Karen Bennett, la voz del rock con sonido trans

Hablar de la música, para Karen Bennett, es recordar a su padre. “Mi primera influencia musical, definitivamente, fue mi viejo. Sin que él lo sepa y sin ser músico profesional”, dice esta guitarrista y compositora trans. Tiene pocos recuerdos de su padre, que falleció cuando ella tenía 9 años, pero la mayoría está vinculado con la música. “El era muy musical, un tipo que de joven cantaba en orquestas. En casa tenía una discografía impresionante: había discos de Piazzolla, todo lo que se te ocurra de jazz. Teníamos el famoso Winco y yo flasheaba escuchando todo el día los discos puestos ahí”, cuenta.

“Pero lo más impresionante era escucharlo cantar [Frank] Sinatra encima de los discos”. Una de las imágenes que atesora es la de viajar en el auto con su padre fascinada de escucharlo cantar a viva voz.

Karen Bennett, retratada por Matías Aimar, de LA NACION

En esta entrevista con Boquitas pintadas, Karen Bennett recorre su infancia –aquella casa familiar de clase media alta- y parece conectar allí con la música, este arte que le sirvió para explorar, sobre todo cuando empezó a incursionar en el rock, también su encanto por lo femenino. “Cuando fallece mi viejo me fasciné mucho con la posibilidad de hacer música, como un modo de mantenerlo vivo”, dice y aclara que de esto se dio cuenta hace no mucho tiempo. “La forma de mantener vivo a mi viejo era hacer música”.

Después vino el rock y la guitarra.

Karen tuvo su primera guitarra a los diez. Se la regaló su madre, con la intención de que estudiara guitarra clásica con un profesor particular. “Estudiaba teoría y solfeo con un profe ruso que vivía atrás de mi casa y que no me gustaba para nada. Todo lo que venía impuesto, ya de por sí, no me gustaba ni me gusta”, dice.

Soportó como pudo esa época. Cuenta que la mayoría de las veces se las ingeniaba para hacerles creer a su mamá y a su abuela -que vivía con ellos- que el profesor nunca estaba. “Tocaba el timbre de al lado y no atendía nadie. Entonces, le decía a mi abuela: no está. Y me iba”, cuenta y hay picardía en esa pequeña resistencia a la autoridad.

Al año siguiente, escuchó rock por primera vez: tenía once años. Entonces, ahí sí, llegó el futuro. “Mi vieja me regaló un disco de Los Beatles, antes de la beatlemanía. Me volví loca”, dice. Recuerda que en ese momento apareció Fiebre de sábado por la noche  y un disco que considera fundamental en su vida: Desayuno en América de SuperTramp.   Por si alguien no lo recuerda, empieza a tararearlo. “Me voló la cabeza. Ese disco me voló la cabeza”, agrega.

Karen Bennett ahora actúa como solista y está rearmando su banda; foto: Nacho Miyashiro

Después llegó Kiss y con ellos los maquillajes, esa estética andrógina que a Karen tan bien empezaba a sentarle. “Esa imagen andrógina a mi me gustaba. Para mi no eran músicos de rock, eran superhéroes”, dice.

Mientras, Karen seguía en la escuela. Con cuatro compañeros con los que compartían el fanatismo por el rock más duro, empujaban al resto y en el curso se vivía un ambiente rocanrolero. “Nos hacíamos las guitarras de telgopor. Poníamos el disco atrás y éramos felices”, recuerda Karen. Esto hasta los 12 años, tiempo en el que empezó a mirar con buenos ojos aquella guitarra criolla que había quedado colgada antes. “Ahí empecé a sacar los temas de los discos. Fue tocar arriba de los temas hasta que iban saliendo”, dice.

Después de Kiss empezó a sonar, en el mundo de Karen, el rock sinfónico: Deep Purple, Pink Floyd, menciona. “Empecé a tener desesperación por tocar esa música”, cuenta. “En mi casa había reticencia a eso porque mi vieja quería que estudiara un instrumento pero clásico; para ella el rock, el pelo largo, las drogas eran todo lo mismo. Pero como veía que a mis compañeros también les gustaba me compró una guitarra eléctrica nacional, un desastre, pero eléctrica al fin”. Enchufar su guitarra a un amplificador de audio, que logró comprar vendiendo unas raquetas de tenis que ya no usaba, fue parecido a ser feliz.

Con ese envión se dispuso a sacar sola los temas de sus bandas favoritas. Recuerda que tenía un compañero que estaba tomando clases formales y le pasaba lo que aprendía. Con él conformó la primera banda de heavy metal: BlackHold (agujero negro). Recién empezaban a correr los años 80. Por entonces, ella era cantante y segunda guitarra. Ahí Karen buscó una onda afin a la estética de rock que admiraba. Medio andrógina, medio femenina, ojos delineados, uñas pintadas sólo en una de las manos -al mejor estilo Fredy Mercury-, botas texanas, voz gruesa.

“Me acuerdo que tocábamos en fiestas de la escuela, en gimnasios y la gente flasheaba porque la banda para esa época sonaba bien”, dice.

Karen Bennett encontró en la estética del rock un modo de canalizar su gusto por lo femenino; Foto: Matías Aimar

Entonces, empezó su formación musical de un modo más formal con un amigo suyo, que había estudiado en EE.UU. –y luego fundó el Instituto Tecnológico de Música Contemporánea-. “Estudié con él. Después se desarmó la primera banda entonces formé una propia como compositora, letrista y guitarrista. Ahí nació Target. No cantaba yo, teníamos nuestro propio cantante”.

Esa banda duró cuatro años, hasta principios de los 90. Cuando se desarmó el grupo, Karen aprovechó a terminar la carrera de Arreglo, composición y dirección en el Sindicato Argentino de Músicos (Sadem). Ese fue un período que ella recuerda como de estudio y composición: “Me dediqué bastante tiempo a componer: había empezado una sinfonía que nunca terminé”, recuerda. Parece una materia pendiente.

Pero volvió a las bandas. Vio un anuncio en el que pedían un guitarrista y ahí fue: se fundó L.U.P.O (Las Utopías Pueden Ocurrir). Tocaron hasta 2011 y terminó Karen como líder. De ese tiempo recuerda Lobo, ¿estás?. “Grande es su rebaño y así su corral/del depredador tras la niebla/presa fácil sigue el ritual/de nunca dudar de las reglas”.

En esa banda Karen ya estaba visibilizada con su estética femenina. “Iba perdiendo amigos, ganando otros”, dice, en relación a ese tiempo. “El tecladista de la banda, fóbico, no quiso tocar más conmigo”, recuerda. No hay rastros de tristeza en esa actitud; para Karen su identidad se presentaba tan fuerte que ya no estaba dispuesta a ninguna concesión. Cada vez se fue involucrando más con el colectivo LGBT y empezó a tocar con Susy Shock, hoy una de sus invitadas casi infaltables en los shows.

(Un solo de Karen Bennett)

La adaptación trans de Inconciente colectivo, el clásico de Charly García, es uno de los temas ineludibles para este dúo diverso. “Traba tu identidad/siempre la llevarás/dentro del corazón/Te puedes corromper/te puedes olvidar pero ella siempre está”, entonan; Susy, abanico en mano; Karen, abrazada a su amante eléctrica. En el Viejo Buzón, el escenario del resto bar de Caballito donde la Bennett es habitué, se las puede escuchar juntas.

 Ahora Karen rearma su banda. Sucede es el tema que elige compartir con la comunidad de Boquitas pintadas antes del lanzamiento oficial del videoclip de este tema suyo. ¡Que lo disfruten!

Este sábado 21 Karen Bennett celebra su cumple y la Primavera en El Viejo Buzón (Neuquén 1100 esquina Espinosa). ¡Están todxs invitadxs!

 

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“Los gays somos sadomasoquistas por naturaleza”

José escribe desde Chile, allí nació, en Santiago, hace 22 años. Cuenta que desde que lee este blog piensa en contar su historia, que refleja una gran experiencia pese a ser tan joven. “Quiero contarles lo que pasa en mi mente y en mi vida. Ojalá pueda ayudar a otras personas que estén pasando lo mismo”, dice, cuando se presenta.

En su relato surge una apreciación común entre varios otros de los publicados en Boquitas pintadas: la necesidad de vivir en una pose heterosexual para ser aceptado por su grupo de pares. “Tenía amigos, pero en realidad era una mentira; siempre actué diferente para ellos, ya sea para caerles bien o encajar en el grupo”, dice.

Primero fue esa necesidad de “encajar” entre sus amigos; cuando salió del clóset, quizá por culpa, baja autoestima, o quién sabe, se sintió sin derecho a exponer frontalmente sus sentimientos. “Soporté todo a cambio de un te quiero”, reconoce, ahora. Sobre el final, en este relato que es un recorrido reflexivo de su vida, concluye: “Los gays somos sadomasoquistas por naturaleza”.

Comparto su historia, luego conversamos.

Soportar y soportar a cambio de un “te quiero”,

Por José

Tengo 22 años, estudio cuarto año de Arquitectura, grupo social “estable”, dos parejas heterosexuales, dos homosexuales. ¿Por qué escribo esto? Para empezar vivo solo, estudio en otra ciudad (lejos de la familia), tengo una buena situación económica y, sin embargo, soy un desgraciado del amor.

Hasta los 15 creía que era heterosexual o, al menos, bisexual, que estaba confundido del mundo y que esto cambiaría paulatinamente. ¿El resultado? Perder la virginidad con una mujer que no me gustaba y sentirme obligado a tener una erección, tener mi primer beso casi obligándome a hacerlo; o sea, en pocas palabras, no me sentía bien haciendo eso. Tenía amigos, pero en realidad era una mentira, siempre actué diferente para ellos, ya sea para caerles bien o encajar en el grupo.

