Vivir con VIH: “Me discriminan por gay y por estar infectado”

Angel Pereira tiene 41 años y convive con VIH desde hace 13. Quizá porque ya tiene la piel y el corazón curtidos de tantos golpes, se anima a una entrevista en la que da su nombre, su apellido, se planta frente a una cámara a contar su testimonio de vida.

Armé un segundo post sobre el Sida porque a 30 años del primer reporte del virus en el mundo, el tema no parece formar parte de la agenda política actual; sin embargo, en la Argentina se estima que aún se infectan 5000 personas por año.

Fui a la entrevista con Angel pensando que habría cuestiones vedadas, que quizá no aceptaría que publicara su identidad, que me pediría revisar la edición de la nota. Puros fantasmas míos. El, en cambio, fue dispuesto a dialogar franca, serenamente durante el tiempo que dispusiéramos. Por momentos parecía nervioso, le temblaba la voz, sus dedos se enredaban en el aire como si acompañaran los vericuetos de su enmadejada vida.

Escucharlo fue un aprendizaje para mí. Creo que vale la pena invitarlos a ustedes a leer toda la charla que tuvimos (transcribo la entrevista abajo). Para los que no tengan tiempo, hay un video breve, síntesis de media hora de conversación con quien convirtió su experiencia en docencia: co-coordina el grupo de varones gays VIH positivos en la Sociedad de Integración Gay, Lésbica Argentina (Sigla).

También les acerco la opinión del lic. Alejandro Viedma sobre uno de los temas que considero central para comprender por qué Angel llegó a enfermarse: la homofobia. Viedma explica: “Algunos gays conviven con el VIH por haber internalizado la homofobia social que comunica mandatos de auto desprecio, de auto rechazo y se enferman consciente o inconscientemente por la baja valoración personal, porque terminan creyéndose –por el odio o el miedo que otros les transmiten- que están haciendo algo malo (por tener una orientación homosexual); así se ponen en riesgo y terminan sufriendo más. Creo que la responsabilidad en esta problemática es compartida, no sólo tienen que hacerse cargo los infectados, quienes de por sí ya pagan altos costos con su cuerpo”.

Les dejo el video con un extracto de la entrevista con Angel

 

 Esta es la charla casi completa con él

-¿Cómo fue enterarte de que tenías VIH?

-(sonríe nervioso, respira hondo) Estoy infectado desde 1998. Ese día sufrí como una despersonalización, creo que es eso. Recibir un diagnóstico positivo es un cimbronazo, una explosión adentro. Produce una bisagra en cualquier persona, por más de que tengas un corazón de hierro hay un antes y un después. Ese día fue bastante terrible, porque si bien yo venía barajando la idea de que podía dar positivo, siempre en alguna parte uno cree que puede dar negativo. Pero no.

-¿Por qué creés que te pasó?

-Fue el detonante de varias situaciones que arrastré en años. Tiene que ver con la homofobia, la baja autoestima, estar vulnerable como varón gay que soy. Porque estás solo en muchas situaciones: en tu familia no encontrás contención porque genera rispidez y rechazo, con los amigos también es difícil compartir esto, en el colegio es terrible la homofobia.

-¿Qué relación hay entre la homofobia y el VIH?

-La homofobia me llevó a lugares oscuros: la noche, el alcohol, la droga, el sexo promiscuo. Ese estado y ese mensaje de rechazo y odio que tenía en mi interior se fue alojando y fui transitando caminos que me llevaron a la infección, no podía derivar en otra cosa.

-¿La baja autoestima hacía que pensaras que no merecías una familia, una pareja estable, por ejemplo?

-Claro, porque de alguna manera la sociedad va definiendo los espacios y el que diseña para nosotros es ese, el de la oscuridad. Ese es el espacio que vos te merecés, no hay otro espacio para vos. Y es raro porque después te señalan como que vos sos el responsable de esa situación. En realidad hoy lo veo distinto…se que no hay culpables: uno es como es y uno no elige ser gay, ni elige esa vida de oscuridad.

-Cuando eras niño, ¿cómo viviste tu homosexualidad?

-En mi caso nací con esta inclinación, con esta orientación sexual, estaba en mí innata esperando salir. Cuando sos chico vivís la sexualidad muy natural, pero luego recibimos el mensaje de los adultos, de lo que es, de lo que no es, del rosa y el celeste, empezás a recibir ese discurso y como no entrás en ninguna de las dos categorías te vas quedando afuera. Empezás a recibir rechazo, mirada hostil, marcación…en casa, en el barrio (vengo de Merlo, del conurbano), en el colegio. Es un pozo sin fin…las burlas, incluso de los mismos profesores. El tema es que, a veces, uno no puede manejar todas las situaciones y llegás a estados de angustia muy grandes: yo estuve 7 años en tratamiento psiquiátrico.

-¿Qué te llevó a trabajar en un grupo de gays con VIH?

-Lo primero que me gustaría decir es que cuando te pasa esto, cuando te enfermás te encerrás en vos mismo y creás una burbuja donde lográs un supuesto bienestar y te volvés como insensible al dolor ajeno. Pero llega un punto que esa burbuja no es cómoda. Dije: ‘Basta, tengo que hacer algo para que otros chicos que tengan VIH no sufran tanto, tengan otras herramientas que yo no tuve’. Eso me llevó a hacer todo este trabajo en Sigla, a armar este grupo de varones gays VIH positivos.

-¿Qué trabajo hacen?

-Intercambiar experiencias como varones gays infectados. Hablamos de distintos temas, por ejemplo, el estado en que estábamos cuando nos infectamos; la discriminación, porque cuando sos gay y estás infectado la discriminación es doble; el tema del estigma, la discriminación laboral: por ejemplo hay empresas que encubiertamente te hacen el test con el pre-ocupacional sin consentimientoy si estás infectado no te toman; el miedo de tener una pareja, de rehacer tu vida sentimental: es difícil cuando vos te enamorás de alguien que no tiene el virus, porque se produce un quiebre en la otra persona y por lo general huye, y eso también va minando tu autoestima, te vas bajoneando y empezás a decir que preferís quedarte solo.

