Hablar de la música, para Karen Bennett, es recordar a su padre. “Mi primera influencia musical, definitivamente, fue mi viejo. Sin que él lo sepa y sin ser músico profesional”, dice esta guitarrista y compositora trans. Tiene pocos recuerdos de su padre, que falleció cuando ella tenía 9 años, pero la mayoría está vinculado con la música. “El era muy musical, un tipo que de joven cantaba en orquestas. En casa tenía una discografía impresionante: había discos de Piazzolla, todo lo que se te ocurra de jazz. Teníamos el famoso Winco y yo flasheaba escuchando todo el día los discos puestos ahí”, cuenta.
“Pero lo más impresionante era escucharlo cantar [Frank] Sinatra encima de los discos”. Una de las imágenes que atesora es la de viajar en el auto con su padre fascinada de escucharlo cantar a viva voz.
En esta entrevista con Boquitas pintadas, Karen Bennett recorre su infancia –aquella casa familiar de clase media alta- y parece conectar allí con la música, este arte que le sirvió para explorar, sobre todo cuando empezó a incursionar en el rock, también su encanto por lo femenino. “Cuando fallece mi viejo me fasciné mucho con la posibilidad de hacer música, como un modo de mantenerlo vivo”, dice y aclara que de esto se dio cuenta hace no mucho tiempo. “La forma de mantener vivo a mi viejo era hacer música”.
Después vino el rock y la guitarra.
Karen tuvo su primera guitarra a los diez. Se la regaló su madre, con la intención de que estudiara guitarra clásica con un profesor particular. “Estudiaba teoría y solfeo con un profe ruso que vivía atrás de mi casa y que no me gustaba para nada. Todo lo que venía impuesto, ya de por sí, no me gustaba ni me gusta”, dice.
Soportó como pudo esa época. Cuenta que la mayoría de las veces se las ingeniaba para hacerles creer a su mamá y a su abuela -que vivía con ellos- que el profesor nunca estaba. “Tocaba el timbre de al lado y no atendía nadie. Entonces, le decía a mi abuela: no está. Y me iba”, cuenta y hay picardía en esa pequeña resistencia a la autoridad.
Al año siguiente, escuchó rock por primera vez: tenía once años. Entonces, ahí sí, llegó el futuro. “Mi vieja me regaló un disco de Los Beatles, antes de la beatlemanía. Me volví loca”, dice. Recuerda que en ese momento apareció Fiebre de sábado por la noche y un disco que considera fundamental en su vida: Desayuno en América de SuperTramp. Por si alguien no lo recuerda, empieza a tararearlo. “Me voló la cabeza. Ese disco me voló la cabeza”, agrega.
Después llegó Kiss y con ellos los maquillajes, esa estética andrógina que a Karen tan bien empezaba a sentarle. “Esa imagen andrógina a mi me gustaba. Para mi no eran músicos de rock, eran superhéroes”, dice.
Mientras, Karen seguía en la escuela. Con cuatro compañeros con los que compartían el fanatismo por el rock más duro, empujaban al resto y en el curso se vivía un ambiente rocanrolero. “Nos hacíamos las guitarras de telgopor. Poníamos el disco atrás y éramos felices”, recuerda Karen. Esto hasta los 12 años, tiempo en el que empezó a mirar con buenos ojos aquella guitarra criolla que había quedado colgada antes. “Ahí empecé a sacar los temas de los discos. Fue tocar arriba de los temas hasta que iban saliendo”, dice.
Después de Kiss empezó a sonar, en el mundo de Karen, el rock sinfónico: Deep Purple, Pink Floyd, menciona. “Empecé a tener desesperación por tocar esa música”, cuenta. “En mi casa había reticencia a eso porque mi vieja quería que estudiara un instrumento pero clásico; para ella el rock, el pelo largo, las drogas eran todo lo mismo. Pero como veía que a mis compañeros también les gustaba me compró una guitarra eléctrica nacional, un desastre, pero eléctrica al fin”. Enchufar su guitarra a un amplificador de audio, que logró comprar vendiendo unas raquetas de tenis que ya no usaba, fue parecido a ser feliz.
Con ese envión se dispuso a sacar sola los temas de sus bandas favoritas. Recuerda que tenía un compañero que estaba tomando clases formales y le pasaba lo que aprendía. Con él conformó la primera banda de heavy metal: BlackHold (agujero negro). Recién empezaban a correr los años 80. Por entonces, ella era cantante y segunda guitarra. Ahí Karen buscó una onda afin a la estética de rock que admiraba. Medio andrógina, medio femenina, ojos delineados, uñas pintadas sólo en una de las manos -al mejor estilo Fredy Mercury-, botas texanas, voz gruesa.
“Me acuerdo que tocábamos en fiestas de la escuela, en gimnasios y la gente flasheaba porque la banda para esa época sonaba bien”, dice.

Karen Bennett encontró en la estética del rock un modo de canalizar su gusto por lo femenino; Foto: Matías Aimar
Entonces, empezó su formación musical de un modo más formal con un amigo suyo, que había estudiado en EE.UU. –y luego fundó el Instituto Tecnológico de Música Contemporánea-. “Estudié con él. Después se desarmó la primera banda entonces formé una propia como compositora, letrista y guitarrista. Ahí nació Target. No cantaba yo, teníamos nuestro propio cantante”.
Esa banda duró cuatro años, hasta principios de los 90. Cuando se desarmó el grupo, Karen aprovechó a terminar la carrera de Arreglo, composición y dirección en el Sindicato Argentino de Músicos (Sadem). Ese fue un período que ella recuerda como de estudio y composición: “Me dediqué bastante tiempo a componer: había empezado una sinfonía que nunca terminé”, recuerda. Parece una materia pendiente.
Pero volvió a las bandas. Vio un anuncio en el que pedían un guitarrista y ahí fue: se fundó L.U.P.O (Las Utopías Pueden Ocurrir). Tocaron hasta 2011 y terminó Karen como líder. De ese tiempo recuerda Lobo, ¿estás?. “Grande es su rebaño y así su corral/del depredador tras la niebla/presa fácil sigue el ritual/de nunca dudar de las reglas”.
En esa banda Karen ya estaba visibilizada con su estética femenina. “Iba perdiendo amigos, ganando otros”, dice, en relación a ese tiempo. “El tecladista de la banda, fóbico, no quiso tocar más conmigo”, recuerda. No hay rastros de tristeza en esa actitud; para Karen su identidad se presentaba tan fuerte que ya no estaba dispuesta a ninguna concesión. Cada vez se fue involucrando más con el colectivo LGBT y empezó a tocar con Susy Shock, hoy una de sus invitadas casi infaltables en los shows.
(Un solo de Karen Bennett)
La adaptación trans de Inconciente colectivo, el clásico de Charly García, es uno de los temas ineludibles para este dúo diverso. “Traba tu identidad/siempre la llevarás/dentro del corazón/Te puedes corromper/te puedes olvidar pero ella siempre está”, entonan; Susy, abanico en mano; Karen, abrazada a su amante eléctrica. En el Viejo Buzón, el escenario del resto bar de Caballito donde la Bennett es habitué, se las puede escuchar juntas.
Ahora Karen rearma su banda. Sucede es el tema que elige compartir con la comunidad de Boquitas pintadas antes del lanzamiento oficial del videoclip de este tema suyo. ¡Que lo disfruten!
Este sábado 21 Karen Bennett celebra su cumple y la Primavera en El Viejo Buzón (Neuquén 1100 esquina Espinosa). ¡Están todxs invitadxs!
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