El cuento de hadas de Sabrina y Roxana

Sabrina tiene 27 años, nunca tuvo una relación heterosexual. Siempre supo que le atraían las mujeres. Pero hubo una mujer, Roxana, “Ella”, como la menciona Sabrina, que le enseñó que “el amor verdadero existe más allá de cualquier frontera, de cualquier prejuicio, de cualquier etiqueta”.

Comparto con ustedes esta historia de amor entre dos mujeres que parecen escribir juntas un cuento de hadas. Sabrina aclara que no todo es color de rosas. “Nuestro amor no estuvo exento de la ignorancia que provocan la homofobia y la soberbia, lo que conduce a que el ser humano se olvide de ser un ser humano. Nuestra respuesta ante esta circunstancia es una sola: permanecer juntas”.

No me da miedo, no me da vergüenza

Por Sabrina

Sabrina y Roxana, en una especie de luna de miel en San Rafael, Mendoza

Dicen que la vida te da y te quita y que siempre se aprende tanto de los éxitos como de los fracasos. Pues bien, este precepto no ha sido una excepción en mi historia; sin embargo, hoy voy a hablar acerca de lo más importante que la vida me ha dado, porque si algo aprendí a mis 27 años es a ver siempre el vaso “medio lleno” y a valorar la importancia de estar vivx y de sentirse vivx, que no es lo mismo.

Era la noche de Reyes del verano de 2012, y pese a tener una invitación para ir a aquella fiesta, opté por ir a esa otra con mi mejor amigo sin esperar nada más que pasar un rato. Llegamos a María (así se llama la susodicha fiesta, que esa noche dejaba pasar hombres, porque era “Noche de Reyes y Reinas”).

Para hablar con sinceridad, no encontraba nada desopilante en el boliche. En realidad, nunca me gustó la vida nocturna, pero estaba soltera y sin ningún plan mejor para hacer. Lo curioso fue que, en el medio de tanta masa, surgió Ella, en su singularidad. Y surgió en un espacio altamente singular.

Entré al baño y, para variar, había fila. Así que me apoyé contra la pared, con una pierna sobre la misma y entonces, ahí, en un baño público, vi sus ojos y lo público del lugar desapareció en un sentimiento tan privado como mío: “qué lástima que ya se vaya del baño”, pensé, mientras sus manos se deslizaban por la puerta de salida, con sus uñas pintadas de lo que a mí me pareció ser un color rojo Francia.

Salí del baño al cabo de un rato y le comenté a mi amigo acerca de la hermosa mujer que había visto ahí adentro y, cuando me percaté, otra vez, sus ojos apuntando a los míos. De repente se acercó y me dijo: “No sabía que podían venir hombres hoy, si no, hubiera venido con mi amigo”. Entretanto, mi mismidad trataba de lucir toda la naturalidad que mis nervios me impedían y le pregunté si quería un chicle, y me dijo que no.

Entonces la invité a tomar algo. Ella pidió Fernet con Coca; yo, para parecer cool, que no bebo alcohol, tomé una cerveza negra. En el medio, compartimos un rato de baile, de charlas de esas que se tienen en un boliche. Y, en el medio de todo esto, le confesé que la había visto en el baño, que tenía puesta una pollera negra y sus uñas estaban pintadas de color rojo Francia. Le confesé, también, que me había parecido la única mujer linda del lugar, pero que no me animaba a encararla.

Sabrina besa a Roxana; fin de semana largo en 2012, en San Pedro, Bs. As.

Por este motivo, y aprovechando mi condición de docente de Castellano, Literatura y Latín, le propuse hacer una pequeña obra de teatro en dos escenas: en la primera, ella me “encararía” a mí; en la segunda, lo haríamos al revés. Y todo eso fue poco menos que un patético bochorno que no hizo más que aumentar mis nervios y verla a ella más hermosa cada vez. Y seguimos bailando y riéndonos de cualquier cosa, hasta que:

– Bueno, yo quería saber, porque, viste…una no puede usurparle la boca a una mujer sin pedirle permiso, porque a la mujer se la respeta. Entonces yo quería saber si tengo posibilidades de ser rechazada si te pido permiso para darte un beso.

– Yo creo que no.

Y me besó, y ese beso, para mí, fue la primera vez que nosotras hicimos el amor. Y desde ese entonces, no nos separamos nunca, pero nunca más.

Si quise compartir este pedacito de historia con todxs ustedes, es porque estoy convencida de que el amor verdadero existe más allá de cualquier frontera, de cualquier prejuicio, de cualquier etiqueta. Roxana llegó a mi vida en el momento menos esperado, y después de 13 meses (que para algunxs puede ser mucho; para otrxs, nada; y para otrxs, toda una vida) la sigo eligiendo, y estoy convencida de que si tuviera que descender al mismísimo Hades al modo de Orfeo, solo lo haría a condición de saber que ella está a mi lado.

Y no es que haya sido fácil acceder a su corazón. Roxi fue, en cierto punto, “un hueso duro de roer”. Pero estaba convencida de que había algo más allá de las apariencias que valía la pena conocer, y eso era su alma, tan pura y frágil como puro y frágil es el equilibrio en el Universo. Y, así como reza uno de los versos de Medea: “verus amor neminem timere potest”, me sobraban fuerzas para enfrentarme a cualquier cosa que pudiera hacer mella en su corazón.

Así, un buen día como otros tantos, le dije: “Te amo” desde adentro de mi auto; y Roxana, desde el suyo, me contestó, por vez primera: “Yo también”, y se fue. Ese día, entre lágrimas de emoción, supe que todas mis intuiciones me habían guiado por el camino correcto: Roxana me amaba y con eso ya había conquistado el mundo.

Hablando de conquistas y de mundo, nuestro amor no estuvo exento de la ignorancia que provocan los prejuicios, la homofobia y la soberbia que conduce a que el ser humano se olvide de ser un ser humano. Nuestra respuesta ante esta circunstancia es una sola: permanecer juntas, sabiendo que, mientras nosotras nos elijamos y estemos a nuestros lados, seremos invencibles y las opiniones de los terceros solo serán un ruido vago y errante en el aire.

Primavera; fin de semana largo; Rosario

Y los ruidos son más vagos y errantes cada vez, y nuestras voces se alzan al cielo con esperanza y con magnas fuerzas para construir una relación sana, honesta, con respeto y lealtad incondicional. Porque, en mi humilde opinión, una relación sana comienza a forjarse cuando unx posee la capacidad de elegir con quien estar y con quien dejar de estar más allá de las convenciones sociales preestablecidas, y ese principio de honestidad individual es lo que conduce a una relación honesta, y en la honestidad está el respeto, que a su vez, conduce a la lealtad.

