más que nunca, contando con la complicidad de Vicky Pinus y Jeanette Feal que ya lo conocen del año pasado y lo ayudan a convertir la habitación donde transcurre todo en esa realidad paralela y descabellada en la que vive. Como verás, nosotros hablamos de Lucas como si fuese una persona más, incluso pasa en los ensayos que decimos “¿y qué es lo que tiene que hacer Lucas ahora?”.
Este año la obra está más armada, más completa, más cuidada, tanto en el escenario como afuera de él. Contamos con una productora ejecutiva que nos resuelve todo y con un agente de prensa que no para ni un minuto de poner luz a la obra para que todos la conozcan. Sin dudas este año Lucas será una fiesta, pero de esas que duran tanto que uno no sabe ni a qué hora empezó ni a qué hora termina.
Maléfica Producciones presenta la 2° temporada de “Lucas – Todos Buscamos lo Mismo”, una obra de Julio César Noguera. Estreno jueves 9 de octubre a las 22,15 en La Clac Bar Restaurante Teatral por 8 únicas semanas
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