-¿Llegan al grupo personas enfermas que manifiestan querer salir a contagiar a otros?

-Depende de la maduración de cada persona. Están los que les agarra como un odio y empiezan a repartir el virus por todos lados; no es mi caso, que me cuido y cuido al otro. Otra gente se vuelve obsesiva con ese tema, a otros les da lo mismo.

-Contame de esta tendencia de los barebackers…

-Este es un término en inglés que significa montar a pelo, tener sexo sin barreras de protección. Es como que hay una moda con todo esto y es un tanto peligrosa, porque hubo un rebrote de la epidemia en EE.UU y Europa y acá se está disparando de nuevo, primero, por esta moda y segundo porque los tratamientos con pacientes VIH han mejorado muchísimo la calidad de vida y escuché de chicos jóvenes que dicen: ‘No me cuido, total está la pastillita, me hago el tratamiento y chau’.

-¿Qué rol le demandás al Estado?

-Que haya un programa de prevención serio. Lo que propongo, desde mi punto de vista, es educación en las escuelas y prevención en VIH orientado a la comunidad gay, algo específico y me gustaría que esté hecha por gays.

-Hace unos años los informes empezaban a mostrar que crecía la infección en heterosexuales, ¿sigue esta tendencia en alza?

-Es muy discutible, porque los varones héteros que se contagian por lo general no se contagian de otra mujer o de una prostituta sino de otro varón o de una chica trans cuando van a tener sexo con travestis en Palermo. Hay mucho temor de hablar de este tema y se tergiversa la estadística.

-¿Cuáles son las cifras del rebrote del que hablás?

-Según la estadística oficial, de cada 10 varones gays hay 4 infectados; para nuestra organización son más: hay entre 6 y 8 sin exagerar. Hay muchísima gente que está infectada y no lo sabe, porque tampoco hay conciencia de hacerse el test.

-En tu caso, ¿el tratamiento te permite una buena calidad de vida?

-Son muchos años de infección los que tengo y te puedo decir que lo mejor es no estar infectado (se ríe). Pero los tratamientos son muy buenos. Lo importante es lograr buena adherencia, no saltearse tomas, lograr con tu infectólogo un buen equipo de trabajo, tener onda con él, confianza, que le puedas contar cosas, sino no sirve. A veces hay infectólogos muy homofóbicos que hacen comentarios muy feos con la sexualidad de uno. Eso no es bueno. También es importante la parte psicológica en el tratamiento, estar bien espiritualmente, saber que uno puede rehacer su vida, tener un proyecto.

¿Qué prejuicios tenés internalizados acerca del VIH/sida?

“¿Quién te va a cuidar cuando estés sidoso?”

Cuando a los 17 años le pudo contar a su mamá que era gay, ella lo echó de la casa con un “Te vas”. Luego del “ok, me voy”, de su hijo, ella disparó con una pregunta que condensa prejuicio, desinformación y miedo: “¿Quién te va a cuidar cuando estés sidoso?”

Cristian Medina es uno de esos hijos que escuchan, aprenden y siguen. Si la preocupación de una madre es que su hijo homosexual contraiga el virus del VIH, hay que informar sobre eso, hay que hablar del Sida, se dijo. Y qué mejor que dejar fluir su vocación y hacerlo desde un micrófono de radio. Así fue como nació, hace 10 años, Lu-Sida, una radio que se transmite por la web y se dedica a la difusión y prevención del VIH/Sida.

“No tengo Sida”, aclara para despejar dudas este joven que ya ha escuchado cientos de historias de quienes padecen esta enfermedad. “A mi me toman como un poco de psicólogo en la radio”, dice. “No estoy preparado para eso, escucho sus historias de vida pero los derivo”. Y cuenta, además, que en su programación trata de incluir entrevistas a profesionales, lectura de informes y datos estadísticos relevantes y trabajo de campo.

 

Repasa con Boquitas pintadas algunas cifras que lo movilizan a informar en la prevención cada día. “Hay 33 millones de personas infectadas en el mundo”, manifiesta. Y trae estimaciones oficiales que señalan que en Buenos Aires hay 120.000 enfermos; una cifra similar es la de quienes conviven con el VHI, pero no lo saben.

“Hay que quitar el prejuicio de que sólo los gays contagian. Esta es una  enfermedad crónica, una pandemia que crece a pasos agigantados y nos puede tocar a todos”, dice. “Uno piensa que nunca se va a enfermar y por ahí se descuida. Eso no puede pasar, hay que cuidarse siempre”, agrega y habla de una cruzada difícil, porque hay que trabajar en cuestiones fuertemente arraigadas. Aprovecha a demandar compromiso del Estado, que en esta materia considera prácticamente ausente.

Para que escuches la radio

El blog de Lu-Sida

 

Un día como ayer. El 5 de junio de 1981, el Informe Semanal de Mortalidad y Mortandad de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos publicó la primera mención de lo que después sería el VIH. El informe menciona cinco casos de neumonía carinii neumoquísticia en hombres jóvenes. Esto propició la publicación de otros artículos en Nueva York, San Francisco y otras ciudades con casos similares

 

¿Qué temores y dudas tenés sobre el VIH/Sida? Tomaré en cuenta sus preguntas y convocaré a un profesional a responderlas

Cuando el amor no tiene género

Alexia parece contradecir la teoría de que uno nace con una orientación sexual determinada y la mantiene por el resto de su vida. Cuando hace unos días los invité a pensar sobre si gay se nace o se nace, ella comentó que no había nacido lesbiana: nos contó que tuvo novios, marido y luego de los 30 por primera vez fue besada y amada por otra mujer. Antes de ese momento no tuvo ninguna fantasía lésbica y sólo ocurrió que cuando le pasó algo con una mujer se dejó llevar, empezaron a salir y hoy esa mujer es su pareja estable desde hace varios años.