Roxana es la mujer de mi vida, lo sé, porque sé que aun cuando tiene, como toda la humanidad, sus defectos y virtudes, no quiero ni otros defectos ni otras virtudes al lado de los míos. Y porque tengo plena certeza de que si tuviera que volver a vivir cada segundo de mi vida, con sus éxitos y fracasos, con sus alegrías y sus tristezas, para volver a encontrarme con ella, lo haría sin dudar ni un segundo.

Y no me hace falta una libreta para sentirme casada con ella, aunque pretendo tenerla algún día, ahora que poseemos el “derecho” de acceder al matrimonio igualitario (y me sigo cuestionando el porqué de “igualitario”, cuando todxs somos igualmente ciudadanxs, más allá de cuáles sean nuestros deseos sexuales). Y quiero agrandar mi familia con ella, y digo “agrandar” porque ella ya es mi familia; y que nuestros hijxs, el día de mañana, puedan reconocer en nuestras miradas todo el amor que nos profesamos y que, siendo testigos de ello, desarrollen el mismo sentimiento por quien ellxs opten, sea su pareja.

No me da miedo gritar a los cuatro vientos que amo a mi mujer con toda mi alma. No me da vergüenza admitir que soy una persona completamente rendida al amor que siente. No me importan en absoluto las opiniones de los demás, porque Roxana es el espejo que refleja lo mejor de mí misma y es la fuente que me inspira a tratar de ser una mejor persona cada día.

Y si quieren pensar que soy un pobre idealista y una romántica del XIX, pues, adelante, háganlo, que soy alguien orgullosx de la persona íntegra que tiene a su lado. Háganlo, porque, igualmente, no me da miedo, no me da vergüenza y no me importa.

 

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Sabía que era gay pero, por culpa, se casó con una mujer

“Ser distinto, sentirse distinto, que te hagan saber que sos distinto”, empieza diciendo Juan en este escrito que envió a Boquitas pintadas, el espacio que eligió para relatar su experiencia de salida del clóset. El tiene más de 40 años, es de un pueblo del interior del país y, por eso, cree que le costó tanto asumir públicamente su homosexualidad, algo que intuyó desde que iba a primer grado pero que intentó negar siempre. Se casó, tuvo hijos –uno de ellos también es gay- y recién ahora logró asumirse e, incluso, vivir con otro hombre.

El relato es riquísimo. Los invito a leerlo. Luego lo comentamos.

 

Mi salida del ropero

por Juan

Mi historia arranca hace cuarenta y tantos años atrás, verano, con mis compañeros de primer grado estábamos en la pileta del club, nos cambiamos en el vestuario y yo que me quedo sorprendido-impresionado-excitado al ver varios hombres desnudos en las duchas. Ya en ese primer registro de que “ESO” me había gustado, aparece el registro de que eso estaba “MAL”. A partir de allí se desató el infierno propio, vivido a cada instante con la misma intensidad que era negado.

Pasan los años, pocos amigos, como único deporte la natación (en solitario pegarle una y otra vez terribles mazados al agua). Toda la fuerza puesta en el estudio y la lectura, única novia a partir de los 16 años: secundaria sin pena ni gloria, universidad con mucho estudio y, sin darme cuenta, ya encontrarme recibido.

Me críe sintiendo que era el “niño perfecto”, que cumplía las expectativas de todos. Excelente alumno, excelente hijo, excelente atleta e incluso era monacillo. Pero ante cada palabra de reconocimiento de mis “logros”, por dentro una vocecita me decía: “sí, pero sos puto”.

A los 22 años, recién recibido, aún virgen, tengo la oportunidad de ir a un cine porno, había dos salas, una con películas gay y otra con las películas hétero. Recuerdo estar de pie en el fondo, unos minutos en una sala, unos minutos en otra sala sintiendo con claridad que no podía seguir haciéndome el tonto. Sabía bien qué era lo que deseaba.

Facebook Cien por ciento diversidad y derechos

Luego de este episodio, me separo de mi novia, convencido de que no podía engañarla más. La amaba con locura. A los cuatro meses, la angustia, la culpa, el temor y el amor que sentía hace que vuelva junto a ella. Le propongo casamiento.

La vida en familia

Comienza allí otra historia, la de vivir en familia, la de disfrutar y atesorar cada momento vivido, compartido. El amor que sentía por ella era intenso y genuino, pero a su vez había una voz que me seguía diciendo que algo no iba bien.

Nacen mis hijos: vivo y disfruto de la paternidad, lo que se convierte en uno de los mayores placeres de mi vida. Recién a mis 35 me animo a “engañar” a mi esposa por primera vez y me animo a “debutar” con un hombre. Fue una experiencia exquisita, excelente, un momento aún más mágico de lo que jamás había soñado. Fueron millones de besos, abrazos, miradas, caricias y palabras dulces. Bastó para marcar un quiebre en mi vida.

En esta etapa se profundizó esta dicotomía, este placer intenso de compartir mi cuerpo con un hombre igual que yo y el terror de la culpa, del engaño, de lo indebido. Yo no conocía la palabra HOMOFOBIA INTERNALIZADA, pero ella sí me conocía a mí muy profundamente.

Diez años pasaron de encuentros furtivos, momentáneos cuando había suerte de organizar este encuentro clandestino sin levantar sospecha. Para ese entonces ya me angustiaba mucho más la culpa. Y un día llegó mi primer amor, un amor de verdad, intenso, real, pero intensamente doloroso por sentir que era un amor imposible ya que ninguno de los dos estaba dispuesto a animarse a vivirlo porque los dos estábamos casados con mujeres.

Cuando la esposa de él se entera, los dos me piden que me aleje, que ellos intentarían reconstruir su matrimonio. Así lo hice.

Un quiebre

En ese momento decido que mi vida no puede seguir igual. Decido contarle toda mi historia a mi esposa y separarme. Entonces la sumí en un caos total y absoluto, a mis hijos también. A los pocos meses, por culpa decido volver con mi familia. Con mi esposa pensamos que podíamos recuperar el placer de la compañía.

Fueron tres años muy difíciles. Un par de días al mes, en algún viaje de trabajo ambos sabíamos que yo tenía de alguna forma “el permiso” para vivir mi parte gay, para luego volver a la vida hétero. Yo internamente sabía que eso no era para toda la vida, que era un momento intermedio para decir hasta aquí llegamos.

Fui yo el que dije basta. Luego de meses de encontrarme en forma ocasional con un mismo hombre me di cuenta de que me movilizaban otros sentimientos. Esa separación fue la definitiva. Para ese entonces toda la familia (padres, tíos, hermanos, cuñados, primos, etc.) hacía ya años que conocían esta verdad, pero de eso no se hablaba.

Hasta que se tuvo que hablar. En esos momentos uno termina escuchando frases muy dolorosas, muy hirientes y, también, algunas pocas de cariño y contención. Pasan las semanas y la situación poco a poco va cambiando: todo el mundo se da cuenta de que la vida sigue más allá de que uno de los propios, uno de la familia sea un puto asumido.

