Francisco Paco Jaumandreu fue un conocido diseñador de moda y actor argentino. Fue conocido, también, como amigo personal de Eva Perón. Jamandreu comenzó su amistad con Evita antes que ella conociera al futuro presidente Juan Domingo Perón. Llegaron a ser amigos, confidentes. Su amistad con Eva Perón fue reflejada en una película en la que Jamadreu admitía ante Eva su homosexualidad y le decía: “Ser puto en la Argentina es como ser pobre”.
Hace pocos días la editorial cordobesa Caballo Negro reeditó un libro sobre este personaje: La cabeza contra el suelo, memorias. El periodista Daniel Gigena escribió, para Boquitas pintadas, un comentario del libro.
Verdadero rescate para la historia de la homosexualidad en la Argentina, sin contar el aporte que representa como documento sobre la vida pública y privada en el país durante el siglo XX, la reedición de La cabeza contra el suelo, las memorias de Paco Jamandreu (1925-1995), publicadas por primera vez en 1975, acerca a los lectores un texto único e inclasificable, que excede el marco de la autobiografía y se vuelve permeable a diversos registros. El periodismo de espectáculos, los apuntes etnográficos sobre la vida en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, donde Jamandreu vivió con sus padres hasta los dieciséis años; la novela de formación a la manera de una loca David Copperfield; el retablo lorquiano integrado por tías, abuelas y nueras; la diatriba, el chisme de la comedia ligera y el alegato político componen una obra cuyo interés parece aumentar con los años, sobre todo luego de la conquista, inimaginable para muchos, de derechos civiles. Justamente la potencia de la imaginación, alimentada en el horario de la siesta o durante las noches de los sábados, cuando los hermanos salían y él permanecía en la casona familiar con la radio y las revistas imaginando modelos para Amelia Bence, las hermanas Legrand y Mecha Ortiz, se impone como una acción que conjuga la creación y la reivindicación de su figura.
Dibujante desde la niñez, Jamandreu viaja en tren a la capital porteña con una carpeta de diseños para triunfar entre actrices, vedettes y productores cinematográficos (él se ocuparía del vestuario de varios films, entre ellos El misterioso tío Silas, Marihuana y Lujuria tropical, con su amiga Isabel Sarli). De pensión en pensión, sueña con llevarse a toda la tribu familiar del pueblo a un piso en Buenos Aires, sueña con ser famoso, con ser famoso y despótico, con amar y ser amado: “En el comienzo de una vida a la que quería cobrarle, o a la que yo me creía con derecho a cobrarle todo”, escribe sobre su veloz ascenso en la industria de la moda y el espectáculo, a la que él aportó misterio, frivolidad y encanto. El modo de saldar esa deuda con la vida (que había incluido “una adolescencia de soledad, de rechazo”, de dolor y de “miedo al grito de burla desde los autos”, entre otros fantasmas que se encarnaban con facilidad en ese entonces) adoptará formas proteicas, cambiantes, no siempre amables.
“Yo siempre he sido el terror de los modistos argentinos. Hay una cuestión que es evidente: no soy un comerciante, ni seré nunca un buen comerciante. Yo trabajo sobre el dibujo… mi ropa, linda o fea, buena o mala –yo no discuto el gusto, ni la calidad– siempre ha sido creada por mí”. Manifiesto sobre la soberanía artística emparentada con la tranquilidad que presta la definición en cualquier aspecto de la vida (“Yo creo que mi moral no es dudosa en absoluto: yo siempre dije que era homosexual y eso no tiene nada de inmoral”), La cabeza contra el suelo hilvana episodios de juventud con las experiencias del modisto consagrado por la fama.
Luego de la extraordinaria primera parte del libro, donde Jamandreu recuerda su infancia y sus años de adolescencia, sus inicios en la prensa gráfica en medios como El Hogar o Mundo Argentino (¡qué importante sería recuperar esos textos también!), en programas de radio y en el diseño de modas para cine y teatro, la “Faraona”, como lo había apodado su hermano Jorge, conoce a la mujer que signaría su vida y su trabajo. “El llamado de Eva Duarte, a hora tan temprana, me pareció una insolencia.” Así se inicia una de las amistades con mayor gracia en las grisáceas páginas de la historia de la amistad en la Argentina. Eva Perón y Paco Jamandreu, dos lenguas afiladas en el canto de la hipocresía de la buena sociedad, parecen reproducir por momentos un guión desopilante de Copi:
Otro día llegué a probarle a las 20.
–¡Pero, che! Te estoy esperando desde las seis de la tarde. ¿Dónde te metiste? Hablé a tu casa y allí no sabían nada.
–Vengo de lo de Zully Moreno. A propósito, Zully le manda sus saludos.
–¡Que se los meta en el culo! –fue su respuesta delante de todos.
El sello cordobés Caballo Negro presenta una nueva edición con un texto introductorio de Mariano López Seoane, que descubre en las memorias de Jamandreu ecos de una escritura barroca latinoamericana (“… oímos a Lamborghini, a Perlongher, a Noy, incluso a Marosa di Giorgio”), el cultivo de una lengua lujosa, que ama el repertorio de nombres propios, casi siempre de divas clientas o de enemigos jurados, y el repaso de éxitos personales en simultáneo con un collar de arbitrariedades hilarantes: “no tengo ninguna simpatía por las azafatas”; “el pobre contrabandista, que era un hombre muy bien…”; “la gente en todo el mundo confunde la homosexualidad con la mariconería”, “yo creo que el Fondo Nacional de las Artes nunca auspició nada que sirviera para nada”.
La serie de desencuentros amorosos, que Jamandreu relata con distancia y malicia, lo define: “Ese amor desgraciado me dejó profundas huellas y maravillosas enseñanzas. Por un lado me humanizó. Por el otro, me hizo querer aún más mi trabajo”. O: “Le pagué con la misma moneda: por cada disgusto que me dio me acosté con uno de sus amigos. Me dio muchos y tenía muchos amigos”. Pero también: “Oíme, pichón: yo he amado mucho. Me han amado mucho y voy a amar mucho todavía”.
“Es un libro de culto, del que habíamos escuchado hablar pero no conocíamos”, comenta el editor Alejo Carbonell, “inconseguible hasta ahora. Es una biografía riquísima, contradictoria, exuberante, cuyo resultado es una descripción aguda de cuarenta años de cultura argentina.” La cabeza contra el suelo –enigmático título que parece aludir a la vergüenza y la derrota, pero también al erotismo y el arrebato espiritual– integra la Colección de la Buena Memoria y recupera un testimonio tan vibrante como irreverente de un glamoroso pasado común.
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