Una historia como la suya no admite etiquetas, no se puede decir mucho más que Alexia es una mujer amorosa, abierta al amor.

Antes de compartir la reseña de vida que ella envió a Boquitas pintadas, les acerco unas palabras de la psicóloga Graciela Balestra, coordinadora de un grupo de reflexión de lesbianas en la ONG Puerta Abierta: “No plantearía el debate en términos de si la homosexualidad es de nacimiento o no porque cada persona es particular y hay muchas historias parecidas a la de Alexia”. Me dejó un mensaje que comparto: “Todos nacemos  con la posibilidad de enamorarnos de otra persona; el amor en el ser humano es más profundo y va más allá de la cuestión de género. Hay que permitirse sentirlo”.

 

“Nunca nadie me besó así”, por Alexia (*)

Tengo 35 años, estudié en un tradicional colegio inglés de Vicente López, me recibí de economista, hice varios postgrados afuera y tuve novios desde los 15. Conviví con dos novios, me casé con otro y tres años después me enteré de que un supuesto viaje de negocios con su socio no fue tal, que me había engañado. No soporté la mentira y me divorcié. Tenía 28 años. Seguí saliendo hasta que me harté de que quisieran llevarme a la cama antes de preguntarme cómo me llamo (y menos aun qué es lo que siento).

En un viaje a Nueva York conocí a mi actual pareja lesbiana. Una economista de 36 años que trabajaba en la misma empresa en la sede de Montreal. Fuimos amigas un año hasta que volvió a Buenos Aires con un mejor puesto en otra empresa.

Nos veíamos muchos e hicimos un viaje de una semana a Punta Cana. Mismo cuarto, camas separadas y el segundo día nos tomamos hasta el agua de los floreros. Nos agarró una borrachera melancólica de aquellas… Terminamos en la misma cama sin saber qué hicimos, pero nos dimos cuenta de que estábamos juntas al día siguiente. Entre el susto, la vergüenza y no se cuantas cosas más terminamos abrazándonos.

***

El resto del día hablamos poco, comimos casi mudas y dimos vueltas para llegar al cuarto. Cuando nos acostamos, ella me dijo que teníamos que hablar, nos miramos y nos dimos un abrazo inmenso. Nunca nadie me besó así. Ni ella ni yo habíamos tenidos historias lésbicas, ni fantasías. Se dio.

Hoy somos muy felices. Somos pareja, aunque vivimos cada una en su departamento (nos mudamos a dos cuadras) y pasamos el fin de semana juntas. Mi pareja no tiene familia y yo padre, madre y un hermano mayor. Todos saben mi historia pasada y me comprenden. En cuanto a mi presente, papá siempre me pregunta: “Hija, ¿estás bien?”, y ante mi respuesta afirmativa me dice simplemente: “Se feliz”.

En nuestras empresas también conocen nuestra relación y somos muy respetadas y hasta admiradas. Claro, somos jóvenes, capaces laboralmente, buenos sueldos y muy monas… si fuésemos personal de maestranza…no sé cómo sería todo, tal vez sería más difícil.

Nosotras estamos bien, pero no tenemos demostraciones homosexuales públicamente (no andamos por la calle de la mano y cuando salimos a comer es común que se acerquen hombres para invitarnos un café y esas cosas). Por ahora no pensamos en casarnos…nos amamos así, como nos sale.

Un beso de ALEXIA

 

(*) Alexia es el nombre que ella usa para participar del blog; el suyo verdadero así como la identidad de su pareja son preservados a pedido suyo

Muscari: “En nuestra pareja nadie hace de mujer”

José María Muscari nos recibe en la pequeña sala del teatro Chacarerean donde cada fin de semana pone en escena Shangay . Está eufórico, un poco más hiperkinético que de costumbre. Es viernes, el día del debut en ShowMatch. “Nunca me sentí así tan nervioso”, se puede leer en su blog, escrito poco antes de salir a grabar. En realidad, ahora él nos dice que no le resulta gran cosa jugar el juego con Marcelo Tinelli y abonar la “espectacularización de lo gay” con su baile entre dos varones en la pantalla inflada de ráting. Es la tentación de lo masivo, parece reconocer.

Pero enseguida defiende la importancia de que una pareja de hombres baile para millones de familias argentinas. “Es una apertura importante que en un programa tan familiar y tan machista y con una figura femenina tan preponderante dos hombres bailen juntos”, dice. Y sigue: “En nuestra pareja nadie hace de mujer y, que no haya nadie a quien cortarle la pollerita, de por sí es controversial y ayuda a rebatir prejuicios”. Coincido con Muscari, pero cuando más tarde vi lo del juego con el jabón esa idea se me diluyó un poco.

Procuro dar vuelta la página Tinelli y conversar con Muscari en un plano más íntimo. Hablamos sobre su salida del clóset, en apariencia simple por el “amor incondicional” de su madre, aunque con un lado menos conversado: su padre falleció “sabiendo sin querer saber” de la orientación sexual de su hijo. Conversamos, también, sobre lo que implica en él la aprobación del matrimonio igualitario, una conquista legal necesaria para visibilizar la homosexualidad, pero de la que, asegura, no hará uso. “No creo en la institución matrimonio”, lanza, certero.  “Aunque fuera hétero no me casaría porque no me imagino teniendo papeles con alguien, lo veo vetusto y no me lo imagino para mí”.

Y luego de transitar por el terreno del amor de pareja Muscari confiesa que su mayor deseo es poder ser padre. “Durante mucho tiempo pensé en inseminación y alquiler de vientre, pero decidí adoptar”, cuenta. “Empecé a averiguar para adoptar, porque me parece que lo mejor es darle amor a un ser preexistente que no lo tiene”. Sabe que un hombre gay solo no “ranquea” bien en el “casting”, pero está dispuesto a dar esa pelea. Dice que en su vida consiguió cosas más difíciles. En esta cruzada mayor también se tiene fe.

 

 

¿Te parece que aporta socialmente la participación de Muscari en ShowMatch?