Hablar con los chicos

Lo más difícil fue hablar con mis hijos, algo que se dio en medio de una discusión. Fue uno de los peores momentos de mi vida. Pienso que también ha sido uno de los peores momentos para ellos: tener que enfrentarse a esa realidad de ese modo. Luego hubo muchas charlas, encuentros, todos difíciles y dolorosos. Pero pudimos empezar a entendernos.

Pasado ya unos años y, como siempre seguí estando presente como padre, preocupándome por sus vida, recuperamos la relación, distinta a la que teníamos, pero en la que de nuevo está presente el cariño y el respeto.

Uno de mis hijos es gay y creo que, de alguna forma, lo supe desde siempre. Luego de un tiempo de presentarnos a un amigo de la facultad, se decide a contarnos que en realidad era su novio. Algo que tanto su madre como yo intuíamos sin haberlo hablado. A su madre le llevó mucho tiempo poder disociar la bronca que sentía hacia mí por mi homosexualidad no tenía nada que ver con nuestro hijo. De a poco lo fue aceptando.

Por mi parte, cuando hablamos de este tema con mi hijo le dije que me sentía tremendamente feliz de que pudiera ser fiel a sí mismo, de que se animara a vivir lo que sentía. Es una alegría inmensa para mí ver en él un muchacho feliz y agradecido de la vida. Creo que él también se siente bien de verme compartir la vida con mi novio, el ser al que amo.

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La homosexualidad, penada como un crimen

Con esta película nos despedimos de la serie que propuso Martín Dutelli. Una historia que refleja la realidad de una familia en los años ’90, cuando la homoparentalidad parecía poco menos que una locura y la homosexualidad, penada como un crimen.

¿A ver qué les parece la película? Vale la pena verla.

Otra película de la tarde

Por Martín Dutelli

“Dos madres para Zachary” (Two mothers for Zachary), dirigida por Peter Werner. Esta película de temática homosexual, también fue presentada por Virginia Lago a mitad de tarde en la televisión. Cómo han cambiado los tiempos: que a estas alturas podamos ver películas gays a las cuatro de la tarde…me saco el sombrero frente a los que se dignan en tal proeza.

Esta vez se trata de una muchacha, Jody, que tiene un bebe y su madre, o sea la abuela, Nancy, representada por Vanessa Redgrave, que se obsesiona con ese bebe.

Jody (representada por Valerie Bertinelli) consigue un trabajo para mantener a su hijo. Y allí conoce a una compañera lesbiana y se enamoran.

Jody le comenta a su madre que es lesbiana y que se va a ir a vivir con su compañera. Para Nancy, esto es una tragedia y llevan el caso a la Corte de Justicia.

La historia ocurre en los años 90’ en el Estado de Virginia, en EE.UU. Deja ver la película que en aquel momento en ese Estado la homosexualidad se veía literalmente como un crimen.

La lucha de ambas, madre y abuela, es interminable. (Todo lo descrito precedentemente también puede verse en el film What makes a family, traducida al español como “La fuerza del corazón” o “Lo que hace a una familia”, protagonizada por Brooke Shields y Anne Meara).

Lo paradójico de esta película -Two mothers for Zachary- es que el título no se refiere a las dos madres lesbianas, sino a la madre biológica y a la abuela, ya que ésta trata a su nieto como si fuera su propio hijo.

Algo por demás interesante de este asunto es que también fue hecha para televisión. Se basa en una historia real.

 

Acá termina la trilogía de las películas que propuso Martín. Les propongo que sugieran películas u obras para que compartamos entre todxs. ¡Gracias!

 

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Racismo y homofobia, dos formas de discriminación

Para continuar con la serie de películas que recomienda y comenta Martín Dutelli, aquí publicamos Far from heaven (traducida como Lejos del paraíso). Además del conflicto desatado al descubrirse la homosexualidad de un marido casado con una mujer, aparece con fuerza la discriminación racial. Se trata de dos formas de segregación. Como expresa Martín: “La diferencia entre el racismo y la homofobia, creo que es que la orientación homosexual se puede disimular y el color de piel no”.

 

Lejos de toda realidad

Por Martín Dutelli  

Una escena de la película; foto: cinecero.blogspot.com

Otra vez Virginia Lago nos deleitó con otra de sus películas con temática gay. En realidad, la historia trata sobre la discriminación tanto en lo sexual como en lo racial. “Lejos del paraíso” (Far from heaven), protagonizada por la gran actriz Julianne Moore y Dennis Quaid, escrito y dirigido por Todd Haynes.

La película cuenta la historia de una familia, mamá, papá, hija, hijo. Típica familia americana. Todo iba bien hasta que un día ella decide darle una sorpresa al marido: le lleva la cena al trabajo y se encuentra con la escena de su esposo besándose con otro hombre.

La película está situada entre los años 40 y 50. Este es un dato para entender lo siguiente. Después de ese episodio, ellos van a ver a un médico que les propone una cura para la homosexualidad. Si bien no especifica cuál es el método a usar, el doctor les explica que un 30 por ciento de las personas tratadas resolvieron su “problema sexual”. ¿De dónde salió eso? Es que en esa época la homosexualidad estaba incluida en todos los manuales de desórdenes.

Una escena de la película; foto: cinecero.blogspot.com

Lo que la película muestra es la discriminación en general. Ella se enamora de un afroamericano y eso en esa época estaba mal visto. Por eso no queda bien en claro el eje de la historia: se pierde el punto inicial mostrando dos temáticas que pueden llegar a tener similitudes, pero que no son lo mismo.

Igualmente, el hecho de que este film muestre abiertamente la salida del ropero de este hombre es loable, señor que sufre inevitablemente y no puede vivir su deseo con total libertad porque en aquellos tiempos era tremendo aceptarse. Como dije, el eje de la película vacila ya que muestra dos miradas: al racismo y a la homofobia.

Lo que puedo concluir es que estos dos temas tienen mucho que ver. Los afroamericanos han tenido que luchar mucho por su libertad y dignidad. La diferencia entre el racismo y la homofobia, creo que es que la orientación homosexual se puede disimular y el color de piel no. Ha sido muy duro para los hombres de color poder conseguir su espacio, sus derechos, pero lo han logrado; quizá los tendremos como ejemplos de salidas de clóset…temas distintos, pero semejantes.

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Su marido la engaña con otro hombre: ¿la peor infidelidad?

Martín Dutelli, un asiduo colaborador de Boquitas pintadas, escribió esta vez sobre cine. Además de comentar y recomendar tres películas –que vamos a ir presentando en tres post en este blog- Martín reflexiona sobre diversos aspectos de su vida y, también, sobre lo grato que le resulta encontrarse a diario, una tarde cualquiera, con películas que aborden el tema de la diversidad sexual. Algo impensado hace algunos años atrás.