Al entrar a la universidad, el primer semestre tuve novia; ella, alemana de ojos verdes, los mismos gustos, guapa y divertida; qué puedo decir, la mujer perfecta, excepto por una cosa: yo era gay. La relación empezó bien, pero no pudo seguir; me sentía fatal porque sabía que la engañaba, no la quería realmente. Todo esto me llevó a darme cuenta de algo: “No estoy haciendo las cosas como realmente deberían ser”. Empecé a sentirme solo y con ganas de tener a alguien en mis brazos y poder decirle honestamente “te amo”.

Esa persona no llegó hasta terminar el primer año de la Facu. Buscaba en un chat gay y ¡lotería! lo encontré. El 29 años (para entonces yo tenía 20); abiertamente gay (cosa que no me gustaba para entonces), cuerpo normal y guapo. Empezamos a hablar y después, a salir. Todo muy bien, excepto por una cosa: él era “abiertamente gay” y yo me sentía incómodo con sus amigos; su mundo no me gustaba para nada y es entonces que me di cuenta de algo: parece un estereotipo, pero parecía que todos los gays eran iguales, algo superficiales, calientes a más no poder y muy lanzados.

Mural callejero; Foto: Alejandro Viedma

En el fondo sabía que el chico con el que salía era exactamente igual, sólo que me tapé los ojos con una banda (era la primera vez que me enamoraba). El resultado de caminar ciego fue terminar cornudo (me engañó con casi todos sus amigos). Lo peor de todo es que nunca terminó conmigo, simplemente un día se le ocurrió dejar de hablarme. Tardé más de un año en recuperarme, con altas y bajas, pude salir adelante. Luego, en vísperas de Navidad, se conectó al chat, empezó a hablarme y me dijo: Lo siento José, tengo VIH, por eso no puedo estar contigo. Lo primero que me apareció fue susto, luego angustia y pena.

En el fondo sabía que no tenía VIH. Al día siguiente me hice la prueba; resultado, negativo. Pero aún así me dio mucha lástima por ese hombre. Después al cabo de un año me dio igual, hasta pensé que se lo merecía. Simplemente dejé al hombre lejos de mi vida, a veces mantengo contacto con él (ahora sale con un veterinario y está feliz).

El hombre ¿perfecto?

Un día, sin buscarlo, encontré a esa persona que tanto quería: mi actual pareja; él 38 años (supuestamente), diseñador (yo estudiando arquitectura, un plus), le gustaba la música clásica, hacer ejercicio y era muy gracioso. ¡Genial! Empezamos a hablar y a conocernos; él entonces me dijo que era gay, pero que su familia no lo sabía y no tenía por qué saberlo; trabajaba en diseño de interiores y de mobiliario. Todo perfecto. Al finalizar el mes de conocernos, me propuso ser su novio. ¡Qué alegría! Era demasiado para ser cierto y lo era. Era demasiado perfecto para ser verdad.

Cartel callejero en Brasil; Foto: Alejandro Viedma

Pasó el tiempo, los dos enamorados, pero había algo que no cuadraba: llamadas a la oficina de alguien que trataba demasiado bien, no tenía Facebook y, a veces, me cortaba cuando hablábamos por teléfono. Como ya tenía la anterior experiencia, sabía que algo no estaba bien. Un día llamé a la oficina, hablé con él y todo bien, hasta que llegó la secretaria. Le decía: “No te darán el sueldo completo”; él estaba furioso y empezó a decirle: “Mi esposa está esperando el sueldo, este es tu trabajado, ¿qué le voy a decir a mi familia?”.

El no sabía que tenía el teléfono encendido, me vino un dolor en el pecho terrible. Corté la llamada, imaginé todo tipo de excusa a lo que acababa de oír y seguí como si nada hubiera pasado (patético de mi parte, pero estaba enamorado). Un día me dijo: “José, debo viajar donde está mi familia”. Ok. Hablamos por skype y vi que llevaba un anillo de casado. “Es de mi padre, falleció hace un año, lo tengo de recuerdo”. Ok, eso es creíble, pero aún así me sentía mal. Empezamos a pelear y le dije: “Dime toda la verdad, Ernesto. Me estás ocultando cosas, lo sé”. “Te las diré mañana, te sentirás mejor”.

Síntesis de la charla: “Estoy casado, tengo dos hijas casi de tu edad, tengo 49 y te amo”. Sigo con él. En fin, escribí esto porque quiero que las personas se sientan bien consigo mismas, no depender de alguien para ser feliz, aceptarse tal cual son. Ese es mi error, siento que mi vida no es nada sin ese alguien. Soportar y soportar todo el abuso a cambio de un simple “te quiero”. No vale la pena, pero así somos: sadomasoquistas por naturaleza.

¿Te sentís identificado con su experiencia?

 

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A los 41 años asumió su identidad de género trans

María Eva Rossi es de Bahía Blanca pero estudió Psicología en Buenos Aires; como se había enamorado de Nueva York decidió ejercer allá: de los nueve años que vivió allá, durante nueve meses trabajó en clínica con chicas trans. En ningún momento esas historias le resonaron. Por entonces ella era él, un varón gay cuya sexualidad había prácticamente anulado. “Me gustaban los varones, pero no tanto. Ellos buscaban algo que yo no les daba. No era feliz”, dice.

– ¿Qué buscaban?

– Un hombre

En esta extensa conversación con Boquitas pintadas, María Eva cuenta cómo fue su proceso de construcción de su identidad trans: hizo su transición de género a los 41 años. “Me preguntaba si era tarde, si tenía que seguir mirando para otro lado, hasta que decidí hacerme cargo”, relata. Hoy tiene 47 años, ejerce la docencia y es activista no sólo por las causas que atañen a la diversidad sexual. También participa de La Cámpora y estuvo en la lista como candidata a concejal por Bahía Blanca.

María Eva Rossi, en una visita a Buenos Aires; Foto: Fernanda Corbani

– ¿Cómo fue tu transición de género?

– Yo la hice a los 41. Vine transitando por la vida despistada a más no poder. Era una especie de imposibilidad interna de ver esa identidad profunda. Como no lo podía ver me lo pasaba negándolo, huyendo de eso. Era un mecanismo que no era muy consciente que digamos.

– ¿Qué pensabas?

– En la niñez temprana yo recibía el insulto, la injuria, la calumnia de parte de mis compañeritos en la escuela, que me decían mariquita, trolo, puto, todas esas cosas. Cuando empecé a escuchar todo eso me desayuné, a los 6 años, de que algo raro había, yo no sabía lo que era. Pero de tanto escuchar eso de afuera, pensé que lo que me estaban diciendo afuera sería lo que yo era internamente, parece gracioso. Nunca mencionaron la palabra travesti, entonces es como que me convencieron de alguna manera de que yo era eso que me decían. Me costó muchísimo aceptar la homosexualidad en esa época, en Bahía Blanca.

– ¿La adolescencia cómo fue?

-Fue la profundización de la negación. Estaba en un colegio salesiano de varones Don Bosco; a la tarde iba a andar a caballo en el Quinto Cuerpo del Ejército; era la época de la dictadura militar. Yo no podía ni asomarme a la diversidad sexual, sepultado.

– ¿Tuviste alguna pareja?

– Nada. Además era como otra época. Porque mis compañeros tampoco debutaban a los 14 años. Mucho más tarde lo hacían. Yo zafé porque no era tan raro que alguien de 16 ó 17 años fuera virgen. Luego me fui a vivir a La Plata y ahí empecé de a poco a liberarme de la sexualidad, siempre dentro de la homosexualidad. Pero no era feliz. Me gustaban los varones, pero no tanto. Ellos buscaban algo que yo no les daba. Buscaban un hombre. Yo si bien vivía como varón había algo que no me cerraba y que no terminaba de entender internamente.

Yo evitaba todo contacto íntimo. Era re joven, 23 ó 24 años y no quería nada. Ahí hay una señal. Pero yo no lo podía ver. Así me fui a Nueva York. El colmo de lo que es la negación: en un momento yo trabajaba en un grupo  de chicas trans colombianas, puertorriqueñas. Nueve meses estuve escuchándolas una vez por semana. Ellas, otro psicólogo y yo. Yo escuchaba, escuchaba. ¿Vos te creés que en algún momento a mi me resonó de alguna manera el discurso de las travestis? No, era como escuchar una película ajena.

Finalmente me vuelvo a mi país, me reconecto con lo que es mi vida de niñez, mi familia, la escuela. Empecé a dar clases en la escuela donde hice la primaria. O sea que esa primera escena de insulto e injuria ahora me recibe para dar clases de formación docente. Eso se concatenó de manera tal que yo de repente me di cuenta.

María Eva Rossi, en vuelo; Foto: Fernanda Corbani

– ¿Cómo fue? ¿Qué recordás?

– Era en agosto de 2006. En ese momento, cuando me di cuenta, dije: ‘Entonces toda esta vida que llevé fue un esfuerzo denodado por no caer en el travestismo’. Ahí fue un sentimiento encontrado. Por un lado fue: ‘Qué maravilla que por lo menos me doy cuenta ahora’. Por otro lado: ‘Qué torpe y cuánta represión que me llevó tanto tiempo enfrentar esto. Era esa ambivalencia.

– ¿Nunca antes habías querido ponerte ropas que usan las mujeres?

– Lo había hecho de muy chiquita. Muy separado de la homosexualidad, vinculado a la infancia. Después apareció en mi adolescencia pero ahí sí me asusté. Quizá si seguía ahí no paraba más, pero ni siquiera fue un click: fue el inicio de la huida, a los 12 ó 13 años. Y dejé de huir cuando volví a mi ciudad y conecté con mi pasado.

– ¿Cómo fueron esos primeros días?