 

Las obras de Muscari en cartel

Shangay, en Chacarerean teatro bar

8 mujeres, en teatro Tabarís

Feizbuk, en La Comedia

Una redacción color de rosa

Ser periodista es estar informado, nos repetía hasta el cansancio uno de los profesores de la maestría de La Nacion/Universidad Di Tella. Cuando empecé con Boquitas pintadas, uno de los portales de noticias que tomé como referencia fue SentidoG. Con el paso de los meses empecé a conocer a los colegas que integran la redacción de este sitio periodístico, uno de los pioneros en focalizarse en la temática homosexual en la Argentina.

Hace unos días me entrevisté formalmente con el director de este canal de noticias de la comunidad LGBT, Gabriel Oviedo, con quien pudimos conversar sobre el surgimiento de SentidoG, las dificultades de empezar en 2001 en plena crisis y cuando las noticias gays aun eran una rareza en la agenda periodística. “Era un momento oportuno para empezar porque cerraban muchas revistas impresas importantes. Había mucho por decir, no podíamos permitir que se callaran nuestras voces”, señala en el inicio de la charla.

Recuerda que iniciaron con muy poco, apenas una plataforma para poder publicar noticias de agencias. El origen del sitio fue, en realidad, una radio on line que fue transformándose. Entonces, fueron ganando en producción propia, en notas de investigación. “Por entonces, estábamos contentos con las 100 visitas por día que recibíamos; hoy ya son más de 3500 personas las que entran diariamente y seguimos creciendo”, contrasta Oviedo. Es una señal de que se están haciendo las cosas bien, sostiene.

Por entonces, la gran lucha era por las uniones civiles en la Ciudad de Buenos Aires. “En el interior del país estábamos muy atrás con todo”, recuerda el periodista, militante de la comunidad LGBT. Y cuando repasa los 9 años y medio al frente de esta propuesta que se consolida no desconoce que fue una tarea muy ardua. “Parece mentira que se haya conseguido el matrimonio igualitario: ese segundo en que pasábamos a la legalidad fue como salir del clóset por completo, fue lo más lindo que nos tocó cubrir”.

Los invito a ver el video con parte de la conversación con Gabriel Oviedo, de la redacción de SentidoG

¿Cómo creés que se aborda el tema de la homosexualidad en los medios?

El religioso gay que se sobrepuso a todo

Cuando me contaron de Edgardo Heredia me dijeron que era un ser excepcional que valía la pena conocer. Proveniente de una familia muy pobre, pasó mil penurias, me dijeron. Se sobrepuso a todo cuando desde muy pequeño asumió su homosexualidad, lo corrieron de su casa y tuvo que empezar a arreglárselas solo. No terminó el colegio, no conseguía ningún trabajo en el pueblo por su mote de “marica”. Sin embargo, él tiene la impronta de quien es feliz, de aquel que recibió las condiciones que le fue imponiendo la vida como un desafío, como una prueba de fuego. La religión es hoy para él uno de sus puntales. Me acerqué a su casa, un departamento en Boulogne, para conocerlo.

Edgardo nos recibe sonriente. Se acomoda dándole la espalda a la pared espejada de su peluquería. Se excusa por el desorden. “Es la desventaja de tener el trabajo en el living de tu casa”, dice. Prende los tubos fluorescentes que enmarcan el universo de peines, tijeras y secadores; deja que su perrita Daila se trepe de un salto a su falda y luego se entrega a la conversación. No la intimida la cámara, más bien se concentra en el relato de su vida, que narra como una película que pasa por todos los climas: angustia, tensión, ausencia, pasión, castigo, alguna que otra alegría…

“Soy Edgardo Heredia, nací en San Antonio de Areco hace 41 años”, empieza presentándose. “Soy el último hijo de una familia numerosa. No tuve una infancia feliz, zafé como pude”.

Cuenta que es homosexual “desde siempre”. Y ya larga su primera anécdota. “Tendría 11 años y mi papá me llevaba a trabajar con él al frigorífico de lechones. Me enamoré de un compañero de él, mucho mayor que yo. Ahí asumí que me gustaban los varones”. Entonces, relata que demoró la salida del clóset hasta el final del colegio primario: “Me cuidé hasta el año siguiente por las cargadas de mis compañeros de grado”.

Luego, su convicción y osadía muy superiores a los 12 años que mostraba su partida de nacimiento, le permitieron asumir públicamente su homosexualidad pese a la mirada escrutadora de su familia y de todo Areco. “Cuando salíamos con otro compañero a bailar o simplemente íbamos caminando por la calle nos detenían por mariquitas, la policía nos llevaba por nada”, dice. “¡Uf…el tema del pueblo, de que no hablaran!”, acota y su declaración es como un suspiro, un no entender por qué todo tuvo que ser tan difícil.

Por entonces, a los 15 ya estaba viviendo solo; luego forma pareja con un “señor mayor” que lo ayudaba con sus gastos. No había podido empezar el secundario, ni estudiar un oficio y nunca pudo dar con un trabajo.

Un año después fallece su papá y Edgardo se acerca a su madre para proponerle venir a probar suerte a Buenos Aires, donde vivían algunos parientes suyos. Vinieron. No fue fácil. El estudiaba peluquería cuando al poco tiempo muere su madre: “Ahí sí ya me quedé completamente solo en la vida”. Tenía 19 años.

“Pasé las de Caín. Hubo días en que tomé mate con pan y había días en que no tenía pan. Pero son vivencias, son cosas, la calle te enseña”, reflexiona. Y sigue con su monólogo. “Conseguí trabajo en una peluquería, luego otra, no me salían del todo bien las cosas e iba cambiando”, sintetiza, aunque luego se explaya en las razones por las que su vida laboral no era color de rosa. La realización profesional la encontró hace unos 8 años, el momento en que pudo abrir la peluquería en su casa, el lugar que elije para desandar años de carencias en todo sentido.

