En una conversación con Boquitas Pintadas, el dramaturgo Daniel Teveles habla de La luz de un cigarrillo, la obra que dirige y puede verse por estos días en Buenos Aires. Va los sábados a las 20:30 en La Mueca, Cabrera 4255.
Daniel Teveles director de La luz de un cigarrillo; foto: prensa
-¿Por qué decidiste adaptar esta obra? ¿Qué encontraste de atractivo?
–La luz de un cigarrillo, de Marco Antonio Rodríguez, es una obra costumbrista, cursi como estética y pasionalmente latina. El texto me atrapó porque está excelentemente escrito. El autor, de origen dominicano y nacido en Nueva York, sabe y conoce muy bien la historia de estos inmigrantes. Es un texto increíble y brillante, donde el costumbrismo está insertado de tal manera, en un contexto totalmente diferente y entra en conflicto con fuerza, molesta, incomoda al espectador y eso lo hace rico como estructura dramática.
La obra habla sobre la inmigración, las raíces y la identidad. Estos temas me movilizan y están muy adentro mío (soy nieto de inmigrantes), encierran cierto misterio y preguntas. De eso no se hablaba. Era oscuro y sufriente. La guerra y adaptación al nuevo mundo. Sin embargo, esos recuerdos de mis ancestros eran contradictorios. Ellos añoraban muy a pesar de todo su tierra natal. Y esto es lo que les pasa a los personajes de esta obra. También me interesó esa construcción subjetiva, como concepto de identidad cambiante. Estos emigrantes buscan un exitismo, donde priva lo material, deslumbrados por el “carro”, las marcas que etiquetan, las luces de neón. Donde no hay un techo, más allá de las necesidades básicas que son reales y concretas y emigran. El concepto de nacionalidad… ¿Qué soy: Dominicano o Norteamericano? Es una construcción subjetiva, que no es pura. La masculinidad como construcción subjetiva, tampoco lo es. Como cada uno se ve a sí mismo. Y ese dinamismo cambiante, donde nada es puro en sí mismo, “contaminante “, es atractivo.
Un maestro mío, en Dirección teatral, decía que es muy difícil dirigir historias donde los personajes estén ligados a nuestra propia historia, que el Director necesita poner distancia. Y, si bien hay cierta verdad en el asunto, esto no es absoluto. La elección de un texto siempre está condicionada a cuestiones propias en algún punto. En mi casa estaba la idea de que los hombres no deben llorar, el debut sexual era un examen, el fútbol y los autos eran los pilares de lo masculino. Y a mí no hay algo que me aburra más que el fútbol. Todo era una mariconeada si salías de los preconceptos culturales pautados. El deporte nos hacía hombres fuertes, los profesores de educación física llevaban la masculinidad como sinónimo de ser un buen deportista. Eran fascistas en su concepción y, aunque suene vengativo, lo padecí. Pertenezco a una generación de cambio, bisagra. No existe cuestión más visceral que las raíces y como uno se ve por dentro…él ¿quién soy?
¿El quién soy yo? está ligado a nuestro ser más íntimo. Siempre estamos en la búsqueda de lo que somos, como los personajes. Cambiantes. ¿No es eso muy humano?. Se es misógino de una manera similar a la que se es racista. Yo como judío entendí el concepto de homofobia. Me identifiqué con esa problemática y el protagonista como minoría.
Soy médico y una vez me llega una consulta de un padre que me cuenta sobre su hijo. Y me queja de que no sólo es judío si no homosexual. No entra dentro de los parámetros sociales al 100 %. Doble minoría. La lucha será doble en la búsqueda de generar y buscar nichos de libertad. Acá, además se incorpora la dura contradicción de lo dogmático, de la religión, homosexualidad y pecado.
Los conflictos de esta obra tienen que ver con los deseos opuestos intensos, de choque entre Luz (que encarna la actriz Gaby Barrios) y Julio Cesar (Orlando Alfonso).
Los personajes son ambiguos, contradictorios y divertidos, porque son opuestos. Tienen energía por demás. Los ensayos también fueron agotadores por ese motivo. Me gustan las transiciones cortas en las emociones, porque revelan una auténtica pasión irracional. Ritmo en la sangre. Merengues, boleros, palo dominicano, matizan los altibajos de los personajes. Bailan merengue aunque se les caiga el mundo. Y eso es un diamante en bruto para trabajar en dirección.
Está hablada en un acento dominicano y eso fue un gran desafío para mí, especialmente por lo exótico. Buscaba que suene orgánico, natural, no impostado. Fue una decisión difícil, pero interesante de encarar. Tuve que trabajar desde dos lugares al mismo tiempo, la emoción y el acento local. Conté con dos asesores de acento dominicano y costumbres. Y eso hace que las imágenes teatrales sean frescos de una aldea dominicana, en un contexto puramente gringo.