– Primero lo tuve que aceptar definitivamente yo internamente. Durante 10 días estuve meditándolo. ¿Qué hago? ¿Lo vuelvo a sepultar? ¿Lo vuelvo a meter bajo la alfombra? ¿Es muy tarde empezar esto a los 40 años? No, finalmente dije ‘no’. La vida me está confrontando con esto y tengo que afrontarlo salga lo que salga. Consulté con un endocrinólogo en una fecha muy particular: 17 de octubre. Hablé con él, tenía experiencia en cambios de género. Me asesoró con un tratamiento hormonal y ahí empecé a hablar con mi familia.

La primera de todas, mi hermana mayor. A la semana, mi otra hermana. Somos tres. La del medio me dijo: ‘Tenés todo el apoyo nuestro, pero a mamá no le digas nada’. Pensé: ¿Será posible no decírselo? En algún momento yo lo iba a hacer.

– ¿Qué pasó después?

– Ahí decidí irme a vivir con mi mamá a pesar de la promesa esa. Al segundo mes mi mamá me preguntó no hizo falta mucho más. Yo te voy a hacer una pregunta que vengo pensando hace mucho tiempo, me dijo: ‘¿A vos te hubiera gustado ser mujer?’ Aunque le había prometido eso a mi hermana, no pude decirle que no. Ella ya estaba lista para la respuesta, no es que le faltaran herramientas. Ahí blanqueé todo. Ella me escuchó con una tranquilidad, se fue a dormir la siesta. Cuando se levantó me dijo: ‘Para las hormonas tengo a una señora. Se llama Eva’. Genial. Empezó un camino de apoyo, que tuvo una recaída en un momento, cuando a ella se le ocurrió ir a hablar con una psicóloga que le pintó el panorama más negro que te puedas imaginar.

Entonces empecé a hacer crisis con mi profesión. Empecé a leer un montón de cosas que no tenía idea. Me di cuenta de que la psicología no sabe nada de género, menos de transgeneridad. Ahí empecé con una crisis que me terminó de separar de la clínica y abracé la docencia. Entonces terminé siendo más docente por casualidad o los caminos de mi vida personal que por una elección al momento de definir mi carrera.

María Eva Rossi a los 41 años se preguntó si era tarde para hacer su transición de género; en pocos días tomó valor para enfrentarlo; Foto: Fernanda Corbani

– ¿Cómo fue tu cambio en la escuela?

– Al principio era un proceso muy interno. Dos años te diría de carreteo mientras me empezaba a dejar el pelo largo, eliminar la barba. Detalles que no eran tan cruciales como hacerte las lolas. Empecé a bajar de peso. La gente empezó a mirar. Yo estaba muy flaco hasta que, de repente, en diciembre cierro las mesas, tomo examen, me vengo a Buenos Aires y el 27 de diciembre salgo a la calle como mujer. Era antes de la ley.

Vuelvo a Bahía Blanca en enero de 2009 y le digo: ‘Mamá, me largué’. Me dijo: ‘Bueno está bien querida. Pero a comer afuera no vamos a ir nunca más’. Tres días más tarde comíamos afuera, con pollera, en Bahía, que es una vidriera impresionante. Fue adaptándose de la mejor manera, te diría.

– Fueron muchos años en los que ella fue viendo…

– Sí, y mejoró mucho el vínculo. Hay una escena previa a aquella en la que ella me preguntara. Se había cortado la luz, una boca de lobo la ciudad. En la oscuridad del balcón me dice: ‘¿Sabés que durante los 9 meses que yo estuve embarazada de vos estaba convencida y no me entraba en la cabeza otra posibilidad de tener una nena? Yo escuché esa voz como del oráculo. Al día siguiente me pregunta y se lo cuento.

– ¿Y en la escuela?

– En enero está cerrado el instituto, pero justo le entran a robar a mi hermana y me llevan toda la documentación. Tuve que hacer todos los trámites habidos y por haber porque me habían robado todo. Tuve que volver a luchar por identidad de varón, pero yo ya vestida de mujer. En febrero cuando vuelve a abrir la institución llamo por teléfono y pido una entrevista con la directora y voy personalmente. Ella ya sabía, porque Bahía es muy chica. Me escucha y  me dice cosas maravillosas. ‘Vos tenés todo el derecho de luchar por tu identidad y vas a contar con el apoyo de toda la institución’, dijo.

– ¿Y cuándo empezó tu militancia en la política?

– Una es disidente sexual, no tiene escapatoria más que la visibilidad por un lado, porque la visibilidad travesti es inocultable, el placard es transparente. No tengo el beneficio de vivirlo privadamente, el beneficio del placard de los gays. Estás expuesta, y eso quiere decir a que te agredan, te critiquen, a rendir examen todo el tiempo. Mezclada con el prejuicio de la mirada del otro. Está siempre lo prostibulario por un lado. Cuesta mucho que vean a una persona travesti y vean a una persona y no se interponga esa imagen sexual de venta de sexo. Esa lucha la tuve que pasar.

María Eva Rossi, en una de las charlas organizadas en Bahía Blanca con dos activistas trans; Foto: archivo

Una vez fue Lohana Berkins a dar una charla a Bahía Blanca en la semana de la diversidad en noviembre de 2009. Justo en esa semana había ido a un bar y no me habían dejado entrar. Hice la denuncia por discriminación, vinieron los medios. En la charla de Lohana muchas travestis me habían visto en la tele. Para mi fue una especie de bautismo. Yo hablé también. Aplaudió todo el mundo, se ve que dije algo que gustó. Entonces me pasó algo. Dije tengo que volcar mi experiencia de vida en la militancia trans. Porque somos pocas las travestis que como hicimos la transición tardía tenemos herramientas como para luchar. La verdad de la milanesa es que hay que luchar. La ley de identidad de género todavía no estaba sancionada, ni la de matrimonio igualitario. ¡Había tanto para hacer!

Esa noche inicié la militancia desde el Inadi. Con otra compañera, Carolina Martínez, que trabajaba desde ATTTA, organizábamos charlas, conferencias sobre tema trans, pasábamos películas. Fueron referentes importantes como Esteban Paulon, Marcela Romero, María Pía Baudracco. Una movida de la que ni siquiera nosotras éramos conscientes. Era revolucionario, subversivo.

Luego de la ley de matrimonio, yo ya estaba medio seducida por el peronismo, en particular por el kirchnerismo. Desde que estaba en Nueva York me empezó a gustar lo que pasaba en la Argentina. Por eso decidí volver, por los cambos que se vivían acá. Entonces me vuelco a La Cámpora y allí milito desde 2011 milito. Cuando me ofrecieron un lugar en la lista de concejales no lo podía creer. Realmente algo está cambiando.

 

TransFormadora Despertando a Lilith, un documental que muestra la reacción del Instituto docente donde donde trabaja María Eva frente a su cambio de género

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Buenos Aires tiene su teatro para la diversidad: ¡que empiece la función!

Será el primer teatro para la diversidad en la Argentina. El viernes próximo abre sus puertas en el barrio de San Cristóbal Puerta Abierta Teatro. Lo presentan así: “Es un lugar donde podamos expresar a través del arte la reivindicación de los derechos humanos de todas las personas de cualquier orientación sexual sin que esta sea causa de discriminación, donde quienes lo deseen puedan empezar a desarrollar actividades artísticas aunque nunca antes lo hayan realizado”.

La psicóloga Graciela Balestra, una de las gestoras de este proyecto junto con su compañera Silvina Tealdi, anticipa: “Este espacio le hará mucho bien a mucha gente ya que el arte y, en especial, la actuación es sumamente terapéutica e integradora”.

Así luce la fachada del nuevo teatro de Puerta Abierta

La ONG Puerta Abierta fue fundada en 1999; desde entonces trabaja por los derechos LGBT, desde lo político, social, cultural, psicológico, jurídico y médico. Más de 3000 personas han participado de sus actividades: desde allí se trabaja dando charlas, talleres, presentaciones en congresos, trabajando activamente para las leyes de Matrimonio igualitario e Identidad de género, asesorando a legisladores, entre otras cosas.

Como parte de este proceso, en 2009 la ONG creó el primer Centro de Jubilados y Pensionados lésbico gay de la Argentina y de Latinoamérica, llamado Puerta Abierta a la Diversidad. Allí se abrió un espacio para que los adultos mayores LGBT tuvieran un lugar de pertenencia en donde poder expresarse y mostrarse libremente tal como son, sin miedo a la discriminación y donde pudieran crear una red para poder ayudar a otros de manera concreta y visible. La intención es que esa visibilización propicie una sociedad cada vez más respetuosa de las diferencias.

“La realidad es que hoy aún es necesario que existan espacios así, ya que la sociedad todavía no está preparada para aceptar que todos somos diferentes entre nosotros -diferencias dadas por tener cada ser humano una singularidad y subjetividad única e irrepetible- y que todas las  personas tienen los mismos derechos”, explica Balestra. “Los adultos mayores LGBT sienten que no tienen lugar en la comunidad, que cada día se consolida más el arquetipo de la juventud como estado ideal, franja etárea sobrevalorada, impactando en los adultos mayores negativamente por lo cual ellos se consideran doblemente discriminados por no encajar en los estándares sociales actuales”.

Silvina Tealdi (izq.) y Graciela Balestra, gestoras de este proyecto de arte integrador

A eso apunta Puerta Abierta, un sitio que integra más allá de las edades, de la orientación sexual, de los intereses de cada uno. Por eso es que muchas personas se fueron sumando en estos años y pudieron sentirse parte de algo, ser tenidas en cuenta, valoradas, queridas por lo que son.

A partir del deseo y la energía de esas personas es que justamente se logró armar una sala de teatro. Para que exista un nuevo modo de expresión en la comunidad de Puerta. “Para poder expresar a través del arte la lucha contra la discriminación y la reivindicación de los derechos de las personas LGBT”, sostiene Balestra.