Edgardo pensó que, al sentirse seguro en su oficio de peluquero, la vida tendría otro sabor. Sin embargo, la plenitud no llegaba. “Uno fue agredido mucho gratuitamente, eso te marca”, reflexiona como para sí. “Pero me juré que no me iba a dejar caer”. Sus dedos hacen una cruz sobre sus labios. Entonces, llegó la religión a su vida.

“Conocí a Alicia, una travesti y me hice a la religión, algo bastante ajeno a mí, que soy bautizado por decisión de mis padres”. Edgardo se entusiasma con esta etapa de su vida: “Me empecé a vincular a la religión Umbanda, me gustó porque se hacen trabajos espirituales en los templos y eso ayuda mucho a dar sentido a muchas cosas, a seguir un camino”, comenta.

Para él la religión es el espacio de la no condena, de la no exclusión. “No sólo no me discriminan sino que me escuchan por lo que tengo para decir; pasé de excluido a lider espiritual”, se enorgullece. Cuenta que por el tiempo de permanencia en la religión y por su comportamiento ya es pai de santo.

“Hay mucha gente homosexual en esta religión porque se sienten útiles, hay mucho respeto, nunca una agresión. Hoy siento que en la sociedad me dan otro lugar, por lo que soy y no por cómo me visto, por cuánto dinero tengo o por mi orientación sexual”.

 

Van dos horas de charla. Nunca faltan los temas, las historias complicadas propias o ajenas. No es fácil de sintetizar tanta vida mal vivida. De regreso, la camarógrafa que me acompaña se ilusiona con la posibilidad de volver a filmar a Edgardo: le gustaría verlo recorrer ahora de grande su Areco natal, o atendiendo a sus clientas en la peluquería, o yendo al templo, o participando de algunos de los rituales religiosos de cada viernes… Quizá algún día volvamos.

¿Qué lugar ocupa la religión en tu vida?

“Yo nací gay”

Llega al bar con su álbum de fotos de cuando era niño: en varias está con la mano en la cintura, sonríe pícaro en esa pose que tanto fastidiaba a sus padres. Algunas imágenes lo muestran también en la adolescencia y un par lo retratan en los últimos años, cuando ya adulto, participa de fiestas con parejas homosexuales estables u ocasionales.

“Fui gay desde niño, nunca tuve dudas de que a mí me gustaban los varones”, cuenta a los 61 años este señor marplatense que se hace llamar Chiqui Taylor. “Recuerdo que me enamoré platónicamente de Rubén Darío en primero inferior. Ese fue mi primer amor”.

En Boquitas pintadas nos planteamos la pregunta: Gay, ¿se hace o se nace?. Con esta inquietud invitamos a Carlos (como lo bautizamos para preservar su verdadera identidad) a rememorar su infancia con un álbum de fotos en mano. El no lo duda ante la pregunta. “Gay se nace. Yo – nací – gay”, dice, remarcando cada palabra.

Pide que no se lo filme y, con esa condición, no tiene problemas de empezar a desandar su infancia retratada en las pocas fotos que conserva. “Aquellos no eran tiempos de camaritas digitales”, bromea. Empezamos a conversar abiertamente…queda el registro de su voz en su relato desordenado frente a esas imágenes en sepia que hace años no miraba. Pasa las páginas del álbum en silencio. Algunas fotos se desprenden del nylon envejecido.

Entonces, se ve él, él con su familia, en brazos, posando solo…De pronto, cuando se encuentra jugando con su hermana menor, recuerda que siempre detestó jugar al fútbol, la típica invitación de sus compañeros de colegio. “Para deshacerme de ese castigo empecé a meter goles en contra; así dejaron de invitarme a jugar”, dice, y aun se jacta de una estrategia que considera inteligente para un niño de 7 años.

Así lo dejaron en paz. “Prefería jugar a las figuritas, a la payana, a la casita con mi hermana”, aclara Chiqui, como pide ser nombrado como una especie de guiño a sus viejos conocidos de la noche marplatense. Ante cada foto que reconoce como con actitud “de loca” le viene esto de recordar los pedidos de su madre: “Pedía que me juntara más con los varones, que jugara con ellos, que yo tenía maneras muy suaves”.

Carlos dice esto y después reconoce que el peor, en realidad, era su papá: “Yo era chiquito. Recuerdo que una vez una adivina adelante mío le dijo que su hijo era homosexual; él se hizo el distraído y nunca pudimos hablar una palabra del tema. El lo sabía todo, pero murió sin reconocerlo”.

Se detiene unos minutos en el relato. Aprovecha a beber de un trago el cortado apenas tibio. No deja de aclarar que siempre fue feliz porque vivió su homosexualidad sin culpas y desde su niñez, cuando ningún mandato lo persiguió. “Siempre miré a los varones; esa es la belleza desde siempre para mí”, enfatiza.

Luego, sigue repasando su vida en sepia: su juventud, las primeras salidas con otros jovencitos en Mar del Plata y también algunas  reuniones familiares ya de adulto. La charla se extiende por fuera del álbum hasta su vida actual, un tiempo en que dice seguir disfrutando de su homosexualidad aunque sin una pareja estable. “Me enamoré una vez, nunca más…pero nunca estoy solo”, confiesa, sin dar más detalles.

Traigo la historia de Carlos para invitarlos a discutir: Gay, ¿se nace o se hace? A propósito de este tema, un colega me convidó este blog de Paul V., un americano que invitó a adultos gays a enviar fotografías e historias de su infancia. De esta manera, recrea los momentos en que cada uno empezó a sentirse homosexual.  Los invito a visitar el blog y les dejo esta nota que habla del tema.

¿Qué opinan ustedes? ¿Se animan a enviarme fotos suyas? boquitaspintadas@lanacion.com.ar

Doña Rosita, el soltero

En un teatro, varios espectadores asisten a una función de Doña Rosita, la soltera. Todos los personajes son atravesados por la soledad: dos mujeres de cuarenta con ansias de hacer amistad; un hijo con su padre enfermizo; dos maestras con un solo alumno; un matrimonio con diferencias irreconciliables, dos ancianas paquetas que organizan un pesebre viviente y celebran Navidad solas, los padres del actor, una actriz vieja y decadente, un fan y el acomodador del teatro. Sola se queda Rosita y solos están ellos.