La primera de las películas sobre las que escribe es A change of heart (dirigida por Arvin Brown), que vio hace un tiempo en la pantalla de Telefé –uno de los canales más populares de la televisión. Esta ficción cuyo conflicto se desencadena con la infidelidad en una pareja pone en foco la conformación de las nuevas familias. También, creo yo, revaloriza la potencia del amor.

 

Tardes de películas

Por Martín Dutelli

Hace un tiempo prendí la tele a las cuatro y media de la tarde y, para mi sorpresa, en Telefé estaba la actriz Virginia Lago presentando una película que, en español, se llamó “Cambio de sentimiento”; en inglés: “A change of heart”.

Me llamó mucho la atención que tratara de temática gay y, además, cómo se trató el tema. Una familia tipo: mamá, papá, dos hijos, un varón y una nena. Una familia feliz, hasta que la mujer descubre a su marido con un hombre.

Tremendo momento para esa mujer: darse cuenta de que su esposo la engaña y, encima, con un varón. A partir de ahí se desarrolla una historia lógica de lo que pasaría en realidad si esa historia fuera cierta.

Esta es una película que fue hecha para televisión, o sea que no tuvo mucha difusión. Si bien no mostraban escenas explícitas de sexo entre varones, se describe muy bien la crudeza y la crisis tanto matrimonial como la de cada uno de sus integrantes.

Por ejemplo, un hijo que al principio muestra una simpatía por un chico gay con el que jugaba al básquet antes de saber de la sexualidad de su padre. Cuando aquél se entera de que su padre es gay, se desquita con el muchacho.

Es interesante percibir cómo las personas proyectan en el otro sus propios sentimientos e intenciones haciendo estragos en las relaciones con los más allegados, siempre por la homofobia en el fondo, en el aire, en lo directo o subyacente. También es admirable ver cómo todos van evolucionando a través de una nueva etapa con nuevos códigos y situaciones imprevistas.

En este film se ve atinadamente cómo el amor lo puede todo. A través de una situación que puede ser muy dolorosa, cómo se enriquecen todos los miembros de esa familia, cómo se crece a través de los amigos. Los lugares frecuentados, que ya empiezan a mostrar su costado homofóbico. Cambio de casa, cambio de trabajo…

Otro punto: la importancia de encontrar un grupo de ayuda, un grupo de terapia y reflexión sobre padres gay. Incluso el amante varón del padre le recomienda que vaya a un grupo en donde lo pueden ayudar.

Es interesante, también, saber que muchísimas de nuestras familias pueden ser así. De hecho, muchas lo son. A lo largo de mi vida he visto y he conocido infinidad de padres gays casados con mujeres y con orientaciones homosexuales o bisexuales. Cuántos de ellos empiezan a salir del clóset y qué bueno que así sea. Esto quiere decir que ya hemos dado un gran paso, lejos del templo, de la religión y del secreto.

Cuanto más nos animemos a mirar a nuestro alrededor y ver que se están abriendo caminos para todos, más y mejores van a ser nuestras vivencias. Cuando nos enfrentemos a la cruda realidad que para algunos es cruel y para otros simplemente es.

Estamos gestando nuevas familias, nuevos lazos, nuevos formatos. ¿Y quién nos tiene que decir cómo debemos vivir nuestras vidas? ¿La iglesia? Ellos nos han difamado durante siglos y siglos. Ellos dicen que hay que ser bueno con el prójimo. Pues tengo una noticia para ustedes, feligreses: nosotros somos sus prójimos más próximos y merecemos la vida como todos, sin discriminarnos y con aceptación. Que así sea.

Este es un fragmento de la película; sin algo más de 7 minutos. Vale la pena verlo (está sin subtítulos)

 

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Mi encuentro con un cubano de la escuela militar

Lucas recuerda su verano del ’98, una experiencia que vivió después de un tiempo de intercambio epistolar. Además del relato de su vivencia nada menos que con un cubano de la escuela militar, pasados quince años reflexiona sobre las limitaciones que suelen existir a la hora del sexo gay. Creo que las restricciones a las que él hace referencia son comparables a las de cualquier relación, más allá de que sea gay o heterosexual. “Existe una línea divisoria entre el sexo con amor y dentro de una pareja, y un sexo casual con un desconocido. Todo permitido en lo primero, algunas cosas y otras no pasibles de hacer si se daba lo segundo”, reflexiona Lucas.

¿Te pasa así? ¿Qué opinás?

Foto: Alejandro Viedma

Un cubanito en una cajita feliz

Por Lucas

En el verano del ´98 yo estaba soltero y, hace años, venía planeando un viaje a Estados Unidos para conocer personalmente a un amigo por carta (época de cuando uno iba al correo) de hace bastante tiempo atrás. Con Andy nos empezamos a cartear cuando yo aún estaba en la secundaria.

Luego de muchos sobres que iban y venían con misivas, fotos nuestras y hasta cassettes con audios de nuestras voces y música compartida, recién pudimos salir del armario el uno con el otro después de muchas conversaciones entre líneas, sin ser específicamente directos en lo que nos gustaba, o qué experiencias concretas habíamos tenido hasta allí. Posteriormente sí ya nos contábamos qué tipo nos gustaba, nuestras primeras experiencias sexuales con varones, de quién nos habíamos enamorado…

El vivía Aspen, así que para allá partí.

Andy estaba en pareja con un típico yanqui, rubio y de ojos celestes, con quien yo me llevé bárbaro.

Fue una estadía positiva, pero en un lugar frío en varios sentidos, en donde todo era materialismo potenciado, apariencias, y en un contexto de amigos de mi amigo que no ponía onda para integrarme. Además, cuando yo salía solo por la ciudad, la gente tampoco ponía ganas para entender mi inglés.

Luego de 10 días en Aspen, me esperaban 4 días totalmente solo en Miami, ya que no conocía a nadie en esa ciudad.

Arribé a South Beach y de entrada varias cosas me pusieron feliz: el calor, que me entendieran y yo comprenderlos, Restaurante y zona de filmación de videos de… Gloria Estefan, así que resonaba en mi memoria auditiva Conga y “OLLLLe mi cantooooo!”.

El primer día hice playa cerca del hotel, me la pasé caminando por ese radio y recién paré a comer algo por la noche, en un Mac… Ahora que me leo, ¡cuántos gustos y elecciones “éticas” cambiaron en mí!… Porque quien se transformó… ¿fui yo?

La cuestión es que me aproximo a la caja para hacer mi pedido y el morochazo que me atiende me empieza a mirar a los ojos de una manera nada sutil. Me hago el dolobu, le digo lo que quiero, y sigue dándome charla:

– Where are you from?

– I´m from Argentina.

– What are you doing here?

– I´m on holiday.