La continuidad de este proyecto, ahora a través del arte con un teatro abierto a la comunidad, es una posibilidad de que muchos más adultos se integren y acerquen a sus pares, cualquiera sea su orientación sexual.

“En Puerta abierta todo el mundo es bienvenido”, dice Balestra, e invita a la inauguración. Será este viernes 6 a las 19.30 en Alberti 1052, Ciudad de Buenos Aires. Para más información: puertaabierta2010@yahoo.com.ar; o al 1544709852  /  1567114263

 

Bonus track para conocer más de Puerta Abierta: Graciela Balestra, directora de Puerta Abierta, y Alejandro Viedma, coordinador del grupo de reflexión de varones gays, hablan sobre el área terapéutica y los espacios de reflexión para lesbianas y gays, en el programa de GTelevisionAr.

Proponen reducir el 70% de las cargas sociales a empresas que ocupen personas trans

Pedro Robledo tiene 22 años y trabaja como asesor en temas de diversidad sexual en los equipos del PRO. Se hizo conocido en los medios tras la golpiza que recibió en una fiesta por ser gay, motivo por el cual la presidenta Cristina Kirchner lo convocó a la Casa Rosada a una reunión. 

En esta conversación con Boquitas pintadas, Robledo cuenta por qué se vinculó a la política y por qué trabaja para el partido que lidera Mauricio Macri. “Mi gusto por la política es casi nato. Siento que el arte, la actuación y la política son cosas que tengo desde muy chico. A los siete años ya trabajaba en la tele en Cabecita; a militar en política empecé a los 17. Siempre me sentaba a escuchar discutir a los grandes: a mi papá lo escuchaba decir que nunca acompañaría al peronismo; mi mamá en cambio siempre decía que amaba a Eva y detestaba a Juan”, cuenta.

Dice que hizo un click en diciembre de 2001. “Estábamos en el ensayo general de la obra de teatro Tanguera y afuera estaban rompiendo todo. Nos quedamos a dormir ahí. Al día siguiente cuando salimos la máquina de helados del Mc Donald´s estaba en el medio de la calle. Ahí por primera vez me sentí parte de algo”. Por entonces, tenía once años.

Recuerda que en esa época mientras sus amigos miraban ShowMatch o Rebelde Way él anotaba en un cuadernito lo que veía en Hora Clave y La Cornisa. “Tenía anotado lo que veía y me acuerdo patente que miraba a Mariano Grondona y a Luis Majul. En un cuaderno anotaba las ideas. Grondona, a la derecha; Majul, a la izquierda”.

– ¿Veías a Lanata?

– Sí, estaba Día D; me acuerdo que fumaba en televisión y eso me molestaba muchísimo.

Pedro Robledo, militante del PRO; foto: Matías Aimar

Robledo adelanta algunas de las ideas en las que trabaja el PRO. “Ojalá que no me las robe el kirchnerismo”, dice. Se ríe. Cuenta que a fin del mes que viene empiezan a trabajar con la vice jefa de gobierno, María Eugenia Vidal, diez personas trans. Y agrega: “La ley de fondo que vamos a presentar es para reducir el 70% de las cargas sociales a empresas privadas que tomen personas trans”. Dice que ojalá no se necesitaran este tipo de medidas, pero considera que la sociedad aún no está todo lo abierta que él quisiera para ser inclusiva.

– ¿En qué temas están trabajando ahora?

– Hace un mes se sancionó la modificación de la ley de sangre, para que los homosexuales puedan donar. Hubo un bloque, el del PRO, que votó en forma unánime. Eso es un trabajo fuerte desde adentro en una ley que estaba trabada desde hacía 2 años. Mi equipo, que trabaja con la vice jefa de gobierno, hace tres meses que está.

– ¿Sentís que te escuchan?

– No sólo lo siento, es una realidad. Tenemos reuniones semanales con la vice jefa, con Horacio Rodríguez Larreta y tengo una relación muy fluida con Mauricio [Macri]; a las cosas que hago se las consulto a él directamente.

-¿Seguís conversando sobre el matrimonio igualitario? Porque muchos en el PRO se abstuvieron o votaron en contra

-Si uno analiza la votación, el matrimonio es avalado en un 60% por la oposición y en un 40% por el kirchnerismo. Es falso que el kirchnerismo en su mayoría acompañó. Dentro del PRO hubo 5 legisladores que votaron en contra y 4 a favor. Fue un voto dividido y Mauricio dio libertad de voto. Algunos que votaron en contra hoy votarían a favor, lo dijeron en el partido. Votaron en contra por ignorancia, desinformación y porque no había aire fresco que mostrara otras ideas. Mauricio es una persona muy permeable, escucha tus ideas, antes quizá tuvo sólo una sola campana.

– En el caso de Gabriela Michetti, ¿cómo hacés para conversar de estos temas?

– Tengo diferencias con Gabriela en variadas cuestiones. Creo que de eso se trata el PRO. Es un partido que alberga muchas posiciones y hay división en cuestiones muy sensibles. Yo no comparto lo que dice Gabriela, para nada. Te diría que ni siquiera trabajo para un partido político en el fondo. Yo siempre le digo a mi equipo y lo tenemos en una pizarra muy grande en la oficina: trabajamos para que más gente se vaya a dormir sonriendo. Trabajo para eso, hoy en un movimiento que es el PRO. Entonces, les tengo que demostrar a los legisladores que están en contra de la diversidad sexual que por estar en esa posición más gente es infeliz. Yo llevo al PRO en mi corazón, pero si hoy el partido tomara una medida en contra de cualquier cuestión que vaya en contra de mis valores me voy.

Pedro Robledo, militante del PRO; foto: Matías Aimar

– ¿Cómo llegás al PRO? 

– Llego porque estaba harto de la política berreta, de que hablemos de lo que pasó en 1800, de la política que entiende al funcionario como un Dios. Eso no pasa en el PRO, que humaniza la política y que es un lugar donde uno va a trabajar en equipo, eso es muy fuerte, muy interesante.

– Cuando la presidenta Cristina Kirchner te llamó a dialogar con tu compañero después de la agresión que recibiste, ¿no fue un gesto de acercamiento?

– No, para mi no. Si la Presidenta quisiera acercarse a los que piensan distinto debería convocar a quienes tienen la responsabilidad de resolver problemas. Cristina me recibió porque no podía creer que hubiera un militante joven del PRO. Me dijo que cuando me vio por la televisión dijo: “Pensé que eras uno de los nuestros por tu discurso peronista, progresista. A la noche se enteré de que eras del PRO y no lo podía creer”.

– ¿Pensás muy distinto a ella en temas de diversidad sexual?

– Obviamente que me parece que fueron buenas medidas las que se tomaron. Matrimonio igualitario, identidad de género.

El trabajo por las identidades trans

– ¿En la ciudad está en agenda la inclusión de personas trans?

-Sí, estamos impulsando un sistema de integración de la comunidad trans. Lo estamos trabajando fuertemente con Marcela Romero, de ATTTA. Apunta a varios objetivos: inclusión laboral en el sector público y privado, inclusión cultural y vamos a inaugurar la primera casa trans de Latinoamérica. Ese es un pedido de ATTTA. Al PRO quizás nunca se lo hubiera ocurrido, pero cuando lo planteás entienden.

– ¿Para cuándo va a estar la casa trans?

– Antes de fin de año. Va a estar en el barrio de Balvanera o Barracas, estamos viendo. No será de alojamiento para la noche. La casa apunta a integración cultural, educación sexual, reducción de daños (por drogas e inyección de aceites) y talleres de inserción laboral.

– Muchas no tienen dónde dormir

– Eso es muy sensible. Por ahora no se pueden hacer refugios; hay mucha población con necesidades distintas. Pero la casa me parece muy importante porque la idea es que tengan un lugar donde se puedan tirar a fumar un cigarro y ver televisión en paz. Que tengan un lugar de integración entre ellas. Que sea un lugar entre pares.

Pedro Robledo, militante del PRO; foto: Matías Aimar

-¿Cómo van a trabajar en la inserción laboral?

– El gobierno de la Ciudad va a tomar una decisión de política pública para integrar en sus distintos ministerios y secretarías personas trans. Porque la gente no las integra. Esto ya está para implementarse: las primeras 10 chicas entran con María Eugenia [Vidal] el 30 de septiembre. Fueron seleccionadas por ATTTA.

La ley de fondo que vamos a presentar es para reducir el 70% de las cargas sociales a empresas privadas que tomen personas trans. Esto será con una duración de 10 años entendiéndolo como una legislación positiva.

– ¿En materia cultural qué van a hacer?

– Una de las cosas que nos contaban las chicas trans es que muchas no conocen Buenos Aires de día. Entonces vamos a empezar a hacer salidas de cultura con chicas trans: la Legislatura, el teatro Colón, etc. coordinadas desde la casa trans. Me gustaría usar los buses de paseo de la ciudad, porque es su ciudad también. A estas cosas yo con Gabriela Michetti no las debato. Distinto es el tema del aborto, que se puede involucrar a un tercero, acá no estás involucrando a nadie.

– ¿El tema del aborto se habla en el PRO?

– En la Fundación Pensar, donde soy coordinador, hicimos un debate entre Laura Alonso, [Silvia] Majdalani y yo como mediador. Majdalani votó en contra del matrimonio igualitario, Alonso a favor; Majdalani está en contra del aborto, Laura a favor. Entre ellas discutían frente a militantes, es normal eso. No hay un lineamiento partidario.

Personalmente soy católico y considero que hay vida en el momento de la concepción pero el debate no es ese; se debe entender que se mueren miles de chicas por abortos clandestinos. El Estado no legisla para los católicos, legisla para la gente. Yo votaría a favor.