-¿Por qué la adaptación del texto de Marco Antonio Rodríguez?
-El texto es intenso y visceral. Como director requiero libertad, no puedo trabajar un texto de otra forma. La adaptación es necesaria cuando concibo un proyecto teatral, porque necesito, además, resaltar los aspectos del texto que quiero contar, recrearlo, de acuerdo a mi propia mirada, concepción estética y dar lugar a las imágenes integrales que aparecen en mi imaginario, en mi interior. Y además es importante considerar que está destinado a un público argentino, diferente, personal. No es el espectador de Estados Unidos u otros países de Latinoamérica, hay muchas cuestiones que nos son propias.
Marco Antonio, el autor, nos mostró como un público exigente, en una entrevista. Yo diría distinto.
Le agradezco al autor infinitamente, porque me permitió esos cambios. El estuvo para el estreno y su aceptación, me alivio en sobremanera, de esta, mi versión personal de La Luz de un Cigarrillo. Lo hizo explícito en un reportaje televisivo en Nueva York. Traté de no apartarme de lo que el autor quiso contar. Hay un personaje nuevo, como el espíritu de sincretismo, de la tierra o, de la curación, del vudú, que no está en el texto original. Realismo mágico, una inserción cultural afro latina, de profunda raíces dentro de otro contexto muy opuesto. Eso me gusta. Mezcla de culturas en permanente construcción e intercambio. Es un espíritu de resolución (Raga Hernández) que cura y sana el conflicto y traen la impronta de las raíces, como en un espejo, donde los personajes se miran. La orientación sexual de Julio César (que interpreta el actor Orlando Alfonso, hijo de Luz), me llevó a cambios de mi mirada. Ellos me llevan a una visión de adulto en el personaje, fuera de las inhibiciones y mirada de su madre. Se despide, no como un niño que adolece. El busca y trata desesperadamente buscar su libertad, y ser aceptado como tal, en un lugar o un espacio, que no le sea hostil y no lo asfixie. La alusión de Trujillo en esta versión, que hace su madre, frente a determinadas cuestiones, encajan muy bien con su personalidad. Ella hará lo que puede y modificara su postura, en 48 horas que dura el encuentro con su hijo, y lo hará a su manera. Los personajes necesitan un tempo dramático y procesar sus emociones de acuerdo a lo que son. Aunque deseemos lo contrario. Ellos son de una determinada manera y esto no se modifican totalmente, menos en ese corto tiempo. Por eso, he recortado textos, agregando otros para agilizar la puesta .
Acentuar la problemática de los inmigrantes, fue una búsqueda constante, porque la temática es de gran actualidad, Textos como…, háganme la fila, dice un coterráneo en el consulado, que daba más miedo que el cónsul, ¿Hablan inglés? …un culo cagao del mismo barrio, en la obtención de la visa “gringa”, .son alusiones que acentúan el dramatismo…. Porque recurren a actos de supervivencia contraria a la ética y en una desesperada necesidad de pertenecer, desvalorizando su propia cultura, su lengua. Nunca, además, los inmigrantes, se terminan de ir del lugar de origen. No somos de allá dice Luz, ni de acá tampoco dice Divina (hermana de Luz y tía de Julio Cesar que encarna Mirna Doldan)…….. Los sueños se realizan cuando uno vuelve…… Porque recién en generaciones posteriores, serán ciudadanos de primera, con todos sus derechos.. ¿Qué buscan Luz y Divina, esas hermanas, cuando emigraron a ese mundo que les es hostil?
Bienestar, una vida mejor, pero solo está en su imaginario. Luz está sobreadaptada y por su estructura psíquica, en contradicción permanente. Porque fueron muchas las pérdidas. Luz se queja de que el sistema la explota. El no pertenecer, le genera rechazo. Luz dice, acá apenas me ven, se queja de su destino…. Sin embargo, quiere la Green Card, como un divino tesoro. Divina esta en ese mundo que ella eligió, hasta cierto punto. Es honesta y mas autentica, lo vive de forma menos hipócrita, más libre, sin olvidar sus raíces, los olores de su pueblo, sin tanta culpa. Por todo esto necesite recrear texto para mostrarlo y recortar otros, con poesía que ayude a las acciones.
-¿Qué concepción de familia se pone en juego en la obra?
-Hay tres núcleos o modelos de familia en el texto. Lo que está en discusión es el modelo tradicional: dos mujeres, dos hombres, como nuevos modelos de la modernidad.