Mientras tanto, él se sonreía.

Enseguida le pregunto si habla español y… para qué…

– Sí. Aquí es todo bonito, pero hay mucho gay

(No entendía su “pero”, sentí como que me estaba probando y, al mismo tiempo, trataba de diferenciarse de “lo gay”). Le contesto:

– Sí, por eso estoy acá (a mí NO me va el objeto indirecto)

– Yo salgo de aquí a las 3 A.M., si quieres pasar, nos vamos a dar una vuelta en mi carro

– Ok, le respondí

Bajo el arco iris; foto: Alejandro Viedma

A esa hora yo estaba ahí. El quía sale bañadito. ¡Bien ahí! –me dije a mí mismo; con ese olor a aceite quemado de días en tu pelo no, ¿eh?. Me gustó más que cuando lo había visto horas antes.

Subimos a su auto. Arranca y hablando, hablando, hablando… ya nos encontrábamos en pleno Downtown a las 4 A.M. Parecía una ciudad sitiada, zona de locales comerciales con todas sus persianas metalizadas bien bajas, con tremendos candados (una onda Once pero mucho más heavy), y en las esquinas había muchos negros (personas afrodescendientes) que eran homeless y que estaban quemando tachos. Ellos se empiezan a tirar sobre el carro! Socorrooooooooo! Dangerrrrr! Tensiónnnnnnnn! Hasta que mi acompañante logra esquivarlos, acelerando y escapando…

Ya en un área más friendly, estacionó su coche y seguimos conversando. Me cuenta que es cubano y que pertenece a la Escuela Militar.

Luego, me apoya su mano derecha en mi rodilla izquierda y se arrima para besarnos. Nuestras lenguas se entrelazan a la perfección, así que lo que lo invito a mi hotel.

Nos desvestimos rápidamente. Observo su figura, pero él más que yo queda fascinado con SU cuerpo en el espejo que yacía en una de las paredes de ese cuarto (obviamente era un chico muy narcisista).

Mirándose y convocándome a que observe su pito, me dice:

– ¿Te gusta el “cubanito”? ¿Me lo mamás?

No acepté. Pensé: ¿Por qué vos no chupás este “gauchito”?

Ahora reflexiono: cuántas limitaciones innecesarias a veces nos ponemos los humanos a la hora del sexo, ¿o no? En esos tiempos pensaba en una línea divisoria entre el sexo con amor y dentro de una pareja, y un sexo casual con un desconocido. Todo permitido en lo primero, algunas cosas y otras no pasibles de hacer si se daba lo segundo.

Pasaron otras cosillas dentro del franeleo. Mis retinas y ciertos recortes de mi cuerpo jamás olvidarán ese trasero perfecto y revolucionario… Cheeeeeeee!

Los tres días restantes por aquella city, podrían ser para otros capítulos.

 

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“Más que salir del clóset, entré”

Cuando se le pregunta a Luz por su salida del clóset responde con una frase que podría ser un chiste, pero no: “Más que salir del clóset, entré”. Se explica: tenía 27 años, acababa de terminar una relación “tormentosa y complicada con un novio” y entró a un chat de chicas. Ese fue su primer contacto con una lesbiana. “Eran tantos mis prejuicios que de otra forma no me hubiera animado”, reconoce. “Al principio fue a modo de fantasía pero al poco tiempo se concretó”.

Este es el principio de la etapa de su vida más amorosa y cada vez más intensa. Se contactó con Boquitas pintadas para contar la historia de amor con Rosario, la mujer con la que se casó luego de que se aprobara la ley de matrimonio igualitario, y con quien planifica tener un hijo.

Luz tiene 34 años es diseñadora gráfica y trabaja de manera independiente y como docente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, ciudad en la que viven. Su compañera, Rosario, tiene 36 y cuando se conocieron vivía en la ciudad de Buenos Aires y era productora de TV; cuando se fueron a vivir juntas dejó su antiguo trabajo y ahora es cheff. Hace menos de un año empezaron un emprendimiento gastronómico así que ahora, además de esposas, compañeras y amigas, son socias.

Luz y Rosario en el casamiento de una pareja amiga; foto: gentileza Luz

– ¿Cómo fue tu salida del clóset?

– Más que salir entré. Lo digo a modo de chiste, pero así fue. Tenía 27 años y había terminado una relación tormentosa y complicada con un novio. Digo entré, porque mi primer contacto con una chica fue por chat. Eran tantos mis prejuicios que de otra forma no me hubiera animado. Al principio fue a modo de fantasía o juego pero al poco tiempo se concretó.

Fueron tiempos difíciles: por un lado, sentía mucha adrenalina, pasión y, por otro, me sentía un monstruo en la más terrible oscuridad. Todo esto lo oculté a tal punto que ni mis amigas íntimas sabían lo que estaba viviendo. Pero un día la verdad salió a la luz. Y por primera vez me enfrenté con mi propia realidad.

La reacción de mi familia fue terrible y en ese momento juré y recontra juré que no volvería a estar con una mujer nunca más, pero por dentro sentía un quiebre en mi vida. Sentía mucha culpa, miedo y no paraba de castigarme, hasta que decidí empezar a contarles mi experiencia a mis amigas. Eso empezó a aliviarme y, lejos de sentirme discriminada o excluida, encontré mucha contención.

Salí del clóset definitivamente cuándo me enamoré y necesité que todos lo supieran. Antes de conocer a Ro pensaba que me había enamorado, pero al conocerla me dí cuenta de que con ella era la primera vez.

Luz y Rosario; gentileza Luz

– ¿Cuándo conociste a Rosario? ¿Qué sentiste?

– Ella apareció en un momento muy especial. Era agosto de 2008. Yo ya había tenido varias experiencias ocultas con chicas y estaba desilusionada del amor. Era viernes y una pareja de amigos me invitó a un boliche gay friendly. Nunca había ido y muchas ganas tampoco tenía, pero como estaba medio depre me convencieron.

En un momento me apoyé en la barra del patio y ahí nos conocimos. Es difícil describir qué me pasó al verla, pero fue algo mágico. Sus palabras, sus gestos, la tranquilidad, sobre todo eso: tenía una paz que nunca había experimentado. Digamos que sentir eso en un contexto de joda en la noche fue algo surrealista.

– ¿Cómo fue que decidieron casarse?

– Cuando se aprobó la ley de Matrimonio Igualitario no lo podíamos creer. Fue algo muy movilizador. Ya vivíamos juntas hacía años. En ese momento ella me propuso casamiento.  Mi única condición era que no quería nada íntimo ni oculto, sino más bien una fiesta grande en la que quedara plasmada la existencia de nuestro amor.