– ¿Te piden opinión sobre el aborto?

– Sí, claramente. Gabriela tiene ganas de trabajar, pero con más lobby vamos a poder convencerla.

El Papa y el lobby gay

– A propósito de lobby: ¿Qué opinás del Papa en contra del lobby gay?

– El Papa también es un ser humano, se puede equivocar. El dijo que no le parecía bien el lobby en general. Es medio raro porque la Iglesia es una de las instituciones que más lobby hizo en la historia. Pero me parece que venía de Río de Janeiro, no estaba preparado para responder eso en ese momento. Yo creo que a veces hay que entrar con la camiseta que ellos quieren para salir con la que uno quiere. Para llegar a ser Papa había que entrar con esa camiseta, creo que va a terminar con otra.

– ¿Eso aplica para vos también?

– No, ¿por qué? Yo siempre fui así, el loco dentro del PRO.

– ¿Sos más progresista de lo que podés mostrar en tu partido?

– No, para nada. Soy así. Y estoy convencido de que el PRO es progre, sino no estaría.

– ¿Cómo es tu vínculo con Macri?

– Yo lo amo a Mauri (se ríe). Veo un líder humilde como es él y me genera amor. En serio te lo digo: no sabés la humildad con la que consulta. Cristina en su reunión me habló de ellos y nosotros y corporaciones. Mauricio me habló de tener la mente centrada y la humildad para gobernar. Dos visiones distintas de liderazgo. Ella es una líder, Mauricio es un armador de equipos. Me quedo con el armador de equipos. Voy a trabajar para ser diputado en 2015.

Pedro Robledo, militante del PRO; foto: Matías Aimar

 

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Una pareja gay de Tierra del Fuego adoptará a dos chicos de Misiones

Juan Castro (32) y Pablo López Silva (36) dicen que se sienten plenamente felices. Hace dos años que se casaron en Río Grande, Tierra del Fuego, y desde entonces supieron que querían ser padres. Decidieron emprender la tarea de la adopción y registrarse en la lista de espera. En medio de ese proceso fundaron la Asociación Construyendo Familias, que está integrado por 54 parejas, tanto homo como heterosexuales, aspirantes o que ya adoptaron.

Cuenta Juan, en diálogo con Boquitas pintadas: “Charlamos de varias cuestiones de los requisitos cuando nos reunimos. Cuando te presentás para adoptar tenés que llenar un formulario y la mayoría pide un chico como de catálogo, perfecto y bebe. Por eso suelen esperan años”. Agrega que a partir del trabajo en la asociación la mayoría cambió el rango de edad y así se concreta la paternidad/maternidad mucho antes.

Ellos también aprendieron como pareja. Desde Río Grande, donde viven juntos desde hace cuatro años, se convirtieron en padrinos de dos hogares de chicos en Puerto Iguazú. En marzo del año pasado, de vacaciones, fueron a conocer a los chicos y se quedaron encantados. También hablaron con el Defensor del Pueblo de ese lugar, que les comentó sobre la situación de dos hermanitos en Posadas que buscaban una familia. Hacia allá fueron.

Juan Castro y Pablo López Silva consiguieron la guarda de dos chicos misioneros; Foto: Capital

Los hermanitos de los que les habló el funcionario, cuyos nombres no vamos a dar a pedido de la pareja, tienen nueve y once, y hacía varios años que vivían en el Hogar de Niños Pequeños Milagros. “Fuimos y empezamos a charlar con ellos. Les festejamos un gran cumpleaños a todos los chicos de ahí. Dos tortas, una para las nenas y otra para los varones”, relata Juan. Ahí se enteraron de que estos chicos perdieron a su mamá hace cinco años; nada se sabe del padre biológico.

Allí se quedaron durante un mes, en un hospedaje cerca del hogar, para poder visitarlos. Es lo que le llaman un período de vinculación que es el proceso de conocerse para ver cómo se llevan mutuamente. Como el juez que entiende en la causa, Juan Pablo Rissi, consideró que la familia se articulaba bien, decidió darles la guarda provisoria de los dos hermanos y la opción de adoptarlos si continúa bien la adaptación.

“La Justicia nos sorprendió para bien; el juez se recontra jugó. Valoramos mucho eso; creo que él evaluó nuestra intención firme de adoptar y de formar una familia”, dice Juan. El tiene 32 años y trabaja como operario de electrónica en una fábrica de Río Grande. Dice que su decisión de adoptar también cayó muy bien entre sus compañeros, más de mil varones, que lo alentaron a cumplir con su proyecto familiar. “En mi trabajo no me hicieron ningún problema; me pude tomar el mes que necesité para completar todo este proceso en Misiones”, comenta.

El Hogar de Niños Pequeños Milagros, de Posadas, es donde estaban alojados los chicos; Foto: redmisiones.com

Ambos se emocionan cuando escuchan a los chicos llamarlos “papis”. La necesidad de afecto y de una familia fue algo que tanto Juan como su pareja Pablo percibieron desde el primer momento. Por eso no les importó cuando desde un portal de Tierra del Fuego se alzaron algunas voces en contra de la posibilidad de que dos varones adoptaran. “Mucha gente también salió a opinar a favor. Lo positivo es que se abra el debate. Lo único, nosotros no contestamos agresiones”.

Ahora los cuatro esperan el okey de la Justicia para viajar a Río Grande, la ciudad que eligieron para vivir pese a que ninguno es de allí. Juan es porteño y Pablo nació en Resistencia, Chaco. Sus hijos adoptivos son misioneros. Una familia diversa que hoy celebra este maravilloso encuentro.

(*) Agradezco la colaboración de César Sánchez Bonifato, corresponsal de LA NACION en Misiones, por el contacto con esta familia diversa

 

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“Me crié escuchando que el VIH era la enfermedad de los desviados”

El periodista y escritor Martín Araujo tiene 34 años. En el último tiempo, personas muy cercanas a él fueron diagnosticadas de VIH. Preocupado por su salud, a fines de 2012 fue a hacerse un testeo; se comprometió a que si el resultado era negativo iba a involucrarse de algún modo con un tema que considera silenciado. Decidió sumarse al programa provincial contra el VIH que se desarrolla en el Hospital Rawson en la ciudad de Córdoba, donde vive desde que se fue de Buenos Aires. “El día que fui a buscar el resultado de mis análisis hablé con una de las personas que trabaja en el programa y así empezó todo”, cuenta Araujo a Boquitas pintadas. Allí coordina un taller literario con personas seropositivas.

“Me crié, como muchxs, escuchando discursos en los que el VIH aparecía como la nueva lepra, la enfermedad de los desviados, una patología maldita. Los años han modificado algunas cosas, por ejemplo, el virus dejó de ser patrimonio de la comunidad gay y pasó a afectar la vida de la población heterosexual, especialmente de las mujeres; dejó de ser una condena a muerte inmediata para convertirse en una enfermedad crónica que permite una calidad de vida notable”, enumera. Sin embargo, considera que estos cambios no lograron que socialmente cambie la mirada sobre las personas que viven con VIH.

“Sigue existiendo una mirada fuertemente discriminatoria. Tengo la sospecha de que, a los ojos de la sociedad, no es lo mismo un paciente con diabetes que uno con VIH. Y creo que esto tiene que ver con la desinformación aunque también con una mirada bastante hipócrita sobre las prácticas sexuales”, señala.

En esta entrevista, este joven autor del poemario “Cantata”, alguien que participó de antologías y trabajos grupales como ensayista, narrador y poeta, también habla de su trabajo como coordinador de un literario en una biblioteca popular y otro en la biblioteca de Derechos Humanos de Familiares de Desaparecidos de Córdoba; así como del su vínculo con la literatura y hasta se refiere a cómo fue su salida del clóset. Como todo en él, tuvo que ver con el amor.

Martín Araujo, periodista, escritor

– ¿Qué talleres literarios estás coordinando?

– En 2011 empezamos a dar un taller en la Biblioteca Popular María Saleme (en la Casa de los Trabajadores de Córdoba) con la poeta Elena Anníbali. Actualmente sigo en ese espacio, aunque solo. A esa actividad sumé este año otras dos experiencias de taller intensas. Por un lado, en el programa provincial contra el VIH en el Hospital Rawson y, por otro, en la Biblioteca de Derechos Humanos de Familiares de Desaparecidos de Córdoba.

En este momento, en Córdoba, asistimos a la megacausa por La Perla (un campo de concentración que funcionaba camino a Villa Carlos Paz), situación que genera un microclima particular. Las audiencias son públicas y, para quienes hemos podido escuchar algún testimonio, es realmente estremecedor. Trabajar sobre ideas como la memoria, la justicia, la verdad, e intentar desarrollar alguna acción en el plano de la escritura es una tarea compleja. Hacerlo con personas implicadas directamente por la pérdida de algún ser querido en el contexto de la última dictadura, o de haber pasado por la cárcel en esos años, es un reto real. Un desafío que me está enseñando mucho.

– ¿Cómo surgió la idea del taller de personas viviendo con VIH? ¿Cómo se trabaja ahí?

– La idea de este taller venía dándome vueltas en la cabeza desde hacía largo tiempo. A finales del año pasado formalicé la propuesta en el programa provincial de lucha contra el VIH que funciona en el Hospital Rawson y en marzo arrancamos. El proyecto terminó de darse como efecto de varias cuestiones personales. Por una parte, yo trabajé hace varios años cerca de una ONG, en Buenos Aires, en prevención y ayuda a personas viviendo con el virus. En el último tiempo, también, personas muy cercanas a mí fueron diagnosticadas positivamente. A fines del 2012, concurrí a hacerme un testeo preocupado por mi salud. Me prometí entonces que si el resultado era negativo iba a concretar este proyecto. El día que fui a buscar el resultado de mis análisis hablé con una de las personas que trabaja en el programa y así empezó todo. Esa promesa, que en última instancia pudo ser una estupidez, me ayudó a concretar algo que no deseaba que quedase en el cajón de las intenciones.