Carne sola, o Doña Rosita el soltero es un espectáculo de humor sobre la soledad; es la recreación de la obra de Federico García Lorca en el cuerpo de dos actores varones, Francisco Pesqueira y Claudio Pazos, que encarnan las diferentes formas de estar solos. La dirección es de Carlo Argento.

Minutos antes de salir a escena, ellos hablan con Boquitas pintadas. Allí, en el camarín del Teatro La Comedia, una especie de túnel espejado donde habitan pelucas, maquillajes, trajes, los actores aún despojados de sus personajes reflexionan sobre lo que consideran el gran mal de esta época. En palabras de Francisco: “La obra habla de lo que nos toca a todos: un universo completamente conectado y del otro lado nada…caminamos a ver si podemos ir a tomar un café con alguien”.

Claudio, su compañero se suma y apunta: “Nos interesaba hacer esta obra porque cuenta justo lo que nosotros queríamos decir: Cómo Rosita toda la vida queda esperando a un amor que no llega y que ella sabe que no va a llegar. Y esto nos habla de cómo uno a veces espera un imposible, algo que sabe que no va a suceder”.

Este es un fragmento de la entrevista con los actores….

 

Lunes 21 horas; teatro La Comedia

 

BONUS TRACK

Alan es un reciente treintañero que en su blog definitedeunavez escribe sobre su problemática de vivir adentro del clóset, sobre todo respecto a su familia y su trabajo. La soledad también es una de sus angustias y hace un tiempo le mandó unas preguntas al lic. Alejandro Viedma para conversar sobre el tema. Comparto con ustedes esta charla….

“La angustia de vivir en el clóset”

 

-Alan: ¿Por qué nos da tanto miedo la soledad?

-Lic. Viedma: Desde nuestra cultura, pareciera que la soledad es una condición humana. Por ejemplo, hay una frase popular que pregona: “uno nace solo y muere solo”, o lo que es lo mismo: “venimos al mundo solos y nos vamos de él de la misma manera”. Ultimamente yo estoy cuestionando ese dicho popular….

-Alan: ¿Por qué lo cuestionas?

-Lic. Viedma: Coincidiendo con Freud, el yo es social, el hombre de entrada es un ser social: la que nos trae al mundo es una mujer, además nos recibe una partera y en el mejor de los casos hay varios otros –que en ese momento están aguardando en la sala de espera de la clínica o del hospital- que rápidamente nos empiezan a mirar, a hablar, a tocar. Creo que la forma en la cual nos miren, cómo nos hablen y toquen y los vínculos que posteriormente vayamos construyendo a lo largo de nuestras vidas, hará que nos sintamos más o menos solos y hará que nos despidamos de esta vida rodeados de los afectos que hayamos podido establecer o que muramos solos “como un perro” (otra frase popular). Respecto a los homosexuales, a mí me parece que en los últimos tiempos eso de “no logran formar pareja y mucho menos tener hijos” está cambiando bastante.

-Alan: Entiendo, pero de todas formas ¿existe una mayor proporcionalidad de homosexuales que no logran formar una familia?

-Lic. Viedma: En el pasado, cuando los padres se enteraban que tenían una hija lesbiana o un hijo gay, sufrían por el hecho de portar la creencia que dicho hijo “iba a quedarse solo”, el matrimonio igualitario en la Argentina logró por un lado visibilizar a muchas parejas lésbicas y/o gay que han estado unidas por décadas y, por otro, contagió de deseo a personas del colectivo LGBT para que pudieran proyectarse en una familia diversa, seres que comenzaron a pensar “ah, se puede”.

-Alan: ¿Es común este sentimiento que relaciona homosexualidad con soledad entre los gays aún no salidos del clóset?

-Lic. Viedma: Lo que sucede, según mi práctica clínica, es que el clóset en sí es un lugar de desolación, de aislamiento, el sujeto se encuentra solitario dentro del armario ya que se le dificulta tener una comunicación, un lazo, un acercamiento fluido con un otro si a dicha persona le tiene que mentir o esconder ciertos aspectos fundamentales de su ser, como la identidad y el deseo.

-Alan: ¿Entonces el encierro es lo que aumenta su sentimiento de soledad?

-Lic. Viedma: Por lo menos para la persona que está completamente dentro del clóset hay un pesar importante enmarcado por el encierro y eso le provoca angustia y stress, porque desde ese lugar inquietante está en estado cuasi permanente de alerta.

-Alan: Sí… creo que al menos en mi caso es acertada esa reflexión. ¡Gracias!

La homofobia enferma y mata

Dos conceptos básicos en el día internacional de la lucha contra la homofobia.

La homosexualidad no es una enfermedad

La homofobia es el odio irracional hacia los homosexuales

A propósito de la conmemoración de este día, fijado en 1990 para recordar el momento histórico en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades, el Lic. Alejandro Viedma escribe sobre la homofobia para Boquitas pintadas.

La legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (por ley Nº 2687) estableció el 17 de Mayo como “Día de Lucha Contra la Discriminación por Orientación Sexual o Identidad de Género”. Aprovechamos la efeméride para informar/formar sobre las muertes injustas derivadas del odio a los homosexuales.

Cuando el odio mata

Por Alejandro Viedma

 

Cada mes, cada año cientos de personas lesbianas, gays, bisexuales y trans (LGBT) mueren en la Argentina y en el mundo entero por culpa del odio y el rechazo hacia su forma de ser, de sentir y de amar, en los establecimientos escolares, en los trabajos, en los barrios, en los medios de comunicación.

En los últimos años en nuestro país se sucedieron varios hechos muy dolorosos producto de la homofobia, hubo desenlaces crueles y extremos por el miedo y la aversión que sienten muchos individuos contra las personas LGBT.