La previa a la boda fue muy divertida, sobre todo la elección de los vestidos. Queríamos algo no convencional, no el típico vestido blanco, tampoco ponernos un traje. La cuestión es que fuimos a Capital con una amiga a ver qué encontrábamos. Después de varios negocios nos sentamos en un bar a tomar algo y pedimos una jarra de Campari.

Yo estaba bastante histérica porque eran las ocho y no habíamos conseguido nada. Así que mientras ellas seguían en el bar yo iba y venía de los negocios con fotos que sacaba con el celu de los posibles vestidos. Entramos al último negocio abierto y compramos un vestido color coral, influenciadas creo yo por el Campari. Al otro día encontré mi vestido en el primer negocio que entramos. Pienso que la suerte estaba de nuestro lado.

– ¿Cómo se lo anunciaron a los familiares?

-Al anuncio se los dimos a nuestros familiares y amigos el día de mi cumpleaños, seis meses antes de la boda. A medida que se iba acercando la fecha nos preguntaban cosas como:

– ¿Van a bailar el vals?

– ¿Van a hacer lo de las ligas?

– Nunca fui a un casamiento gay, ¿van a hacer algo loco o raro?

Pero sin dudas la pregunta más bizarra que escuchamos más de una vez fue:

– ¿Se casan por Iglesia?

La boda fue súper divertida y descontracturada. No faltó ningún invitado.

Luz y Rosario, a la salida del registro civil

– ¿Cómo es tu familia hoy?

– Somos una familia como cualquiera, sólo que de dos mujeres. La aceptación de los nuevos modelos de familia es un proceso que va a llevar su tiempo. Así como en otra época era escandaloso el divorcio, ahora cada vez son más las familias ensambladas u homoparentales.

Por eso creo que es importante la visibilidad, perder el miedo y entender que por más que muchos no lo acepten es una realidad.

Somos una generación bisagra y eso hace que nos toque vivir este momento de transición. A mí me da mucho orgullo vivir en un país en el que se respeta y se integra a las distintas comunidades sexuales. Seguir luchando por la igualdad de derechos es una construcción del día a día.

– ¿Están planificando tener un hijo?

– Sí, siempre estuvo la idea de ser mamás. En cuanto a los miedos que podemos tener son los normales que puede sentir cualquier madre primeriza. Empezamos a indagar sobre este tema el año pasado. Dentro de las diferentes alternativas pensamos que la mejor forma es la inseminación asistida de donante anónimo.

Nos dimos cuenta de que no sabíamos nada de este tema y que al contrario de lo que mucho piensan la mayoría de las obras sociales no cubren este tipo de tratamiento. No somos infértiles y eso hace que no estemos amparados en la ley. El tratamiento es costoso y cada intento tiene bajas probabilidades de ser efectivo. Las obras sociales tendrían que reconsiderar estos casos.

 

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Cuál es el límite de coqueteo en una amistad entre un gay y un heterosexual

Leo escribe a Boquitas pintadas para contar una historia de amistad, amor e histeria que vivió a los 18 años. El recorrido, que él narra ahora después de 20 años, permite reparar en varias cuestiones. Una de ellas es cuál es el límite en una relación de amistad entre un gay y un hétero para que no se confundan las cosas, para que nadie salga herido. El cuerpo marca con bastante claridad ese límite.

Conocé la historia de juegos eróticos entre Leo y su amigo heterosexual Fabián. Luego intercambiamos opiniones.

 

Mis enredos antes de la primera vez

Por Leo

“Kisses are the solution”; Buenos Aires, Argentina; por Ignacio Lehmann

 

A los 18 años estaba enamorado de un compañero de trabajo, se llama Fabián. Cuando terminábamos de trabajar (trabajábamos en un sauna) salíamos a tomar algo, hacíamos largas caminatas de charlas, hablábamos de las cosas que teníamos ganas de hacer, amábamos el Italpark. Era una etapa en donde yo huía de mi familia, vivía en mi trabajo y ahí compartía mucho con Fabián, comíamos juntos, muchas veces nos bañábamos juntos, siempre dormíamos juntos. Era una amistad con un gran lazo afectivo, pero ¡yo estaba enamoradísimo! Amor que fluía por mi sangre y como la sangre no se ve, tampoco ese amor, que excedía la amistad.

Recuerdo cuando nos bañábamos, que jugábamos a enjabonarnos, entre el jajaja, jijiji, lo enjabonaba y él a mí, sólo la parte superior, nuestros brazos, tórax. No estábamos solos, en el baño circulaba gente. Así, nuestros cuerpos quedaban fragmentados en dos, las partes superiores permitidas, las partes inferiores prohibidas. Un día decidí dejarme llevar por lo que me indicaba mi sangre, mi adrenalina. “Tengo que decirte algo”, le advierto. Lo miro serio, me mira con cara de hacerse el boludo. Le digo: “Estoy enamorado de vos”.

Como dice mi amigo Ale, me encanta tirar bombas, con la diferencia que antes era más terrorista. Luego de mi declaración de amor al “chongo hetero Fabián”, lo dejé solo para que medite y procese mi maldición. Subo al primer piso donde estaba mi oficina y, ya solo, reflexiono. Estaba dispuesto a bancarme el rechazo, aunque no había posibilidad de ello, pensaba… No le reclamé nada, sólo le declaré mi amor. ¿Podría continuar la relación como estaba hasta entonces? ¿Seguiremos durmiendo juntos?, me preguntaba. En fin, yo tenía 18 años, pero parecía una quinceañera…

La amistad continuaba, se sumaban algunos chistes. Una de esas noches durmiendo juntos pero despiertos, comenzó el juego de los roces hasta que me toma la mano, esta curiosa que llega a su bulto, pareciera que tenía vida propia, independiente a mis decisiones. Pero no. Me tengo que hacer cargo. La cuestión es que retiro la mano. De su parte escucho un: “¿Yyyy?”.

Me pongo a dormir de verdad. Parecía que no quería ir más allá del juego, del juego del jabón, del juego de los roces, del juego de “la insoportable levedad del ser”. Pero, ¿qué carajo me pasa?, me preguntaba y ahora me respondo: Yo no tenía experiencia y Fabián, que siempre estaba con minas… no me veía haciendo el amor con él, por algo con los posteriores tipos, como un santiagueño, el de mi primera vez, estuve mucho más relajado.

No obstante, lo que describí recién no me resultaba indiferente ya que no era todo producto exclusivo de mi imaginación o mis fantasías, lo cual me confundía o hizo que me metiese con él. Es decir, él no sólo no me rechazó sino que proponía algo histérico, que también involucraba nuestros cuerpos. En el medio, repito: El era mi amigo y sabía que yo era gay y que estaba enamorado de él. Y en este punto me pregunto: ¿Fabián habrá tomado dimensión de lo que estos jueguitos provocaban? ¿Mi posición ante él engrandecía tanto su ego que no quería cortar con aquellos? ¿Un varón heterosexual que sabe que su amigo gay está enamorado de él, cae en la cuenta que a uno no le hacen bien estas situaciones?