Me crié, como muchxs, escuchando discursos donde el VIH aparecía como la nueva lepra, la enfermedad de los desviados, una patología maldita. Los años han modificado algunas cosas, por ejemplo, el virus dejó de ser patrimonio de la comunidad gay y pasó a afectar la vida de la población heterosexual, especialmente de las mujeres; dejó de ser una condena a muerte inmediata para convertirse en una enfermedad crónica que permite una calidad de vida notable. Estos cambios, entre otros, no lograron aún, a mi entender, que socialmente cambie la mirada sobre las personas que viven con VIH. Sigue existiendo una mirada fuertemente discriminatoria. Tengo la sospecha de que, a los ojos de la sociedad, no es lo mismo un paciente con diabetes que uno con VIH. Y creo que esto tiene que ver con la desinformación aunque también con una mirada bastante hipócrita sobre las prácticas sexuales. La pregunta sobre el contagio siempre parece una nube que sobrevuela la cabeza de las personas que viven con VIH.

– ¿Qué cuentan los chicos en las narraciones?

– Eso mismo cuentan: que cuando cuentan de la condición serológica esto suele venir asociado a la pregunta inmediata de cómo se produjo el contagio, como si ese matiz fuera importante. O como si incluso hubiera grados de estigmatización posibles según la forma de contagio, algo ridículo. Y supongo que eso entronca con fantasmas sociales en torno a la sexualidad, donde la elección de objeto, de género, las praxis, la vergüenza, la hipocresía y la ignorancia se mezclan hasta dar un combo jodido. Creo que de ahí viene el miedo y finalmente la segregación, el señalamiento. Digo, yo mismo, sin ir más lejos, entiendo que soy negativo más por cuestiones de azar que por el cuidado de mí mismo. Lo digo con pesar pero no puedo dejar de reconocerlo. Y de reflexionar sobre ello. Incluso, me animo a decir que la mayoría de nosotrxs podría, en este sentido, ser positivx.

– ¿Qué significa que al taller lo coordine alguien que no tiene el virus?

– Que al taller lo coordine una persona que no es positiva también permite articular y tensar varias cuestiones. Más allá de cierto gesto de integración, me interesa saltar, en la medida de lo posible, una supuesta barrera entre positivos y negativos. Porque las personas que viven con VIH también corren, por momentos, el peligro de encerrarse en un ghetto y en la idea de que no pueden ser verdaderamente comprendidos por alguien que no posee su misma condición.

En otro orden de cosas, también me gusta pensar que esta experiencia se suma a otras que merecen mi admiración como el trabajo realizado por otros escritores con talleres en penales, barrios marginales, instituciones mentales, etc. Me interesa pensar este espacio en relación a esos proyectos. Y en cuanto al trabajo, es bastante abierto, la idea de fondo siempre está asociada a escrituras creativas. Empezamos con una lectura, o con alguna charla, con algún concepto o con alguna anécdota. Y eso dispara una consigna o una propuesta. Arrancamos con textos fuertemente yoicos (autobiografías, diarios, historias de vida, cartas, etc.) y ahora vamos hacia lugares más comunitarios y también más ficcionales.

– ¿Por qué decidiste volcarte a la literatura?

– Desde muy chico supe que quería escribir. Escribía canciones, escribía cuentitos, guiones de historietas. Agarraba los playmobiles y armaba estructuras narrativas densas para jugar. Siempre disfruté de leer y de escuchar historias. Y de contarlas a mis amigxs. Y, por otra parte, el goce con la música de las palabras. Nunca tuve muchas dudas sobre la cuestión “vocacional”. El tema más bien siempre fue cómo combinar la pasión por los libros y la escritura con cuestiones prácticas del tipo pagar el alquiler, el morfi, etc. Eso no lo tengo tan resuelto pero acá estamos, aún.

De hecho, si me pongo a enumerar, en mi vida he trabajado de cosas muy diversas para ganarme el pan(o tratar de hacerlo): desde repartidor de pan a creativo publicitario; tuve un kiosco en una escuela del conurbano y también atendí reclamos telefónicos en un call center cordobés; edité NX, una revista de periodismo gay, y ejercí de acompañante terapéutico de personas con ELA (esclerosis lateral amiotrófica); di clases de lengua en una escuela de San Antonio de Padua, por ejemplo, y en Ramos Mejía atendí un ciber enorme; trabajé de corrector de estilo y también de instalador de aire acondicionados Split; me pagaron por hacer rejas y también por tocar música.

– ¿Hasta cuándo viviste en Buenos Aires? ¿Por qué decidiste mudarte a Córdoba?

– Me mudé a Córdoba al terminar de cursar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UBA. Había perdido una oportunidad de trabajo importante, necesitaba tomar distancia de ciertos afectos y también de la furia porteña. Y además de toda esta serie de cuestiones racionales estaba la cuestión amorosa, que fue decisiva, porque estaba muy enamorado de una persona que vivía en Córdoba. Vale resaltar igualmente que es una hermosa ciudad para vivir: tiene agite cultural, diversidad, miles de estudiantes, montañas y ríos al alcance de la mano, tiene humor, noche, belleza, desmesura y, por momentos, una cierta paz.

Martín Araujo, en Capilla del Monte, Córdoba

– ¿Tuvo algo que ver con tu salida del clóset? ¿Me contás cómo fue ese proceso?

– Mi salida del clóset tuvo también que ver con el amor, el disparador fue el mismo, pero eso sucedió varios años antes de irme a Córdoba. Mi proceso fue tan complejo como el de cualquiera, un trayecto largo hasta aceptar mi deseo. Supongo que no fue sencillo tampoco para mi familia pero hemos podido sobrevivir al asunto y nos llevamos tan bien como puede llevarse un hijo con sus padres.

– ¿Qué tipo de literatura te interesa más? ¿Qué preferís leer y qué inclinaciones tenés en tu escritura?

– Me interesa la imaginación, los libros que buscan su camino particular, las apuestas y la franqueza. Me encanta la ciencia ficción aunque también me copo con un libro de crónicas. Soy un lector bastante anárquico. Me interesa especialmente la poesía. Y en cuanto a mi propia escritura hago lo que puedo: diarios, poemas, recetas de cocina, narrativa breve, crítica cultural. Estoy terminando mi primera novela, tengo un par de libritos de poesía sin editar. Adoro escribir y si la fiaca no vence a la curiosidad: allá vamos, siempre.

– ¿Cómo escritor sentís una responsabilidad social especial?

– Trato de que la escritura nazca de las pasiones. Y muchas veces eso se conecta con algo que va más allá de mí y que es histórico o político o comunitario. Trato de ser coherente. Y también entiendo que este oficio puede tener un poco más de eco que otros, pero no soy un canal de denuncias específicas. Puedo contar o aportar algo a una sensibilidad particular, no sé realmente si mucho más. Hay momentos en que es necesario correrse de cierto imperativo de responsabilidad social para que eso no se vuelva una trampa y te coma o te pierda.

– ¿Te interesa la literatura sobre temas de diversidad sexual?

– Me interesa la diversidad. Todas las diversidades no sólo la sexual. A veces el abuso de ciertas categorías como “literatura gay” o cosas así me cansa un poco. Me parece que facilitan el ingreso a un nicho de mercado más que aportarme algo sobre la obra. Más allá de esas clasificaciones, considero que hay textos sobre sexualidades no heterosexuales muy buenos en nuestro país. Y que mucha de esa literatura es previa a la sanción de la ley. En todo caso la ley pudo favorecer la visibilidad de nuevos textos o autores y eso, por supuesto, es algo para celebrar.

Tres poemas de Martín Araujo

víaméxico

no dejé de comprarte

cada mañana

rosas

ni te negué besos

ni buenas noches

con afán de canario

de país en país

hasta dar al norte

nieves de libertad

jurando síes

infinitos de arroz

por un pergamino

dos muñecos de frac

rasando las vegas

con la cara y la emoción

de una película

dejohncasavettes

*

puertopollensa

como dos gaviotas

arrojadas

sobre este llano

se abrazan en el pasto de la noche

lejos del foco de la plaza mayor

y la confitería

acá en la ruta orillada

a espaldas del silo

a minutos del sol

abrazadas como gaviotas

blancas de luna en la playa pampa

donde nadie las ve

o solo yo que es lo mismo

solo con mi anteojo

mirándolas desde hace horas

separarse del mundo como semillas

como dos alas

saben que las miro

y no les importa:

las veo vestirse en el primer rayo

desenlazar los dedos

el hueso de la lengua

y volcarse a esa ola

plana de sal y pasto

afuera de la ruta

volviendo a la ciudad

*

Penada seguramente por la ley…

penada seguramente por la ley

reñida con las buenas costumbres

y moralmente condenable

así es la tarea que desarrollamos

en la zona más húmeda de la casa

apenas arriba del rasero

apenas debajo de las ventanas

un trabajo de voluntad y volutas

una acción hecha de tiempo y espacio

contrariando acuerdos contratos

atentando contra la salud

cada quieta jornada

con un silencio matinal

 

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“El público me dice que soy una mujer”, dice la actriz trans Delfina Bianco

Delfina Bianco se empezó a interesar por el teatro a los 15 años y ya nunca se alejó de las tablas. De esto hace más de una década. En ese tiempo, también, hizo su transición de género. Hoy conversa con Boquitas pintadas y dice que está feliz. “Antes siempre me convocaban para hacer papeles de trans. La eternidad es la primera obra en la que hago un personaje de mujer genética”, cuenta, orgullosa del paso que pudo dar. Está agradecida con Matías Vitali, el director de esta obra que se estrenó el sábado 10 de este mes en el teatro Payró.