No debemos permitir las expresiones de odio en nuestra vida cotidiana y tenemos que exigir a los gobernantes que promuevan la aceptación de todas las variantes de la diversidad en general y de las sexualidades contranormativas en particular.

La homofobia en su veta más intensa puede desencadenar en el asesinato de una persona LGBT, en su suicidio o, cuando la persona lesbiana, gay o trans no tolera más seguir padeciendo el hostigamiento persistente y decide ponerle fin a esa situación, la muerte del discriminador y abusador.

Menciono 3 casos de estos desenlaces fatales:

-Fusilada. Natalia Gaitán era una joven cordobesa de 27 años, realizaba tareas solidarias y le decían “la Pepa”. Fue fusilada el 7 de marzo de 2010 por Daniel Torres, el padrastro de su novia, quien se oponía a la relación entre las dos chicas.

-Burlado. El 16 de abril pasado en La Rioja, un joven de 17 años, identificado como Carlos Nicolás Agüero, se quitó la vida cansado de ser discriminado y de recibir constantes burlas por su presunta homosexualidad.

-Furia. Marcelo es un joven de la provincia de Buenos Aires que se encuentra en la actualidad preso por haber matado hace un par de años, en un ataque de furia, a su madre y a su hermano porque no aceptaban su homosexualidad y lo atacaban permanentemente.

Cada uno desde el lugar que nos toca debemos seguir trabajando para erradicar la discriminación y lograr la equidad social, para que ni en la Argentina ni en el mundo existan más crímenes por odio, por homo/les-bi/transfobia: ¡Natalia Gaitán y Carlos Nicolás Agüero presentes, ahora y siempre!

Bonus track, info de actividad:

El peso de la homofobia

Para conmemorar este día, el próximo sábado a las 19.30 en la Sede de la  Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (SIGLA), se realizará una jornada de debate que tiene por objetivo intercambiar opiniones sobre las consecuencias de la homo/lesbo/transfobia y su internalización; cuando las personas LGBT internalizan la homofobia, sus cuerpos expresan síntomas; las personas LGBT se enferman por interiorizar la homofobia social. De todas estas cuestiones conversarán profesionales y activistas vinculados a la comunidad junto a todos los que se acerquen a esta actividad vivencial.

Entrada libre y gratuita. Organizan: SIGLA,  Puerta Abierta (integrante de la Federación Argentina LGBT) y la Secretaría de Diversidad Sexual del Partido Socialista.

Una historia de crueldad y cobardía

Sábado gris, otoñal. Ideal para leer un cuento. Como Boquitas pintadas intenta ser un blog atravesado por la literatura, fiel a ese espítitu, comparto con ustedes un relato inédito del escritor Pablo Dema, co-director de Editorial Cartografías. Su gran tema es la crueldad, en este caso ejercida por alguien que encarna el verosímil machista (el Diez y el resto del equipo), y el remordimiento del narrador: ser cómplice de la crueldad y también ser un cobarde: se deja imponer un destino (la carrera de Agronomía) y oculta su sexualidad (nunca podrá decir en voz alta quién le gusta).

Les dejo el texto. Espero sus opiniones y sus relatos, también.

El correo está abierto: boquitaspintadas@lanacion.com.ar

Una broma

Ahora que tengo más edad, ya no comprendo para qué decía aquellas palabras, para qué hacía aquella broma…

A. Chejov

 

Cuando me fui a estudiar Letras a Río Cuarto todavía jugaba al fútbol en el club Belgrano, en Cabrera. Era del montón pero de rendimiento parejo, no faltaba a los entrenamientos y en los partidos las corría a todas; no por amor a la camiseta ni nada de eso sino por orgullo nomás. No me gustaba que me pasaran, a ningún marcador de punta le gusta que lo pasen.

Ese año, el `98, jugábamos por primera vez el provincial y la gente de la comisión consiguió plata para contratar a un delantero y un diez con experiencia. Ellos dos eran los únicos que cobraban. El delantero venía de Villa María y el diez, un tipo cerca del retiro pero todavía en buena forma, vivía en Río Cuarto y viajaba a Cabrera una sola vez a la semana para entrenar con el equipo y después iba los domingos para los partidos. Yo estaba entusiasmado con la carrera y no tenía intención de seguir con el fútbol, pero como al Diez se le había contratado un remís que lo llevaba a entrenar a Cabrera me propusieron que siguiera jugando, que viajara con él una vez a la semana y que el resto de los días saliera a correr para mantenerme en buena forma. Acepté menos por las ganas continuar una carrera deportiva seria que por seguir haciendo alguna actividad física y por no decirle que no al Pelado, que había pasado a ser algo así como el ayudante de campo, preparador físico y utilero en el equipo de primera pero que para mí seguía siendo lo que había sido cuando me inicié en el baby fútbol, una especie de tío solterón y algo tímido que los chicos que se iniciaban seguían adorando.

Así que los jueves me pasaba a buscar el remís y nos íbamos a Cabrera con el Diez (así lo llamaban todos) sentado solo en el asiento de atrás. El Diez hablaba poco, el remisero, en cambio, era muy charlatán y siempre contaba anécdotas de cuando era joven e iba a bailar “por la zona”, es decir por Cabrera, Deheza, Las Perdices. Hablaba maravillas de las gringas, que según él eran todas rubias y tenían la ventaja de tener campo así que significaban la salvación para todo pelagatos que iba a probar suerte a las confiterías bailables los fines de semana. En cada viaje el remisero añadía alguna anécdota, pero en general se trataba de grescas entre locales y visitantes por una chica muy codiciada; había, según él, varias muy lindas en la zona, pero la palma se la llevaba una que él llamaba la Ariana y que era de Las Perdices. Él, como todos, moría por esa mina y recordó que una vez tuvo un entredicho con quien el llamaba nuestro jefe: el Pelado era local y por eso se pensaba que la mina no podía ni arrimarse a ninguno de nosotros porque veníamos de Río Cuarto, dijo. Yo al Pelado lo conocía de vista, él ni se debe acordar de mí, de la que seguro no se olvidó es de la Ariana; hará cosa de unos dos años la vi, agregó el remisero, está más fuerte que antes; es el mismo caso que la Alfano, pasan los años y se pone cada vez más buena. Es contadora o economista, vive en Villa María pero da clases en Río Cuarto, en la universidad. Me lo comentó ella un día que me tocó llevarla a la terminal. Un hembrón, viejo, daban ganas de agarrar la ruta nueve y secuestrarla. Yo por una mina así largo todo, contaba el remisero.