La relación se complicó cuando Fabián comenzó a tener una novia, también compañera de trabajo nuestra, que como una invasora terminó conviviendo con nosotros. Yo ya no dormía con él, la ambivalencia amor-odio fluía por mi sangre. A pesar de esto Mariana, la novia de Fabián, me caía bien y yo demasiado bien a ella. Empezamos a tener una supuesta amistad, solíamos salir a recorrer la noche de Buenos Aires. A veces los tres. En realidad los quería a los dos, bueno, son las cosas del querer, como la vida de Miguel de Molina.

Una película que a Leo le encanta y que viene a cuento: Los amores imaginarios. Mirá el trailer

**

Una de esas noches inesperadas, durmiendo solo, ya tranquilo y acostumbrado, un fantasma se apareció en la habitación. Era Mariana, que compulsivamente se acuesta en mi cama, al rato su brazo se arrima a mi pecho, el contacto corporal crecía cada vez más. No sé por qué me dejé llevar, no dije que no. Pasó algo, algo que para mí fue insignificante, pero para Fabián no, que se enteró luego por ella en una discusión. Se pudrió todo, Fabián no me creía que ella no me gustaba, que sólo la quería como amiga.

El triángulo ya no estaba bueno, quería alejarme, pero el lazo afectivo todavía estaba puesto allí, ella detrás de mí, él por su parte continuó con su buena onda, pero con cierta distancia, que yo también necesitaba.

Por suerte dejé de amarlo, sí lo quería como él a mí.

Con el tiempo mi hermano, que conocía mucho a Fabián, me hace una pregunta  muy vulgar y terrorista a la vez, en fin (se nota que es de mi familia):

– Che, ¿vos le tiraste la goma a Fabián?

– Whaaaat?” (mi amigo Ale sic)

Mi sensación de sorpresa y otra vez la ambivalencia amor-odio volvía a fluir por mi sangre. “Yo nunca tuve nada con él!”, fue mi respuesta. Con mi hermano muchas veces hablamos de intimidades, las experiencias amorosas y sexuales de alcoba. Siempre lo puse al tanto, sobre todo posteriormente, de quién me gustaba y con quién tendría alguna historia. Sabe que no tendría por qué mentirle. El caradura de Fabián le dijo esa pelotudez a mi hermano, que primero me sorprendió, después me dio bronca y luego me causó gracia. Parecieran ser tres etapas de un proceso.

Jamás me imaginé que Fabián podría tener alguna fantasía conmigo, o quizá simplemente que su comentario a mi hermano hacía sentirlo más macho, o… ¿puto?

Hoy Fabián vive en pareja con otra mujer, Natalia, y tiene dos hijas. Fui unas cuantas veces a su casa a almorzar y, como no deja de ser un caradura, un par de veces con sonrisita, me decía:

– Vos, ¡cómo te enamoraste de mí, eh!

Ahora, el que pone cara de hacerse el boludo soy yo.

Vuelta de página, papi, ya fue.

 

 

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“Quiero dibujar historietas gays para niños”

 

Dibujar, dibujó toda la vida, desde que era un niño. Pero hace unos diez años que Rubén Gauna empezó a transformar su hobby en un trabajo más formal –aunque aún se sostiene con un empleo en una empresa petrolera. Al principio, se le ocurrió ilustrar cuentos infantiles y transformarlos tipo historieta. Con la explosión de las redes sociales decidió empezar a subir sus ilustraciones, hasta ahora guardadas en una carpeta, ya más focalizado en su nueva exploración: caricaturas.

Entonces, empezó a sumar seguidores. Uno, dos, cien, mil “me gusta”. Más. Y llegaron los primeros pedidos: dibujó las caricaturas de los discos de Fok Electrochongo, luego Casa Brutus le pidió tarjetas de San Valentín, otras del Día del Padre, de Navidad. Y así se fue metiendo en el mundo de los Osos (categoría de los varones gays que se definen como grandotes, barbudos, peludos) hasta convertirse en el ilustrador “oficial”: para todas las fechas Rubén Gauna prepara tarjetas con dibujos propios.

Así siguió creciendo en popularidad. Cada vez se fue involucrando más en la comunidad de los Osos, donde pertenece. “No hay muchos dibujantes que se dediquen a la temática de Osos, en realidad en la Argentina somos sólo dos”, precisa Gauna. Es un segmento que vio con potencialidades para resaltar como dibujante.

Luego, por una experiencia personal –estaba en pareja con un Oso y le dijo como chiste: ¡Horror, me desperté con un cazador!- surgió la idea de hacer una historieta cómica, romántica con ese título. La obra fue un éxito: está editada en dos libros. Si te la perdiste, acá encontrás la tira completa.

Los personajes de Gauna son adorables y las historias que transitan, cada vez más esperadas. Este año trabaja en tres nuevos comics: 2 Broke Bears, Anatomía del Peluche y La Liga Osuna. Además, se hace tiempo para colaborar con dos revistas: Clítoris (historietas y exploraciones varias) y Panxacomics, donde también tienen su participación las travesuras osunas.

En Clítoris ya publicó hace dos años una historieta que dio qué hablar: Súper Shiva con guión de Susy Shock y la misma Shiva, que trataba sobre una superhéroe travesti. Esta vez, a partir de abril se podrá leer una historieta sobre “úrsulas”, la versión lésbica de las Osas.

Cuando repasa sus trabajos, sus personajes, las historias que fue inventando en estos años de carrera refleja el entusiasmo de quien disfruta de su profesión. “La historieta me sirvió para explayarme más o contar más cosas que no podía contar de otro modo en mi entorno”, dice. “A raíz del dibujo muchos compañeros de trabajo, por ejemplo, empezaron a preguntarme cosas sobre los Osos; el arte sirve para mostrar otro lado de la comunidad gay, sirve para educar”.

Gauna habla de un proyecto postergado estos años, pero que pretende retomar: la literatura infantil. “Empecé ilustrando cuentos infantiles. Ahora que estamos en un tiempo en que se habla de familias diversas, estaría bueno contar y dibujar esas historias de modo didáctico”, dice. “Me encantaría dibujar historietas gays para niños”.

Cree que llegar a los chicos es la manera de educar en la diversidad. Para él, el dibujo es la llave para ir acompañando los avances históricos de la comunidad homosexual.

 

Bonus track: un video para que conozcas más sobre la cultura de los Osos

 

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“No quería entrar en la colimba sin haber debutado con un hombre”

 

Daniel, que hoy tiene 49 años, recuerda su primera vez. En realidad, habla de sus varias primeras veces, sus inicios en la homosexualidad. Uno de esos momentos fue el verano del ’82. El primer relato empieza así: “Colectivo 37 rodando por avenida Callao, medio vacío. Yo estaba sentado en el asiento del medio de los cinco finales. Faltaban semanas para entrar a la colimba y había decidido no ser soldado sin antes haber debutado”.