“Tras realizar un hallazgo científico revolucionario, Víctor llega a New York en busca de la ayuda de su psicótica amante Samantha, una desafortunada actriz de telenovelas. Los planes se desmoronan cuando la inestabilidad mental de ella crece y una patética célula de terrorismo religioso pretende acabar con el descubrimiento. Mientras tanto, alguien se mete en los sueños de Samantha y siembra un misterioso mensaje”, es el resumen argumental de la obra.

En esta entrevista, Delfina, que representa en La eternidad a Samantha, habla de la obra, de lo que representa este papel para ella, de la importancia vital de la actuación para crecer cada día como actriz y como persona.

Delfina Bianco en su papel de Samantha, junto a uno de sus compañeros de elenco

-¿De qué trata la obra?

-La eternidad es una obra de ciencia ficción que transcurre en Nueva York en un año incierto del futuro. Es un una mezcla de religión, ciencia y amor. Es una comedia dramática muy divertida y también muy triste. Una obra hermosa, una puesta muy buena, futurista. Como dice el texto, la obra habla del espacio vacío, por eso hay muy poca escenografía y lo poco que hay tiene un aire futurista.

-¿Cómo es tu personaje?

-Estoy muy contenta con Samantha. Vengo trabajando desde hace bastante tiempo en la actuación y siempre me tocó hacerlo como desde la militancia, con personajes trans. Esta vez represento una mujer genética. No tiene nada que ver con mi condición trans. Represento a una actiz de telenovela que está frustrada, que quedó en el olvido y espera a Víctor, su amante, que descubrió una pócima para vivir eternamente. Hay en el medio  una mujer de 200 años y Víctor necesita de Samantha para completar su experimento.

-¿Qué significa para vos hacer por primera vez de mujer?

-Muy contenta, feliz. Matías [Vitali] me había convocado para Reprogramación, una obra en la que representé el papel de mi vida trans, y luego de eso me llamó para esta nueva obra. “¿Es un papel trans?”, le pregunté. “No, me dijo. Vas a ser Samantha, una mujer”. Para mi fue muy importante, un reconocimiento. Además me dijo que me quería desnuda eh la marquesina. Me interesó ver qué iba a pasar en el público con este nuevo personaje mío.

-¿Cómo respondió el público?

-Todos los comentarios que recibo son buenos. Me dicen que en ningún momento se dan cuenta de que es una persona trans en un papel de mujer. Me dicen que soy una mujer. Quiere decir que el trabajo está bien, que gusta, que se logra el clima. Bueno, esto no fue por arte de magiAa: hace dos años que ensayamos esta obra.

Delfina, en plena actuación

-¿Creés que hay prejuicio de los directores de teatro con las actrices trans?

-A veces, lo hacen por una cuestión de perfiles. Necesitan cubrir el papel de una travesti y buscan a personas trans. Pero en otros casos es porque no se animan a probar, esto es algo que va a ir sucediendo de a poco. Por eso agradezco que este director haya asumido el riesgo.

-¿Por qué te gusta actuar?

-Me desconecta con mis problemas como Delfina. A la vez, contar la vida de otro me hace crecer porque contás vos esa verdad que alguien escribió para que la actúes. Entonces, la actuación te enseña cosas para tu vida. Mientras más personajes interpretás, mientras más historias conocés, más crecés.

El elenco de La eternidad, a pleno

 

Elenco: Delfina Bianco, Matías Vitali, Fernando Carón, Valeria Ariosto, Alejandro Souto, Daniela Vacas; Músico en vivo: Nicolás Japas; Dramaturgia, puesta en escena y dirección general: Matías Vitali.

Funciones: Sábados a las 21 en Teatro Payró: San Martín 766

 

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Leonardo Veterale: pastelero de día, La Barby de noche

Leonardo Veterale es pastelero. También es actor y encarna desde hace años a un personaje que se hizo famoso en la TV: La Barby. En esta entrevista con Boquitas pintadas este actor gay habla de su vida con y sin su caracterización de mujer; cuenta qué canaliza en ese personaje que recorre la noche porteña y que le permite “ser otra persona, liberarse”.

A la vez, esta mujer voluptuosa que creó se transformó en íntima amiga de Florencia de la V, a quien conoció en las épocas del boliche Búnker, un ícono de la movida gay de los ’90.

– ¿Quién sos?

– Como me veo ahora Leo, Leonardo, la persona que hace a La Barby. En una época, o sea, a ver cómo te explico…es como que tenía que decir: ‘soy actor’, ‘el que hace el personaje de’. En realidad, La Barby es un nombre femenino de un personaje que soy yo y lo transformo en femenino. Obviamente que cuando uno se pone detrás de una careta o de un disfraz siempre tiende a ser otra persona, a liberarse más, a sacar todo lo que está guardado.

Leonardo Veterale, como La Barby y como pastelero; Foto: perfil.com

– ¿Cómo se te ocurrió lo de La Barby?

– Surgió así: en un carnaval, no sé de hace cuántos años atrás, con unos amigos gays estábamos en grupo y dijimos: nos tenemos que disfrazar de mujer.

– ¿Esto era acá en Capital?

– Sí, en Capital. Yo soy de Paso del Rey, a 40 kilómetros de acá, camino a Luján, y surgió así de querer disfrazarnos. Porque año tras año –yo ya tenía 32- imaginate que iba a los boliches ya de ambiente desde los 20.

– ¿A qué te dedicabas entonces?

– Pastelero. Y como tenía una gran necesidad de expresarme desde chiquito siempre me gustó la actuación. Tenía eso de querer que me quieran. Ya desde chiquito desde los 10 ó 12 años tenía esa cosa de querer ser famoso. Pero no se me ocurría como pasa ahora de hacer cualquier cosa para ser mediático; no, no a costa de todo. Yo en esa época quería ser famoso y estaba buscando los medios de cómo hacerlo. Era muy novelero, de chiquito, era de mirar novelas y decía que quería ser actor, cantar no porque no me aceptaron ni en el coro del colegio, jajaj. Así que no se me ocurría, si bien yo pensaba que cantaba bien.

La Barby también muestra sus dotes de cocinera invitada a un seminario de repostería; Foto: Facebook

– ¿Y cómo es que te dedicaste a la pastelería entonces?

– A los 19 años empecé a estudiar actuación, participé en dos o tres obras acá por Capital, viajaba desde Paso del Rey todos los días que había que venir en el tren Sarmiento y me empezó todo eso de estudiar actuación, buscaba avisos por el diario cuando pedían actores. Ahí me presentaba. Pero no me alcanzaba con lo que ganaba. En un momento dije que necesitaba dinero, independizarme. Una vecina de mi barrio me dijo: ‘Vos hacés unas tortas riquísimas’. Empecé a hacer como catering en mi barrio, después me puse a estudiar pastelería. Había dejado la actuación, había dejado todo. Era una necesidad: tenía que ganar plata ya. Llegué a tener bastante laburo en esto; trabajé en la escuela de cocina donde estudié, después en el Hotel Alvear.

– ¿Cuándo surge lo de La Barby?

– Mientras tanto, empecé a hacer lo de La Barby, porque ese personaje surgió en ese carnaval; ahí afloró un poco lo de la actuación que había tapado. Siempre poníamos excusas para disfrazarnos porque no teníamos ropa o zapatos. Esa vez dijimos: ‘Vamos a comprarnos zapatos, una peluquita’. Bueno empezó así: después me presenté en un concurso en un boliche que ya no existe, que se llamaba Búnker. Ahí fue donde conocí a Flor de la V. ¡Mirá los años que hace!

 – ¿Vos ibas al boliche de mujer?

– Yo tenía una terrible necesidad de llamar la atención. Iba de pantalón y camperita de plush, sombrero. Así con pestañas postizas y peluca. ¡Cualquier cosa! Un mamarracho era.

La Barby presenta sus shows en boliches como Amerika en la Ciudad de Buenos Aires; Foto: Facebook

– ¿Y ahí se permitía todo?

– Sí, pero era bastante arriesgado, porque en esa época no era como ahora que encontrás una persona re mamarracho andando en el tren. Antes nos decían los precursores del escándalo. No era tan fácil ser gay o travesti.

– ¿No había muchos lugares gays en esa época, no?

– No. Imaginate. Nada era fácil. Por ejemplo, ir a un hotel en esa época era una odisea. Dos tipos o dos mujeres era, ¡uy, agarrate! Ahora tienen todo servido, pero en esa época…me acuerdo cuando entré a uno por primera vez, entrabas con vergüeza. Después se autorizó en los hoteles que pasaran parejas gays.

– ¿Cómo es sacar tu parte femenina? ¿Creés que todos tienen una?

– Mi personaje nace de observar mujeres, modismos de gente muy femenina. No es algo que tenga yo. Yo hice esto jugando y salió y pegó. La verdad no fue algo muy pensado como Gasalla, en el sentido, de ‘voy a hacer tal personaje’. A mi me salió esto.

– ¿Cómo toma tu pareja tu transformación?

– No le molesta, él me conoce como soy yo. Es más, cuando él me conoció me cruzó en una esquina neurálgicamente gay de entonces, Santa Fe y Pueyrredón. Pero él me vio en la esquina, pasó con un grupo de amigos, y dijo: ‘Ese gordo me gustó’. ‘Es La Barby’, le dijeron. ‘¿Cómo que es La Barby?’. Entonces un día él no tenía ganas de salir pero le dijeron que fuera al boliche donde estaba La Barby. Al final de la noche, me encaró. Yo estaba montadísimo de La Barby, pero él tenía en la cabeza la imagen que vio en Santa Fe y Pueyrredón, que era esta, la de varón. Y medio que se tiró a una pileta de dulce de leche; cuando me saqué el disfraz se quedó tranquilo de que era yo. Y hace 15 años que estamos. El me ayudó mucho a descubrir el Leo que soy y a separarme de La Barby.