1 Luz, madre soltera
2 Divina, un núcleo familiar tradicional, pero divorciada.
3 Julio César con Russel, su pareja gay hombre. Y Maggie gay mujer.
-¿Qué momento de la obra rescatás como más memorable desde tu punta de vista y por qué?
-La obra tiene escenas de mucha belleza y sensualidad. Son imágenes que me conmueven La aceptación de Luz cuando su hijo se va y lo hace de la manera que ella mejor puede hacerlo. Julio César se sorprende y da una imagen de felicidad en su rostro, con acciones, sin palabras. Difiere de la original. Es de extrema ternura. Salió de mi imaginario y la he visto desde su gestación, no obstante, me produce piel de gallina, cada vez que la veo. Pero verla en el afuera, es sublime. La escena del espíritu y las miradas de conciliación madre e hijo, de la “curación” del conflicto y el retorno a las raíces, son de un humanismo increíble. La escena del baile casi edípica de Divina con Julio César en La Lupe y otra con la vecina, después de un tensa pelea.
-¿Cómo contarías lo que trata la obra?
-Luz, una campesina dominicana inmigrante en Nueva York, espera en casa a su hijo Julio César quién regresa de Dallas después de 5 años, para asistir al velorio de su padre.
Julio César es homosexual, decidió ser actor en contra de la voluntad de su madre y necesita desesperadamente aclarar su pasado, su origen. Luz es profundamente machista, reniega de su país, de su familia. y nada de lo que deseó para su hijo se ha cumplido .
En medio de esta compleja relación madre – hijo, aparece Divina, hermana de Luz. Una mujer orgullosa de ser dominicana, amante de la música, la comida y los hombres. Divina perdió a su hijo Albertico en un accidente aéreo y vació ese amor de madre en su sobrino.
Durante dos noches, esta familia intenta reencontrarse con un pasado que está lleno de secretos, prejuicios y dolor por la pérdida de la patria y los amores. Una testigo del conflicto familiar es su vecina y compañera de soledad, la cubana Lydia (Lucía de Vita) que aporta notable sensualidad a las escenas.
-¿Cómo se trama la homofobia, el machismo y la inmigración?
-Bolita, judío o ruso de mierda, puto de mierda, se la come, judío usurero, me salió machito, el vago, es un nerd, etc. son palabras que están en el inconciente colectivo. Siglos de oscurantismo religioso, hipocresía y prejuicios están en los humanos, todos estamos etiquetados…Los ideales de lo que es ser Hombre en el imaginario de esta madre, tan conservadora, son inobjetables para ella, contiene estrictos juicios de valor. La religión y la diversidad no se define claramente. La Iglesia católica no se juega en forma clara. Luz idolatra al Papa y pesa…Y años de historia familiar condicionaron su ideas. Su único hijo no entra dentro de sus cánones. Luz es un personaje muy solitario, no tiene a nadie pero tampoco termina de aceptar a su único hijo.
La protagonista es un personaje muy complejo. Ella llegó a Estados Unidos buscando un futuro mejor, pero nunca terminó de adaptarse e integrarse a la sociedad. Por un lado, critica su Dominicana natal, no la quiere volver ver pero aún cocina sus sabores, escucha su música, baila sus ritmos. Se siente desilusionada en su vida, no termina de pertenecer a ningún lugar, tiene su greencard, sus varios trabajos pero sabe que no es Americana. No es de aquí, no es de allá.
Julio César y Luz son dos personajes que no terminan de encajar, de pertenecer. El hijo no entra en los ideales de su madre y le oculta su verdadera persona, no comparte su vida con ella. La madre quiere participar en la vida de su hijo, pero ella misma se ha puesto las barreras en su relación con su hijo. La obra muestra la relación de estos dos personajes que buscan aceptación, ya sea de una madre, de una hermana, de un hijo o de uno mismo de la sociedad.
Toda fobia implican miedo, pero la homofobia involucra odio, miedo e ignorancia. Los miedos, los prejuicios, existen, es parte de la condición humana .La cuestión está en la medida y tomar conciencia de ello, entonces podemos llegar a modificar y producir los cambios y y desprendernos de los lastres.Dudo que esto se modifique en su totalidad. América se construyo de inmigrantes e indígenas. Tememos al diferente, por nuestra propia seguridad. Miles de voces se alzan en busca de cambios sociales, ese es el camino. El matrimonio igualitario legal es en parte por ello. Pero esto no alcanza, porque los prejuicios están y lo peor es cuando no lo están abiertamente, adoptan diferentes formas, como la censura , ignorando y descalificando al diferente.
Pero si hay algo que nos salva es el amor, esa construcción tan maravillosa que tenemos para llegar a poder aceptar las diferencias, como lo hace Luz, al final, en esta historia de familia “normal y corriente”.