***

Mientras lo escuchaba y le festejaba las ocurrencias, yo pensaba en mí, en si sería capaz de largar todo alguna vez por alguien; y también me acordaba de Víctor, el mozo del bar del club, de su secreto a voces, de los chistes que los jugadores hacíamos cuando lo veíamos llegar con la bandeja y en cómo algunos imitaban, exagerándolo, ese gesto tan suyo de niña ofendida.

La vez que el remisero dio todos los detalles de la tal Ariana, el Diez, que casi nunca participaba y que siempre parecía estar cumpliendo con un trámite molesto cuando iba a entrenar o a jugar a Cabrera, se mostró interesado por la historia y le pidió al remisero más detalles de la mina. El mismo jueves que el Diez pidió precisiones sobre Ariana, después del entrenamiento, escuché desde la ducha que le dijo al Pelado  que una profesora de la universidad, colega de su cuñada, le mandaba saludos. Esta profesora sabía que él, el Diez, estaba jugando en Cabrera y entonces le dijo que ella conocía gente de ahí, que solía ir cuando era joven.

–          Cuando le dije que vos eras el preparador físico del equipo me pidió que no me olvidara de darte sus saludos -dijo el Diez distraídamente.

–          ¿De la universidad? ¿una profesora? -preguntó el Pelado.

–          Sí, es una mina de unos cuarenta y pico, está bastante pero bastante fuerte, Ariela… Ariadna…

–          ¿Ariana?

–          Sí -dijo el Diez- me parece que sí.

Yo salía de la ducha y vi la cara del Pelado, tenía los ojos saltones todavía más fuera de las órbitas que de costumbre, como si no pudiera tragar saliva. Pero el Diez siguió vistiéndose y se hizo el desentendido así que todo quedó ahí. Más tarde, cuando salimos a tomar el remís, el Pelado estaba fumando en la vereda; nos despidió y le dijo al Diez:

–          Así que profesora, che, ¿y  andará viviendo por allá o…?

–          ¿Quién? -dijo el Diez-. Ah, tu amiga, no sé, si la veo a mi cuñada le pregunto.

A partir de ese día en cada viaje el Pelado preguntaba algo y el Diez le daba, como al pasar, algún dato más y alguna señal de Ariana que le brindaba el remisero y que el diez modificaba a su gusto. Que vivía en Villa María, que viajaba a Río Cuarto los lunes y los jueves, (el Diez dijo que solía verla en la terminal adonde iba a tomar un café todas las mañanas), que tenía dos hijas, que se había separado recientemente y que siempre le hablaba bien del Pelado, que lo tenía presente, que se acordaba de la confitería Kebón (que ya cerró) y de los lomitos del bar Equus que está sobre la ruta y que todavía existe porque ella lo ve cuando pasa en el ómnibus.

Con el correr de las semanas los jugadores del equipo se fueron enterando de la joda del Diez y cada vez que el Pelado se le acercaba para hablarle en voz baja todos teníamos que hacer grandes esfuerzos para contener la risa; había algunos que se iban del vestuario a reírse afuera porque no se aguantaban. Un jueves, después del entrenamiento, el Pelado nos fue a despedir al remís y escuché que le dijo al Diez: consígame eso. Así, sin tutearlo. Y el domingo, cuando nos vio llegar, se le acercó enseguida: hace dos días que no duermo, llame a su cuñada y consígamelo. Entonces vi al Diez recibir el teléfono celular de manos del Pelado y hacer una llamada en la vereda, después anotó algo en un papelito que le dio al actual utilero y preparador físico de la primera, a mi viejo profe de baby fútbol, el Pelado.

Ese día ganamos uno a cero con un gol del Diez sobre la hora, yo aporté lo mío marcando de cerca al siete de ellos que prácticamente no la tocó. Después del partido la gente de la comisión nos pagó un asado y fue una de las pocas veces que hubo vino en abundancia. Estábamos en la sobremesa cuando el Pelado se levantó y salió a la vereda, a través de la puerta vidriada lo veíamos fumar y discar un número; el silencio que se hizo en la mesa fue tal que daba la impresión de que podíamos escuchar los sonidos de cada tecla del celular que el Pelado pulsaba. Cuando se oyó el tema de Coldplay programado para dar aviso de llamada entrante en el teléfono de Víctor y cuando vimos a Víctor atenderlo el bar entero estalló en una carcajada. Por un instante el Pelado y Víctor quedaron enredados en la confusión e insistiendo en un intercambio que los sumía cada vez más en el desconcierto. Pero soy yo, Víctor, decía el mozo, qué te pasa Pelado, soy yo, estoy acá. Cómo que qué quiero, si me estás llamando vos, lo increpaba mirándolo a través del vidrio. Y entonces otra vez la risa, y una tercera carcajada cuando el Pelado volvió al salón y terminó de entenderlo todo.

***

Al final del año el Diez se lesionó y dejó el fútbol, yo seguí en la universidad pero al año siguiente me cambié a Agronomía para darle el gusto a mis viejos. Entonces vino el estudio en serio y casi ya no volví al pueblo. Con el Pelado no tuve más trato pero a veces sueño con él. No lo veo en el banco de suplentes dando instrucciones, no lo veo enseñándome a pegarle a la pelota en la canchita de baby fútbol, no lo veo tampoco bailando en Kebón con Ariana. Simplemente está discando un número y esperando. A veces el sueño se repite varias veces en la misma noche: el teléfono suena en una casa vacía, nadie atiende, nadie se despierta; de fondo, una risa grotesca y desgarrada que no se detiene.