 

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La pareja de lesbianas que se puso la camiseta de la diversidad

Titinas es un negocio con diseños pensados en la comunidad LGBT. Todo tiene los colores de la bandera: remeras, buzos, ropa interior, accesorios personales y para el hogar, adornos, regalería, banderas de todos los tamaños. “Si tiene los colores del arco iris, está en Titinas”, dice el slogan.

Pero ¿cómo surgió este local?, ¿qué historia de amor lo fundó? Marcela, pareja desde hace seis años de Verónica, escribió a Boquitas pintadas para contar todo lo que uno no sabe de este pintoresco local del micro centro porteño.

Comparten este relato en el que hablan, también, de algunos de los comentarios agresivos que escuchan desde la vidriera del local.  Escribe Marcela: “Hay gente que se manifiesta de manera despectiva, hasta en algunos casos con insultos. Es lo mismo que pasa en las calles, en los barrios, en las provincias cuando nos ven besarnos o de la mano. Pero seguirán pasando por la vidriera y por las calles y verán que seguimos estando, que nos mostramos cada vez más”.

Marcela y Verónica, creadoras de Titinas Tienda LGBT; Foto: Gentileza Titinas

Con la camiseta de la diversidad

Mi nombre es Marcela, tengo 26 años, soy profesora de Educación Física. Viví en Adrogué junto con mis padres y mis hermanas hasta los 17 años. Una de mis pasiones desde pequeña es jugar al fútbol, y fue practicando este deporte que conocí a Verónica, mi actual pareja, cuando yo tenía apenas 14 años.

Un día fui a probarme a un club… y ahí estaba ella… la vi…y fue amor a primera vista. En ese momento Verónica tenía 30 años, era profesora de historia y geografía, estaba casada con un hombre y tenía 2 hijos.

Creí durante muchos años que la diferencia de edad y su estado civil  harían imposible que algún día su amor me correspondiera. Pese a esos 15 años de diferencia que había entre nosotras empezamos una hermosa amistad. Jugamos juntas al fútbol en el mismo equipo durante 5 años, compartimos vacaciones, momentos hermosos. El tiempo transcurría, ella quedó embarazada de su 3 hijo y me eligió como madrina.

Cada año que pasaba me enamoraba más y ella desconocía por completo lo que yo sentía. A mis 20, luego de 6 años de amarla en silencio y con disimulo, años de parejas erróneas y relaciones sin sentido, personas que pasaron por mi vida a las que creí poder amar para sacarla de mi cabeza, decidí darle fin a esta situación incierta. Una mañana la invité a mi casa y le conté toda la verdad acerca de mis sentimientos.

De manera sorprendente para mi, ella respondió diciéndome que sentía que me quería “más de lo normal” y fue ahí que se abrió una puerta de esperanza. Unos meses después decidió separarse de su marido y comenzamos una relación, que hoy ya lleva 6 años.

Titinas Tienda LGBT; foto: Gentileza Titinas

En el 2009 me fui a vivir con ella y sus 3 hijos. En un comienzo los chicos no sabían que éramos pareja, tuvimos que respetar tiempos, esperar y disimular un poco. En la actualidad los chicos saben de nuestra relación, nos apoyan, nos respetan y en palabras de ellos “solo quieren vernos felices”.

En los primeros años de nuestra relación vivimos algo “tapadas”, nuestras familias y amigos sabían todo, pero para la sociedad solo nos mostrábamos como amigas, hasta que los chicos supieran. A medida que el tiempo pasaba sentíamos la necesidad de relacionarnos con personas que vivieran y sintieran como nosotras, que les pasen las mismas cosas, personas con las que pudiéramos compartir experiencias, inquietudes, necesidades, y comenzamos a involucrarnos un poco más con la Comunidad LGBT.

Un día, de la nada, le dije a Vero que quería una remera con la bandera de la Diversidad, buscamos por todos lados y jamás la conseguimos. Después de varios días de buscar nos miramos indignadas y nos preguntábamos: ¿cómo podía ser que en el mercado encontrábamos remeras de cualquier cosa excepto con Nuestra Bandera? Esa indignación fue lo que nos llevó y nos impulsó a hacer nuestras propias remeras.

Se nos ocurrió también que, así como nosotras, habría otras personas a las que les gustaría vestir una remera con los colores de la bandera. Y fue así como comenzamos a diseñar los modelos. Nos divertíamos mucho y pasábamos largas horas haciendo dibujos, hasta que un buen día decidimos subirlas a Facebook y ponerles precio. Asombrosamente para nosotras, la gente comenzó a comprarnos.

Después de un tiempo intentamos ampliar el mercado y ofrecer nuestras remeras en diferentes comercios, con diferentes rubros y en diferentes barrios, pero a nadie le interesó vender remeras con diseños y colores de la bandera del orgullo. Así que después de andar por todas partes aceptamos que nuestros diseños no iban a ser aceptados ni vendidos en ningún comercio que no estuviera relacionado a la Comunidad LGBT.

En este contexto empezó a gestarse el sueño de tener nuestro propio local…para mostrar y compartir lo que hacíamos con tanto amor…para poder brindarle a la gente un punto fijo, un espacio físico en el que puedan conseguir, no solo nuestras remeras, sino cualquier cosa que tenga los colores del arco iris… “si tenía los colores teníamos que tenerlo”, decíamos.

Marcela y Verónica son pareja desde hace seis años

Tras cuatro años de movernos en la web, concurrir a las Marchas y eventos de la Comunidad LGBT con nuestros productos, finalmente decidimos llevar a cabo nuestro proyecto. Pero para eso una de las dos debía renunciar a su trabajo para hacerse cargo del negocio, y la otra debía trabajar  doble cargo para poder subsanar algunos gastos. Y fue así que renuncié a mi trabajo, vendí mi auto, Vero concursó como Directora de Educación Secundaria y juntas decidimos apostarle a este sueño… y en mayo de este año abrimos nuestra tan esperada Tienda.

Titinas Tienda LGBT es nuestra segunda casa. Tiene como objetivo ser ese lugar donde todo, absolutamente todo sea por y para la Comunidad. Ofrecemos todo tipo de artículos con los colores del arco iris, indumentaria, ropa interior, accesorios personales y para el hogar, adornos, regalería, bijouterie, banderas de todos los tamaños, entre otras cosas…y, como lo habíamos soñado, “si tiene los colores del arco iris, está en Titinas”.

Nuestro público es muy variado, desde adolescentes a adultos, ambos sexos por igual, pertenecientes a la comunidad LGBT, familiares que llevan regalos para alguien de su familia que es gay, turistas gay de Latinoamérica, Europa, Estados Unidos y también de Japón. En indumentaria lo más vendido es todo aquello que guarda relación con la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario.

Paradójicamente, la mayoría de nuestros clientes compran remeras que sean más bien “disimuladas” y no tan explícitas. La mayoría de la gente quiere tener algo con los colores del arco iris, pero prefiere disimular un poco. Los más atrevidos son los turistas, a los argentinos nos cuesta un poquito más…porque falta un poquito más…

Un stand callejero de Titinas, en una marcha de Orgullo en 2012; foto Facebook

En estos últimos años hemos logrado alcanzar la adquisición de derechos que habían estado negados para nosotros, derechos importantísimos e inalienables…pero aún falta mucho por hacer, no tanto en el ámbito legal sino en el social. Gran parte de la sociedad no nos acepta, nos niega, nos critica, nos desconoce, y otros tantos aún nos agreden. Es por este motivo que cada diseño, cada producto, cada idea que tuvimos surgió persiguiendo la visibilidad…visibilidad para lograr la tan ansiada igualdad, la dignidad y el respeto que nos fueron tan negados. Nos unimos a la cruzada, que no es otra cosa que, simplemente, reivindicar la idea de “EL MISMO AMOR; LOS MISMOS DERECHOS”.

Nos encanta ver cómo la gente luce orgullosa los colores de la bandera. Cuando una persona elige vestir por ejemplo los colores de su equipo de fútbol, de una banda de rock lo hace porque siente pertenencia y quiere mostrar lo que le gusta, lo que siente, lo que elije y lo que defiende. Para nosotras optar por vestir una remera con la bandera de la Diversidad es lo mismo, es ponerse la camiseta, es defender, es decir acá estamos…y estamos ORGULLOSOS de ESTAR y de SER…En palabras de Carlos Jáuregui: “Visibles para ser libres e iguales”.

Tener un negocio reducido al público LGBT “no garpa”, dirían los chicos. Seguramente incorporar productos de todo tipo sin los colores del arco iris sería más redituable, pero no es nuestra idea. Tristemente a diario escuchamos muchos comentarios de gente que se para frente a nuestra vidriera y al mirar nuestros productos se manifiestan de manera despectiva, hasta en algunos casos con insultos. Es lo mismo que pasa en las calles, en los barrios, en las provincias cuando nos ven besarnos o de la mano. Pero seguirán pasando por la vidriera…y por las calles, y por las plazas…y verán que seguimos estando, que nos mostramos cada vez más, que somos muchos y estamos por todas partes, que somos personas comunes y corrientes, que amamos y sufrimos, que no somos extraterrestres…no queremos “tolerancia” como muchos reclaman, porque no queremos que nos “toleren”… queremos aceptación y respeto…y hasta que eso no suceda en todos los rincones de este país nos seguiremos poniendo la camiseta.

Dónde encontrarlas: Lavalle 835. “Galería Paseo Lavalle”, Local 35 remerastitinas@hotmail.com; tel: (011) 4393-1546

 

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