El segundo, en sus propias palabras: “Principios del ’85. Caminando por avenida Corrientes, frente al Teatro San Martín, conozco a Julio Cesar. Yo tenía 22, él 30. Ambos estábamos en la docencia. Yo, si bien ya trabajaba como profe, recién estaba comenzando el Profesorado; él ya lo había terminado hacía unos años. Los dos estábamos apurados pero acordamos una cita”.

Por último, recuerda una experiencia que también considera una especie de debut. “Mediados del ’87, una noche a pocas cuadras de casa me crucé con otra persona: Lucas. Me miró, lo miré, me miró, lo miré, me miró, lo miré. “Hola”. “Hola”. “¿Caminamos?” “Y caminamos desde Av. Santa Fe y Bonpland hasta Cabildo y Lacroze. Y de ahí, taxi a Almagro, a su departamento”.

Daniel es un asiduo lector y colaborador de Boquitas pintadas. Esta vez escribió acerca de las evocaciones sobre su despertar homosexual en uno de los encuentros del grupo de reflexión para varones gays que coordina el Lic. Alejandro Viedma en la ONG Puerta Abierta. Dice Daniel en su Facebook -y autorizó a que lo publicáramos-: “Gracias a Alejandro Viedma quien, desde lo grupal, genera un espacio que lo lleva a uno, por ejemplo, a estas experiencias de contribuciones para el blog Boquitas Pintadas…!!!”.

“Somos novios”, Barcelona, España; Foto de Ignacio Lehmann; Proyecto: 100 World Kisses

 

Primeros,

Por Daniel

Verano del ’82. Colectivo 37, rodando por avenida Callao, medio vacío. Yo estaba sentado en el asiento del medio de los cinco finales. Faltaban semanas para entrar a la colimba, y había decidido no ser soldado sin antes haber debutado…

Sube él y se sienta al lado mío. Me mira, me toca con la pierna, se baja el cierre de la bragueta. A esta altura ya estábamos por avenida Las Heras y, sin mediar saludo, me dice: “¿Venís a casa? Yo me bajo en la siguiente”.

Y me bajé yo también.

Nunca le dije que era mi primero, pero por supuesto se debe haber dado cuenta de que yo era muy novato (me tuvo que explicar qué significaba “bajar”, “activo” y “pasivo”, por ejemplo)…

Hoy no me acuerdo ni su nombre ni su cara, apenas una idea borrosa de su cuerpo. Pero ese momento para mí fue un salto cuántico.

Nunca había tenido juegos sexuales con otra persona y mucho menos había hablado del tema con nadie. Me mandé solo y, después de esa cama que hoy no sería recordable, yo era otro. Un otro con menos peso encima, con cosas más claras. Y la maravillosa imposibilidad de volver atrás.

Principios del ’85. Caminando por avenida Corrientes, frente al Teatro San Martín conozco a Julio Cesar. Yo tenía 22, él 30. Ambos estábamos en la docencia. Yo, si bien ya trabajaba como “profe”, recién estaba comenzando el Profesorado, él ya lo había terminado hace unos años. Los dos estábamos apurados pero acordamos una cita. A partir de ese momento la confitería La Ópera, de Corrientes y Callao, se convertiría en “nuestro” lugar. Yo vivía con mi familia, él con la suya, por lo que nuestro “romance” se desarrolló por las calles de Buenos Aires. Mucho café, mucha caminata, mucha charla. Eran otros tiempos así que nuestras muestras de afecto en público se reducían a rozar nuestros dedos o jugar con nuestros pies bajo algún largo mantel. De vez en cuando, un lugar más oscuro nos permitía “robar” un beso.

Sandra y Celeste: Mujer contra mujer

 

Apenas un par de meses después de habernos conocido, Julio me propone que nos vayamos en Semana Santa a Chascomús. El día de nuestra partida nos citamos, por supuesto, en La Ópera. Allí me dice que como nosotros no podíamos casarnos… ¿Se acuerdan de los tiempos en los que no teníamos los mismos derechos con los mismos nombres? En fin, decía, como nosotros no podíamos casarnos “en serio”, no me podía dar un anillo, pero igual quería darme algo que simbolizara nuestra unión. Y me regaló una pulsera. Igual a la de él, claro.

Y en ese momento me di cuenta de mi error. O de mis errores, mejor dicho. Uno: él estaba mucho más metido en esta relación que yo. Dos: yo sí estaba enamorado… de la idea de tener un novio.

Y como uno era más joven y más pavo, agrego un error más: me callé la boca y nos fuimos igual a Chascomús. No puedo decir que la haya pasado mal – para nada! Pero igual siempre tenía el agridulce sabor de saber que estaba disfrutando un lindo paseo y haciéndole creer a alguien que todo estaba bien… cuando en realidad, para mí ya no había nada. Cuando, en realidad, para mí no había habido sino sólo un espejismo.

O tal vez tan sólo el miedo no dejó que apareciera…

Sandra Mihanovich – Puerto Pollensa

 

A la vuelta, y justo el día que iniciaba terapia, Julio y yo nos dijimos adiós. Nos habíamos citado en un bar cerca de mi psicólogo. Yo estaba envalentonado por mi primera sesión y eso me permitió poner las cartas en la mesa. Te herí, Julio, lo sé muy bien. Era yo muy joven, muy inmaduro, pero eso no quita el sabor amargo del momento ni aún hoy, tantos años más tarde. Pero, eso sí, aprendí una lección muy importante: no se juega con las personas…

Si bien después –entre Julio Cesar y el que nombraré luego- hubo alguien quien fue el primer hombre que me quitó el sueño mientras me hacía soñar con una pareja que sentía tangible de una forma inédita para mí, el sueño duró poco y nunca pasó nada con él.

Un par de años más tarde, a mediados del ’87, una noche a pocas cuadras de casa me crucé con otra persona: Lucas. Me miró, lo miré, me miró, lo miré, me miró, lo miré. “Hola.” “Hola.” “¿Caminamos?”.

Y caminamos desde avenida Santa Fe y Bonpland hasta Cabildo y Lacroze. Y de ahí, taxi a Almagro, a su depto.

Y nunca hasta esa noche la había pasado tan bien con alguien.

Empezamos a salir: confiterías, cine, caminatas. Una noche la luna nos guiñó un ojo mientras se disfrazaba de aguacero y cuando llegamos a su casa, empapados, comenzó una de las mejores noches de mi vida y el momento en que me di cuenta que con Lucas había algo más que “buena onda, buena cama”.

El momento en el que me di cuenta que todos los anteriores no habían sido sino una preparación y que, de alguna manera, Lucas era mi verdadero primero.

 

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